Europa
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La abstención en las elecciones europeas como factor desestabilizador del sistema
Librepensador
Hemos llegado a un nuevo momento crítico en las relaciones entre el Estado y
la sociedad, en las relaciones entre políticos profesionales y votantes. Nunca
hasta ahora habíamos vivido un porcentaje de abstención tan importante, tanto en
el Estado Español (54 %) como en la Unión Europea (sobre el 60 %). Millones de
personas, una mayoría aplastante de la población europea ha dicho NO a
participar en esta pantomima electoral.
Estamos hablando de una abstención brutal en un contexto, además, de tremendo
voto de castigo a los partidos gubernamentales; con especial mención para el
desastre electoral del partido de Chirac (16 %), los socialdemócratas alemanes
(21 %) y el Partido Laborista (24 %), todos ellos alrededor de unos 10 puntos
menos en relación a elecciones recientes.
Si nos fijamos en el caso español los resultados son casi propios de un sistema
electoral mayoritario, en donde dos partidos absorben casi todo el poder
electoral en un ambiente de desmotivación casi total por las elecciones.
El PSOE ha obtenido 6,6 millones de votos, el 43,30 % de los votos escrutados.
Esto significa un aumento de algo menos de 1 punto con respecto a las elecciones
generales de marzo (42,64 %) y de 8 puntos con respecto a las elecciones
europeas de 1999 (35,33 %). Sin embargo, ha perdido 4,3 millones de votos con
respecto a las elecciones generales de marzo (10,9) y cerca de 900.000 votos con
respecto a las elecciones europeas de 1999 (7,4).
El PP ha obtenido 6,3 millones de votos, el 41,30 % de los votos escrutados.
Esto significa un aumento de casi 4 puntos con respecto a las elecciones
generales de marzo (37,64 %) y de 1,5 puntos con respecto a las elecciones
europeas de 1999 (39,74 %). Sin embargo, ha perdido 3,3 millones de votos con
respecto a las elecciones generales de marzo (9,6) y 2,1 millones de votos con
respecto a las elecciones europeas de 1999 (8,4).
Con estos resultados causan verdadero sonrojo las expresiones de triunfo de PP y
PSOE, en un contexto de pérdida de millones de votos y de abstención extrema. En
este falso ambiente de euforia, a nadie se le ocurre hablar, aunque sea en "voz
bajita", de deslegitimación de las elecciones o del sistema.
De todos modos y si prescindimos de los análisis locales, la lectura que podemos
hacer de estos resultados se puede resumir de la siguiente forma:
- Las políticas neoliberales de los partidos en los gobiernos han recibido un
varapalo considerable, tanto en pérdida de votos como en aumento de la
abstención. Y en esto los ciudadanos no han hecho distingos, les ha dado igual
castigar a un partido conservador que a uno socialdemócrata. Afirmando de esta
forma que, en la práctica, no hay diferencias sustanciales entre los partidos
mayoritarios. Los ciudadanos europeos todavía no saben lo que quieren pero
empiezan a saber lo que no quieren.
- Los comicios europeos son considerados por los europeos como unas "elecciones
menores" y el pragmatismo que les motiva, si es así, para votar en otro tipo de
elecciones desaparece en las europeas. Hay que tener en cuenta que el
organigrama de la UE no responde al esquema tradicional de división de poderes.
La función legislativa la comparten el Consejo Europeo (formado por los jefes de
estado y el presidente de la comisión), máximo órgano político de la UE, y el
Parlamento Europeo (representación "democrática" de los ciudadanos y cuyo poder
de decisión es extremadamente limitado). Mientras la función ejecutiva la
ostenta la Comisión Europea (presidente y 20 comisarios elegidos por los
gobiernos). El Consejo, la Comisión y el Banco Central Europeo, que son los
órganos que realmente deciden, se han plegado desde hace años a las tesis
ultraliberales, sobre todo en las políticas monetarias, de comercio e inversión
internacionales. Los lógicos beneficiarios de estas políticas son las
multinacionales europeas gracias a la influencia de los lobbies del continente.
En un modelo cada vez más similar al del "amigo americano".
No es que esta información llegue claramente a los ciudadanos europeos, ni mucho
menos. Pero sí parece que, a pesar de la desinformación sobre lo que representan
estas instituciones, existe un cierto conocimiento sobre lo que representa
realmente el parlamento europeo, es decir, casi nada.
- Avanza de forma considerable el voto euro-escéptico o claramente antieuropeo.
