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Internacional

7 de marzo de 2004

El pensador norteamericano, referente de la izquierda de las últimas décadas, expone en Barcelona sus tesis sobre el fin del capitalismo actual: "La política de Estados Unidos es más una señal de debilidad que de fuerza"
El sociólogo Wallerstein analiza el declive de la hegemonía de EE.UU.

Justo Barranco
www.lavanguardia.es


La hegemonía de Estados Unidos está en declive. Y el capitalismo que conocemos tiene fecha de caducidad. Y próxima. Son las reflexiones de uno de los referentes de la izquierda intelectual de las últimas décadas, estudioso del capitalismo y el subdesarrollo, el sociólogo e historiador Immanuel Wallerstein (Nueva York, 1930). Invitado por el Macba, que en junio abre la muestra "Arte y utopía", y por Akal Ediciones, que le publica ahora "Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos", Wallerstein llenó el viernes el Convent dels Àngels con doscientas personas que querían conocer sus ideas, que antes expuso en una entrevista para este diario.

El sociólogo recuerda que el declive de la hegemonía de EE.UU. "tema de su conferencia" comenzó en la posguerra mundial, pero comenzó a "crujir" a finales de los sesenta, con el ascenso de Europa y Japón. "La política de mi país desde entonces fue la de limitar este declive, primero ofreciendo a sus aliados principales un estatuto de socio, un poco falso, para impedir que Europa fuera un grupo político independiente. Luego, luchó contra la proliferación nuclear, porque si los países pequeños desarrollaban estas armas, el poder militar americano quedaba minado. Por último, impulsó la globalización, a la que todos debían añadirse sin alternativa."

Fue una política con éxito mitigado, pero no un fracaso. Los límites se comenzaron a mostrar en los noventa. Los halcones de Bush analizaron la situación así: la hegemonía de EE.UU. está en declive, pero no es estructural, sino que los gobernantes no tuvieron los cojones necesarios para colocarse como poder hegemónico. Y de ahí surge la voluntad unilateralista actual, para intimidar al mundo. El 11-S les ha dado la excusa, pero todo estaba ya decidido cuando Bush llegó al poder. Iraq fue elegido por ser frágil y haber desafiado a EE.UU. Pero esta política ha sido un desastre: no ha intimidado a todo el mundo, no ha limitado la proliferación nuclear y a largo plazo no va a ser aceptada por los norteamericanos. Además, han formado un eje París-Berlín-Moscú, que siempre trataron de evitar. EE.UU. lleva 30 años tratando de dividir a Europa. Desde que cayó el Muro presionó para incluir a los países del Este en la OTAN, para que fueran los proamericanos del continente. Pero el Este también apostará por Europa", vaticina.

Esta inestabilidad no es ajena a las convulsiones que observa el sociólogo en el capitalismo actual. Wallerstein se adelantó en décadas a las discusiones sobre la globalización con sus teorías sobre el "sistema-mundo capitalista", esto es, la división económica del planeta en un centro que dirige y acumula la riqueza global, una periferia explotada, y una semiperiferia de la que pueden salir nuevos centros. Un sistema global y flexible que llevaba funcionando cinco siglos porque daba al capital gran libertad. Pero este sistema, dice, está en crisis por los cambios de las últimas décadas. "Ossama bin Laden, el 11-S, el unilateralismo de EE.UU." pero también "las ilegalidades y el colapso de grandes empresas, las rápidas alzas y bajas de los mercados" son parte "de este caos que nadie controla. Vivimos en una bifurcación del sistema. Y del caos surgirá un nuevo orden".

Y es que hoy convergen transformaciones culturales "desde el 68 se ha roto con la aceptación subliminal del liberalismo anterior" y otras estructurales: los pagos por personal ascienden históricamente; las empresas han de internalizar los costes ecológicos; aumentan los impuestos porque la sociedad exige más educación o sanidad. "Los capitalistas se dicen que así no pueden ganar suficiente y que el sistema no vale. Y buscan otra cosa. La gente de Davos busca otra cosa." Por eso, augura unos años de inestabilidad en el sistema mientras se enfrentan en el mundo "el espíritu de Davos y el de Porto Alegre".

El fracaso de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, gracias a la unión de Brasil, India o China, es fruto del espíritu de Porto Alegre", dice. El resultado del combate es poco claro. Podemos, afirma, acabar tanto en un neofeudalismo como en una sociedad más igualitaria. "Encontrar una sociedad mejor, aunque no perfecta, no es un problema intelectual, sino político. Podemos hacerlo, pero que vayamos a hacerlo es otra canción", acaba.