Europa
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Cámaras ocultas
José Carlos García Fajardo
Todo el mundo está predispuesto contra esas aberraciones pero no se pueden
denunciar enfangándose en el morbo del engaño, con encuadres pornográficos, en
la divulgación de información no necesaria. Lo más siniestro es que las personas
entrevistadas y grabadas, sin saberlo ni autorizarlo, aparecen desnudas y en las
posturas humillantes de quienes tienen que prestar por dinero un servicio con su
cuerpo. Emitida a la hora de mayor audiencia, en plenas vacaciones escolares.
Recorren los burdeles de varios países asiáticos, la cámara muestra a mujeres y
a hombres ejerciendo la prostitución. Ajustan sus servicios con toda clase de
detalles impensables, sino es para excitar a la audiencia. Una persona normal no
necesita que le expliquen todas las perversiones que están dispuestos a hacer
por dinero. Entran en cuartuchos, muestran planos de la persona desnuda –el
periodista también lo es pero él está en misión redentora-, las mueven a
confidencias, sobre su familia y quien las introdujo en este tráfico, cuánto
cobran, cuantos servicios al día, qué harían por más dinero. Llega a ser
nauseabundo por la sevicia de llegar a despertar los sentimientos de la persona
doblemente violada, en su cuerpo y en su intimidad.
No hay entrevistas con proxenetas. No se han atrevido. Pero después de
publicitar la isla de Patanga como un burdel inmenso, acercarse hasta allí
parece lo más natural del mundo. "Esto es el paraíso", declara un gringo bebido.
"Regreso siempre que puedo a esta maravilla, toda clase de sexo", exclama un
australiano. "Aquí hay de todo y no hay peligro". "Consigues lo que quieres y de
la edad que quieras". "Te hacen de todo, hasta me ofrecieron a una madre con un
hijo pequeño". "Mujeres embarazadas, o golpeadas, o niño y niña. Es un lugar
increíble". Con expresiones de este jaez prosigue la "denuncia".
Nos pasean por Ámsterdam, Paris o ciudades de España con sus burdeles de
carretera, casas de citas, y los "diálogos" con mujeres desnudas en sus catres.
Muestran a una mujer de unos cuarenta años, metida en carnes que le cuelgan y
que sonríe desconcertada, pues a la marroquí los camioneros no suelen pedirle
que hable. Mientras, el periodista se está riendo de ella hasta el punto de
comentar en off: "¡Y hace cuatro o cinco servicios al día con esta
pinta!".
A mujeres de países latinoamericanos, desnudas para mayor indefensión como en
las torturas de Bagdad, les sonsaca su vida privada, sus motivaciones: "Mi
esposo y los hijos creen estoy trabajando, estoy sin papeles, tengo que cambiar
de club de carretera cada seis semanas para que los clientes tengan carne
fresca".
Cuba, con sus jineteras humilladas porque las presentan como si, por un puñado
de medicamentos, o comida o algo de ropa usada estuvieran dispuestas a "chingar"
todo el día. La cámara entra en domicilios de los que salen a la calle los
mayores y los niños para que el intrépido "periodista de investigación" pase a
retozar después de haber exprimido a la víctima con su interés por su situación
familiar. Hay preguntas sangrantes. Y al salir, desfogado ya de su pobreza
mental, la cámara oculta toma planos de la madre y de los abuelos que miran para
otro lado con dolorosa dignidad, porque no pueden sostener la mirada sonriente y
satisfecha del blanquito con dinero.
En República Dominicana, hombres fornidos son objeto del escarnio por parte de
dos redactoras. Filman y graban a otras mujeres sin ocultar sus rostros. Igual
sucede con los empleados del hotel a quienes se insinúan y con quienes llegan a
ir a apartamentos de los que nos dan situación, precios, horarios y habilidades
a practicar con garantías de seguridad. ¿Qué es lo que denuncian aquí? ¿El uso
de la libertad de unas turistas de vacaciones y entre personas adultas?
Para terminar este programa de "investigación periodística y de denuncia", queda
el plato fuerte de una redactora que, con su cámara oculta, va recorriendo salas
de masaje, prostíbulos, hoteles de citas, desde los antros más sórdidos hasta
lujosos hoteles, ofreciéndose como prostituta, para grabar lo que tiene que
hacer y cuánto le pagarían por cada servicio. Sentimos bochorno ante aquel
cinismo, la propaganda miserable y la fría naturalidad con que trataba los
aspectos más sórdidos.
Ah, eso sí, el presentador del programa, con una cínica sonrisa y una hipocresía
asombrosa, exclamaba: "Ya verán, ya verán qué cosas suceden. No se lo pierdan
porque es indignante".
José Carlos García Fajardo