AntiRrepresivo: Editorial de CORREPI - Agosto 2004
Blumberg y su cruzada
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.- BLUMBERG Y SU CRUZADA
El secuestro y asesinato de Axel Blumberg en marzo de este año generó la
irrupción de su padre en el escenario político nacional. El ingeniero textil
devenido en un "líder involuntario" según Mariano Grondona, se ubicó como
referente y gurú de la seguridad nacional a partir de su tragedia personal. Su
Cruzada por Axel, centrada en un petitorio a las autoridades con el aval de
millones de firmas de ciudadanos, es otro ataque represivo contra el pueblo: más
mano dura y menos derechos y garantías para los sectores radicalmente excluidos.
En su convocatoria inicial se mezclaron sectores medios y altos con madres y
familiares de los pibes humildes asesinados por la policía, quienes muy pronto
vieron que no era con ellos que se alineaba el canoso empresario. Este prefirió
rodearse de personajes como Ruckauf, Casanovas o Durrieu al grito de "ley y
orden".
Desde su primera aparición pública CORREPI caracterizó al "líder involuntario"
como un integrante -y ahora vocero- de los sectores más reaccionarios para
promover una fuerte corriente de opinión favorable al endurecimiento del sistema
penal y a la ampliación de facultades a las fuerzas de seguridad. Estuvimos
solos en aquel momento, ya que incluso importantes organizaciones populares
anunciaron que acompañaban "con sus propias consignas" la marcha en la Plaza
Lavalle, lo que no modificaba la naturaleza antipopular del acto, ni el
contenido del famoso petitorio, conocido por menos de la mitad de quienes lo
firmaron. [1]
El tiempo confirmó nuestra posición. Fue necesario que Blumberg dijera lo que
dijo de Sebastián Bordón y que designara a un conocido fascista como su abogado
para que esos apoyos desaparecieran.
Desde su instalación como figura pública, Juan Carlos Blumberg, especie de Mirta
Pérez ilustrada [2], fue objeto de una suerte de tironeo entre esos sectores que
lo rodearon desde un principio y el propio gobierno nacional, que es mucho más
prolijo a la hora de exponer su política represiva. El hombre era el personaje
ideal para promover y propagandizar una corriente de opinión pública favorable a
una serie de proyectos que desde hacía mucho tiempo dormían en despachos
oficiales, algunos desde hacía varias administraciones. Inviable sin consenso,
finalmente vieron la luz integrando el Plan Nacional de Seguridad [3].
Hasta el presente sólo se han implementado o comenzado a implementar las medidas
del Plan y las reformas legislativas que más claramente señalan su carácter
represivo, casualmente aquellas que poco o nada tienen que ver con la supuesta
prevención de delitos como el padecido por la familia Blumberg, sino que
fortalecen el aparato represivo del estado a la vez que satisfacen viejas
exigencias de la política continental del imperio, contenidas en los viejos
proyectos de Ley Antiterrorista.
Blumberg, mientras tanto, fue recibido por el Presidente Kirschner. La prensa
informó, sin que el gobierno lo desmintiera, su compromiso a realizar gestiones
ante empresas privadas para financiar la Fundación Axel.
Es de conocimiento público que tanto el empresario como su videlista abogado han
viajado a Estados Unidos, donde se entrevistaron con funcionarios políticos y
policiales para gestar convenios de "perfeccionamiento y capacitación" de las
fuerzas de seguridad con la policía yanqui, y luego a Europa, donde la visita al
Papa fue foto de tapa de los diarios argentinos. [4]
2.- EL DEBATE EN EL ESTADO - CÓMO REPRIMIR CON CONSENSO Y SIN COSTO POLÍTICO
En el marco de nuestra democracia formal, nunca ha sido materia de debate entre
los distintos sectores del poder si se reprime o no, sino cómo se ejercen esos
necesarios mecanismos de control social y disciplinamiento. Aquella división
entre "manoduristas" y "garantistas" refleja en realidad la diferencia entre
quienes sinceran sus ansias represivas y apuestan al apoyo histórico que el
autoritarismo tiene en algunos sectores sociales argentinos, y los que prefieren
buscar el consenso de quienes tienen tanto horror al desorden como al terrorismo
de estado.
Son mucho más aparentes que reales las infladas controversias sobre las
políticas represivas del estado que pueden esquematizarse entre el discurso del
gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires. No se trata de un
verdadero debate de ideas acerca del rol del estado, sino de una discusión
acerca de su aparato represivo: cómo se puede reprimir más y mejor, con el menor
costo político. Ese es el nudo de la cuestión.
