Europa
|
Un repaso a la historia del FMI
Casapueblos
Hay fechas simbólicas que representan hitos imborrables en la memoria
colectiva de los pueblos como momentos esenciales de su propio hacer colectivo
de su constituirse como comunidad. Entre nosotros y por razones distintas el 14
de Abril de 1931, el 20 N de 1975, más cercano el 14 de diciembre de 1988 el 11
M-14 M del 2004 son fechas impresas en nuestra historia común sin las cuales no
es posible comprender lo más importante de nuestra historia común.
La creación en julio de 1944 del F.M.I. en Bretton Woods no es una de esas
fechas. Y, sin embargo, su importancia para los pueblos y la gente trabajadora
es difícilmente soslayable.
En los (ya famosos) Acuerdos de Bretton Woods, las dos principales potencias
aliadas capitalistas USA y Gran Bretaña, configuraron los rasgos principales que
definirían la arquitectura económica esencial del orden capitalista
internacional que emergía de la derrota de las potencias nazi-fascistas aliadas
(Japón, Alemania e Italia). Un orden que bajo la inequívoca hegemonía USA
pretendía alejar definitivamente los factores de crisis que amenazaban su
continuidad durante las tres primeras décadas del siglo y –sobre todo-
dibujaba escenarios de revuelta antisistémica por parte de sectores destacados
de las clases subalternas.
El FMI nace de dos convicciones compartidas por los dos principales negociadores
Keynes del lado británico y Write del lado americano. La primera era la
necesidad de organizar la moneda para liberalizar el comercio. La segunda es que
sin reglas monetarias internacionales los conflictos se exacerban y no hay
funcionamiento posible del mercado. Convicciones comunes sobre diferentes
concepciones de la regulación monetaria guiados por los contradictorios
intereses de una potencia imperial declinante (UK) y otra emergente (USA). Pero
que ponen de relieve la convicción compartida sobre la necesidad de intervención
de los Estados en la gigantesca tarea de reconstrucción del sistema capitalista.
Es esa una constatación indispensable cuando se presenta al F.M.I. como
indisolublemente vinculada a las políticas neoliberales como si estuviera
fatalmente destinado a correr la suerte de estas últimas.
Bien es verdad que el papel ha cambiando sustancialmente en la época de la
globalización financiera y que sus actuaciones poco tienen que ver con las
definidas en el Art. 1º de sus estatutos. Aún cuando formalmente se sigue
postulando, entre otros, el fomento de la estabilidad cambiaria o la garantía de
un sistema multilateral de pagos, es lo cierto que el FMI se ha adaptado a un
sistema monetario internacional regido por los mercados y a una función
supervisora de las políticas cambiarias y de prevención de las crisis.
Un proceso de adaptación forzado que tiene su origen en la decisión del entonces
presidente Nixon de suspender la convertibilidad del dólar el 15 de agosto de
1971 para frenar la salida de capitales motivado por la bajada de los tipos de
interés decidido por la Reserva Federal para sacar al país de la recesión
motivada, entre otras causas, por la guerra de Vietnam. Con esa decisión Estados
Unidos liquidó en buena medida el Sistema de Bretton Woods convirtiendo el
sistema monetario en un sistema de patrón dólar.
El segundo y trascendental paso de la Administración Nixon fue
“liberar” las relaciones financieras internacionales de la
influencia de los Estados para quedar en manos de agentes financieros privados
explotando para ello el control estadounidense sobre la oferta internacional de
petróleo. En efecto- y contra lo que una opinión aún hoy extendida supone -las
alzas de los precios del petróleo en el otoño de 1973 fueron el resultado del
ascendiente USA sobre los Estados petroleros decido a lanzar un golpe muy duro a
las economías europea y japonesa que por entonces comenzaban a disputarle la
hegemonía económica mundial.
El reciclaje de los enormes beneficios en dólares (petrodólares) derivado de
esta subida de precios dio un papel preponderante a los sistemas bancarios
atlánticos preferentemente americanos y británicos en detrimento del FMI como
querían el resto de los gobiernos occidentales. Con ello la estabilidad
cambiaría, en el sistema de Bretton Woods vinculada a la estabilidad de la
balanza comercial y a la confianza del FMI y el resto de los gobiernos, pasó
ahora a depender de la credibilidad del Estado en los mercados financieros
privados internacionales.
El modo en el que el sistema funcionaba y ha seguido funcionando dependía de dos
mecanismo centrales: el dólar y los mercados financieros, cada vez mas centrados
en Estados Unidos. Un dólar cuyo precio podían decidir libremente. Y unos
mercados financieros cada vez mas determinados por las políticas del
Departamento del Tesoro USA y por la Reserva Federal.
Este es el sistema monetario efectivamente vigente en nuestros días, lo que
Peter Gowan ha llamado acertadamente el “Régimen Dólar Wall Street”
cuyos polos no han dejado de reforzarse mutuamente y cuyos efectos no han dejado
de sentirse y padecerse en diversos puntos del planeta bajo la forma de
innumerables crisis y ajustes (México, Sudeste Asiático, Rusia, etc.) orientadas
todas ellas a una gigantesca operación de reestructuración del mercado y la
economía mundial que asiente una división del trabajo profundamente asimétrica e
injusta en la que se asigna a los países del sur la función de suministrar
materias primas, mano de obra y recursos naturales baratos “a
cambio” de un aumento de su consumo de masas que garantiza la realización
de beneficios y aleja el peligro de la crisis de sobre producción y recesión en
las Economías del centro.
