El presidente Kirchner asume la agenda reaccionaria del
empresario textil Blumberg
Ruth Werner y Facundo Aguirre
LVO 146
La masiva marcha del jueves 26 de agosto convocada por Juan Carlos Blumberg,
instaló con fuerza al empresario textil como el referente político y social de
"la gente como ustedes" (Blumberg sic). Columnas compactas de clases medias
enojadas son el nuevo protagonista callejero, la base social de una derecha
reaccionaria, que impuso su agenda en materia de seguridad y que ahora presiona
para conseguir aún más del gobierno de Kirchner y de Solá en la provincia de
Buenos Aires. Por su parte, la violencia policial contra los manifestantes que
reclamaban la libertad de Raúl Castells y la redada posterior que dejó 120
detenidos, hablan de la decisión oficial de recurrir a la represión contra los
movimientos de lucha. El kirchnerismo continúa su giro a la derecha y los
elementos más reaccionarios de la situación priman en la realidad. La
movilización Blumberg tuvo -como vemos- un rápido efecto.
En Congreso se olía perfume y las ropas delataban el "buen gusto" y las marcas
caras, un clima social recoleto y "paquete" que los medios de comunicación -con
su inquina racista- no tardaron en contrastar con la Plaza de Mayo ocupada por
piqueteros, calificada de "Plaza mugre" en referencia al acampe de los
desocupados. (Al margen, el reaccionario Mariano Grondona calificó a los
concurrentes de la marcha Blumberg como "la reserva moral" del país. Extraña
"moralidad" la de esta "gente" que pide gatillo fácil, que aplaude a rabiar la
declaración fascistoide sobre "los derechos humanos de los delincuentes" y que
expresaba a viva voz su desprecio hacia los sin trabajo).
La bandera de orden y seguridad constituye hoy la punta de lanza de una ofensiva
reaccionaria de la derecha que halló eco en la disposición del gobierno
"progresista", el cual votó todas las leyes propuestas por Blumberg. Tanto es
así que Solá respondió a los ataques del empresario diciendo que había hecho
todo lo que le había reclamado y Arslanián acusó a la Fundación Axel de ser
financiada por Kirchner. Si la agenda represiva y la criminalización de la
pobreza hoy están en el centro del debate, no es sólo por la convocatoria de
Blumberg sino también por la voluntad del kirchnerismo que tomó como propio su
programa. La mayoría de los organismos de derechos humanos y el "progresismo"
depositó en K sus expectativas de cambio. El fracaso de esta ilusión está a la
vista y demuestra la estrechez -o la complicidad- de la política que llevan
adelante apoyando al presidente.
La crisis de representación
El efecto Blumberg es un producto de la crisis orgánica del capitalismo
argentino y de la persistente crisis de representación política que ha terminado
con la gran mayoría de los viejos partidos patronales. Es una muestra de la
incapacidad del régimen para contener a la pequeño burguesía bajo la tutela de
los viejos partidos. Con el estallido de la UCR y el Frepaso, este sector social
se quedó sin una voz política que lo contuviera, dividiéndose entre el apoyo al
gobierno -el ala progresista- (aunque cada vez en menor medida); y
corporizándose como movimiento social reaccionario, su ala más conservadora. La
base de Blumberg hace recordar a lo que en la Argentina históricamente se
conoció como el "gorilaje".
Parafraseando a Antonio Gramsci, lo viejo aún no muere y lo nuevo no termina de
dar a luz. Esto ocurre porque la rebelión popular del 2001 no pudo llevar hasta
el final las tareas que se había propuesto, lo cual se explica porque la clase
obrera no intervino dando una salida positiva a la crisis de la sociedad. A su
vez, la disputa por la hegemonía entre las distintas fracciones burguesas
impidió la recomposición plena del estado. Esto llevó a que fueran fracciones de
la pequeño burguesía las que actuaran como voceras de la política burguesa y
agentes de las instituciones y del orden capitalista. Así, el gobierno de K se
presenta como lo nuevo que nace, para ser más eficaz como instrumento de la
pasivización, es decir de la desmovilización de los grupos sociales en lucha. Su
discurso "renovador" y "antineoliberal" le permitió atraer las simpatías de
franjas de la clase media y los trabajadores. Por su lado, el efecto Blumberg es
la contracara reaccionaria que -también travestida como algo nuevo- expresa los
temores de la franja acomodada de este sector ante la "inseguridad" y el
fantasma del "desorden" (identificado con la protesta social), preocupada por
perder su estabilidad económica y con ella el consumo del que hoy gozan.
En ambos casos, la vieja política intenta reciclarse: como peronismo "moderno"
-junto a K- el aparato de duhaldistas y menemistas y como "nueva" derecha, el
lopezmurphysmo, Macri y Bullrich.
Kirchner y Blumberg son por último tendencias que anidan en la realidad pero que
no logran desplegarse porque la relativa estabilidad económica atempera en algo
los ánimos de las clases sociales, no se han logrado constituir como fuerzas
orgánicas y porque el peronismo –donde convive el "progresismo" kirchnerista, el
duhaldismo conservador y la derecha menemista- aún subsiste manteniendo unidas a
todas sus fracciones.
Son dos fenómenos híbridos (potencialmente aberrantes) que hablan de la
degradación de la democracia burguesa semicolonial, del papel devaluado de las
instituciones del régimen y sus partidos: hoy el peso político corresponde a las
figuras mediáticas -Blumberg y Kirchner- y las disputas políticas siguen
teniendo como escenario privilegiado, las calles.
