‘La economía libre y el libre comercio son solo afirmaciones para el
consumo de los tontos o de los ignorantes. La economía nunca ha sido libre: o la
controla el Estado en beneficio del Pueblo o lo hacen los grandes consorcios en
perjuicio de éste.’ Juan D. Perón
Todo se perdió...
Cuando el 1º de julio de 1974 la vida del General se apagaba -un tanto por el
desgaste de su edad avanzada, por el error de ceder a la presión de la derecha
de su movimiento y asumir la Presidencia de la nación con 80 años cumplidos y
también gracias al accionar contra su salud y los cuidados correspondientes por
parte de José López Rega y la Chabela (su última esposa)- la nación argentina se
sumergiría en el peor período de su historia, alumbrando la más trágica de las
largas represiones oligárquicas que han tratado en vano de disciplinar al pueblo
argentino. Perón había encabezado el mayor movimiento popular argentino de la
segunda mitad del siglo XX, cuyos restos espectrales y transfigurados aun
dirigen el presente político nacional, si bien lo hacen tal vez como corcoveos
finales de un sistema moribundo que aun no pudo ser enterrado para originar
nueva vida.
Perón nacido en Roque Pérez -al otro lado del Salado, del lado Indio, por esa
época- en 1893, era hijo natural de Mario Perón y una admirable mujer mapuche,
Doña Juana Sosa. J.D. Perón mestizo entonces, como San Martín, Artigas, Alem e
Yrigoyen entre otros, sería bautizado originalmente como Juan Sosa.(1) Perón,
-cuya abuela paterna debería falsear su partida de nacimiento original para
poder ingresar al ejército genocida de gauchos, negros, paraguayos e indios
construido por Mitre y Roca (hacía muy poco del genocidio Mapuche, el pueblo
materno del General)- sería el encargado en la gran crisis mundial abierta por
la segunda guerra Mundial, de llevar adelante el Plan inconcluso de Moreno.
Morenista se definiría durante muchos años, haciendo referencia al carácter
americano, antiliberal, revolucionario y nacionalista del Plan Revolucionario de
Operaciones, que costara la vida al gran fundador de nuestra Patria, quien es
bueno recordar, sería envenenado en alta mar por un capi tán inglés al servicio
de la colonial burguesía mercantil porteña, dirigida entonces por Saavedra,
Rivadavia y el Deán Funes.
Perón completaría casi en su totalidad las tareas inconclusas de Mayo, del Plan
de San Martín -el mismo de Moreno, por ello sus principales operadores políticos
fueron dos morenistas-castellianos puros: Bernardo de Monteagudo y Don Tomás
Guido- del plan de Dorrego y de Rosas y finalmente el de Alem e Yrigoyen. Perón
pudo -a razón de una profunda crisis del sistema agroexportador colonial,
construido luego de las derrotas nacionales de Caseros y Pavón por la oligarquía
triunfante y que nos sometiera a la globalización colonial británica, crisis que
se extendía desde 1920- llevar adelante las dos tareas que soñara Moreno en su
Plan: la independencia económica y la industrialización de la nación. Junto a
ello y también buceando en las raíces más profundas de nuestra historia, Perón
planteó como cuestión central unida a las otras dos, el tema de la j usticia
social más absoluta. Ahondando en las ideas igualitarias y redentoras de Moreno,
Castelli, Artigas, Belgrano y San Martín Perón explicitó que la nación argentina
libre e independiente en lo económico sería también el paraíso de la justicia
social. Lo ayudó al efecto el resultado de la Segunda Guerra Mundial: más allá
de los deseos y atrocidades de Stalin, la bandera roja del proletariado
revolucionario flameó sobre las ruinas del Reichstag alemán el 1º de mayo de
1945, no dejando dudas sobre cual sería el sentido de la distribución y
organización económica de la próxima etapa de la humanidad. Entre 1944 y 1955 la
Argentina sería una nación económicamente libre, políticamente soberana y
socialmente justa.
