Argentina: La lucha continúa
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Carta del Presbítero Eduardo de la Serna enviada a Liliana López Foresi, y que fue leída por AM 1150
Para quienes somos argentinos, o latinoamericanos, y por lo tanto de corazón
caliente, el dolor es un terreno sagrado en el que nos introducimos con silencio
reverencial, y con respeto casi religioso. Nadie se atreve a hablar mal de un
muerto, nadie cuestiona a quien se encuentra en medio de un drama,y hasta se
callan o disimulan cosas que hasta ayer se gritaban, porque "¿cómo vas a decir
eso?" ante el sufrimiento.
Para quienes somos argentinos, o latinoamericanos, y por lo tanto sensibles con
sintonía con los afectos o las lágrimas, hay ambientes donde entrar es casi un
sacrilegio: no se tocan los niños, la familia, una madre que llora.
Nadie se pregunta ante un niño si hay razón o no, sino de qué lado queda al
menos aparentemente- el niño, para saber dónde posicionarnos.
Para quienes somos argentinos, o latinoamericanos, muchas veces la razón no
entiende lo que grita el corazón, o no importa lo que los afectos o
afectividades indican, importan los sentimientos, lo sensible.
Hace unos meses la sociedad -incentivada por los medios- nos inundó con el "caso
Blumberg", y los argentinos se conmovieron por el caso, viendo un padre
destruido, y la crueldad de unos "animales". Todos los medios nos inundaron con
el tema, ¡no sólo los explícitamente de derecha! Las radios Mitre y La Red, por
ejemplo, llevaron sus móviles a las esquinas a firmar el"petitorio" de la
"cruzada Axel" donde miles y miles de personas firmaron sin mirar. Al fin y al
cabo importaba sobre todo el dolor y el sufrimiento de un padre.
Pero este padre pareció entender mal. Era graduado en dolor y se creyó
licenciado en "seguridad", "legislación" y experto en funcionamiento de los
poderes de la República.
Después de un paréntesis donde "nada pasó", los medios nos inundaron con otro
caso sanisidrense. Ahora, una madre llena de dolor hablaba "de rodillas",
lloraba en cámaras, y celebraba misas. Su caso terminó mejor que el de Blumberg,
porque su hijo fue devuelto vivo, pero ahora, la nueva licenciada en dolor, una
vez más, se creyó experta en poderes de la república. En su carta al presidente,
difundida hoy, le pregunta qué haría si el secuestrado fuera su hijo.
Afortunadamente, los encargados de hacer las leyes (dejando de lado a los
corruptos e inoperantes, que los hay), suelen ser personas con la cabeza fría,
para guiarse con la mente serena y sentido jurídico. Lo mismo podría decir una
madre de hijo asesinado en robo,de una hija violada, de vendedores de órganos,
de prostitución infantil, entre otros casos. Si los padres de las víctimas
hicieran las leyes, salvando los meritorios ejemplos de algunos, como las madres
y abuelas de Plaza de Mayo que jamás han pedido venganza sino justicia, las
leyes de la república se transformarían en una ley de la jungla donde -como
siempre- ganarían los fuertes, los impunes, los poderosos.
Muchos, en especial en la clase media residual, no saben que existe un
mundo"afuera", no saben del dolor, o de la lucha por la vida de los otros. Es
verdad que a la madre de un hijo secuestrado, si la estadística dijera que en el
último año sólo hubo un secuestro (el de su hijo) eso no le serviría de nada:
¡hay un secuestro!, el propio. Pero fuera de estos momentos de drama, nada se
los escucha decir de los otros dramas. De la solidaridad con ellos. Si en
Torcuato, un menor es secuestrado dos meses para trabajo esclavo, nada se
escucha decir a Blumberg o a la censora sanisidrense; si un menor de dos años
parece secuestrado y se encuentra dos días más tarde muerto en el Arroyo Las
Piedras, en Solano, tampoco nadie dice nada (tampoco los medios, si de
intensidad hablamos); para no decir nada de los 28 años que llevan secuestrados
los más de 200 menores nacidos en cautiverio y que todavía hoy ignoran todo
sobre ellos y sus vidas. Y sobre esto, nada dicen; o peor, nos insultan y
ofenden a los que pretendemos mantener viva la memoria, haciendo referencia al
Museo de la Memoria.
Personalmente repudio todo acto de violencia, y me rebelan los secuestros y todo
negociado con la vida humana. Pero también, personalmente, no le doy ningún
derecho a Blumberg ni a la madre de Nicolás para hablar en mi nombre.
Es más, les aclaro que cuando hablan, generalmente repudio lo que dicen y a
quienes representan, les aclaro que estoy en otra vereda, y eso no me pone del
lado de la vereda de los secuestradores (de quienes también estoy en otra
vereda), les aclaro que solidario con su dolor, no soy para nada solidario con
sus causas.
No firmé el petitorio Blumberg (y creo estar de acuerdo con el nombramiento de
María del Carmen Falbo en la procuración de la provincia), y ni pienso ponerme
nada negro el día que la señora lo pide. Porque ella no se puso pañuelos blancos
los jueves, porque ella no sabe distinguir el poder ejecutivo del legislativo
(igual que Blumberg, lo que invita a pensarlos en el grupo de los defensores de
dictaduras, que jamás lo hicieron; porque de ser demócratas sabrían claramente
la diferencia), y porque ella habla mucho de ponerse de rodillas pero nunca
parece haberse puesta de rodillas ante los pobres de la patria. Esos que llevan
siglos secuestrados, con hijos secuestrados, trabajo secuestrado, salud
secuestrada y futuro secuestrado.
Y lamento creer que en este caso, ella está del lado de los secuestradores.
Pbro. Eduardo de la Serna Buenos Aires 19 de agosto de 2004