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Europa

Madrid: Y en esto llegó Hugo Chávez


María Toledano
Rebelión

ĦUh, ah, Chávez no se va!
Grupo Madera (Canción popular)


El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, anda de gira por el mundo libre repartiendo abrazos, acuerdos petrolíferos, ideas sobre la autogestión y las competencias de los comités de barrio, la sanidad pública, los microcréditos y el socialismo. De él destaca casi todo, empezando por su puesta en escena, ya que su corpulencia y maneras (como de ogro bueno de cuento infantil) hacen de su discurso político y social un reguero de sentimientos y verdades, una catarata de sentido común y esperanza para los pobres, para casi todos. Igual que muchos dirigentes latinoamericanos (y algún futbolista), su plática es florida y dulce, salpicada de adjetivos, excesos e imágenes, pero a diferencia de otros -quizá al servicio del FMI y de la blanca corrupción del Banco Mundial- Chávez reparte experiencia revolucionaria, bolivariana, como el que reparte bombonas de butano o construye un puente. Con seriedad, eficacia y rigor. A esto podría añadirse que es zurdo, cosas del azar y la genética, y escribe con el brazo siniestro, el maldito.
Su fugaz paso por Madrid, criticado con violencia verbal por los botarates de la derecha ("el gorila rojo" le apodan) y por algún ilustre socialista -el diseñador Glez- con viejos intereses comerciales con el ex presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, ha dejado en el ambiente político de la izquierda la sensación de que estamos ante un hombre de estado (como se decía de los grandes transformadores sociales: Allende, Nasser, etc.), con capacidad económica (petróleo) y respaldo popular (importante) para acometer con éxito (si antes -un suponer- no le mete la CIA una bala entre ceja y ceja) el cambio radical del modelo económico de desigualdad e injusticia que padece Venezuela. Este presidente Chávez parece un hombre nacido para la acción en el viejo sentido de Malraux -su biografía da buena prueba de ello- y eso, visto el panorama de políticos zafios y robaperas, mezquinos, delincuentes y repeinados, es algo que siempre se agradece. Un presidente, con el eco de Bolívar colgado de su solapa, que tiene en la cabeza (y en la de su equipo) la geografía y la identidad cultural de todo un continente: Latinoamérica.
Sonriendo, desde la altura y tranquilidad que conceden las repetidas victorias electorales frente a la oligarquía financiera y tecnocrática, la misma que organizó huelgas patronales, intentó secuestrar la voluntad popular y provocó el caos durante meses, Hugo Chávez (al que gran parte de la prensa española se resiste a tratarle con la dignidad de presidente) desgrana en sus intervenciones públicas una alternativa general a los problemas del moderno capitalismo, un programa de gobierno y compromisos que contiene ecos del primer Castro, la leyenda de Ernesto Guevara (algo del foquismo), fuertes resonancias de la Unidad Popular más toda la fuerza de la identidad nacional (constitutiva del sujeto político revolucionario) que arrastra la reinterpretación chavista del pensamiento de Bolívar. Empeñado en construir un mundo multipolar frente a la omnipresencia militar de EEUU, frente a la no-vida impulsada (sponsorizada, diría algún listo de la mercadotecnia) por el imperialismo, Chávez recorre el mundo haciendo amigos (Irak, Libia, Brasil, Rusia, Uruguay, Argentina, China, Cuba, ahora España), tratando de abrir una brecha en la red de hierro que sobre la población mundial han extendido las transnacionales de capital norteamericano. Y en esto llegó Chávez. Y dijo cosas justas, de fundamento, que la prensa nacional ha recogido como ha querido e interpretado a su antojo. Al fin y al cabo unos tenían/tienen intereses económicos en Venezuela (el citado diseñador Glez, el señor don Polanco, el ex presidente C.A. Pérez, Prisa, Sogecable, etc.) y otros ven en este ogro bueno -sin mayores e innecesarios matices- un remedo de Stalin pasado por las acogedoras aguas del sátrapa del caribe. El contubernio comunista que diría un clásico y reaccionario español.
Chávez llegó, habló largo con mucha gente, explicó sus cosas, visitó a empresarios y gobernantes, departió con Rodríguez Z., con el ministro Moratinos y con sindicalistas de izquierdas en Madrid (una inmensa minoría) cogió un avión y se marchó. En una reunión con representantes de la (auto)llamada sociedad civil (escritores, músicos, periodistas, cómicos, gentes de la universidad, farándula varia, el apuesto director del CIS y algún diputado perdido -para siempre- tipo Llamazares o López Garrido) respondió con ironía e inteligencia al compañero profesor Antonio Elorza cuando éste, henchido por su propia imagen y brillo, le increpó por su amistad con Castro. Sólo por esa respuesta larga e irónica (texto íntegro de la charla en
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=8113), en la que repasó desde la labor de los médicos cubanos en Venezuela hasta la necesidad de combatir de frente y por derecho las falsas manipulaciones cerrada con "jamás diré que lo que ocurre en Cuba tiene comparación con una dictadura.", hubiera merecido la pena el viaje. Ay, compañero Elorza, qué pena.