Europa
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Entrevista a Julio Anguita
«Siento que han traicionado el proyecto de
Izquierda Unida»
Agencias
Julio Anguita hace ahora lo que un día marcó como propósito vital: dar clases de
Historia. Sin embargo, ni su mirada crítica ni sus gestos azarosos ni sus
palabras subversivas pueden ocultar que gran parte del camino lo ha avanzado en
la política al servicio de una causa que hoy sigue regando su vida: el
comunismo.
-¿Añora el escaño en el Congreso o se siente más cómodo en las aulas?
-En absoluto. Al día de hoy no miro atrás, porque siempre he tenido por delante
tareas importantes que hacer.
-Afirmó, no hace mucho, que una de las cosas con que más disfruta en la vida es
explicando. ¿Por qué?
-Porque creo que desde la izquierda lo primero que hay que socializar es el
saber. La revolución no es posible sin el conocimiento. A mí me resulta a veces
tremendamente duro comprobar cómo desde la izquierda, política y sindical, se ha
sustituido la explicación por el eslogan, la reflexión por el insulto. Prefiero
la gente silenciosa que sabe por qué va a una manifestación que los que acuden y
dan cuatro gritos.
-¿Con esto último está sugiriendo, acaso, un replanteamiento de la función de
los sindicatos?
-Lo que no puedo entender es cómo los sindicatos UGT y CC.OO. reivindican cosas
como la Constitución Europea. Es contradictorio y espantoso. Pero es que los
sindicatos se han trasformado en gestores del sistema; forman parte de los
aparatos del Estado. No es que tengan que estar todo el día de huelga; se puede
llegar a acuerdos con los Gobiernos, claro que sí, pero acuerdos con lucha,
tensión, vigilancia...
-¿Se ha sentido traicionado?
-He sentido que han traicionado el proyecto. Soy una persona que ha trasladado
su ego a las creaciones en que he participado. En Izquierda Unida ha habido
mucho esfuerzo creador. Desde el principio, surge un combate tremendo contra IU
desde el PSOE y CC.OO. en que creo que hemos ido ganando. Lo que se pretendía
entonces era un proyecto autónomo e independiente del PSOE y del sindicato, y,
sí, creo que el proyecto ha sido traicionado.
-¿Cree perjudical, para la honestidad política, el «trasvase» de políticos de
una formación a otra?
-Esto lo que indica es una pobreza tremenda. Uno puede cambiar, pero cambiar más
de dos veces, ya es sospechoso, y más de tres es una sirvergüencería. Con esto
me estaba refiriendo a nombres que hoy están en el PSOE.
-¿Como Antonio Gutiérrez o Diego López Garrido?
-Lo de Antonio Gutiérrez no me extrañó y lo de los otros, ya se sabía. Eran
gente utilizada conscientemente por el PSOE. Ante las preguntas que en tiempo me
hicieron sobre estas personas, siempre decía lo mismo: «Que hablen los hechos».
Y los hechos hablaron.
-La marcha de Rejón, ¿síntoma de crisis o simple cambio?
-Todo radica en lo mismo. El problema está en que los que nos llamamos
comunistas tenemos que someternos, toda vez acabadas estas malditas elecciones,
a un proceso de reflexión profunda, sin prisas. Hoy vivimos raptados por la
locura del día a día.
-¿Cómo se es de izquierdas en el siglo XXI?
-Pues no es difícil. Lo difícil es ser de izquierdas consecuentemente.
-¿Por qué a los políticos de izquierdas les quema «lo rojo»?
-Porque ellos son parte del sistema. «Lo rojo», que yo llamo «el hilo rojo»,
forma parte de una herencia, con sus aciertos y sus errores que hoy debemos
mejorar. Pero ser de izquierdas no significa ponerse etiquetas de «soy
progresista, ecologista, feminista»... son marcas para el marketing. Si uno es
rojo tiene que ser progresista, ecologista y feminista. Ser rojo constituye una
cosmovisión. Lo demás son auténticos camelos, discursos de charlatanes, ganas de
estar huyendo constantemente porque falta el centro de gravedad.
-¿Qué le está pasando a la izquierda en España?
-El PSOE desde hace ya mucho tiempo se está definiendo de centro. Somos nosotros
quienes seguimos empeñados en decir lo contrario. Hoy vivimos en la Restauración
canovista. Siempre he considerado que entre las fuerzas políticas mayoritarias
no hay grandes diferencias. Son dos manifestaciones para gestionar un mismo
sistema.
-¿Qué análisis hace del retroceso electoral del 14-M de Izquierda Unida?
-Se veía venir. Este militante de base no tiene nada más que decir que lo que
dice su dirección. IU creció cuando era distinta, pero cuando se empezó a
eliminar del discurso de IU el programa, que es lo que une en la diferencia, se
fue todo. Sin lo concreto no hay ideología, no hay acuerdo. Hoy domina la
filosofía del flash, de la instantánea para el telediario, pero el sentido de
proyecto, de proceso, se ha perdido.
-¿Cabe, entonces, pedir responsabilidades a la dirección de IU de la caída
electoral?
-La dirección ha estimado que la época del programa ya ha pasado y punto. Nada
más que decir. Yo no hablo; ahí están los hechos.
-¿La previsible escisión de Corriente Roja y la disidencia continua de Espacio
Alternativo se deben a ese déficit de programa?
-La izquierda siempre ha tendido, por desgracia, a la atomización, pero tiende a
ello cuando no hay ningún acuerdo básico, concreto y programático. Cuando todo
es cuestión de adjetivos y de flashes y hay una ruptura entre lo que se dice y
lo que se hace, se atomiza, se abre un proceso de sectarización. No sé cómo
puede acabar. Desde luego, yo no estoy de acuerdo con las constantes fugas. Hoy
se lucha sin sentido del mañana. Surgen grupúsculos que en seguida quieren su
parte alícuota en las listas y en los órganos de dirección. No van a la base a
explicar su proyecto; todo sucede en las cúpulas de las instituciones.