El reclamo de seguridad de la pequeña y baja burguesía, asustada e inquieta, es
la fuerza social y la cobertura ideológica que sustenta la campaña reaccionaria
y de restauración de la autoridad estatal. Las manifestaciones de Blumberg por
la seguridad son ensalzadas desde los medios de comunicación de la burguesía –y
en particular los de la derecha reaccionaria- como la expresión del "buen
ciudadano", los que son contrastadas con las movilizaciones de quienes reclaman
trabajo, salarios o enarbolan el derecho básico a la subsistencia. Los
explotados son tildados de caóticos, violentos, patoteros, clientelares y hasta
de vagos –esto dicho por un ministro del gobierno que se reclama progresista-.
En suma, de un lado el bando de los "malos ciudadanos" -de gente que exige ser
mantenida y que hace sus necesidades en las iglesias- frente al elegante y bien
perfumado bando del "buen ciudadano".
Democracia para ricos
La burguesía en su campaña ideológica ha dividido a la sociedad, diferenciando
con un criterio clasista el "buen" derecho del "buen ciudadano" y los derechos
del explotado que –según su discurso- son una amenaza a la libertad. La
"democracia" no puede darle cabida a todos en su seno y se hace cada vez más
restringida, identificándose en los sectores pudientes y dejando cada vez más
fuera de ella al pueblo explotado y oprimido. Se desnuda que la "igualdad" del
ciudadano ante la ley es una ficción (recordemos que para la ley burguesa
formalmente todos somos iguales y gozamos de los mismos derechos y garantías, o
como reza un viejo dicho: la ley prohíbe tanto al rico como al pobre "dormir
bajo los puentes y robar pan"). Esta igualdad no puede existir porque la
sociedad está desgarrada entre quienes poseen los medios de producción y quienes
están obligados a vender su fuerza de trabajo, fundamento de la lucha de clases
bajo el capitalismo.
En el discurso imperante, la "virtud" cívica es adjudicada a los que se
movilizan o expresan favorablemente lo que constituye una parte esencial del
interés capitalista: la recomposición del orden público y la autoridad de las
instituciones del estado. La democracia se va mostrando crecientemente como un
régimen que degrada los derechos "ciudadanos" (la igualdad formal) de la mayoría
oprimida conquistados en luchas históricas, cercena las libertades públicas,
ataca la organización de los luchadores y encarcela a los dirigentes y
militantes sociales, cada vez que los explotados cuestionan con sus actos el
orden burgués. Incluso, no respeta siquiera a sus propias instituciones. El
gobierno de K utiliza discrecionalmente los decretos de necesidad y urgencia.
Una democracia para ricos –como la definía Lenin- "estrecha, amputada, falsa,
hipócrita, paraíso para los ricos, trampa y engaño para los explotados, para los
pobres"1. Una envoltura que encubre la dictadura del capital.
Seguridad y propiedad privada
El "buen ciudadano" pequeño burgués al centrar su pedido en la seguridad, no
representa –como cree y es presentado- el derecho a la vida y el interés social
de la mayoría por abolir el crimen. La inseguridad es por un lado el fruto de la
descomposición de las fuerzas llamadas a establecer el orden –las mafias
policiales protagonistas de los secuestros- y por el otro el producto de la
entrega nacional y la expropiación del producto y la riqueza social, causal de
la pobreza, el desempleo y la marginalidad, con su consecuencia de
descomposición social. Lo que hace el pequeño burgués al exigir orden –orientado
por el miedo- es desechar la realidad agobiante de la desigualdad social y pedir
que sea el estado haciendo uso del monopolio de la fuerza el que garantice la
seguridad, más allá de que sea el propio sistema el que la subvierte.
