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Chomsky, Zinn y Moore coinciden en el uso de la manipulación de los norteamericanos por medio del temor, de que este país está bajo ataque, de la guerra permanente y el papel de los medios masivos para "fabricar el consenso"
David Brooks y Jim Cason
La Jornada
Esta elección ha puesto sobre la mesa una pregunta inevitable: ¿el pueblo
estadunidense está dispuesto a relegir a un gobierno extremista autoproclamado
como elegido por Dios para imponer su voluntad sobre el planeta y que
explícitamente se dedica a favorecer exclusivamente los intereses de un muy
reducido grupo de ricos contra la abrumadora mayoría, ¿o no?
Muchos observadores comentan que jamás en sus vidas han visto un gobierno tan
extremista como el de George W. Bush. Han aparecido varios libros recientes que
cuentan con gran detalle la corrupción, manipulación y uso del poder por parte
de la familia Bush para convertirse en una dinastía política sin par en la
historia de este país. Hay varias películas, incluida Fahrenheit 9/11, que
documentan las mentiras, los engaños y el cinismo de este gobierno. No hay nadie
semiconsciente en este país que no se haya enterado, por los medios, de que no
se encontraron las famosas armas de destrucción masiva, que fueron el pretexto
para la invasión de Irak en la que han muerto más de mil jóvenes estadunidenses,
otros 7 mil han resultado heridos, y ni hablar de las decenas de miles de
muertos y heridos iraquíes.
No hay nadie que no se pueda enterar de que la política económica de Bush ha
beneficiado a sólo 10 por ciento más rico del país al costo de millones de
empleos perdidos o que su reforma de salud fue un engaño que costará mucho más
de lo anunciado. No hay nadie que no haya visto las fotos de la prisión iraquí
de Abu Ghraib y que la tortura es parte de la política oficial de Estados
Unidos, que este país ha violado la Convención de Ginebra. Tampoco nadie puede
negar que hubo vínculos íntimos del gobierno de Bush con los casos de corrupción
empresarial más escandalosos de la historia estadunidense, empezando con Enron y
Worldcom y acabando con Halliburton afectando a cientos de miles de ciudadanos.
Nadie puede negar que este gobierno ha pisoteado la carta de derechos de la
Constitución, condicionando y poniendo bajo sospecha la libertad de expresión.
¿Cómo explicar el fenómeno?
Estos son sólo algunos hechos, la lista es larga. Con todo esto a la luz
pública, ¿cómo se explica que en el terreno electoral, la candidatura de Bush
aún goza de un apoyo masivo y que este concurso que culminará en menos de 50
días aún esté técnicamente empatado? ¿Será cierto que un amplio sector del
pueblo está enamorado del imperialismo? ¿Será que muchos aquí estarán de acuerdo
con sofocar y pervertir los supuestos principios democráticos y derechos humanos
que todos aquí aprenden en la escuela como fundamentos de su nación? ¿La
ultraderecha ha conquistado a este pueblo?
Noam Chomsky, Howard Zinn, John Berger y Michael Moore, entre otros críticos
destacados, han intentado explicar este fenómeno. Todos coinciden en que la
manipulación del pueblo por medio del temor, de que este país está bajo ataque,
de la guerra permanente y el papel de los medios masivos para "fabricar el
consenso". Una nueva película documental abre con una cita de alguien que
comenta que tan fácil es hacer que el pueblo siga los deseos de los líderes de
una nación: "todo lo que uno tiene que hacer es decirles que están bajo ataque".
Momentos después se identifica quien lo dijo: Hermann Goring en los juicios de
Nuremburg.
Moore, tanto en Bowling for Columbine como en Fahrenheit 9/11 explora
magníficamente el uso del temor para controlar la opinión pública, y Zinn ha
escrito mucho sobre que esto no es nada nuevo sino una parte integral de la
historia moderna de este país, junto con la imposición de una "amnesia
histórica" colectiva, en la que el pueblo estadunidense es manipulado fácilmente
cuando el sistema educativo y los medios se encargan de borrar su propia
historia.
"La propaganda requiere una red de comunicación para que pueda sistemáticamente
sofocar la reflexión con consignas emotivas o utópicas... La propaganda
invariablemente sirve a los intereses de largo plazo de alguna elite", escribió
recientemente John Berger. En esta coyuntura no cabe duda de que los encargados
de la propaganda del gobierno de Bush son maestros de este arte si se les mide
por los resultados.
Estos críticos y más -hasta el conservador Pat Buchanan en su nuevo libro-
también coinciden en que el Poder Ejecutivo fue tomado por asalto por un grupo
extremista de la cúpula política -a veces llamados los neoconservadores- para
imponer su agenda de emplear el poder estadunidense para promover los intereses
de un sector poderoso del empresariado y una agenda ultraconservadora. Algunos
dicen que este grupo en el poder ha "secuestrado" al país.
Berger sintetiza, en un artículo reciente en The Guardian, el diagnóstico de
muchos de los críticos pensantes: "una política económica que crea una riqueza
colosalmente creciente rodeada por una pobreza desastrosamente creciente
necesita -para sobrevivir- una guerra continua con algún enemigo extranjero
inventado para mantener su propia orden y seguridad interna. Requiere de guerra
incesante".