Estamos hablando de aquella posición que considera que la unión europea
significa una pérdida de soberanía para el estado-nación. El ejemplo más
palpable de esto es el surgimiento partidos como el UKIP, partido antieuropeo
del estado británico, que ha conseguido desde la nada un nada desdeñable tercer
puesto en las elecciones británicas, con un 16,38 % de los votos válidos.
- Va cobrando fuerza la influencia, quizás todavía inconsciente en la ciudadanía
europea, de un discurso diferente, que pone en tela de juicio de forma radical
todo el entramado mafioso de la UE; a pesar del estancamiento de la izquierda
unitaria europea y del lastre que suponen estos partidos para un movimiento
verdaderamente anticapitalista. Este discurso ha llegado a una parte importante
de la población que se ha expresado en forma de abstención.
Por otro lado, a esta Unión Europea llegan ahora diez nuevos países, la mayoría
procedentes del bloque del Este, un nuevo mercado para las insaciables ansias de
poder del capitalismo europeo. No ha sido la creencia sincera en la unión
política y social de los pueblos lo que ha motivado la llegada de estos estados
sino la apertura de nuevos mercados para las grandes empresas europeas. Y en
este contexto se pretende aprobar una Constitución sin la más mínima
participación de los ciudadanos y de claro talante neoliberal. Esa será la
esencia de una Europa que se prepara para la lucha fratricida por espacios de
poder con su mayor adversario económico, Estados Unidos.
Esto último también ha podido influir en el euro-escepticismo crítico de los
ciudadanos de los nuevos países miembros y en los altísimos niveles de
abstención (entre el 70 y el 74 %), a pesar de su precaria situación social y
económica.
- La abstención brutal avala una interpretación radical de la participación de
la ciudadanía en las elecciones. Porque no es un hecho aislado. En los últimos
años en europa occidental estos niveles de abstención se vienen repitiendo de
forma casi sistemática (por ejemplo, como casos recientes las elecciones locales
en el estado británico o el referéndum italiano para la reforma del sistema
electoral). Parece que las elecciones generales a los parlamentos estatales y
las elecciones presidenciales se mantienen todavía en niveles relativamente
razonables en este ambiente abstencionista. Pero en este tipo de elecciones
existe un "voto prestado" por pragmatismo/castigo que puede llegar a ser el
factor fundamental que explica la mayoría de los resultados electorales. El
clientelismo político y el "voto fiel" están perdiendo fuerza gradualmente de
camino a su desaparición en poco tiempo.
- Existe un importante factor condicionado por el propio sistema político. La
desmotivación y apatía de la sociedad que influye decisivamente en la pérdida de
afiliados y militantes en los partidos políticos. El sistema pone todos los
recursos al servicio de los representantes políticos, menospreciando a los
representados o votantes. Este hecho es percibido por la población, que además
toma nota de los privilegios de la casta política, de su poder, de sus salarios,
de sus dietas, de su privilegiada forma de vida en comparación con el resto de
la población. Cosa que en el caso de los parlamentarios europeos cobra extremos
inusitados. También existen minorías (sectas o personas) "fuera de la sociedad",
un lúmpen intelectual e individualista de clase media al que no le importa
demasiado "lo que ocurre en el mundo", para bien y para mal. Pero es una actitud
temporal. La mayoría de la población se da cuenta de la importancia de lo
político, de que vive en una comunidad, aunque sea una comunidad en donde se
predica el individualismo como filosofía social. En esta sociedad la abstención
que en un primer momento fue agnosticismo (no conocer o no posibilidad de
conocer) se ha convertido en escepticismo (duda sobre el sistema político).
Ahora puede ser el momento utópico para llegar a la siguiente fase, el
antagonismo contra el sistema político. Cómo se pueda traducir en modelos de
organización está por definir, pero está claro que estamos llegando a un momento
de cambio.
En definitiva, la abstención en estas elecciones europeas es un "voto
radical"contra el sistema político. Podemos estar ante una nueva y profunda
crisis del sistema parlamentario y de partidos (la tercera en los últimos ciento
cincuenta años). Pero ahora, por efecto de la globalización, conjugada con una
crisis del estado-nación.
Los movimientos antagonistas al sistema capitalita deben aprovechar este
momento, en el buen sentido, y volver a reorganizarse de forma seria,
olvidándose de sectarismos, fomentando la unión y la planificación para la
batalla que habrá de jugarse en los próximos años. Que será la batalla contra la
oligocracia parlamentaria, como la forma política del capitalismo en la era
actual. Para ello será necesario ofrecer a los ciudadanos un modelo/proceso
político y social más justo, es decir, un plan para la
democratización/destrucción del Estado-nación y del Capital.