Europa
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Después de la masacre de Beslán
El jefe del régimen ultraliberal e imperialista ruso esconde demasiados secretos sobre la tragedia de Beslán.
Gennaro Carotenuto
Brecha
Juega sucio, censura, deslegitima a todo interlocutor, buscando más terror y más
guerra, y sin embargo emerge más débil.
En nuestra sociedad de las imágenes, el video trasmitido el martes por la
televisión rusa NTV nos lleva al centro del horror y del abismo en el cual está
cayendo la humanidad. Son imágenes que sólo se pueden confrontar con el crimen
absoluto, con la Sho'ah, Auschwitz, Dachau, Treblinka. Sangre en el suelo,
cientos de niños con las manos en la cabeza completamente rodeados por cargas
explosivas, los terroristas que juegan con bombas amenazando niños que nos miran
aterrorizados y que hoy sabemos que están muertos. Los testimonios de los
sobrevivientes cuentan de niños ejecutados delante de los padres, de padres
asesinados delante de los niños, de mujeres kamikaze que agarran bebés para que
exploten junto a ellas, de madres obligadas a elegir entre un hijo y otro a
quien dar muerte, de chicas violadas en los baños antes de ser asesinadas, de
rehenes en fuga acribillados por la espalda por los terroristas y en el pecho
por las fuerzas especiales rusas que tenían que salvarlos.
Es difícil contextualizar tanto horror dentro de la tragedia caucásica. Es
difícil conectar la reacción de los verdugos de Beslán con la acción de una
década de asesinatos brutales, de bombardeos sin límites, de violaciones y
torturas, cometidos por el ejército ruso en Chechenia. Sin embargo es necesario
contextualizar. Si está claro que los terroristas habían asumido plenamente la
idea de asesinar a más de mil personas -siguieron matando durante las más de 50
horas de la acción- y que era objetivamente muy difícil no intervenir, esto no
quiere decir que no hubo, por parte del gobierno ruso, desprecio por la vida,
ineficiencia criminal y manipulaciones para sacar el máximo provecho político de
la masacre.
LEY Y ORDEN
Vladimir Putin es un clásico líder de la derecha mundial. Y tiene ese poder por
su perfecto manejo del sistema represivo que antes fue soviético, ejército,
policía, servicios secretos. Con su dureza es el líder perfecto para el
poscomunismo ruso, un país traumado por haberse precipitado desde el rango de
superpotencia a una crisis sin fin, acosado por la pobreza que ha hecho caer la
esperanza de vida desde 68 años a 59. En este contexto la brutalidad del
terrorismo, el "choque de civilizaciones", el enemigo interno que quiere
despedazar el país son funcionales a un diseño de poder en el cual el respeto de
los derechos humanos no tiene ningún papel.
El pacto con los caudillos locales del imperio -corrupción e ineficiencia libres
a cambio de tranquilidad y consenso- vacila ahora sobre el horror. ¿Cómo
introdujeron tanto explosivo los hombres y las mujeres de Basayev? ¿Cómo
llegaron a la escuela? ¿Con qué complicidades? ¿Cómo pudieron las mejores
fuerzas especiales rusas quedar completamente sorprendidas por los eventos? ¿Por
qué el jueves fueron liberados unos treinta privilegiados? ¿Por qué fue ocultado
el verdadero número de los rehenes?
No se puede hacer preguntas en la Rusia de hoy. Hay una lista de al menos cien
periodistas que escribieron sobre Chechenia que han muerto en circunstancias
misteriosas en la última década. La cabeza del director de Izvestia, Raf
Shakirov, cayó por una foto que no le gustó al gobierno. Como la tevé venezolana
durante el golpe de Estado, la rusa durante el blitz no ha interrumpido la
película que estaba dando. No sólo eso. Putin ha declarado que no habrá ninguna
investigación independiente sobre los hechos de Beslán. Y la Unión Europea, que
ha osado pedir explicaciones sobre la masacre, ha sido tratada casi de cómplice
de los terroristas.
¡NO AL DIÁLOGO!
El único miembro del comando que sobrevivió, un joven checheno de 24 años, no
necesitó ser torturado siquiera un segundo para empezar a proporcionar cataratas
de información. Dudar de su confesión es lo mínimo que se puede hacer. Otorga
informaciones muy funcionales al rechazo a cualquier tipo de diálogo. Involucrar
a Aslan Mashkadov como inspirador de lo ocurrido en Beslán equivale a cerrar
todas las puertas a cualquier tipo de diálogo; porque es la guerra infinita la
que es funcional al diseño de poder de Putin. Mashkadov, electo presidente en
las últimas elecciones libres en 1996, vive en la clandestinidad desde hace
cuatro años, quizá en Londres, quizá en el Cáucaso, y a pesar de ser un líder
guerrillero siempre ha condenado las acciones contra civiles, incluso la del
teatro Dubrovka y la de Beslán. Pero para Vladimir Putin el silogismo de que
todos los chechenos son terroristas -y que lleva a la "solución final", con el
silencio del mundo- es imprescindible. Tanto como caracterizar una guerrilla que
nace como nacionalista e independentista, de islámica y conectada con Al Qaeda.
Sólo así los intereses inconciliables de los dos amigos, Vladimir Putin y George
Bush, se juntan.
TERRORISTAS ÁRABES DESAPARECIDOS
¿Dónde están los cuerpos de los diez terroristas árabes que habrían participado
en la masacre de Beslán? ¿Por qué no se habla más de ellos? Así como el Homo
habilis es el eslabón entre el Hombre de Neanderthal y el Homo sapiens, los
tambores de la guerra infinita presentaron esos diez cadáveres en Beslán como la
prueba final del inicio de la cuarta guerra mundial. Sin embargo desaparecieron.
Es sólo una de las evidencias de los muchos partidos que se jugaron encima de
los quizás 500 muertos de Beslán. Y es únicamente una de las mil preguntas a las
cuales Vladimir Putin nunca contestará.