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Argentina: La lucha continúa

Perón 1974 - 2004: 30 años de ausencia- presencia


Alberto J. Lapolla
La Memoria de Nuestro Pueblo

La economía libre y el libre comercio son solo afirmaciones para el consumo de los tontos o de los ignorantes. La economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del Pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste.’ Juan D. Perón

Todo se perdió...
Cuando el 1º de julio de 1974 la vida del General se apagaba -un tanto por el desgaste de su edad avanzada, por el error de ceder a la presión de la derecha de su movimiento y asumir la Presidencia de la nación con 80 años cumplidos y también gracias al accionar contra su salud y los cuidados correspondientes por parte de José López Rega y la Chabela (su última esposa)- la nación argentina se sumergiría en el peor período de su historia, alumbrando la más trágica de las largas represiones oligárquicas que han tratado en vano de disciplinar al pueblo argentino. Perón había encabezado el mayor movimiento popular argentino de la segunda mitad del siglo XX, cuyos restos espectrales y transfigurados aun dirigen el presente político nacional, si bien lo hacen tal vez como corcoveos finales de un sistema moribundo que aun no pudo ser enterrado para originar nueva vida.
Perón nacido en Roque Pérez -al otro lado del Salado, del lado Indio, por esa época- en 1893, era hijo natural de Mario Perón y una admirable mujer mapuche, Doña Juana Sosa. J.D. Perón mestizo entonces, como San Martín, Artigas, Alem e Yrigoyen entre otros, sería bautizado originalmente como Juan Sosa.(1) Perón, -cuya abuela paterna debería falsear su partida de nacimiento original para poder ingresar al ejército genocida de gauchos, negros, paraguayos e indios construido por Mitre y Roca (hacía muy poco del genocidio Mapuche, el pueblo materno del General)- sería el encargado en la gran crisis mundial abierta por la segunda guerra Mundial, de llevar adelante el Plan inconcluso de Moreno. Morenista se definiría durante muchos años, haciendo referencia al carácter americano, antiliberal, revolucionario y nacionalista del Plan Revolucionario de Operaciones, que costara la vida al gran fundador de nuestra Patria, quien es bueno recordar, sería envenenado en alta mar por un capi tán inglés al servicio de la colonial burguesía mercantil porteña, dirigida entonces por Saavedra, Rivadavia y el Deán Funes.
Perón completaría casi en su totalidad las tareas inconclusas de Mayo, del Plan de San Martín -el mismo de Moreno, por ello sus principales operadores políticos fueron dos morenistas-castellianos puros: Bernardo de Monteagudo y Don Tomás Guido- del plan de Dorrego y de Rosas y finalmente el de Alem e Yrigoyen. Perón pudo -a razón de una profunda crisis del sistema agroexportador colonial, construido luego de las derrotas nacionales de Caseros y Pavón por la oligarquía triunfante y que nos sometiera a la globalización colonial británica, crisis que se extendía desde 1920- llevar adelante las dos tareas que soñara Moreno en su Plan: la independencia económica y la industrialización de la nación. Junto a ello y también buceando en las raíces más profundas de nuestra historia, Perón planteó como cuestión central unida a las otras dos, el tema de la j usticia social más absoluta. Ahondando en las ideas igualitarias y redentoras de Moreno, Castelli, Artigas, Belgrano y San Martín Perón explicitó que la nación argentina libre e independiente en lo económico sería también el paraíso de la justicia social. Lo ayudó al efecto el resultado de la Segunda Guerra Mundial: más allá de los deseos y atrocidades de Stalin, la bandera roja del proletariado revolucionario flameó sobre las ruinas del Reichstag alemán el 1º de mayo de 1945, no dejando dudas sobre cual sería el sentido de la distribución y organización económica de la próxima etapa de la humanidad. Entre 1944 y 1955 la Argentina sería una nación económicamente libre, políticamente soberana y socialmente justa.