Mayo de 1945 - octubre de 1945
‘En 1914 para mí, comienza un nuevo ciclo histórico, que llamaremos de la
Revolución Rusa. Comienza en 1914, triunfa en Rusia en 1917 y hace su epopeya en
Europa en 1945, porque la guerra, señores, la han ganado los rusos. No la han
ganado ni los ingleses ni los norteamericanos. La prueba de ello es que mientras
Inglaterra y Estados Unidos ocupan militarmente algunas pequeñas regiones, Rusia
ocupa políticamente todo el territorio europeo. Si esa Revolución Francesa,
vencida y aherrojada en Europa, ha arrojado sobre el mundo un siglo de
influencia ¿Cómo esta Revolución Rusa, triunfando y con epopeya militar,
realizada, no va a arrojar sobre el mundo por lo menos otro siglo de
influencia?(..) Negar la influencia de la Revolución Rusa sería hacer como el
avestruz, meter la cabeza debajo de la tierra y dejar el cuerpo afuera. Ellos
realizaron la epopeya y la reacción violenta de la revolución allí, pero la
influencia evolutiva la vamos a sufrir también nosotros. El hecho históri co es
innegable. Y en los países que resistan a esa evolución se acumularán
gradualmente fuerzas que provocarán después la revolución, con la destrucción de
valores y la lucha inútil que se puede evitar con la evolución. La Revolución
Rusa es un hecho consumado en el mundo. hay que aceptar esta evolución.(..) Si
hemos guerreado durante 20 años para conseguir la independencia política, no
debemos ser menos que nuestros antepasados y debemos pelear otros 20 años, si
fuera necesario, para obtener la independencia económica. Sin ella seremos
siempre un país semicolonial.’ Juan D. Perón(2)
Este discurso marcaría a fuego al peronismo como el más socialista de los
movimientos de Liberación Nacional latinoamericanos de los años 40 y lo
diferenciaría por el carácter redentor y popular que aun lo hace perdurar, pese
a la transfugación antinacional y antipopular del peronismo posterior al
gobierno de Isabel Perón. Peronismo que hoy sólo conserva el nombre y los vicios
por el uso personal del poder, que más que una virtud fue una gran debilidad
política del genial General. El peronismo se diferenciaría así del nacionalismo
de Lázaro Cárdenas, del nacional-populismo de Getulio Vargas, del
nacional-oportunismo de Haya de la Torre y del nacionalismo tibio de Ibáñez.
Perón y el peronismo encarnarían ‘el hecho maldito del país burgués’(5), por su
fenomenal política económica y social. Cuando Perón fuera derrocado en 1955, la
clase trabajadora recibía el 54% de la Renta nacional. Hoy -en el 2004- sólo
recibe el 18%. Es por ese motivo la larga influencia de la Revolució n Peronista
en América Latina sería sólo reemplazada por la influencia ya decididamente
Socialista de la revolución Cubana, revolución que sin embrago abrevaba en los
cambios llevados adelante por Perón. A tal punto que en 1948, cuando Fidel fuera
detenido en el Bogotaso sería la intervención del gobierno argentino quien lo
liberara y la ficha del Departamento de Estado se referirá a Fidel Castro como:
‘joven estudiante universitario peronista de origen cubano.’(6) Y es por ello
que hoy se reivindica el nombre de Perón -como hace Chávez por ejemplo- y su
imagen a pesar que en tantos años de gobiernos ‘peronistas’ no haya ninguna
estatua del General, pero se oculta su pensamiento y se aplican políticas
económicas y sociales que son la antítesis de su pensamiento y su acción.
