Internacional
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Los demócratas ante el Fin de los Tiempos
Los republicanos obtienen una victoria aplastante: ¿A quién le echarán la culpa esta vez los demócratas?
Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La cruzada lanzada por George Bush en 2001 contra el terrorismo del
extranjero dio sus frutos ayer en un contexto más casero cuando más cristianos
acudieron en masa a las urnas que en 2000 para luchar contra manifestaciones de
la posmodernidad como los matrimonios del mismo sexo.
Hay numerosas razones para lo que constituye una abrumadora victoria general
republicana. Van desde la desastrosa selección de John Edwards como compañero de
candidatura de Kerry a las ilusiones sobre el poder de la organización
informática (que debiera haber sido demolida después de la implosión de Howard
Dean en la primavera pasada), a las fatales deficiencias del propio Kerry.
La estrategia del Partido Demócrata tal como fue formulada por el Director del
Comité Nacional Demócrata Terry McAuliffe se basaba en su fe en la simple
potencia del dinero corporativo, más la demonización histérica de Bush y Nader,
representada en su expresión máxima por Michael Moore, que comenzó el año
apoyando al general Wesley Clarke y lo terminó como flautista de Hamelín de
Kerry. Llegaron al Rubicón del 2 de noviembre repletos de fantasías: sobre el
voto desconocido por teléfono móvil, el voto juvenil (que en realidad no cambió
respecto a 2000), el potencial galvanizante de Bruce Springsteen y Eminem.
De semana en semana, Kerry y sus propulsores exhibieron una sordera sin igual
ante el ambiente político. El altanero elitista de Boston perdió probablemente
para siempre la mayor parte de la región central de EE.UU. cuando dijo en pleno
verano que los dirigentes extranjeros esperaban que venciera. El aplauso de los
franceses en Cannes para [Fahrenheit] 9-11 de Michael Moore, sonó como hormigón
secándose sobre el cadáver de las posibilidades de Kerry de obtener el apoyo de
la región central del país. Los dólares de Soros cayeron como flores sobre la
tumba. Después de que la multimillonaria portuguesa-estadounidense Teresa Heinz
Kerry dijo a mediados de octubre que Laura Bush jamás había tenido un trabajo,
la cosa se acabó.
Si hubo una premonición visual del por qué George Bush obtendría una mayoría
popular indiscutible fueron probablemente las fotos de parejas gay celebrando
sus matrimonios delante del ayuntamiento de San Francisco. EE.UU. es un país muy
cristiano. En el sondeo nacional regular realizado por la Universidad de Chicago
en 2002, un 53 por ciento de la población adulta se identificó como protestante,
un 25 por ciento como católica, un 3 por ciento como cristianos de alguna otra
denominación, un 3 por ciento como adherentes a "otras religiones", un 2 por
ciento como judíos y un 14 por ciento "sin religión". Son muchos cristianos, y
aunque muchos de ellos pueden mostrar una tolerancia madura por la preferencia
de la hija de Dick y Lynn Cheney, Mary, un porcentaje considerable tenía
sentimientos muy sólidos de que la aprobación estatal para matrimonios del mismo
sexo iba demasiado lejos.
Hubo una iniciativa electoral en Ohio para prohibir los matrimonios gay y fue
probablemente lo que ayudó a Bush a superar las ruinas humeantes de la economía
de Ohio y la creciente impopularidad de la guerra.
¿Sorpresas de octubre? Ningún candidato fue más afectado por ellas que George
Bush. Justo en las dos últimas semanas, los titulares presentaron noticias de
marines de EE.UU. muertos en Bagdad y de que otros soldados de EE.UU. se
amotinaban contra la falta de equipos para proteger sus vidas. El hermano del
presidente, Neil, fue denunciado por tráfico de influencias utilizando sus
conexiones familiares. Las cifras económicas continuaron siendo sombrías, tal
como lo fueron todo el año. Y eso fue sólo un extra. Si se revisan las noticias
de los últimos quince meses es difícil encontrar un titular o un artículo que
presente buenas nuevas para Bush. La historia está repleta de revoluciones
causadas por un aumento del precio del pan. Este año, el precio del fluido vital
de EE.UU. – el petróleo – del que dependen todos los hogares, se triplicó.
Pero Kerry y los demócratas nunca pudieron sacar provecho de alguno de esos
titulares, algo que comenzó a fallar cuando los demócratas en el Congreso,
incluyendo a Kerry, dieron luz verde a la guerra contra Irak, y que continuó
cuando Kerry descartó definitivamente los temas relacionados con la guerra y las
armas de destrucción masiva en agosto. Cuando probó de cambiar de cambiar su
canción en la Universidad de Nueva York ya era demasiado tarde e incluso allí su
posición siguió siendo incoherente. No ofreció una salida. Más túnel, nada de
luz.
Y fue lo mismo con Kerry respecto a casi todos los temas. Outsourcing es un tema
muy importante en las zonas urbanas de Nueva Inglaterra y de la región central
con su concentración de industrias textiles y siderúrgicas en decadencia, e
incluso en este caso Kerry se vio obligado a aceptar que había votado por los
pactos comerciales y que seguía apoyándolos. Todo lo que ofreció, además de
reducir el déficit (que interesa al mercado de bonos pero no a la gente que
tiene que tener dos puestos de trabajo al día para sobrevivir), fueron unos
pequeños ajustes de los impuestos, alarmando a todos esos millones de
estadounidenses que juegan en la lotería y que creen que si todavía no ganan más
de 200.000 dólares al año, pronto lo lograrán.
Edwards no agregó absolutamente nada a la candidatura. Dan Quayle por lo menos
retuvo Indiana en 1988 y 2002. Ningún estado en el sur se unió a la columna de
Kerry. A Gore le fue mejor en Florida y West Virginia. Dick Gephardt ciertamente
hubiera sumado Missouri a la candidatura demócrata y probablemente Iowa y por lo
tanto la Casa Blanca.
Los republicanos atrajeron, en el terreno, a los miembros de base de su partido,
y los llevaron a votar. La campaña Kerry realizó una guerra aérea desde 10.000
metros de altura, bombardeando a la población con vagas señales de alerta,
pensando de alguna manera que ABB [Anyone But Bush – Cualquiera pero no Bush] le
abriría el camino. Había ciertamente una considerable animosidad contra Bush,
pero los demócratas nunca lograron sacarle provecho. La maquinaria fundamental
de todo partido político es su organización, su capacidad de unir a sus
partidarios en el gran día. En esta área fundamental el Partido Demócrata está
en un estado avanzado de deterioro. El SEIU [Service Employees International
Union – Sindicato Internacional de Empleados de Servicios] desperdició 70
millones de dólares de cuotas de sus miembros atacando a Ralph Nader. Una
cantidad grotesca de energía fue invertida para reducir el voto por Nader. Lo
redujeron y este logro no les sirvió para nada, excepto, tal vez, para destruir
el Partido Verde.
Es un día tan lúgubre para los demócratas como 1980 cuando los republicanos
barrieron en las elecciones. ¿Qué harán los demócratas? Ya se puede oír al
Consejo de Dirección Demócrata elucubrando el mensaje de que sólo se puede
derrotar a los republicanos si se les sobrepasa por la derecha. La coartada
Nader desapareció. El Partido Demócrata y sus dirigentes no pueden buscar
culpables por ninguna parte; sólo les queda mirarse al espejo. Harían bien en
estudiar las críticas de Nader, pero apostamos a que no lo harán.
http://www.counterpunch.org/cockburn11032004.html