Mayo de 1945 - octubre de 1945
‘En 1914 para mí, comienza un nuevo ciclo histórico, que llamaremos de la Revolución Rusa. Comienza en 1914, triunfa en Rusia en 1917 y hace su epopeya en Europa en 1945, porque la guerra, señores, la han ganado los rusos. No la han ganado ni los ingleses ni los norteamericanos. La prueba de ello es que mientras Inglaterra y Estados Unidos ocupan militarmente algunas pequeñas regiones, Rusia ocupa políticamente todo el territorio europeo. Si esa Revolución Francesa, vencida y aherrojada en Europa, ha arrojado sobre el mundo un siglo de influencia ¿Cómo esta Revolución Rusa, triunfando y con epopeya militar, realizada, no va a arrojar sobre el mundo por lo menos otro siglo de influencia?(..) Negar la influencia de la Revolución Rusa sería hacer como el avestruz, meter la cabeza debajo de la tierra y dejar el cuerpo afuera. Ellos realizaron la epopeya y la reacción violenta de la revolución allí, pero la influencia evolutiva la vamos a sufrir también nosotros. El hecho históri co es innegable. Y en los países que resistan a esa evolución se acumularán gradualmente fuerzas que provocarán después la revolución, con la destrucción de valores y la lucha inútil que se puede evitar con la evolución. La Revolución Rusa es un hecho consumado en el mundo. hay que aceptar esta evolución.(..) Si hemos guerreado durante 20 años para conseguir la independencia política, no debemos ser menos que nuestros antepasados y debemos pelear otros 20 años, si fuera necesario, para obtener la independencia económica. Sin ella seremos siempre un país semicolonial.’ Juan D. Perón(2)
Este discurso marcaría a fuego al peronismo como el más socialista de los movimientos de Liberación Nacional latinoamericanos de los años 40 y lo diferenciaría por el carácter redentor y popular que aun lo hace perdurar, pese a la transfugación antinacional y antipopular del peronismo posterior al gobierno de Isabel Perón. Peronismo que hoy sólo conserva el nombre y los vicios por el uso personal del poder, que más que una virtud fue una gran debilidad política del genial General. El peronismo se diferenciaría así del nacionalismo de Lázaro Cárdenas, del nacional-populismo de Getulio Vargas, del nacional-oportunismo de Haya de la Torre y del nacionalismo tibio de Ibáñez. Perón y el peronismo encarnarían ‘el hecho maldito del país burgués’(5), por su fenomenal política económica y social. Cuando Perón fuera derrocado en 1955, la clase trabajadora recibía el 54% de la Renta nacional. Hoy -en el 2004- sólo recibe el 18%. Es por ese motivo la larga influencia de la Revolució n Peronista en América Latina sería sólo reemplazada por la influencia ya decididamente Socialista de la revolución Cubana, revolución que sin embrago abrevaba en los cambios llevados adelante por Perón. A tal punto que en 1948, cuando Fidel fuera detenido en el Bogotaso sería la intervención del gobierno argentino quien lo liberara y la ficha del Departamento de Estado se referirá a Fidel Castro como: ‘joven estudiante universitario peronista de origen cubano.’(6) Y es por ello que hoy se reivindica el nombre de Perón -como hace Chávez por ejemplo- y su imagen a pesar que en tantos años de gobiernos ‘peronistas’ no haya ninguna estatua del General, pero se oculta su pensamiento y se aplican políticas económicas y sociales que son la antítesis de su pensamiento y su acción.
Perón no sólo definió con maestría y precisión -ya que ante todo era profesor de estrategia en la Escuela Superior de Guerra- la etapa histórica que se abría en el mundo -la lucha mundial por el socialismo y la redención social de las mayorías en todo el mundo a tal punto que la mayor parte de los países que hoy existen en el planeta obtuvieron su independencia política en el período 1945-1990- sino que también marcaba el campo de los aliados y los enemigos. A renglón seguido del discurso del Colegio Militar, le propuso al Partido Comunista argentino-representante local de la URSS y que en 1945 dirigía los principales sindicatos del país- la unidad de acción y política en un único Partido de la Revolución Nacional, para lograr la liberación definitiva de la Patria. Los comunistas, alienados por la estupidez codovilliana y en un pensamiento colonial que aun no han podido abandonar, se negaron a hacer la unidad ‘con el nazi Perón’(3), realizando en su lugar la alianza con los conservadores y el radicalismo alvearista conocida como Unión Democrática, bajo la bendición del embajador norteamericano Spruille Braden. Perón sorprendido expresó: ‘nunca pensé que los comunistas volaran tan bajo’.(4) Sin embargo los sectores coloniales entendieron muy bien el discurso de Perón, por lo cual lo derrocaron en octubre de 1945, encerrándolo en Martín García. El pueblo, una vez más en nuestra historia, saldría a la calle para cambiar el curso de los acontecimientos. La gigantesca pueblada proletaria del 17 de octubre de 1945, sellaría el destino del régimen colonial fundado por Urquiza, Mitre, Sarmiento y Roca. Por lo menos por un largo ciclo histórico -hasta la llegada del Infame Traidor a la Patria hoy escondido en Chile- la Argentina sería una Patria libre y soberana, más o menos justa.