Los distintos intereses económicos representados en las variantes políticas que
ejercen el poder marcan el ritmo del maniqueo debate. Los voceros de las
empresas privatizadas y de los inversionistas extranjeros permanentemente agitan
con la necesidad de "seguridad jurídica", y reclaman palo y a la bolsa ya. Se
publican artículos en diarios del exterior, como El País de Madrid, alertando
sobre la desconfianza que el problema piquetero produce en potenciales
inversores, y hasta don Roger Noriega se preocupa públicamente por la seguridad
del emporio McDonald.
Raúl Alfonsín reclama reprimir "la violencia del palo", y el ministro de
economía Lavagna y el de seguridad bonaerense, León Arslanián salen en su apoyo,
de manera más o menos explícita.
Del otro lado del escenario, los Fernández y Gustavo Béliz cumplen su tarea de
ser "la voz de la cordura", defendiendo una y otra vez la decisión del gobierno
nacional de no reprimir con la fuerza. En una jugada magistral para desprenderse
del costo político de la necesaria represión, le pasan la pelota al poder
judicial, lo que implica la judicialización del conflicto.
El permanente repiqueteo belicista (de Béliz) instando a los jueces "a actuar
con el código penal en la mano" responde a la lógica de no querer cargar con el
costo político de la represión. Todos la quieren usar, pero ninguno sabe cómo
hacerlo sin perder consenso. De allí que aunque en apariencia haya dos
discursos, como intenta presentarlo el Diario La Nación en su edición del
domingo 11 de julio de 2004, prosperan las iniciativas de articulación de
fuerzas federales y provinciales como los proyectos "Policía de Buenos Aires II"
y la "Fuerza Federal de Paz".
En la entrevista queda clara la esencia de la discrepancia. Dice Béliz: "…en el
caso en el que se produzca una actividad delictiva para cuyo cese se corra algún
tipo de riesgo de agravar la situación, se consulta a un juez y a un fiscal para
que dispongan qué hacer". Y responde Arslanián: "Hay que diferenciar muy bien
dos tipos de situaciones, la de flagrancia y la del hecho consumado. En la
flagrancia debemos actuar autónomamente. A partir del momento en el que toma
intervención un juez, la fuerza pierde capacidad de acción autónoma y depende de
la directiva judicial. Nosotros decimos que si intentan tomar una comisaría
tenemos el derecho, la facultad legal y la obligación de usar la fuerza, aunque
es un recurso extremo."
Pero a renglón seguido, aclara Béliz: "El uso de la fuerza en términos
racionales, proporcionales y directamente encaminados a hacer cesar una
situación en que se pueda violar la ley, el Estado la tiene como monopolio y no
está en tela de discusión. Lo que hay que medir es que la reacción en un
determinado tipo de manifestación no genere una situación de violencia mayor."
O sea, "no vamos a hacer un Puente de Corrientes, un 20 de diciembre o un 26 de
junio porque sabemos que se generaría una reacción antirrepresiva y nos pasaría
como a De La Rua y a Duhalde, y nosotros hemos aprendido esa lección. Sin
consenso no reprimimos". A dos años de transcurrida la última masacre, y pese al
éxito parcial de la política de deslegitimación y de cooptación de los
movimientos populares encarada por el gobierno, debe haber sido para ellos un
trago duro de pasar la multitudinaria marcha del 26 de junio.
Es esa búsqueda de consenso lo que marca la política del gobierno nacional. Para
obtenerlo no desperdicia la oportunidad de agitar con éxito el supuesto discurso
contrario. Es así que algunos –muchos- creen que es mejor apoyar este gobierno
"un poquito popular" antes que correr el riesgo de que se fortalezcan los López
Murphy, Macri y otros ejemplares de Jurassic Park como el marido de la locutora
chilena.
3.- LA BRONCA POPULAR
Paralelamente, todo sirve para instalar la idea de que "así no se puede seguir".
Como uno de los objetivos es lograr consenso para reprimir a los movimientos
piqueteros no transversales, todo lo que ocurre se les endilga, sea o no fruto
de su movilización.
Los vecinos de Tres Arroyos apedrean una comisaría, y el fiscal dictamina que,
como la mayoría eran pibes de 15 o 16 años, eso prueba que alguien los manipuló,
cuando no hace falta explicarle a un adolescente pobre que la policía es su
enemigo.
