Argentina: La lucha continúa
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"Con todo el tiempo que llevamos acá adentro, no quisiéramos ver esta fábrica cerrada"
Martín Escobedo y Rodrigo Miró
El Eslabón
Los trabajadores de Fábrica Militar de Fray Luis Beltrán, que hace varios meses pelean por mejoras salariales, pararon la planta. Además, mantienen una carpa reclamando una política industrial que los tenga en cuenta. Este medio estuvo allí y entrevistó a Raúl Broín, con más de treinta años como empleado y miembro de la comisión interna
La Fábrica Militar de Fray Luis Beltrán, unos pocos kilómetros al norte de
Rosario, cumple por estos días 71 años de vida. Pero hoy, la imagen que devuelve
esta planta industrial, se parece bastante al país que dejó de ser. Cuentan los
más veteranos que aquí llegaron a trabajar más de dos mil personas, aunque
después de años de desinversión por parte del Estado, apenas si tiene 300
trabajadores. Que ante la falta de presupuesto, en el complejo que alguna vez se
pensó para el desarrollo de misiles, tienen como una de sus tareas básicas la
repotenciación de las armas y municiones del Ejército que se van venciendo. Por
eso los laburantes –todos nucleados en ATE– iniciaron hace varios días un paro
de actividades en reclamo de mejoras salariales, y la incorporación de los
contratados a la planta permanente.
Además, denuncian que "desde la época de Alfonsín cuando se desamanteló el
proyecto para fabricar misiles que la planta no existe para ningún gobierno", y
mantienen una carpa en el portón de acceso sobre la ruta 11, pidiendo entre
otras cosas que el gobierno de Kirchner los tenga en cuenta si piensa a la
Argentina como un país industrial. Dos cronistas de el eslabón se
acercaron hasta allí. Y antes de que termine la preparación del guiso con el que
iban a pasar la noche, entrevistaron a Raúl Broín, delegado y miembro de la
comisión interna, con treinta años de trabajo en la planta.
¿Cuáles son las demandas actuales?
-Hace más de nueve meses que venimos peleando por cien pesos más de sueldo, el
pase de los compañeros contratados a planta permanente, y salir de la órbita del
ministerio de Economía, adonde pertenecemos desde la época de Menem y Cavallo.
La gente de De Vido nos dijo que con ellos había más posibilidades de volver a
tener más laburo, por eso también pedimos pasar al ministerio de Planificación.
¿Cuál es el básico de un laburante en Fábrica Militar?
-500 pesos, y los contratados ganan 400. Además, como están congelados los
escalafones prácticamente no hay diferencias entre los que están hace treinta
años y uno nuevo.
Con ustedes acá afuera, uno imagina que la planta está parada…
-Sí. Quedan 22 personas en la fábrica, contando director, subdirector, gerente y
algún que otro jefe.
Pero ellos no la van a hacer laburar…
-No, seguro que no. Además se aburren…
¿Qué cosas se producen en esta planta?
-Hoy, en lo civil, proyectiles para caza, para la 22 y cartuchos. Y para las
fuerzas de seguridad, tenemos la pistola 9 milímetros y el proyectil para esa
pistola 762. En artillería, como Ejército no tiene presupuesto, lo que hacemos
es repotenciar. Entonces, cuando se va venciendo el material, nosotros lo
traemos para acá, lo desarmamos, repotenciamos, y volvemos a poner en
funcionamiento.
¿En otra época qué cosas fabricaban?
-Y la verdad, ya ni me acuerdo de todas, pero nosotros acá hacíamos por ejemplo
discos de arado, válvulas para los tubos de gas y vagones.
¿Y es cierto que en cuando el proyecto de país era otro acá se habló de
fabricar misiles?
-Sí. En los años ’80 desarrollamos cohetes que andaban muy bien, y que en ese
momento se vendieron a Irán. El proyecto era tener una planta de misiles, y
rearmar al ejército argentino. Cambiarle las armas viejas por cohetes, que en la
guerra moderna reemplazan a los viejos cañones de 40 o de 105 milímetros. Pero
lo que ocurrió fue que empezaron con los retiros voluntarios en la época de
Alfonsín, y después lo profundizó Menem, que a puro decretazo fue echando gente.
Hasta que quedamos 189 trabajadores.
¿A qué edad entró usted en Fábrica Militar?
-A los 29 años. Llevo trabajando en esta fábrica unos treinta. Y hay otros que
están acá en la carpa que todavía tienen más años de servicio. Y con todo eso
que te contaba no hubo recambio, esa posibilidad de que haya gente que vaya
aprendiendo de a poco el oficio. Nosotros, hoy que ya estamos cerca de
jubilarnos, necesitamos gente que esté en planta permanente, que sea joven y que
uno pueda enseñarle lo que sabe. Porque con todo el tiempo que llevamos acá
adentro, lo que no quisiéramos es verla cerrada.
¿Pero por qué la querrían cerrar?
-Y… ya hace unos años que anda dando vuelta el proyecto para hacer acá un puerto
de embarque.
Lo veo aguantando en una carpa con otros compañeros suyos, para cobrar un
sueldo un poco mejor, para convencer a los funcionarios que no cierren esta
planta, o que la tengan en cuenta para un proyecto de país. ¿Cómo se ven las
cosas ahora después de todo lo que vivió?
-Uno a veces recapacita, y yo le digo a los muchachos que cuando nosotros
entrábamos, los tipos de mi edad tenían la vida resuelta y se los trataba como
señores, porque eso eran, los que realmente mandaban acá adentro, y nosotros
teníamos que aprender de ellos. Ahora llegamos a esa edad, y solamente somos los
enemigos de los que quieren cerrar la planta. El que conoce su profesión, que se
ha tratado de modernizarse, a ellos les molesta.
De todas maneras, a esta pelea por los cien pesos y el pase a planta parece
que la ganan…
-Sí, eso pensamos. Hace unas horas recibimos la noticia de que prácticamente
estaba cerrado el acuerdo con Dirección General, con nuestras reivindicaciones.
Pero tiene que refrendarlo el ministerio de Economía, y ahí nos dijeron que se
van a tomar dos días más (hábiles) para firmar. Eso para nosotros es una
desaprensión terrible. Humanamente uno se siente mal, ¿quién nos dirige? ¿No les
importa que estemos acá tirados?
Ayer lo conocí cuando fue a Rosario a una marcha de los maestros, ¿por qué
estaba allí si esa pelea supuestamente no era la suya?
-Porque lo encuentro una obligación. Siempre me enseñaron que los trabajadores
somos todos iguales, y con la experiencia aprendí que era así. Los que nos
distinguen es para poder mandarnos. Nos hacen lo mismo. Te ponés a hablar con un
maestro, con un aceitero, uno de Sulfacid, y la metodología es la misma. ¿Qué
diferencia podemos tener entonces con el paro de los maestros?•