Internacional
|
Escuchando y hablando con Dios acerca de invadir a otros países
Saul Landau
Progreso Semanal
"Caí de rodillas y pedí a Dios Todopoderoso que me concediera luz y
guía por más de una noche. Y una noche tarde comprendí…: (1) Que no podíamos
devolver las Filipinas a España –eso sería cobarde y deshonroso; (2) que no
podíamos entregarlas a Francia y Alemania –nuestros rivales comerciales en el
Oriente– eso sería un mal negocio y nos desacreditaría; (3) que no podíamos
abandonarlas a su suerte –no están capacitados para el autogobierno– y pronto
tendrían una anarquía y desgobierno mayor que el que tenían cuando España; y (4)
que no podíamos hacer otra cosa que quedarnos con ellas, y educar a los
filipinos y elevarlos, civilizarlos y cristianizarlos, y con ayuda de Dios hacer
todo lo que podamos por ellos, como semejantes que son por los que Cristo
también murió. Y luego me acosté y dormí profundamente, y a la mañana siguiente
llamé al cartógrafo del Departamento de Guerra y le dije que pusiera a las
Filipinas en el mapa de Estados Unidos (señala a un gran mapa en la pared), y
ahí están y ahí estarán mientras yo sea Presidente".
[*]
Las palabras del Presidente William McKinley debieran resonar en los oídos del
Presidente Bush y sus fanáticos evangelistas. Al igual que el republicano que
inició las expediciones militares en el extranjero, el actual presidente también
habla con Dios y escucha Sus palabras. Como McKinley, Bush comprende que las
barras y las estrellas son símbolo de los intereses comerciales de EEUU y de sus
piadosas intenciones
Después de que McKinley fuera asesinado en 1900, los presidentes subsiguientes
enviaron tropas de regreso a Cuba en tres oportunidades durante las dos próximas
décadas, hasta que finalmente "perdieron" la isla en la revolución de 1959.
Hasta 1933, hubo en Filipinas un ejército de ocupación de 120 000 hombres. La
"pacificación" de aquellos "paganos" se tomó más tiempo del que pensó McKinley e
hizo emerger la fiera del alma de los soldados cristianos de EEUU.
Mucho antes de que las tropas destruyeran aldeas vietnamitas para salvarlas, y
un siglo antes de que los soldados diezmaran Faluya y mataran a miles de sus
residentes para llevar la democracia a Irak, sus predecesores cometieron
atrocidades en las Filipinas.
Un frustrado general llegó incluso a ordenar a sus tropas que mataran a todo
filipino del sexo masculino de más de diez años de edad. Afortunadamente esa
orden no fue cumplida, pero los soldados norteamericanos mataron a más de 200
000 filipinos, hombres y mujeres, en un plazo de tres años, hasta que una
superioridad aplastante en armas y la pura crueldad derrotó a la resistencia
nacional. También murieron dos mil soldados norteamericanos.
Un crítico ciudadano satirizó la guerra de McKinley: "A es letra de armas/ Que
McKinley envió / a Enseñar a los Filipinos/ Lo que significaba Cristo."
Los alabarderos de la biblia de aquella época elogiaban la voluntad McKinley
para derrotar a Satanás (filipinos, no árabes) por medio de la fuerza militar.
Ahora, 106 años después, mientras los científicos hacen el mapa de la estructura
genética humana y descubren secretos de la galaxia de hace miles de siglos, los
descendientes de los fanáticos religiosos que aconsejaron a McKinley ganan
batallas en los tribunales para validar el creacionismo y promueven el Armagedón
y el Rapto como temas de la política norteamericana en el Medio Oriente.
MIentras que la pandilla de "el fin del mundo se acerca" bebía jugo de manzana
sin fermentar para celebrar los resultados de las elecciones, recordé la
celebración de 1979 cuando el Ayatolá Khomeini y sus piadosos secuaces
consolidaron su control de la revolución iraní.
¿Cómo es posible que tanta gente allá y aquí, me pregunté, actúe en contra de
sus propias libertades? ¿Cómo es posible que personas educadas –que usan
tecnología y ciencia de avanzada– crean que Dios ha revelado su plan para el
Medio Oriente a Pat Robertson y a Jerry Falwell?
En octubre Robertson, el anciano maharishi bautista, dijo a más de 4 000
peregrinos en el centro de convenciones de Jerusalén que los perversos
musulmanes tenían la intención de obstaculizar el "plan de Dios" de que Israel
se quedara con sus tierras (Ha’ratz, 4 de octubre).
Robertson interpretó la intención del Islam "de destruir a Israel y arrebatar la
tierra a los judíos y entregar el Jerusalén oriental a Yasser Arafat (el
presidente de la Autoridad Palestina que murió en Noviembre)… como el plan de
Satanás para evitar el regreso de Jesucristo el Señor".
El predicador bautista Jerry Falwell, colega de Robertson, ha proclamado desde
hace mucho un fuerte apoyo a Israel, al tiempo que demuestra un desvergonzado
antisemitismo.
"A unos pocos de ustedes no les gustan los judíos y yo sé por qué", dijo
devotamente a su congregación. "Ellos ganan más dinero sin proponérselo que
ustedes con intención". (The Washington Star, 3 de Julio de 1980.)
Qué lástima que tales accidentes no me sucedan a mí, pensé. Los biblicistas me
han situado dentro de una construcción contradictoria. Como judío sigo siendo
objeto de su desprecio, ya que desciendo de la tribu que traicionó a Jesús. Pero
yo pudiera mudarme a Israel y convertirme al rabioso sionismo que pide matar a
todos los árabes como parte del trabajo del Señor. Podría llegar a ser entonces
un instrumento del Señor para expulsar a los palestinos paganos de sus tierras
de manera que los judíos puedan ocuparlas. Luego Dios puede orquestar las
guerras finales en esa región (que implicarían al mundo entero). Entonces
Robertson, Falwell y compañía pueden disfrutar de su propio arrebato especial.
