Internacional
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EEUU: Paradigma de la paz mundial
Leonardo Boff
Koinonia
Son pocos los amantes de la paz, mientras que abundan los obsesionados por la
guerra. Necesitamos fuentes inspiradoras de paz. Una de las más consistentes fue
la formulada por Immanuel Kant (+1804). Vale la pena volver a ella en su escrito
de 1795, que lleva el sugestivo título de «La paz perpetua» (Zum ewigen Frieden).
Kant propone una república mundial (Weltrepublik) fundada en la ciudadanía
mundial (Weltbürgerrecht). Esta ciudadanía mundial tiene como primera
característica la «hospitalidad general», porque, dice el filósofo, porque todos
los humanos están sobre el planeta Tierra y todos sin excepción tienen derecho a
estar en ella y a visitar sus lugares y los pueblos que la habitan. La Tierra
pertenece comunitariamente a todos.
Esta ciudadanía se rige por el derecho, nunca por la violencia. Kant postula la
supresión de todos los ejércitos, pues, mientras existan, continuarán las
amenazas de los fuertes contra los débiles y las tensiones entre los Estados, lo
que destruye las bases de una paz duradera.
El imperio del derecho y la difusión de la hospitalidad deben crear una cultura
de los derechos que dé lugar de hecho a la «comunidad de los pueblos». Esta
comunidad de los pueblos, dice Kant, puede crecer en su conciencia tanto, que la
violación de un derecho en un punto de la Tierra se sienta en todos los demás,
cosa que más tarde repetirá por su cuenta Ernesto Che Guevara.
Frente a los pragmáticos de la política -generalmente faltos de sentido ético en
las relaciones sociales- subraya: «La ciudadanía mundial no es una visión
fantasiosa, sino una necesidad exigida por la paz duradera». Si queremos una paz
perenne y no sólo una tregua o una pacificación momentánea, debemos vivir la
hospitalidad y respetar los derechos.
Esta visión ético-política de Kant fundó un paradigma de globalización y de paz.
La paz resulta de la vigencia del derecho y de la cooperación jurídicamente
ordenada e institucionalizada entre todos los estados y pueblos. Los derechos
son para Kant «la niña de los ojos de Dios» o «lo más sagrado que Dios puso en
la tierra». Respetarlos hace nacer una comunidad de paz y de seguridad que pone
un fin definitivo «al infame hacer la guerra».
Diferente es la visión de otro teórico del estado y de la globalización, Thomas
Hobbes (+1679), para quien la paz es un concepto negativo. Significa,
simplemente, ausencia de guerra y equilibrio de la intimidación mutua entre los
Estados y pueblos. Esta visión funda otro paradigma de paz y de globalización.
Ha predominado durante siglos y hoy vuelve poderosamente tras los atentados del
11 de septiembre de 2001. Estados Unidos ha decidido combatir el terrorismo con
la guerra, despreciando la perspectiva de la paz. Ha instaurado un régimen de
seguridad nacional e internacional con la lógica perversa que le subyace:
sospechar de todos. Un árabe o un musulmán ya es un eventual terrorista.
En nombre de la seguridad se suprimen derechos constitucionales, timbre de honor
de la democracia estadounidense. Los acusados de terrorismo son encarcelados y
mantenidos en lugares secretos, a veces fuera del propio país, incomunicados,
sin posibilidad de acceso a sus familias, ni a sus abogados, ni siquiera a la
Cruz Roja internacional. Y se da la tortura. Aún más: propone medidas militares
preventivas, coopera con los organismos internacionales sólo en la medida en que
ello sirva para reforzar su posición, tratando de instrumentalizarlos como ha
hecho con la ONU y su Consejo de Seguridad.
Es la vuelta amenazadora del Estado-Leviatán, enemigo visceral de cualquier
estrategia de paz. Dentro de esta lógica no hay futuro para la Paz ni para la
Humanidad.