Europa
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Chechenia: ¿una guerra por la independencia , simple terrorismo o algo distinto?
Juan M. Vicente Errea
Rebelión
El "fin de la historia", como señalaba Fukuyama, parece caracterizarse, no
sólo por no ser tal, sino además por encumbrar hasta límites insospechados el
simplista análisis maniqueísta de "buenos" contra "malos". El conflicto checheno
es buen ejemplo de lo anterior: a pesar de su complejidad es visto por unos como
un ejemplo más de terrorismo (el islámico, el de Al Qaeda, que ha sustituido, al
parecer, en el imaginario colectivo a los hermanos malasombra que, como
recordarán las personas de mi generación, eran los malos más que malos,
requetemalos) y por otros como una gloriosa lucha por la independencia de un
pequeño pueblo perdido en las montañas frente al imperio ruso.
Salvando la excepción de algunos analistas que no caen en lo anterior, el resto
parece decantarse por una de las dos tesis señaladas. Sin embargo, podemos
apuntar, con humildad, la posibilidad de que el conflicto de Chechenia reúne
características de un tercer tipo diferente a los anteriores: un conflicto de
warlords o señores de la guerra . Estaríamos ante una guerra intraestatal, que
como otras existentes en esta fase inicial del siglo XXI se aleja del modelo
clásico de las guerras de la modernidad, ya que su fin no es controlar el poder
del Estado sino, por el contrario, que éste se diluya en una situación de caos y
descontrol, en la que los señores de la guerra dominan parcelas específicas de
poder económico y social.
La guerra de Chechenia, desde esta perspectiva, no sería la continuación de un
viejo conflicto de corte colonial, entre la metrópoli (Rusia) y la periferia (el
Cáucaso Norte en su conjunto y de manera particular Chechenia) que se arrastra
desde mediados del siglo XVIII, aunque algo de eso parece que hay. Tampoco nos
encontraríamos ante un conflicto secesionista clásico de un territorio
periférico que se enfrenta al Estado central con el objetivo final de alcanzar
la independencia y configurar un nuevo Estado propio, aunque algo de eso parece
que hay.
La historia de los últimos quince años de Chechenia, con dos conflictos bélicos,
entre 1.994 y 1.996 el primero y desde 1.999 hasta hoy el segundo, con un
período de entreguerras e independencia chechena de facto entre 1.996 y 1.999,
nos ofrece rasgos característicos de ese tercer modelo de conflicto, denominado
de warlords:
1. La Federación Rusa, tras la desaparición de la Unión Soviética a finales de
1.991, se configura como un nuevo Estado en el que, a pesar de las colosales
dimensiones de su territorio y de sus recursos naturales, las estructuras
estatales son tan quebradizas que se produce un vacío de poder reconocido
generalmente, siendo más visible en las periferias. Es el caso de Chechenia.
2. En el conflicto de Chechenia surgen una serie de señores de la guerra,
generalmente representativos de clanes (teips) o de alianzas de clanes y, en
otros casos, de tariqas o cofradías. Ambos elementos son los articuladores del
tejido social de Chechenia y de la mayor parte de las repúblicas norcaucásicas.
Desde nuestro rincón de Europa occidental debemos hacer el esfuerzo por
comprender que, aunque se hable de Gobiernos, Parlamentos, partidos políticos,
etc. en Chechenia, el poder real descansa en una estructura tradicional -hoy
profundamente alterada por la guerra- articulada en torno a la siguiente troika:
Consejo de Ancianos, Jefes de clanes (unos 131, de los que 28 juegan un papel
fundamental) y Jefes religiosos; estructuras que se entremezclan y superponen a
las estructuras formales del poder político. Todo ello en el marco de una
sociedad donde el Islam sunní y las cofradías sufíes han representado los
referentes de la nota cultural e identitaria esencial de la pobla
ción chechena: un islam moderado y con unas prácticas muy mitigadas en las áreas
urbanas, como consecuencia de setenta años de poder soviético.
3. Otro elemento clave es el de la criminalización de la economía chechena que,
si bien tiene sus condiciones específicas, está claramente influida por la
criminalización del conjunto de la economía rusa: "La crisis económica generada
por la ruptura de las relaciones de dependencia con Moscú y el bloqueo impuesto
por la Federación Rusa, alentó la aparición de mafias, el crimen organizado y el
crecimiento de la corrupción generalizada. Los constantes robos de petróleo del
oleoducto fue -y es- para los grupos armados y mafias de la zona una de las
maneras más importantes de financiar sus actividades militares, mediante el
tráfico ilícito de los derivados de los hidrocarburos". Durante el período de
independencia de facto, entre 1.996 y 1.999, la crisis económica y el caos se
acrecentaron, extendiéndose la criminalización a los principales sectores de la
economía, asentándose el secuestro practicado por las diferentes bandas armadas,
que escapaban al control del Gobierno chech
eno liderado por Masjadov, como negocio altamente lucrativo.