Perón no sólo definió con maestría y precisión -ya que ante todo era profesor de
estrategia en la Escuela Superior de Guerra- la etapa histórica que se abría en
el mundo -la lucha mundial por el socialismo y la redención social de las
mayorías en todo el mundo a tal punto que la mayor parte de los países que hoy
existen en el planeta obtuvieron su independencia política en el período
1945-1990- sino que también marcaba el campo de los aliados y los enemigos. A
renglón seguido del discurso del Colegio Militar, le propuso al Partido
Comunista argentino-representante local de la URSS y que en 1945 dirigía los
principales sindicatos del país- la unidad de acción y política en un único
Partido de la Revolución Nacional, para lograr la liberación definitiva de la
Patria. Los comunistas, alienados por la estupidez codovilliana y en un
pensamiento colonial que aun no han podido abandonar, se negaron a hacer la
unidad ‘con el nazi Perón’(3), realizando en su lugar la alianza con los
conservadores y el radicalismo alvearista conocida como Unión Democrática, bajo
la bendición del embajador norteamericano Spruille Braden. Perón sorprendido
expresó: ‘nunca pensé que los comunistas volaran tan bajo’.(4) Sin embargo los
sectores coloniales entendieron muy bien el discurso de Perón, por lo cual lo
derrocaron en octubre de 1945, encerrándolo en Martín García. El pueblo, una vez
más en nuestra historia, saldría a la calle para cambiar el curso de los
acontecimientos. La gigantesca pueblada proletaria del 17 de octubre de 1945,
sellaría el destino del régimen colonial fundado por Urquiza, Mitre, Sarmiento y
Roca. Por lo menos por un largo ciclo histórico -hasta la llegada del Infame
Traidor a la Patria hoy escondido en Chile- la Argentina sería una Patria libre
y soberana, más o menos justa.
La Revolución Peronista
En un período breve, entre 1945 a 1948, el gobierno peronista nacionalizó los
sectores básicos de la economía, los servicios públicos, el Banco Central, sentó
las bases para la industrialización independiente de la nación con los planes
Quinquenales de desarrollo y la creación el IAPI, derivando hacia él gran parte
de la renta agraria, financiera y comercial expropiada a la oligarquía
terrateniente y a los monopolios granarios, que perdieron el control del
comercio exterior argentino que fue nacionalizado en su totalidad, junto a la
creación de la Flota Mercante. Se anuló todo tipo de endeudamiento externo. Se
creó la mayor parte de la infraestructura nacional de recursos y servicios que
aun existe. La Argentina tenía por entonces el segundo PBI per cápita del mundo.
El hambre desapareció de los temores del pueblo. La fuerte política de redención
social que permitió la vigencia plena e irrestricta de la jornada de ocho horas
-medida que el gobierno actual podría aunque fuera imitar- el crecimiento del
trabajo legal con todas las protecciones imaginables, así como el estatuto del
Peón de Campo redimió a las masas esclavizadas de la ciudad y del campo por los
barones de la tierra y los obrajes coloniales extranjeros. En 1952 por último,
las mujeres obtuvieron el derecho al voto, completando la inclusión de las
mayorías. Sólo faltó una medida para acabar con el poder de la oligarquía de una
vez y para siempre: la confiscación del latifundio malhabido desde la enfiteusis
rivadaviana y base material para todos los coloniajes y restauraciones
oligárquicas, mediante una Reforma Agraria profunda que hubiera transformado
definitivamente a la Argentina. Seguramente para no aumentar el número de sus
enemigos -en ese momento la Argentina estaba bloqueada económicamente por los
EE.UU.- o por una incompresión del rol del latifundio en nuestra estructura
económica, Perón dijo en 1948 la ‘Revolución peronista terminó’, sacando del
programa del peronismo la Reforma Agraria. Cuestión que haría decir a Don Arturo
Jauretche años más tarde: ‘nos equivocamos, les quemamos el Jockey Club pero no
les sacamos los campos.’ El gobierno peronista completaba así gran parte de las
tareas inconclusas de la nación, e incluía en la nación a las masas pobres y
explotadas a lo largo de nuestra historia.