El "buen ciudadano" reproduce el valor supremo y egoísta, que tiene el capital,
de la defensa de la propiedad privada. Como decía Marx (describiendo a la
sociedad burguesa de su época) "La seguridad es el concepto social más alto
de la sociedad civil, el concepto de policía; toda la sociedad está ahí sólo
para eso, para garantizar a cada uno de sus miembros la conservación de su
persona, de sus derechos y de su propiedad"2. Así legitimados por el "buen
ciudadano" los burgueses y su gobierno golpean –por ejemplo- contra los
desocupados de Caleta Olivia por atreverse a ocupar la propiedad privada de las
petroleras para conseguir trabajo. El "buen ciudadano" que quiere resguardar su
propiedad individual, es funcional a la defensa de la propiedad privada del gran
capital que es quien verdaderamente amenaza sus posesiones (recordemos que la
confiscación de sus ahorros fue llevada a cabo por los banqueros). El "buen
ciudadano" acepta así como natural la dominación política del capital, su
dictadura, bajo el presupuesto de que "La seguridad es producto de la ley,
que emana directamente del monopolio del poder del Estado (...) representa para
quien vive bajo ella una necesidad absoluta"3. El "buen ciudadano" se hace
eco de lo que quiere el capital y su Estado, clama por endurecer su ley, es
decir por darle más poder a sus verdugos.
Criminalización de la pobreza
El "buen ciudadano" le exige al Estado "que lo libre de la preocupación por
los pobres en el mismo sentido que exige que lo libere de los criminales" de
esta forma "La diferencia entre pobres y criminales se borra: ambos están al
margen de la sociedad"4. Blumberg y Kirchner, así como el PJ y la política
burguesa piden instituciones fuertes y leyes duras. Prometen combatir el crimen
y el desorden, identifican cada vez más en su discurso el crimen y el desorden,
y a este último con la lucha social. Sin embargo, los criminales –como en el
caso AMIA- gozan de libertad e impunidad y los piqueteros y dirigentes sociales
son encarcelados. El gobierno y el "buen ciudadano" no sólo niegan como realidad
el sufrimiento, la opresión y la explotación como motor de la protesta sino que
también se le niega la voz y lo transforman en una figura penal. A Castells se
lo acusa de extorsión por ocupar un casino solicitando ayuda para sus comedores.
Se caratula criminalmente una petición para deslegitimarla, se intenta
deformarla para cubrir el carácter político de la persecución. Lo que es peor,
en el espíritu del "buen ciudadano" ya surgió el tipo de resentido que llevó la
campaña antipiquetera a los hechos. El caso de la compañera Porfidia Ojeda que
recibió un botellazo de un quinto piso, es su demostración gráfica.
Nuevo orden revolucionario
El Estado burgués y los capitalistas buscan recomponer su hegemonía política e
ideológica sobre la sociedad, volver a hacer creíbles sus valores, hacer fuertes
sus instituciones y necesaria la represión. Al orden predicado por el sistema,
la clase obrera le tiene que oponer su propia respuesta hegemónica, su idea de
un nuevo orden y de un nuevo Estado; así como hacer valer sus propios derechos y
los de todo el pueblo oprimido. Donde hay dos derechos enfrentados decide la
fuerza solía decir Marx. La clase obrera tiene que postular un nuevo orden
revolucionario que reorganice la sociedad, poniendo fin al saqueo de la nación
por el imperialismo, la expropiación de las riquezas sociales y la explotación
capitalista, y con ella liquidar toda razón para el crimen y para todo egoísmo.
Un Estado de los trabajadores, es decir, una organización de las masas que eran
oprimidas por el capitalismo, basado en su autodeterminación y democracia
directa, en su participación activa en la dirección política, económica y
social, es la democracia por la que deben luchar los explotados, mediante la
revolución socialista. Mientras tanto la seguridad en que pueden confiar los
trabajadores es la de su propia organización y lucha, que los defienda tanto de
los ataques del estado burgués así como sirva para disciplinar a los elementos
desclasados del pueblo pobre. La democracia para ricos, a la cual hay que
arrancarle cada vez más libertades, no es más que una dictadura del capital. 17/9/2004
Notas
<>1 Vladimir Lenin. La revolución proletaria y el renegado Kautsky.
2 Karl Marx. Acerca de la cuestión judia.
3 Hanna Arendt. La tradición oculta.
4 Hanna Arendt. Idem.