4. Los señores de la guerra chechenos fueron capaces de unirse tras el liderato
formal de Djohar Dudayev, primero y de Aslan Masjadov, después, en el conflicto
que les enfrentaba a la mayoría de ellos contra el ejército ruso, pero no
debemos olvidar la existencia de sectores minoritarios de chechenos,
representantes de determinados clanes o grupos de solidaridad, aliados de los
rusos. Sectores que tras el inicio del actual conflicto se vieron
significativamente reforzados por los clanes articulados en torno a la figura de
Ajmad Kadirov, que fue gran muftí (máxima autoridad religiosa) y apoyó la
independencia chechena en el conflicto desarrollado entre 1.994 y 1.996 y
después aliado de los rusos, fue elegido (en comicios de dudosa legitimidad)
presidente del gobierno autonómico checheno, siendo asesinado el pasado mayo en
un atentado. Ese sector sigue articulado en torno a la figura del actual
presidente autonómico, Alú Aljanov. Detrás del abandono de las filas
independentista
s del sector mencionado y de la ruptura total de la alianza de los señores de la
guerra, está el hecho del ascenso del peso específico de los grupos wahabbíes,
llamados así por la notoria influencia que esa corriente rigorista islámica
-totalmente ajena a la tradición chechena- va ganando gracias, precisamente, a
la guerra y al apoyo en medios económicos y humanos que grupos de esta
adscripción están realizando. Su cabeza visible es el líder guerrillero Shamil
Bassayev, que fue vencido por Masjadov en las elecciones de 1.997, en los únicos
comicios en los que puede hablarse de un mínimo de legalidad y legitimidad.
5. Ya en 1.998, como fruto de la ruptura de la alianza de los señores de la
guerra chechenos, Aslan Masjadov -Presidente del Gobierno de Chechenia no
reconocido por Moscú y elegido en 1.997 - quedó totalmente aislado y con un
escasísimo poder real sobre la situación. La economía y el territorio pasan a
ser controlados por los diferentes grupos armados que no reconocen poder
institucional alguno (ni checheno, ni mucho menos ruso).
6. El Gobierno de Moscú, con el Presidente Putin a la cabeza, pasan a ocupar
objetivamente (al margen de todas las matizaciones y diferencias que
evidentemente existen) un papel de señor de la guerra en este conflicto.
Podríamos decir que, así como los señores de la guerra chechenos, "surgen de la
guerra y viven de la guerra, esto es, las guerras, desde su punto de vista, no
son ningún medio para un fin específico sino que son un fin en sí mismas.
Haciendo la guerra afirma su posición dirigente, conserva el poder militar sobre
el que se apoya y controla y protege a la población, de cuyas contribuciones, en
parte voluntarias, en parte involuntarias, depende". Muchos de ellos son, a la
vez, empresarios, generales y líderes políticos. Y no olvidemos que Putin en sus
dos campañas presidenciales hizo del conflicto checheno su piedra angular para
demostrar al pueblo ruso que era el líder que necesitaban, con la suficiente
mano dura para restablecer la verticalidad del poder e impe
dir el desmembramiento y la descomposición del Estado ruso.
7. Tanto los warlords chechenos como los políticos del Kremlin, "no están
interesados seriamente en la paz sino que, al contrario, necesitan prolongar el
estado de inseguridad y de guerra (...) rehuyen las decisiones definitivas y
siempre encuentran un motivo para seguir luchando" . Los propios acuerdos de paz
de Jasaviurt, que pusieron fin en agosto de 1.996 al primer conflicto, dan buena
muestra de ello pues dejaban aplazada la discusión del estatus definitivo de
Chechenia y de sus relaciones con la Federación Rusa durante un período de cinco
años.
8. Por último, el Estado no ocupa en el pensamiento y la acción de los warlords
chechenos ese lugar central que sí le corresponde en las guerras de la
modernidad. Da la sensación de que muchos de ellos, al menos, se apoderan de él
para saquearlo, para debilitarlo, en lugar de utilizarlo para dar fuerza a sus
ansias de poder. Y algo similar podríamos decir de los políticos del Kremlin y
de los grupos de presión económicos más poderosos de Rusia, así como del propio
ejército ruso.
Y mientras tanto, el conflicto continúa, dejando un número considerable de
víctimas, en medio de un silencio que sólo se rompe cuando la atrocidad alcanza
el nivel de lo que hemos visto recientemente en Beslán (Osetia del Norte) y
desde el poder institucional existe la posibilidad de atribuir la
responsabilidad de la misma al "terrorismo". ¿Por qué no se rompe el silencio
para romper las atrocidades cometidas por las instituciones?
Después de las bombas atómicas que pusieron fin a la II Guerra Mundial en el
Pacífico, ninguna ciudad ha sufrido devastación semejante a la sufrida por
Grozni (capital de Chechenia) como consecuencia de los bombardeos de la aviación
rusa...
Juan M. Vicente Errea pertenece al área Internacional de IPES (Navarra).