¡Vaya!
Imaginen a Falwell y a su piadosa congregación tomando ácido, rodeados de
pinturas en pana de Jesús, mientras la correcta Iglesia Bautista de Linchaburgo,
Virginia, canta "Jesús lo es todo para mí".
El dogma de apoyo a Israel –especialmente sus extremistas– ha llegado a la Casa
Blanca. El Presidente Bush ha llegado incluso a llamar al Primer Ministro Ariel
Sharon "un hombre de paz". (Sharon debiera acusar a Bush de calumnia, por
destruir su imagen de guerrero irreductible. Al menos Sharon podría haberse
desquitado calificando a Bush de "gran intelectual".)
A los extremistas israelíes no parece importarles que los más fervientes
promotores de "un gran Israel" hagan comentarios antisemitas. "Dios no escucha
las oraciones de los judíos", anunció un predicador por televisión de Texas. Sin
embargo, para demostrar su amor por Israel mostró una estrella de David que él
llevaba con una cadena al cuello. "Un regalo de Menachem Begin (ex Primer
Ministro israelí)", anunció. En principio él estaba de acuerdo con Begin de que
"todos los judíos deben estar en Israel".
El predicador negó que él fuera antisemita. "Un antisemita", explicó, "odia a
los judíos más de lo necesario". ¿Habría estado de acuerdo Jesús con tal farsa?
"¿Usaría Jesús un Rolex en su programa de televisión?", preguntó el humorista
satírico campesino Ray Stevens.
Sin embargo, la vida sobrepasa a la sátira cuando se trata de la relación íntima
de Robertson con Dios, especialmente mientras Él dicta los actos políticos.
Usando el nombre de Dios, Robertson envió un "aviso" a Osama bin Laden, Arafat y
los grupos militantes palestinos de que "ustedes no podrán frustrar el plan de
Dios de que los judíos dominen la Tierra Santa hasta el Segundo Advenimiento de
Cristo".
"Sólo Dios", declara Robertson, debe decidir si Israel debe entregar la Franja
de Gaza y la Margen Occidental, capturadas durante la guerra árabe-israelí de
1967. Según Robertson, "Dios dice ‘Yo voy a juzgar a los que desmiembren la
Margen Occidental y la Franja de Gaza’". Continuó recitando las palabras de
Dios: "‘Es mi tierra, así que saquen sus manos de ahí’". Funcionarios israelíes
y miembros del Knesset acudieron gozosamente a las reuniones en octubre de los
peregrinos de Robertson en Jerusalén.
Robertson y Falwell aseguran que la Biblia predice el regreso del Mesías a
Tierra Santa en el momento en que los judíos derroten a los paganos.
Comprendo que los israelíes necesitan los dólares turísticos de los peregrinos,
pero muchos judíos se ríen de la cháchara acerca del Mesías. "Un judío le dice a
su esposa que después de estar desempleado durante meses los ancianos lo han
contratado para ponerse a la entrada de la aldea y saludar al Mesías cuando
llegue –pero por sólo 2 kopeks al mes.
"¿Vas a trabajar por un salario tan bajo?", preguntó incrédula su esposa.
"No te preocupes," la tranquiliza él, "es un trabajo vitalicio."
Un visitante proveniente de Nueva York contó cómo poco después de la creación de
Israel un hombre dijo a su esposa que hiciera las maletas. "Los rabinos dicen
que todos los judíos deben mudarse a Israel para recibir al Mesías".
"¿Estás loco?", replica su esposa. "Después de haber gastado todo ese dinero en
arreglar la casa no voy a mudarme".
Sin embargo, el gobierno israelí ha sumergido el humor y ha realizado estrechas
alianzas con los cristianos fundamentalistas. A cambio los evangelistas donan
grandes sumas de dinero para Israel y cabildean a favor de las políticas pro
israelíes. Así que los funcionarios israelíes se hacen de la vista gorda ante
las transgresiones verbales del Reverendo Falwell, tan recientemente como el 14
de enero de 1999, cuando Jerry Falwell especuló acerca del "Anticristo".
"¿Esta vivo y presente hoy?", preguntó Falwell. "Probablemente. Porque cuando él
aparezca durante el período de Tribulación será un falso Cristo de tamaño
natural. Por supuesto que será judío y hombre". Me miré en el espejo cuando leí
esta declaración. ¿Sería yo? "Por supuesto, que él pretenderá ser Cristo". Lancé
un suspiro de alivio, ya que yo no tenía tales pretensiones. ¿Pero qué hay de
otros hombres judíos? Bueno, la mayoría de ellos no votó por Bush o cree que
Dios le hable –ni a McKinley, por cierto. Las personas razonables no creen que
Dios ordenó a Bush a que llevara la libertad (y el libre comercio) al Medio
Oriente. Es más, como dice Lily Tomlin: "Hablar a Dios es orar. Si Dios le habla
a uno es esquizofrenia".
Landau dirige las artes en medios digitales en la Universidad de Cal Poly
Pomona y es miembro del Instituto para Estudios de Política. Su libro más
reciente es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron
a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia.
[*] General James Rusling, "Entrevista con el Presidente William McKinley",
The Christian Advocate, 22 de enero de 1903, 17. Citado por Daniel
Schirmer y Stephen Rosskamm Shalom, editores, en El lector filipino (South
End Press, 1987), 22-23