1955-1973: La Resistencia
En 1955 la oligarquía derrocaría una vez más a un gobierno popular y
nacionalista. Perón en un grave error se negó a enfrentar los golpistas, pese a
que tenía las masas de su lado y fuertes sectores militares en que apoyarse. El
fantasma de la guerra civil sería una constante en su vida y una limitación a la
hora de concluir las tareas históricas. J.W. Cooke expresaría la magnitud de la
tragedia ocurrida: ‘la clase obrera argentina se enteraría por la radio que
había perdido la principal de sus batallas, sin combatir’. (5) Comenzaría así el
período histórico en el cual la oligarquía gobernaría a través de partidos con
escasa legalidad, sustentada en un sistema de poder ilegítimo y antidemocrático,
con ‘elecciones’ de las cuales el partido mayoritario de los argentinos estaba
proscripto. Este sistema de restauración de la 'década infame', donde el
‘arriba’ no podría imponer todo su programa reaccionario, pero el ‘abajo’ no
podía voltear al poder oligárquico a la plebeya barr iéndolo de una vez y para
siempre, concluiría con el triunfo popular-peronista del 11 de marzo de 1973,
mediante la lucha generalizada del pueblo, que apelaría a todas las expresiones
de lucha existentes incluyendo la lucha armada contra el poder de la oligarquía
y el imperialismo. Durante los 18 años de gobiernos ‘libertadores’ la Argentina
construida por Perón fue recortada -principalmente en sus beneficios sociales-
pero no pudo ser destruida: la estructura industrial creada y el enorme peso de
las Empresas del Estado en la economía -en particular de YPF, FF.CC., AyE y GE-
habían permitido que la Argentina siguiera de alguna manera un desarrollo
independiente. Generando un importante desarrollo industrial que le permitía
tener la clase obrera más poderosa, combativa y organizada de América. Ella fue
el núcleo central de la lucha popular, de la Resistencia y marcó el camino del
retorno del peronismo al poder. Sin embargo no todo el movimiento obrero luchaba
por igual, a lo largo de la resistencia y la lucha popular se generaría un
fuerte movimiento sindical combativo, que sería el núcleo de la resistencia y
quien cargaría sobre sus espaldas el triunfo popular del 25 de mayo de 1973. Esa
corriente expresada en Rearte, Ongaro, Tosco, Villaflor, Jaime, Piccinini y
Salamanca entre otros, enfrentaría por igual al avance oligárquico y a la
claudicación vandorista. El vandorismo, la burocracia sindical, jamás habría
traído de vuelta a Perón al país y al peronismo al poder, no era ese su negocio
ni su interés. Ello fue obra de la lucha abnegada y heroica de la corriente
combativa del peronismo, de la izquierda revolucionaria, de la experiencia de la
CGT de los Argentinos, de las rebeliones populares iniciadas por el Cordobazo y
el Rosariazo, del Peronismo Revolucionario organizado por Alberte, Rearte, Cooke
y Puigróss y de la lucha abnegada y heroica de las organizaciones armadas y
guerrilleras peronistas y no peronistas que acompañaron la rebel ión del
movimiento popular.
Sin embargo ese movimiento obrero combativo -que era el que luchó y cargaba
sobre sus espaldas el futuro del movimiento- no pudo generar una nueva
conducción, la dictadura y la patronal no lo permitieron. Y ese fue el Talón de
Aquiles de todo el proceso. El sindicalismo combativo expresaba la parte más
lúcida de la clase trabajadora, aquella que resumían los programas obreros de
Huerta Grande, La falda, la CGT de los Argentinos y la CGT de Córdoba. Ese
programa excedía el estrecho margen de reparación capitalista propuesto por
Perón en su regreso al país con el Pacto Social. Ante el evidente conflicto que
generaría el programa de la Patria Socialista confrontado con el del Pacto
Social, sumado a la torpeza de la izquierda peronista -que intentó condicionar a
Perón- y la guerrilla marxista que siguió la lucha armada contra un gobierno
popular, Perón optaría por retornar al país por medio del nuevo escenario de
Ezeiza e inmediatamente -21 de juni o de 1973- expulsaría a la izquierda de su
movimiento y provocaría la caída de Cámpora. Es decir expulsaría a quienes
habían luchado sin condiciones por su retorno y se apoyaría en quienes nunca lo
habrían traído de vuelta a la Argentina y habían boicoteado la lucha: la
burocracia sindical vandorista, brazo gremial de la patronal dentro del
movimiento popular.
