Europa
|
Putin, el terrorismo y la guerra
Guillermo Almeyra
Las matanzas en Osetia del Norte horrorizaron al mundo, pero no a los
gobiernos. Estos se solidarizaron con Vladímir Putin y su llamada "razón de
Estado" o sea con la subordinación de las vidas humanas al mantenimiento del
orden estatal y de la unidad a toda costa de la Santa Madre Rusia. No importa
que la rebelión en Chechenia y la inquietud en todos los pueblos de Cáucaso
tengan su raíz en la conquista a sangre y fuego realizada por la Rusia zarista,
que ahora aparece como modelo nacionalista del establishment burocrático
exstalinista-mafioso que encabeza el ex general de la KGB.
No importa tampoco que el régimen esté habituado a exterminar los rehenes –tanto
en un teatro colmado de gente en Moscú como en una escuela con más de mil
personas adentro, en Osetia del Norte- con tal de matar un puñado de
terroristas: Putin es el Poder y los demás Poderes se sienten reflejados en sus
decisiones. ¿Acaso Berlusconi y su equipo de cavernícolas como Bossi o de
fascistas no hunden los barcos que llevan a Italia inmigrantes clandestinos, no
abandonan a los náufragos en altamar, no dejan ahogarse a los que buscan llegar
a nado al suelo italiano para buscar trabajo? ¿Acaso en Estados Unidos se evita
la muerte de los "mojados" mexicanos o centroamericanos o se pena realmente a
quienes los cazan como bestias? ¿Y qué pasó en Acteal? Es cierto que la Unión
Europea expresó algún embarazo ante la salvaje acción de las fuerzas represivas
rusas y no faltó quien recomendara a Putin tratar con los independentistas
chechenos (mientras el reino español, por ejemplo, no trata con ETA). Pero esa
hipocresía cede el paso, repetimos, a la aceptación de la inaceptable razón de
Estado.
Los que entran en una escuela a tomar niños y mujeres como rehenes, o los que
Irak secuestran pacifistas italianas antiimperialistas, son monstruos
insensibles, deshumanizados, como son también monstruos los gobernantes de
Israel que tienen como rehenes a todos los niños y las mujeres de Palestina y
los matan cotidianamente, y como lo son quienes bombardean las ciudades iraquíes
matando enteras familias. Pero igualmente monstruos son los que toman por asalto
un local atiborrado de gente para matar, en medio de ellas, tirando para todos
lados, a un puñado de criminales, en vez de negociar, ganar tiempo, cansarlos,
ahorrar vidas e incluso ceder, si no hubiese otra solución, para no colaborar
con las intenciones criminales de los secuestradores.
Ahora Putin, igualando a otro monstruo, George W. Bush, declara que mandará sus
tropas a reprimir allí donde haya terrorismo...¿incluso a Estados Unidos, donde
se produjo lo del 11/S y hay terroristas como Bush y Cheney?. No solamente
pisotea entonces el derecho de los chechenos a la autodeterminación y crea, con
su represión, que siembra impotencia y desesperación, millares de terroristas
fanáticos dispuestos a inmolarse sino que también amenaza la independencia y la
autodeterminación de otros pueblos, comenzando por todos los del Cáucaso.
La serie de artículos ampliamente informados de José María Pérez Gay en La
Jornada explica claramente el fondo colonial del problema. Ni siquiera la
negociación o hasta la concesión de la independencia plena a Chechenia podrá
hacer desaparecer en tiempo breve el ancestral odio antiruso resultante del
genocidio zarista y del genocidio cometido por el georgiano rusificador Stalin.
Pero una inmediata negociación sobre la independencia y la cooperación, seguida
por un referendum en Chechenia sobre el resultado de aquélla podría quitar
complicidades y reclutas al terrorismo checheno nacionalista, aunque no al
internacional. Ciertamente que en las turbias aguas del terrorismo en Chechenia
y en Rusia mete su mano la CIA y chapotean también gobiernos oligárquicos de las
repúblicas caucásicas y del Asia central. Es cierto igualmente que, aunque en
Chechenia la riqueza petrolera esté muy agotada, la República es estratégica
desde el punto de vista del control del Cáucaso petrolero y de las vías rusas de
transporte del petróleo y, por lo tanto, el terrorismo checheno es un arma de
Estados Unidos en su afán de debilitar a Rusia e impedir la eventualidad de un
futuro bloque de ésta con la Unión Europea o con China, o con ambos. En ese
juego el apoyo a Putin en su sangrienta represión tiene como objetivo lanzarlo
por ese camino, evitar que encuentre una solución negociada, pacífica o sea es
un sostén como el que da la cuerda al ahorcado.
¿Cómo escapar entonces a ese doble terrorismo, el nacionalista y el
imperialista? No por cierto con el terror de Estado sino con medidas políticas
de distensión con las Repúblicas del Cáucaso que Europa debería apoyar y
financiar, en interés propío y de la paz mundial. Porque Rusia meridional y el
Cáucaso son una prolongación del Cercano Oriente, donde Estados Unidos e Israel
preparan la extensión de la guerra a Irán y a Siria, en un combate por afirmar
su colonialismo y su control del petróleo a escala mundial. Por lo tanto, la
guerra rusa en el Cáucaso forma parte de un proceso más general y más peligroso
que Putin, como nacionalista ruso y como ex espía debería tener en cuenta.