Argentina: La lucha continúa
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La tragedia en Santa Cruz ante un futuro turbio
A un mes y medio del incendio en la mina de Río Turbio, que costó la vida
a 14 mineros, está claro que la falta de inversión y de mantenimiento desde hace
diez años fue determinante para una tragedia de la que el Estado nacional
también es responsable. Hoy, todo indica que los genuinos culpables quedarían
impunes
RIO TURBIO, Santa Cruz.- La mina no está abajo. Está arriba del suelo y sobre el
nivel del mar porque la mina es un cerro, un largo cerro cubierto de pasto y
manchones de nieve que atesora 580 millones de toneladas de carbón atravesados
por 150 kilómetros de galerías excavadas desde 1943.
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Desde la puerta del hospital, Rosario Gaitán habla mirando el cerro verde de
entraña negra que por pocos segundos le perdonó la vida y lo dejó escapar la
noche del 14 de junio.
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"El humo del incendio no me dejaba ver ni respirar. Caminábamos a ciegas
escapando con mis compañeros por la galería, tomados de las manos y la ropa,
cuando tropecé con uno que estaba caído y nunca más se levantó. Me caí y conmigo
cayeron otros que tampoco se levantaron. Contarlo es una cosa... vivirlo fue
terrible. Todavía sueño que hablo con ellos."
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Aquella noche murieron asfixiados catorce compañeros y amigos de Gaitán. La peor
tragedia en la historia del yacimiento.
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La agonía fue rápida, unos pocos minutos, pero la investigación de las causas y
la búsqueda de los genuinos responsables podrían ser muy largas. A menos,
coinciden varios entrevistados, que se elijan uno o dos chivos expiatorios que
viven aquí y cargarían con las culpas de lo ocurrido en una empresa que opera en
la provincia del Presidente y depende de la Secretaría de Minería del Ministerio
de Planificación Federal. Apenas ocurrió la catástrofe, su titular, el ministro
Julio De Vido, se instaló en Río Turbio varios días.
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Un mes y medio después aún se ignora qué ocurrió, importantes testigos no fueron
llamados a declarar y ningún familiar de los muertos se presentó como
querellante en el expediente de mil fojas del juez federal de Río Gallegos,
Gerardo Caamaño, quien adoptó recaudos para que no se altere la escena y pueda
realizarse un demorado peritaje que demandará dos meses debido al derrumbe de la
zona afectada.
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El contexto es tan denso como el humo que ahogó un túnel llamado Unión 9 y parte
de las galerías 1P5 y 2P5.
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Así como el cerro del que viven los 15.000 habitantes de la cuenca carbonífera
no tiene nombre -aquí sorprende la pregunta, el cerro es "la mina" a secas-, la
empresa que maneja la mina no existe. No tiene figura jurídica desde hace dos
años, cuando se canceló la concesión a una firma privada y el Estado Nacional
recuperó lo que alguna vez fueron los Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF) y
hoy son una nada jurídica. El yacimiento nunca fue rentable, salvo de 1994 a
2002, lapso de la concesión otorgada a Sergio Taselli, y sólo porque el Estado
le dio al empresario italiano subsidios por 163 millones de pesos para pagar los
sueldos de 1300 mineros y empleados y le garantizó un precio sostén dos veces
superior al internacional para venderle a un único cliente cautivo, la Central
Térmica de San Nicolás.
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"Aquí fallaron los equipos de la Unión 9, tal vez un transformador, o la cinta
que saca el carbón, y eso porque durante ocho años no hubo inversiones ni
mantenimiento. Los equipos están desgastados en un 60 por ciento. Pero los
responsables son todos los secretarios de Energía desde el gobierno de (Carlos)
Menem hasta hoy", afirma el intendente Matías Mazú.
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En esto coinciden todos, sólo que varios extienden el lapso de la falta de
inversiones y mantenimiento a diez años para incluir los últimos dos en que la
Nación volvió a hacerse cargo de la mina. Diez días antes de la tragedia,
Kirchner fue a la mina y anunció inversiones por 320 millones de pesos.
Demasiado tarde. En diciembre, De Vido había prometido casi cien millones, de
los cuales sólo llegaron 7,5 millones.
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El Presidente no es muy popular entre los mineros, que le hicieron numerosos
paros y movilizaciones en sus años de gobernador. "Llegamos a tomar la
Legislatura en Río Gallegos, pero jamás nos recibió", recuerda el minero Raúl
Wanzo, dirigente de la Lista Negra de ATE.
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La concesión a Taselli ocurrió durante la gobernación de Kirchner, y si bien fue
una decisión de la Nación, Santa Cruz retuvo el poder de policía laboral y el
control de la Seguridad. Curiosamente, la Dirección de Relaciones Laborales y
Accidentes de Trabajo de la Subsecretaría de Trabajo provincial está vacante.
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Un año después de iniciada la gestión privada de Taselli se creó una Comisión de
Fiscalización que incorporó un representante de Santa Cruz: Daniel Cameron,
actual secretario de Energía de la Nación.
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"La Comisión no tenía poder de resolución", explica uno de sus ex integrantes
que, si bien admite que el período de Taselli "es indefendible", agrega que
"hace dos años que el responsable es la Nación". Durante la mayor parte de esos
dos años el interventor del yacimiento fue el santacruceño Eduardo Ariel Arnold,
hoy diputado nacional.
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"Lo recibimos sin los subsidios y el precio sostén de Taselli -cuenta Arnold-,
pero la urgencia era volver a producir. El presupuesto era exiguo y más del 90%
se iba en sueldos. Logramos levantar algo que después de las atrocidades de la
concesión era una porquería."