La Revolución Peronista
En un período breve, entre 1945 a 1948, el gobierno peronista nacionalizó los sectores básicos de la economía, los servicios públicos, el Banco Central, sentó las bases para la industrialización independiente de la nación con los planes Quinquenales de desarrollo y la creación el IAPI, derivando hacia él gran parte de la renta agraria, financiera y comercial expropiada a la oligarquía terrateniente y a los monopolios granarios, que perdieron el control del comercio exterior argentino que fue nacionalizado en su totalidad, junto a la creación de la Flota Mercante. Se anuló todo tipo de endeudamiento externo. Se creó la mayor parte de la infraestructura nacional de recursos y servicios que aun existe. La Argentina tenía por entonces el segundo PBI per cápita del mundo. El hambre desapareció de los temores del pueblo. La fuerte política de redención social que permitió la vigencia plena e irrestricta de la jornada de ocho horas -medida que el gobierno actual podría aunque fuera imitar- el crecimiento del trabajo legal con todas las protecciones imaginables, así como el estatuto del Peón de Campo redimió a las masas esclavizadas de la ciudad y del campo por los barones de la tierra y los obrajes coloniales extranjeros. En 1952 por último, las mujeres obtuvieron el derecho al voto, completando la inclusión de las mayorías. Sólo faltó una medida para acabar con el poder de la oligarquía de una vez y para siempre: la confiscación del latifundio malhabido desde la enfiteusis rivadaviana y base material para todos los coloniajes y restauraciones oligárquicas, mediante una Reforma Agraria profunda que hubiera transformado definitivamente a la Argentina. Seguramente para no aumentar el número de sus enemigos -en ese momento la Argentina estaba bloqueada económicamente por los EE.UU.- o por una incompresión del rol del latifundio en nuestra estructura económica, Perón dijo en 1948 la ‘Revolución peronista terminó’, sacando del programa del peronismo la Reforma Agraria. Cuestión que haría decir a Don Arturo Jauretche años más tarde: ‘nos equivocamos, les quemamos el Jockey Club pero no les sacamos los campos.’ El gobierno peronista completaba así gran parte de las tareas inconclusas de la nación, e incluía en la nación a las masas pobres y explotadas a lo largo de nuestra historia.

