Argentina: La lucha continúa
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Vidas paralelas
Daniel a. Straga
Correpi
Hasta fisonómicamente eran parecidos. Enjutos, trigueños, miradas torvas.
Vidas semejantes, delitos distintos. Carne de presidio, destino de sombra.
Lencinas, Saldaña, muy plebeyos. Muy de la clase. Uno acusado de lo de la pobre
Fernanda. El otro de la masacre de Ramallo.
Finales semejantes para existires en paralelo. Pieles con "cinco puntas" en los
brazos y con surcos en el cogote. Aparecieron ahorcados en comisarias atestadas
de policías y uniformados de tanto pelaje. Tantos aparecen ahorcados. Ninguno
con predisposición suicida.
El Tito Saldaña acusado de que toda la departamental norte acribillara a
trabajadores bancarios. Miguel Lencina, involucrado en el secuestro de una nena.
Prontuarios profusos. Rejas de paisaje pasado y futuro si no hubiera habido un
lazo.
Tantos aparecen ahorcados como si la comisaría fuera, en serio, la antesala del
infierno definitivo, el pasajero hasta la próxima "ansiada libertad".
Lencina y Saldaña, ambos en calabozos de contraventores. Los dos, solos en sus
celdas. Aislados, con sus conciencias o tan acompañados por sus captores.
Muchos aparecen ahorcados con diferentes elementos, muy raros. Una bufanda
ahorcó a un tal Ruiz en el tórrido verano riojano. A Tito Saldaña la tela de un
cotín. La frazada gruesa de Lencina.
Tantos aparecen ahorcados. Desde una claraboya hasta travesaños de menos de un
metro de altura. Esposados como Maxi Miño en San Martín.
Tantos ahorcados. Mucha cianosis cervicofacial al estilo forense, mucha
sospecha. Siempre se ahorcan cuando a los guardias se les ocurre respetarles la
intimidad. Mucha decisión de última voluntad al estilo judicial pero más de la
ayuda de sus custodios.
DANIEL A. STRAGA - CORREPI