Sobre estas estepas lejanas del poder central nacional ha vuelto a volar el
fantasma de la Patagonia Rebelde. Esos obreros y peones rurales que en 1921
iniciaron una de las huelgas más históricas del país por la instrumentación de
una serie de reclamos muy básicos pero que golpeaban en el corazón mismo del
capitalismo terrateniente.
Hace 8 décadas se lucho por la reducción de la jornada laboral, el aumento de
los salarios, la mejora en las condiciones laborales, la inclusión de botiquines
escritos en castellano, etc. El pliego original de reivindicaciones versaba 'Los
estancieros se obligan a pagar a sus obreros un sueldo mínimo de cien pesos
moneda nacional y comida, no rebajando ninguno de los sueldos… Cumpliéndose
estos reclamos todo los huelguistas regresarán al trabajo pagándosele los
haberes de los días de paro y sin que haya represalias…'
Al revisar los petitorios elaborados en las luchas de los últimos tiempos, se
encuentra una similitud llamativa y auspiciosa que muestra como estos
huelguistas de hoy están guiados por los de ayer.
Muchas son las similitudes entre lo que sucedió hace 83 años y lo que hoy
protagoniza la región del Golfo San Jorge. Al igual que en aquellas jornadas de
lucha, los ocupados y los desocupados de Caleta Olivia, Pico Truncado y Comodoro
Rivadavia han salido a las calles para darle pelea al capitalismo salvaje,
brutalmente representado por las empresas multinacionales petroleras.
De un lado están los Braun, los Menéndez Behety y todos los demás estancieros de
la Sociedad Rural del siglo pasado, ellos hoy se encarnan en la piel de Repsol,
Panamerican, Tecpetrol y Vintage; compañías que, al igual que los
terratenientes, explotan las riquezas de nuestros suelos.
Del otro se encolumnan los Gallego Soto, Facón Grande, El Toscazo, El 68 y
Albino Arguelles, máximos dirigentes de las huelgas gauchas de los años 20 y 21.
Ellos hoy les muestran el horizonte de libertad, igualdad y fraternidad a los
petroleros, piqueteros, fileteros y a los laburantes de la construcción que
también buscan dar vuelta la tortilla.
Las analogías continúan. Así como en los ´20 el gobierno radical de Irigoyen
mandó al Ejército, comandado por Varela; hoy el gobierno justicialista nacional
y provincial también ha enviado a sus gendarmes para que se encarguen de acallar
la protesta.
A tal punto llegan las similitudes que de mediar algún avance represivo para
acallar los reclamos populares hará falta que las proliferantes prostitutas de
hoy expulsen a escobazos a los represores, tal como lo hicieron las trabajadoras
del sexo de San Julián con los soldados que llegaban de matar obreros.
Las semejanzas son muchas, pero la gran huelga patagónica del siglo pasado fue
derrotada, hoy las luchas vienen triunfando y el final está abierto. De la
unidad y el avance de los objetivos dependerá el triunfo. Ganar es posible y una
sociedad más justa y digna de ser vivida puede ser construida por esos hombres y
mujeres que integramos el movimiento obrero y el campo popular.