Los republicanos en su reciente convención nacional en Nueva York abiertamente
emplearon esta táctica. Una y otra vez se ofrecieron las imágenes de los
atentados del 11 de septiembre de 2001, y se elogió la valiente respuesta del
gobierno de Bush. El comandante en jefe ofreció un discurso cuyo eje fue la
"guerra contra el terrorismo", salpicada de referencias sobre como los
estadunidenses son las fuerzas del bien que se enfrentan contra las del mal en
todo el mundo, y cómo este pueblo ha sido escogido por Dios para defender la
misión divina de la libertad. Pero su discurso, y el de decenas de oradores más,
no fue sorprendente, aunque sí la respuesta de las bases, unos 30 mil fieles
reunidos ahí.
Con las venas saltando de sus frentes y gargantas, con miradas de un éxtasis
algo demenciales, los delegados y sus familias respondían a cada declaración de
guerra, de elogio a los "ideales" patrióticos, de cómo este país es la última y
única esperanza mundial, y de su misión heroica con coros ensordecedores de
"USA, USA, USA". O sea, esto ya no eran expresiones de aprobación entusiasta de
un programa político o propuestas electorales, esto ya entraba en un ámbito
puramente emocional e irracional, de un espectáculo entre circo romano y evento
religioso masivo.
La "guerra cultural"
Algunos dicen que el debate político nacional y la polarización social ya no
giran en torno a propuestas sobre política exterior, salud, educación, economía
u otros temas tradicionales, sino que el país está dividido por lo que se llama
una "guerra cultural". O sea, son temas como el aborto, el matrimonio, los
derechos de la comunidad gay, el derecho de tener armas, y el papel de la
religión en la política que determinan el debate. Esto fue un factor clave en
las últimas elecciones presidenciales, donde no pocos analistas siguen creyendo
que el apoyo en favor del control de armas por parte del candidato demócrata Al
Gore fue lo que finalmente le costó la elección. Muchos también señalan que esto
fue el contenido de la ofensiva política contra Bill Clinton -no sobre sus
propuestas políticas- sino su "carácter" y claro, el famoso caso de Monica
Lewinsky que casi le costó la presidencia.
Por lo tanto, los partidarios de Bush simplemente no van a votar por ningún
motivo en favor de un demócrata, a pesar de los engaños, mentiras, y sospechas
de corrupción en la Casa Blanca actual, ya que no comparten los mismos "valores
culturales" de John Kerry. Al igual con los demócratas que jamás podrán votar
por un presidente que usa la Biblia como escudo y a Dios como su líder. Por lo
tanto, concluyen analistas, esta pugna electoral se determinará por unos cuantos
millones que no están convencidos por ninguno de estos dos candidatos, y que no
son participantes firmes en esta guerra cultural.
Es fácil entender que un amplio grupo de los más ricos en este país votará por
Bush. Su reforma fiscal los ha beneficiado directamente, y la gran mayoría de
éstos no están preocupados por las implicaciones nocivas de esta política
económica a largo plazo (un déficit presupuestal sin precedente, niveles
peligrosos de deuda nacional, corrupción en Wall Street, etcétera) ya que están
muy satisfechos con los cientos de miles de dólares que se ahorran por los
recortes de sus impuestos; el regalo de Bush.
Pero eso no explica por qué tantos millones de personas de clase media y hasta
trabajadores siguen apoyando a Bush y a su guerra eterna. A fin de cuentas la
abrumadora mayoría de familias que envían sus hijos a esa guerra son pobres, y
millones más están sufriendo los efectos de su política económica aquí en casa.
División del electorado
La realidad objetiva es que la mitad del electorado que históricamente ejerce su
derecho al voto está casi igualmente dividida, y que esta elección se trata de
quienes apoyan a Bush y quienes se oponen, más que un concurso entre Bush y John
Kerry. Pero el resultado en gran medida -consciente o inconscientemente- será un
endoso del uso de la fuerza para imponer una agenda imperial o un rechazo de
esta opción como expresión -manipulada o no- de este pueblo.
"De que un hombre pueda tomar placer en marchar de cuatro en cuatro a la tonada
de una banda es suficiente para hacerme odiarlo. Sólo se le ha dado su gran
cerebro por error; una médula espinal desprotegida es lo único que necesitaba.
Este punto de plaga de la civilización debería ser abolido tan pronto sea
posible. El heroísmo por orden, violencia insensata y toda la tontería
detestable que se pasa con el nombre de patriotismo ¡Qué tan apasionadamente lo
odio! ¡Qué tan vil y despreciable me parece la guerra! Prefiero que me deshagan
en pedazos que tomar parte en un negocio tan abominable. Mi opinión de la raza
humana es suficientemente alta para creer que este engaño hubiera desparecido
hace mucho tiempo, si la sana razón de los pueblos no hubiese sido
sistemáticamente corrompida por los intereses comerciales y políticos actuando a
través de las escuelas y la prensa", dijo Albert Einstein en 1931.
Pero todo podría acabar también con otro aforismo de Einstein: "La mayoría de lo
estúpido es invencible y garantizado para todos los tiempos. Sin embargo, el
terror de su tiranía es aliviada por su falta de consistencia".
Finalmente, Einstein podría tener razón en advertir contra cualquier intento de
entender esto de alguna manera sistemática: "Los contrastes y contradicciones
que pueden convivir pacíficamente hombro a hombro en un cráneo hacen que todos
los sistemas de los optimistas y pesimistas políticos sean ilusorios".