En esta política dirigida por el Departamento del Tesoro USA, le ha
correspondido al FMI una función de atenazar a los países del sur para
obligarles a cumplir las tareas asignadas por Washington. El primado a la
economía de exportación sobre la base de los bajos costes salariales y la
desaparición de cualquier pretensión de desarrollo endógeno y autocentrado, la
privatización de la mayor parte de los patrimonios públicos y la práctica
desaparición de los servicios públicos, la liquidación de los derechos sociales
y el fortalecimiento de los mecanismos represivos con frecuencia heredados de
dictaduras militares. Todos ellos elementos configuradores de una situación de
dominación imperial de los Estados Unidos acentuada en los últimos tiempos por
el deseo de la coalición militar petrolera gobernante de limitar la expansión
económica de China e India y evitar su acceso a las reservas petrolíferas
estratégicas de Asia Central y el Golfo Pérsico mediante la construcción de una
gigantesca cadena de bases militares que desde el Caribe y la región andina
pasando por África y Oriente Medio alcance Asia Central y Asia Suroriental
Tampoco la mayor parte de la población de los países del norte se han visto
favorecidos por el sistema monetario efectivamente vigente. La hegemonía antes
señalada de los mercados financieros internacionales ha convertido a los Estados
en sus rehenes empujándoles a una enloquecida competencia por la
“credibilidad”, sobre la base de políticas de estabilidad y ajuste
presupuestario, de reducción de derechos sociales y de privatización de muchos
servicios públicos.
Existen por lo demás algunos factores que van a afectar –lo están haciendo
ya- la evolución del sistema monetario internacional. Uno es la formación de
espacios regionales y muy en especial la instauración de la Unión Monetaria
Europea. Los mercados financieros del euro forman un poderoso polo de atracción
financiera asociado a un amplio mercado de bienes y servicios que puede
estimular a algunos países prestatarios o que vinculen sus monedas al euro
mediante compromisos de exigencia variable.
Otro factor tiene que ver con las consecuencias financieras de la transición
demográfica. En breve el ahorro de los países ricos en busca de rendimientos
elevados y de una diversificación de los negocios, va a encontrar una demanda de
inversiones sostenida en los países de joven población activa. Eso introduciría
por lo demás un factor de reequilibrio global en el que el crecimiento de los
países de la OCDE debería frenarse a favor de los grandes países como China,
India y Brasil en los que la desaceleración de la natalidad parece ya
consolidada de acuerdo con las actuaciones de la propia OCDE que asigne a los
países fuera de sus ámbitos una participación en el PIB mundial del 67% para el
2020 frente a un 44% en el 2000.
El FMI deberá adaptarse a las nuevas condiciones que van a producirse en la
escena internacional. Desde los setenta del pasado siglo su función principal ha
sido velar para que los países deudores paguen los intereses a los bancos
comerciales prestamistas, mediante préstamos a bajo interés y condicionar estos
préstamos a la adecuación de las instituciones y las políticas de estos países
al dogma neoliberal (economía orientada a la exportación, liquidación (dónde la
había) del Estado del Bienestar y los servicios públicos, reducción de los
derechos sociales y laborales) mediante los planes de ajuste estructural.
No parece viable a corto plazo escenario global alguno en el que no se aseguran
funciones como el fomento de la estabilidad cambiaria y de la cooperación
monetaria, en la existencia de algún sistema multilateral de pagos o la función
misma de prestamista en condiciones favorables de aquellos países con bajo nivel
de renta o con dificultades en su balanza de pagos. Funciones todas ellas que
justificaron la creación del Fondo y a los que está obligado a volver
adaptándose a las nuevas realidades arriba descritas.
Pero no debemos engañarnos al respecto. El ejercicio de las nuevas funciones
–garante de un sistema multilateral de pagos y prestamista de países
pobres- en las condiciones actuales de la economía capitalista siempre tendrá un
carácter precario derivado de la naturaleza asimétrica de las relaciones
económicas y comerciales entre los países pobres y las principales potencias
capitalista –USA, Japón, UE- avalistas del expolio que las empresas
transnacionales y los bancos ejercen sobre el trabajo y el patrimonio colectivo
de los primeros.
La deuda es una tenaza que asfixia a los pobres del mundo en un espiral de
pobreza, dependencia y colonialismo y, al tiempo la razón principal por las que
las potencias capitalistas y el FMI mantienen su política de ayuda a los países
pobres, sosteniendo así su capacidad para pagar intereses y evitando el
estrangulamiento del sistema financiero internacional. Su condonación no es un
acto de solidaridad como pretende la “izquierda del capital”, sino
un acto de justicia, de restitución histórica por el saqueo que durante más de
cinco siglos han perpetuado el capital y los estados, primero de Europa y luego
de USA y Japón de las riquezas, los recursos naturales y el trabajo de los
pueblos de América, Asia y África.
Desde su nacimiento el capitalismo ha ido sembrando la pobreza, la destrucción y
la guerra a su paso. Las necesidades sociales de las personas y los pueblos,
sólo han sido escuchados en la medida en que podían ser fuente de beneficio y
acumulación para los poderosos. Las mujeres y los hombres de nuestro tiempo
estamos en condiciones de construir un orden social orientado a la satisfacción
de las necesidades sociales democráticamente decididas por quiénes las sienten.
Mientras tanto es indispensable someter las instituciones vigentes al máximo
control democrático posible. El FMI debe modificar su estructura y
funcionamiento en esta dirección acabando con su enfeudamiento al departamento
del tesoro USA y orientándose de forma prioritaria a cubrir las demandas de
financiación que la satisfacción de las necesidades básicas de los pueblos del
mundo requieren.
Casapueblos, junio 2004