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Internacional

14 de febrero del 2004

"¿Esto lo llaman 'civilizado'?"


La hipocresía nuclear de Bush

Robert Jensen
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El llamado del presidente Bush para que se realicen cambios en las reglas internacionales para la venta de equipos nucleares revocaría efectivamente la provisión del Tratado de No-Proliferación de 1970 que permite que los países se dediquen a la energía nuclear si se comprometen a no construir armas nucleares.

Bush argumentó a favor del cambio al decir que el consenso mundial contra la proliferación "significa poco a menos que sea convertido en acción. Toda nación civilizada tiene interés en impedir la diseminación de armas de destrucción masiva".

Pero hay otro aspecto importante en ese consenso internacional, que también está incluido en el Tratado de No-Proliferación, firmado por Estados Unidos:

"Cada Parte en el Tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y el desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional."

Es decir, el tratado especifica que los estados que ya tienen armas nucleares se esfuercen en intentos honestos por reducir y finalmente eliminar las armas nucleares.

La antigua "carrera armamentista" entre la ex Unión Soviética y Estados Unidos puede haber terminado, pero ¿ha actuado "de buena fe Estados Unidos - el gigante nuclear del mundo, y por lo tanto la nación en la posición más fuerte para tomar un papel dirigente" para eliminar sus propias armas atómicas y alentar a otros a hacer lo mismo? ¿Indican las acciones de Estados Unidos desde que el tratado entró en efecto en 1970 alguna intención de honorar esas provisiones?

Por desgracia, la respuesta es no. En su lugar, Estados Unidos con su abrumadora ventaja militar, convencional y nuclear, en el mundo, parece decidido a continuar creando, y amenazando con el uso de, armas nucleares.

Jacqueline Cabasso, directora ejecutiva de Western States Legal Foundation (una organización de interés público que controla y analiza los programas de armas nucleares de EE.UU.) lo resume: "EE.UU. gasta más dinero que nunca antes en la investigación y desarrollo de armas nucleares, dando a su arsenal nuclear nuevas capacidades militares y elevando el papel de las armas nucleares en su agresiva y unilateral política de 'seguridad nacional'. Cabasso cita el continuo trabajo en armas tales como el "Robusto Penetrador Nuclear del Suelo" como evidencia de la intención de EE.UU. de generar armamento nuclear, de no trabajar por su eliminación.

Lo que es probablemente más inquietante es que en la Revisión de la postura nuclear de enero de 2002 de la administración Bush se presenta una política nuclear que incluye el desarrollo de bombas nucleares de baja potencia, las llamadas 'mini-nukes' y la integración de las armas nucleares en las opciones para ataques convencionales. La reseña menciona el posible primer uso de armas nucleares, incluso contra países no- nucleares si Estados Unidos cree que un país podría utilizar armas químicas o biológicas contra Estados Unidos o sus aliados. El lenguaje de la reseña - "Las fuerzas nucleares de EE.UU. continuarán proveyendo seguridad a sus asociados, particularmente en presencia de amenazas, conocidas o sospechadas, de ataques nucleares, biológicos o químicos o en el evento de desarrollos militares sorpresivos" - justifica la nerviosidad del mundo.

Bush haría bien en escuchar sus propias palabras, como ser este comentario en "Meet the Press" durante el último fin de semana: "Vea, las sociedades libres son las que no desarrollan armas de terror masivo y no chantajean al mundo".

Y esto inmediatamente después de una invasión de EE.UU. en Irak a la que se opuso virtualmente todo el mundo y que no tenía autoridad legal. Los ciudadanos de EE.UU. debieran confrontar el desagradable hecho de que tenemos el más amplio arsenal de armas de terror masivo y el que gran parte del mundo teme cómo podrían ser utilizadas.

Aunque los ciudadanos de EE.UU. tienen típicamente una creencia, demasiado indulgente con ellos mismos, de que se puede confiar en su país respecto a esas armas ( a pesar de la dolorosa realidad de que Estados Unidos es el único país que haya jamás lanzado una bomba atómica), los temores del mundo no son irracionales. De nuevo, las propias palabras de Bush, de su discurso de 2002 en West Point, lo dejan claro: "No podemos confiar en la palabra de tiranos que firman solemnemente tratados de no-proliferación, y luego los rompen sistemáticamente".

Toda "nación civilizada" tiene interés no sólo en impedir la diseminación de armas de destrucción masiva, sino también en presionar a las potencias nucleares para que cumplan con el Tratado de No-Proliferación y se orienten hacia un mundo más seguro en el que ninguna nación pueda amenazar con el máximo horror. Es tarea de los ciudadanos de EE.UU. que empujen a su propio gobierno hacia esa política civilizada.

12 de febrero de 2004
* Robert Jensen es profesor de periodismo en la Universidad de Texas en Austin y autor de "Citizens of the Empire: The Struggle to Claim Our Humanity." Su correo es: rjensen@uts.cc.utexas.edu.