1955-1973: La Resistencia
En 1955 la oligarquía derrocaría una vez más a un gobierno popular y nacionalista. Perón en un grave error se negó a enfrentar los golpistas, pese a que tenía las masas de su lado y fuertes sectores militares en que apoyarse. El fantasma de la guerra civil sería una constante en su vida y una limitación a la hora de concluir las tareas históricas. J.W. Cooke expresaría la magnitud de la tragedia ocurrida: ‘la clase obrera argentina se enteraría por la radio que había perdido la principal de sus batallas, sin combatir’. (5) Comenzaría así el período histórico en el cual la oligarquía gobernaría a través de partidos con escasa legalidad, sustentada en un sistema de poder ilegítimo y antidemocrático, con ‘elecciones’ de las cuales el partido mayoritario de los argentinos estaba proscripto. Este sistema de restauración de la 'década infame', donde el ‘arriba’ no podría imponer todo su programa reaccionario, pero el ‘abajo’ no podía voltear al poder oligárquico a la plebeya barr iéndolo de una vez y para siempre, concluiría con el triunfo popular-peronista del 11 de marzo de 1973, mediante la lucha generalizada del pueblo, que apelaría a todas las expresiones de lucha existentes incluyendo la lucha armada contra el poder de la oligarquía y el imperialismo. Durante los 18 años de gobiernos ‘libertadores’ la Argentina construida por Perón fue recortada -principalmente en sus beneficios sociales- pero no pudo ser destruida: la estructura industrial creada y el enorme peso de las Empresas del Estado en la economía -en particular de YPF, FF.CC., AyE y GE- habían permitido que la Argentina siguiera de alguna manera un desarrollo independiente. Generando un importante desarrollo industrial que le permitía tener la clase obrera más poderosa, combativa y organizada de América. Ella fue el núcleo central de la lucha popular, de la Resistencia y marcó el camino del retorno del peronismo al poder. Sin embargo no todo el movimiento obrero luchaba por igual, a lo largo de la resistencia y la lucha popular se generaría un fuerte movimiento sindical combativo, que sería el núcleo de la resistencia y quien cargaría sobre sus espaldas el triunfo popular del 25 de mayo de 1973. Esa corriente expresada en Rearte, Ongaro, Tosco, Villaflor, Jaime, Piccinini y Salamanca entre otros, enfrentaría por igual al avance oligárquico y a la claudicación vandorista. El vandorismo, la burocracia sindical, jamás habría traído de vuelta a Perón al país y al peronismo al poder, no era ese su negocio ni su interés. Ello fue obra de la lucha abnegada y heroica de la corriente combativa del peronismo, de la izquierda revolucionaria, de la experiencia de la CGT de los Argentinos, de las rebeliones populares iniciadas por el Cordobazo y el Rosariazo, del Peronismo Revolucionario organizado por Alberte, Rearte, Cooke y Puigróss y de la lucha abnegada y heroica de las organizaciones armadas y guerrilleras peronistas y no peronistas que acompañaron la rebel ión del movimiento popular.
Sin embargo ese movimiento obrero combativo -que era el que luchó y cargaba sobre sus espaldas el futuro del movimiento- no pudo generar una nueva conducción, la dictadura y la patronal no lo permitieron. Y ese fue el Talón de Aquiles de todo el proceso. El sindicalismo combativo expresaba la parte más lúcida de la clase trabajadora, aquella que resumían los programas obreros de Huerta Grande, La falda, la CGT de los Argentinos y la CGT de Córdoba. Ese programa excedía el estrecho margen de reparación capitalista propuesto por Perón en su regreso al país con el Pacto Social. Ante el evidente conflicto que generaría el programa de la Patria Socialista confrontado con el del Pacto Social, sumado a la torpeza de la izquierda peronista -que intentó condicionar a Perón- y la guerrilla marxista que siguió la lucha armada contra un gobierno popular, Perón optaría por retornar al país por medio del nuevo escenario de Ezeiza e inmediatamente -21 de juni o de 1973- expulsaría a la izquierda de su movimiento y provocaría la caída de Cámpora. Es decir expulsaría a quienes habían luchado sin condiciones por su retorno y se apoyaría en quienes nunca lo habrían traído de vuelta a la Argentina y habían boicoteado la lucha: la burocracia sindical vandorista, brazo gremial de la patronal dentro del movimiento popular.
En este supremo error del General se nos iría la Patria, la nación y el propio Movimiento que el había fundado. En su expresión de impotencia y furia el 1º de mayo de 1974, cuando la gloriosa Juventud Peronista que había puesto centenares de mártires para su retorno y estaba poniéndolos nuevamente por el ataque infame de que era objeto por parte del mucamo del General- le expresara sin ambajes ‘¿Qué pasa, qué pasa General que está lleno de gorilas el gobierno popular?’, se mostraba la enorme tragedia que sellaría el destino del Movimiento. La Revolución peronista moriría con él, el pueblo no la heredaría. Pues pese a d espedirse de su pueblo con su último acto de junio de 1974 diciendo ‘mi único heredero es el pueblo’, el General había dejado claros herederos de su poder: su viuda la franquista Isabel Martínez -quien se anticipó casi una década a Margaret Tatcher en sus políticas antipopulares y antisociales- y su mucamo José López Rega asesino del pueblo argentino y el enterrador del proceso revolucionario que había traído a Perón y al peronismo de vuelta al país.
A posteriori el Peronismo Revolucionario sería destrozado por la dictadura genocida -ayudada es cierto, por los gravísimos errores de la izquierda revolucionaria peronista y no peronista- para impedir cualquier recomposición que no fuera burguesa; como un símbolo Alberte sería asesinado la misma noche del golpe y Cámpora y Puigróss serían obligados a morir en el exilio. Los demás llenarían las fosas comunes y los fondos del Río de La Plata. El peronismo que quedaría, luego de la derrota, ya no sería el ‘hecho maldito del país burgués’ sino que repitiendo una página negra de nuestra historia produciría su alvearizacion. Luego la continuación del gobierno de Isabel, que llevaría adelante el Infame traidor nacido en Anillaco, terminaría de destruir la construcción de Perón: la Argentina dejaría de ser un país libre y soberano. De justo ya ni hablar.
‘La extraordinaria trayectoria de Perón, sus logros innegables y las expectativas que llegó a concitar su mítico retorno tuvieron un desenlace desafortunado. El poder personal que concentró a lo largo de su carrera resultó su mayor debilidad: después de su muerte todo se desmoronó. Alguien que fue su amigo, el periodista español Emilio Romero, resumió su juicio sobre él diciendo que "era Don Quijote para las ideas y Sancho Panza para la política"; sus defectos eran "rodearse de pequeños, desconfiar de los grandes y alimentar cuervos"; "acertó en inventar el justicialismo y se equivocó en la designación de sus sucesores.’ (7)
Notas
(1) Chumbita Hugo. Hijos del País. Emecé Argentina. 2004. BA.
(2) Juan D. Perón, discurso en el Colegio Militar el 7 de agosto de 1945.
(3) Expresión de Victorio Codovilla jefe del PCA, desde Chile.
(4) Rodolfo Puigróss. Historia crítica de los Partidos Políticos. Hyspamérica. BA. 1987
(5) John William Cooke. Cooke de Vuelta. La Rosa Blindada. BA. 2000.
(6) Rogelio García Lupo. Clarín 1998
(7) Chumbita Hugo. Hijos del País. Emecé Argentina. 2004. BA. Pag 267

*Artículo publicado en la revista La Memoria de Nuestro Pueblo - Agosto 2004