En este supremo error del General se nos iría la Patria, la nación y el propio
Movimiento que el había fundado. En su expresión de impotencia y furia el 1º de
mayo de 1974, cuando la gloriosa Juventud Peronista que había puesto centenares
de mártires para su retorno y estaba poniéndolos nuevamente por el ataque infame
de que era objeto por parte del mucamo del General- le expresara sin ambajes
‘¿Qué pasa, qué pasa General que está lleno de gorilas el gobierno popular?’, se
mostraba la enorme tragedia que sellaría el destino del Movimiento. La
Revolución peronista moriría con él, el pueblo no la heredaría. Pues pese a d
espedirse de su pueblo con su último acto de junio de 1974 diciendo ‘mi único
heredero es el pueblo’, el General había dejado claros herederos de su poder: su
viuda la franquista Isabel Martínez -quien se anticipó casi una década a
Margaret Tatcher en sus políticas antipopulares y antisociales- y su mucamo José
López Rega asesino del pueblo argentino y el enterrador del proceso
revolucionario que había traído a Perón y al peronismo de vuelta al país.
A posteriori el Peronismo Revolucionario sería destrozado por la dictadura
genocida -ayudada es cierto, por los gravísimos errores de la izquierda
revolucionaria peronista y no peronista- para impedir cualquier recomposición
que no fuera burguesa; como un símbolo Alberte sería asesinado la misma noche
del golpe y Cámpora y Puigróss serían obligados a morir en el exilio. Los demás
llenarían las fosas comunes y los fondos del Río de La Plata. El peronismo que
quedaría, luego de la derrota, ya no sería el ‘hecho maldito del país burgués’
sino que repitiendo una página negra de nuestra historia produciría su
alvearizacion. Luego la continuación del gobierno de Isabel, que llevaría
adelante el Infame traidor nacido en Anillaco, terminaría de destruir la
construcción de Perón: la Argentina dejaría de ser un país libre y soberano. De
justo ya ni hablar.
‘La extraordinaria trayectoria de Perón, sus logros innegables y las
expectativas que llegó a concitar su mítico retorno tuvieron un desenlace
desafortunado. El poder personal que concentró a lo largo de su carrera resultó
su mayor debilidad: después de su muerte todo se desmoronó. Alguien que fue su
amigo, el periodista español Emilio Romero, resumió su juicio sobre él diciendo
que "era Don Quijote para las ideas y Sancho Panza para la política"; sus
defectos eran "rodearse de pequeños, desconfiar de los grandes y alimentar
cuervos"; "acertó en inventar el justicialismo y se equivocó en la designación
de sus sucesores.’ (7) Notas
(1) Chumbita Hugo. Hijos del País. Emecé Argentina. 2004. BA.
(2) Juan D. Perón, discurso en el Colegio Militar el 7 de agosto de 1945.
(3) Expresión de Victorio Codovilla jefe del PCA, desde Chile.
(4) Rodolfo Puigróss. Historia crítica de los Partidos Políticos. Hyspamérica.
BA. 1987
(5) John William Cooke. Cooke de Vuelta. La Rosa Blindada. BA. 2000.
(6) Rogelio García Lupo. Clarín 1998
(7) Chumbita Hugo. Hijos del País. Emecé Argentina. 2004. BA. Pag 267
*Artículo publicado en la revista La Memoria de Nuestro Pueblo - Agosto 2004