Los familiares de víctimas de gatillo fácil impiden la inauguración de una
comisaría en Villa Tesei, y a la semana llenan de huevos y pintadas otra, y los
diarios titulan "piqueteros atacan comisaría". De la policía de gatillo fácil,
de la auténtica bronca popular, no se dice nada.
Un diputado provincial kirschnerista toma una comisaría federal porque uno de
sus militantes fue asesinado, y el hecho se discute en los medios como si "los
piqueteros" hubieran instalado una nueva modalidad de lucha: tomar comisarías.
Las autoridades provinciales anuncian sanciones y exoneración para el comisario
"que se deje tomar una comisaría". El mensaje es claro: o disparan, o los
echamos.
La prensa, como en el caso Blumberg, cumple un rol funcional a la creación de
consenso tanto al apoyar al padre dolorido que quiere justicia como para
denostar a quienes no concuerdan ni con las exigencias de la derecha más
recalcitrante ni con las soluciones lavadas del gobierno. Por un lado, mantienen
la agitación de la "inseguridad". Por otro, reeditan escenas setentistas contra
la "violencia" piquetera, a la que no sólo La Nación o Radio 10 han comparado
con organizaciones armadas.
Finalmente, se silencia la otra cara de la represión del estado, la que no ataca
organizaciones sino indiscriminadamente individuos: los más débiles y
vulnerables. El gatillo fácil, la aplicación sistemática de la tortura y las
detenciones arbitrarias no sólo no han decrecido, sino que los índices aumentan
en todo el país. En distintas provincias, como Santa Fe, se relegitiman las
facultades policiales para detener a cualquiera sin motivo, y se incumple la
sentencia de la Corte Interamericana de DDHH que ordenó al estado argentino
revisar y modificar su legislación interna en materia de detenciones
arbitrarias.
No sólo siguen vigentes herramientas como la averiguación de antecedentes y las
contravenciones, sino que se avanza sin cesar hacia más facultades para
reprimir, como ocurre en estos días en la ciudad de Buenos Aires con la sanción
del nuevo Código Contravencional. En la Audiencia Pública convocada por el
Gobierno de la Ciudad, que denunciamos como una farsa y cuyas conclusiones
fueron totalmente omitidas en el debate legislativo, fue ampliamente mayoritaria
la postura contraria al sistema contravencional, pese a lo cual insisten medios
y funcionarios en que "los vecinos" sostienen el código.
La oposición a la reforma represiva del código es presentada por los medios como
exaltada y revoltosa minoría de inadaptados; minoritaria turba, ruidosa y soez,
integrada por piqueteros, prostitutas, travestis y vendedores ilegales, de
comportamiento irascible y procaz [5], eficaz modo de relegar el debate sobre el
sistema de faltas y contravenciones a esos sectores marginados, a quienes sin
dudas afecta primordialmente, porque son parte del segmento social que debe ser
disciplinado y del que forma parte la enorme y empobrecida mayoría del pueblo
argentino, esa que todavía busca su destino.
NOTAS:
[1] Según el Centro de Estudios para la Convergencia Ciudadana que dirige la ex
funcionaria duhaldista y asesora en la materia de seguridad del ex presidente
Carlos Menem, Paola Spatola, que encuestó a la concurrencia al acto del pasado
22 de abril frente a los tribunales, el 99,5 por ciento de los asistentes afirmó
estar de acuerdo con la propuesta de Blumberg, pero sólo el 44% dijo conocerla.
El resto, más de la mitad de los manifestantes, admitió ignorar el contenido del
"petitorio".
[2] Diputada fascista que querella por injurias al compañero Daniel Stragá por
haber afirmado que hace política de derecha a partir de la muerte en un asalto
de su hijo.
[3] Sobre el análisis crítico del Plan Nacional de Seguridad, ver documento de
CORREPI en www.correpi.lahaine.org
[4] Vale destacar que en Miami, por ejemplo, Blumberg se reunió con John Timoney,
el "tercer hombre", luego de Rudy Giulianni y William Bratton en materia de
"Tolerancia Cero", encargado de entrenar la policía iraquí después de la
invasión yanqui y actual comisionado de policía en Miami. Más datos en http://www.rebelion.org/argentina/040514cru.htm
, "La Cruzada Blumberg y la doctrina Bush en Argentina", por Sebastian Hacher.
[5] La Nación, 11/07/04, nota editorial "Código nuevo, vicios viejos".