Hace apenas un mes y medio que Vladimir Putin desencadenó la masacre en la
escuela de Beslan, en Osetia del Norte, mandando sus tropas al asalto de un
edificio atestado de niños y parientes de éstos, con el objetivo de eliminar
unos 30 terroristas chechenos, con los que se negó a tratar en serio. El mismo
ex general de la KGB, la policía política stalinista, había preferido matar a
todos los concurrentes a un teatro moscovita para suprimir a 16 desesperadas
terroristas chechenas. Ahora concentra el poder en sus manos y da un golpe de
muerte a la Constitución y a las instituciones que daban a Rusia la apariencia
de una democracia formal. Así asesta también un salvaje mandoble a la lucha por
la democracia en la segunda potencia nuclear del mundo. Es decir, a los
argumentos políticos y morales que permiten enfrentar la política del capital
financiero internacional y la hegemonía imperialista de Washington y, en
general, a la democracia como condición fundamental de la autoorganización de
los pueblos y condición sine que non de la construcción de una conciencia
socialista. El general Putin es ahora candidato a convertirse en nuevo Stalin,
aunque en otro contexto internacional que lo limita.
Con el pretexto de la lucha contra el terrorismo no vaciló en imitar a George
W.Bush y en declarar la guerra preventiva, o sea su "derecho" a enviar tropas,
en la cantidad que quiera, al país que desee. Sobre la base del legítimo repudio
popular de los rusos al terrorismo checheno y al miedo a la inseguridad, que
lleva a pedir medidas extremas, Putin quiere implantar la pena de muerte y
limitar la libertad de circulación. Además, quiere concentrar los poderes. Ha
pedido al parlamento la anulación del derecho del pueblo a elegir los
gobernadores y los legisladores provinciales, que nombrará y revocará según su
conveniencia. Ha solicitado también el derecho a elegir y revocar los jueces, a
todos los niveles. Pide medidas que constituyen 33 violaciones de la
Constitución. Su partido "Rusia nueva" formado por burócratas y capitalistas
tiene mayoría en el Congreso y puede modificarla. Los comunistas, hasta hace
poco principal oposición, se han dividido en dos partidos, ambos nacionalistas y
no le ofrecen resistencia. Por lo tanto, lo que queda del Legislativo está a la
merced del Ejecutivo, que Putin ejerce por sí solo.
Sobre la base de esa omnipotencia Putin intentará llevar la guerra al terrorismo
checheno con métodos terroristas. Ahora bien, sólo una minoría de los chechenos
están en territorio de Chechenia, ya despoblado por la salvaje represión rusa,
que eliminó casi un cuarto de ese pueblo. La mayoría de los chechenos forma
parte de una diáspora mezclada entre los rusos, lo que hace la represión
terrible para todos. Además, para un pueblo ya diezmado por los zares, después
deportado y diezmado en masa por Stalin y ahora masacrado por Yeltsin y Putin,
el terror impuesto por Moscú sólo sirve para alimentar el terror de los
descendientes de las víctimas y el nacionalismo ruso sólo enardece el
nacionalismo checheno. De modo que en el Cáucaso surge un cáncer que, para gran
alegría de Estados Unidos, debilita el control ruso sobre las pequeñas
repúblicas alógenas (cristianas, como Georgia o Armenia, musulmanas como
Chechenia y las de Asia Central). Se une así al problema colonial (denunciado
desde Pushkin hasta Lenin por todos los rusos conscientes) la acción de Estados
Unidos, que quiere debilitar a la segunda potencia nuclear mundial, impedir su
intervención en el Cercano Oriente, crearle problemas con el Islam, impedir una
posible alianza con Europa o China, sabotear la riqueza petrolera y en gas de
Rusia. Los que contra toda lógica y toda la historia dicen que la defensa del
derecho de autodeterminación de las naciones sólo sirve al imperialismo
estadounidense, no saben lo que dicen y son los mejores aliados de Washington y
de la liquidación de la democracia en Rusia que podría permitir que ese gran
país diese apoyo a la resistencia a Estados Unidos en el Cercano Oriente y en el
mundo. ¡Que Alá, o Jehová, o Buda, o quien sea, nos guarde de semejantes
charlatanes "antimperialistas" adoradores de los Estados fuertes y llenos de
nostalgia por el poder staliniano! Porque Putin con el pretexto de la lucha
antiterrorista desarrolla el capitalismo salvaje eliminando la gratuidad de
todos los servicios sociales, condenando así a la muerte a pobres, ancianos,
jubilados, y suprime los frágiles elementos de democracia, reforzando el Estado
ruso y el nacionalismo ruso. O sea, encierra al país en un capitalismo nacional
oscurantista y sin límites y lo condena a una eterna guerra colonial en las
montañas del Cáucaso. Después de un primer momento en que todos los gobiernos
apoyaron la terrible represión de Putin en el caso de Beslan, algunos de ellos
empiezan a darse cuenta de las consecuencias, todas ellas favorables a Estados
Unidos, que aparece como único interlocutor de los terroristas chechenos (cuando
no como su apoyo secreto) cuando la sociedad rusa debería buscar a los no
terroristas para dar una salida política a la autodeterminación de los chechenos.
Aún hay tiempo para que la presión internacional impida que Putin lleve a Rusia
a la tragedia.
galmeyra@jornada.com.mx