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Internacional

26 de febrero del 2004

Bush: recursos extremos para la victoria

Frank Martin
WORLD DATA SERVICE

El presidente norteamericano, George W. Bush, últimamente muy acorralado por sus enemigos políticos los cuales podrían frustrar su reelección en noviembre de este año, no solo retomó su campaña retórica contra los eternos rivales demócratas sino que podría estar manipulando algunos temas claves considerados como posibles llaves, para él, de las puertas del paraíso, o sea de la Casa Blanca.

En medio de una lluvia de ataques contra las políticas del mandatario republicano en Iraq, en cuanto a presupuestos sociales, sobre sistemas impositivos, desempleo, manipulaciones de programas federales en favor de poderosas firmas privadas y hasta sobre su expediente militar juvenil, Bush podría afianzar su posición electoral con dos temas muy candentes: los matrimonios gay en Estados Unidos y el terrorista Osama Bin Laden.

Ante una ola de tolerancia en varios estados de la Unión sobre la legalidad de matrimonios de homosexuales -cuestión que, por cierto, ha horrorizado al gobernador de California, el "Terminator" y republicano conservador Arnold Schzwazzeneger-, Bush, repentinamente, ha tomado cartas en el asunto.

En una declaración dirigida al congreso, el mandatario dijo que "la voz del pueblo debe ser escuchada" y demandó del Congreso que apruebe en la brevedad posible - siempre antes de los comicios presidenciales de noviembre próximo- una resolución contra esos matrimonios.

El objetivo del inquilino de la Casa Blanca es derrotar mediante un dictamen del Congreso federal cualquier intento estadual de "expandir" la definición de "matrimonio" con la nomenclatura "matrimonio gay". "Cambiar la Constitución es la única manera segura de derrotar los dictámenes judiciales estaduales y las acciones de los gobiernos locales", precisó, agitando así una bandera conservadora que resulta apelativa aún para una buena parte de la población norteamericana adherida a "valores familiares tradicionales".

"Los defensores de los derechos de los gays acusaron a Bush de tratar de explotar la incomodidad ante la homosexualidad para beneficio político, a riesgo de estimular la animosidad contra los gays. Los conservadores sociales, un elemento clave de la base republicana, alabaron su decisión como una victoria para las familias tradicionales", dijo al respecto la publicación norteamericana Knight Ridder.

Debe recordarse que en mejores tiempos -o sea en 2003, un año no electoral y cuando el tema tuvo un "pico" público- el presidente no creyó necesario anunciar una posición como la que despliega ahora.

Actualmente, cuando los sondeos de opinión pública lo dan como perdedor en las elecciones de 2004 -ante cualquiera que sea su opositor demócrata- , Bush creyó prudente decir que "tras más de dos siglos de jurisprudencia estadounidense, y milenios de experiencia humana, unos cuantos jueces y autoridades locales están pretendiendo cambiar la institución más fundamental de la civilización".

"Si queremos evitar que se cambie para siempre la significación del matrimonio, nuestro país debe instaurar una enmienda constitucional a fin de proteger el matrimonio en Estados Unidos", precisó.

Los senadores John Kerry, de Massachusetts, y John Edwards, de Carolina del Norte, que pelean por la candidatura demócrata a los comicios presidenciales, se apresuraron ambos a subrayar que no están de acuerdo con la legalización de los matrimonios entre homosexuales.

No obstante acusaron casi al unísono a Bush de tratar de desviar la atención de otros problemas, mucho más acuciantes.

"Ambos declararon que personalmente se oponían a las bodas gay, pero que pensaban que la cuestión se debería dejar en manos de las legislaturas estaduales", dijo Knight Ridder.

Pero una escaramuza machista en el campo de las preferencias sexuales podría no ser suficiente para que Bush pueda retener la Casa Blanca, tal como están las cosas.

Algunos analistas estadounidenses creen que en los meses que quedan hasta la apertura de las urnas, el oportunista mandatario republicano podría aplicar medidas -y maniobras- más extremas para que el elector medio norteamericano lo crea imprescindible.

En ese camino podría estar un discreto anuncio de una fuente periodística británica que situó esta semana al terrorista Osama Bin Laden "acorralado" en una región montañosa paquistaní.

Bin Laden reúne todas las características que Bush necesitaría para la elección: es el único "sospechoso" señalado por las autoridades estadounidenses de llevar a cabo los sangrientos ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. Es además lo suficientemente "escurridizo" y misterioso como para servir de base a alguna maniobra reeleccionista desesperada.

Suponga el lector que el "acorralado" Bin Laden es detenido, o simplemente, a la mejor usanza del salvaje oeste, es cazado a tiros y muerto en una remota montaña, lo suficientemente alejada de la opinión pública mundial y especialmente de la estadounidense.

Las fotos del cadáver -o del prisionero- darían la vuelta al mundo, pero este -si queda vivo, y como en el caso de Saddam Hussein- no sería presentado en los escenarios informativos. Mientras la operación supersecreta marcha, comienzan las elecciones de noviembre, y Bush -victorioso contra el terrorismo- gana las elecciones.

Después, ya cómodamente reinstalado el presidente republicano en la Casa Blanca, habría tiempo de exclamar "¡whoops!" y subrayar, como en el caso de las armas de exterminación masiva iraquíes: "No era Bin Laden, pero estamos cerca de él".