Europa
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Carta al diario El País sobre el aniversario del desembarco de
Normandía
Las mentiras de la propaganda
Higinio Polo
Apreciada defensora de El País:
Le escribo, el mismo día del aniversario del desembarco de Normandía, en la
Segunda Guerra Mundial, para hacerle notar dos cuestiones.
La primera, está relacionada con la crónica que escribe Rosario G. Gómez, en la
página 68 de la edición de hoy de su periódico, en cuyo texto, y a propósito del
estreno de un documental de la BBC sobre ese acontecimiento, escribe uno de los
lugares comunes -repetido hasta la saciedad por la propaganda norteamericana-
sobre la Segunda Guerra Mundial. A saber: que los soldados norteamericanos y
británicos que protagonizaron ese desembarco "abrieron el paso a la liberación
de Europa". No me extenderé sobre ello, pero le recomiendo a su redactora que
lea, por ejemplo, el artículo escrito por su colega de La Vanguardia, Rafael
Poch, en la edición del 5 de junio, que impugna con toda claridad ese lugar
común que, de hecho, es una de las grandes mentiras contemporáneas. Como
historiador, yo mismo estoy dispuesto a facilitarle a Rosario G. Gómez la
bibliografía especializada que demuestra, incontestablemente, que la derrota de
la Alemania nazi no se debió a ese esfuerzo en las playas de Normandía, que es
una batalla muy secundaria en el curso de la guerra, sino, principalmente, al
esfuerzo desarrollado por los soldados del Ejército Rojo de la Unión Soviética.
La segunda cuestión está, de hecho, relacionada con el mismo asunto. Amelia
Castilla firma una entrevista con el escritor Martin Amis, en la página 41, y,
en su primera pregunta al autor británico, escribe: "El estalinismo acabó con la
vida de más de veinte millones de personas...". No hace falta que le diga que
esa afirmación es otro lugar común, y que, al margen de que yo mismo no tenga
ninguna simpatía por la figura de Stalin, responde a la repetición de algunas
mentiras fraguadas por la propaganda a lo largo de la guerra fría que no
resisten la comprobación empírica. ¿De donde saca esas cifras su redactora? ¿De
las páginas del Libro Negro escrito por Courtois, Werth, Panné, Paczkowski y
compañía, y cuya credibilidad entre los historiadores está bajo mínimos? Sólo le
diré que cualquier estudiante universitario de Historia que conozca medianamente
los avatares e investigaciones recientes de nuestra guerra civil y lea los
apartados correspondientes en el Libro Negro no le recomendaría a nadie
precisamente esa obra como fuente para informaciones contrastables. Sin duda,
puede ser que las fuentes de su redactora sean otras, pero debería, al menos,
mostrarlas. De nuevo, si lo desea Amelia Castilla, puedo facilitarle las
referencias sobre la investigación más exhaustiva que se ha hecho sobre los
crímenes del stalinismo y cuyos resultados impugnan por completo los lugares
comunes de la propaganda liberal y, en general, norteamericana.
Como usted no desconoce, el trabajo periodístico tiene múltiples hipotecas y
servidumbres, que yo mismo he conocido (entre ellas, trabajar en medios como El
País y otros, que tienen un preciso, y muy discutible, discurso sobre estas
cuestiones, asunto sobre el que no me extenderé), pero no me parece demasiado
atrevimiento por mi parte insistir en el necesario rigor con que deberían
trabajar ustedes, para no caer en el error de mantener afirmaciones que son,
pura y simplemente, mentiras urdidas por la propaganda.
Desde luego, tienen ustedes el derecho de propagar la versión norteamericana,
por simplificar, de la historia reciente, -y como gran empresa privada, casi
podría decirse que qué remedio, ¿ verdad?- pero les recomendaría que no
abandonasen el buen hacer de los periodistas que aman su trabajo y estiman su
responsabilidad. No espero que rectifiquen, desde luego, pero, al menos, quiero
hacerles llegar una inútil petición de rigor. Simplemente, rigor.
Con toda cordialidad,