Seguridad y lucha de clases
Una parte del progresismo golpea contra Blumberg porque opinan que es
desestabilizador del gobierno kirchnerista. Como ya dijimos, "olvidan" que el
mismo K asumió la agenda del ingeniero. Otros presentan el hecho de que el
gobierno sea el factor institucional que endurece las leyes y ejecute una
política más represiva como el "mal menor" frente al fantasma de la derecha.
Pero que la "seguridad" esté en el orden del día habla de una comunidad de
interés entre la derecha y el gobierno que responde a la necesidad de recomponer
las fuerzas represivas del estado –paradójicamente las mismas que en su
descomposición están detrás de los secuestros extorsivos- y apuntalar por otra
parte a las instituciones de una democracia para ricos, cada vez más degradada y
con sus libertades crecientemente restringidas, ya que la misma se basa en la
pobreza de la mayoría de la población, el desempleo de millones, la entrega
nacional y el crecimiento obsceno de la desigualdad social.
Esencialmente, la "seguridad" que discuten no es la de la vida de los barrios
humildes o la de los jóvenes como Diego Lucena asesinados por el gatillo fácil,
sino la de la propiedad privada de los capitalistas, de los countries y del
control de las calles para evitar la emergencia de la lucha de clases. Y es
precisamente el retraso, o la inmadurez política de este último factor el que
permite que sean estos actores los que ocupen el escenario.
La tesis del "mal menor" suele hacer referencia a que la pobreza, la
desigualdad, el desempleo y el gatillo fácil son los factores que explican la
criminalidad. Pero como los progresistas apoyan a un gobierno que a las demandas
de pan, trabajo y salario no puede darle una respuesta favorable por su
compromiso con el imperialismo, su papel de agente de las grandes patronales y
su compromiso con las instituciones represivas, sólo pueden quedarse en el
terreno del diagnóstico y no ofrecer ninguna solución. La lucha por estas
reivindicaciones chocan con el rumbo del gobierno y el interés capitalista,
planteando la necesidad de un movimiento independiente de las clases explotadas
para imponerlas. El kirchnerismo es un factor de desorganización para impedir
que esta posibilidad se concrete.
No es un problema secundario. Toda la preocupación de la burguesía y sus agentes
desde fines del 2001 en adelante ha sido la de evitar que se exprese
ofensivamente la fuerza social que puede darle una respuesta positiva a la
crisis nacional: la de la clase obrera y el pueblo oprimido. Lo vemos hoy en el
Consejo del Salario donde los burócratas de la CGT y la CTA son auspiciados como
representantes de los trabajadores para fortalecerlos en su papel de contención
de la fuerza obrera.
Lucha política
Si la fuerza de los trabajadores no se expresó no es por falta de poder social.
Todo lo contrario: en sus manos reside la capacidad de paralizar la maquinaria
de los capitalistas y de reorganizar la sociedad sobre nuevas bases. Tampoco es
porque la fragmentación de sus filas responda a una nueva naturaleza que la
inhibe como sujeto del cambio. Si su fuerza no se muestra plenamente es producto
de derrotas pasadas, de los dirigentes traidores, del temor conservador al
desempleo y de las ilusiones presentes en que la solución a sus problemas vendrá
desde arriba.
La situación actual de nuestra clase está llamada a ser revertida. Síntomas de
recuperación existen y se manifiestan crecientemente. Hemos señalado en el
último tiempo numerosos ejemplos: Aceros Zapla, Caleta Olivia, los mineros de
Río Turbio, los obreros de Zanon, son algunos entre muchos. Cabe decir que
mientras franjas de los trabajadores entran a la lucha por sus reivindicaciones
y millones padecen la pobreza, los burócratas sindicales negocian migajas y se
desgañitan por mantener a la clase obrera cautiva del gobierno.
Si en las calles se están imponiendo las agendas políticas y la derecha exige
orden, hay que bregar porque la clase obrera y el pueblo movilizado la derroten
–también en las calles e impongan su propia idea del orden: contra los
banqueros, los capitalistas, los políticos del viejo régimen, todos los que
entregaron la nación y la hundieron en la pobreza. Para eso, la clase obrera
tiene que asumir la necesidad de la lucha política, como una fuerza
independiente de la burguesía, el peronismo y todos los partidos patronales,
recomponiendo la unidad entre ocupados y desocupados y planteando su propia
salida. El primer paso en este sentido es hacer suya la defensa de las
libertades democráticas hoy en cuestión, la lucha por la libertad de Raúl
Castells y todos los presos políticos y contra la represión en ciernes contra
los movimientos de lucha, planteando el frente único entre las organizaciones
obreras combativas y los movimientos piqueteros opositores, así como la unidad
en la acción con los organismos de derechos humanos opuestos a la represión y el
movimiento estudiantil.
Todas las propuestas que venimos planteando desde el PTS, la lucha por el
salario y el reparto de las horas de trabajo, la necesidad de un frente político
de los trabajadores, la recuperación de las organizaciones obreras y la
institución de organizaciones comunes de ocupados y desocupados, los
consideramos pasos a dar hacia este objetivo, un nuevo orden, el de las masas
autodeterminadas, un estado de los trabajadores y el pueblo.