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A Arnold lo siguió otro interventor, reemplazado días después del incendio por
Daniel Peralta, un hombre de confianza de Kirchner que asumió con rango de
secretario de Estado. Cuando era subsecretario de Trabajo provincial, Peralta le
cerró la mina a Taselli durante cincuenta días. "Le dije que la seguridad era
cero. Pero finalmente -se lamenta Peralta, que el 14 de junio era diputado
provincial- ocurrió la escena que quise evitar: el llamado a la noche, el
bolsito y el viaje a Turbio".
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Peralta reconoce que "no hay empresa. Hoy la empresa soy yo. El Estado la retomó
pero no está consolidada jurídicamente". La razón es que no existe un YCF
residual. "Hay que remontar diez años de desinversión y falta de mantenimiento.
Los anteriores interventores hicieron lo que pudieron con los recursos que les
asignaron -agrega-. Taselli había hecho un emprendimiento financiero, no minero,
pero la culpa de sus tropelías la tuvo una concesión mal armada."
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Un informe lapidario de la Auditoría General de la Nación, que también cuestionó
a la Comisión de Fiscalización, y una serie de denuncias penales radicadas hace
tres años en el juzgado de Caamaño, marcaron el fin de la concesión a Taselli.
Las causas se unificaron bajo dos figuras, dice una fuente judicial: "estafa
agravada y contrabando".
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"No es verdad que me sacaron la concesión. Yo la dejé en 2002 -replica Taselli-
porque cortaron el subsidio para los sueldos durante un año. Y dejé la mina en
perfectas condiciones. La cinta donde dicen que empezó el fuego la puse yo. Pero
no creo que el problema fuera la cinta, ni el transformador, que es
antiexplosivo y no requiere mantenimiento. Yo creo que al iniciarse el incendio
no le dieron importancia y no impidieron el ingreso del tercer turno de mineros,
ni les ordenaron salir por atrás, no por adelante."
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En este último punto es en lo único en que coinciden dos enemigos jurados como
Taselli y Wanzo: ¿por qué se propagó el fuego?
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"Exceso de confianza"
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Con la condición del anonimato, un importante protagonista asevera sin dudar:
"Hubo un exceso de confianza de los mineros. Minimizaron el incendio, y después
ya era tarde porque se habían cortado las comunicaciones. Habrá que determinar,
también, cómo se ordenó la evacuación".
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El gobernador Sergio Acevedo no descarta problemas en las condiciones de
seguridad: "Luego de la concesión tal vez sólo se priorizó volver a producir".
Varios contraponen la actitud diligente de Acevedo en la mina en los peores
momentos, con el despliegue inútil de los funcionarios nacionales con sus 4 x 4
y sus teléfonos satelitales.
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Quizá las decisiones más difíciles -dilemas, en realidad-, tuvo que asumirlas en
las peores condiciones el jefe de Seguridad, Eduardo Schabner. Por ejemplo,
apagar durante más de una hora un ventilador. Si no lo apagaba, se avivaba el
fuego. Si lo apagaba, no salía el humo. Aunque un especialista explica que la
decisión fue la correcta porque el ventilador no hubiera extraído todo el humo.
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"Acá van a acusar a perejiles para evitar la responsabilidad del Estado
Nacional", afirma Luis "El Angel Negro" González, dirigente de la Lista Negra de
ATE, otro denunciante de Taselli junto con Dino Zaffrani, abogado defensor de
los derechos humanos cercano a la Lista Negra y vicepresidente de la Asociación
de Abogados de Río Gallegos.
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"Sí, temo que elijan chivos expiatorios. Hace tres años que pedimos la
indagatoria de Taselli en la causa de estafas -cuenta Zaffrani- y no pasa nada.
Para que se haga una idea: a uno de los mineros muertos, Silverio Méndez, Arnold
lo había denunciado por calumnias. Y a mí me denunció Kirchner, pero luego
retiró la querella."
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Los mineros Méndez y Wanzo trabajaron con técnicos de la UBA en un proyecto para
generar combustibles sintéticos a partir del carbón. Méndez ya no podrá ver en
marcha ese proyecto que Wanzo dibuja en un papel y que podría decidir el futuro
de la mina, hoy paralizada hasta que se limpie la zona del derrumbe. Pero más
que el dibujo impresiona una definición de Wanzo, que rescató a varios mineros:
"Trabajar en la mina es trabajar en el cañón de un fusil. Y no cobramos plus por
trabajo insalubre y peligroso. Gano mil pesos y un boletero del subte gana mil
doscientos."
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Wanzo asegura que no había procedimientos de emergencia.
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Los catorce mineros que murieron habían tratado de salir por la galería a bordo
de un camión con 36 compañeros: entre ellos, Gaitán y Segundo Tejada. Las
galerías revestidas con arcos de hierro y tablas de eucalipto son anchas y
permiten el paso de camiones.
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"Yo recién había entrado con el tercer turno -recuerda Tejada- pero adentro nos
dijeron que esperáramos porque no había energía. Mientras tanto, Silverio Méndez
llamó a Nicolás Arancibia, que también murió, y le dijo: ?Che, está llegando
mucho humo´, y Arancibia le respondió: ?Sí, pero es de la cinta, no de los
equipos eléctricos´. Estas cosas son importantes, igual que otras que escucharon
los compañeros, pero a mí y a otros todavía no nos llamaron a declarar."
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El humo impidió el avance del camión de Tejada y los mineros siguieron a pie sin
ver nada. Al borde del desmayo, Gaitán escuchó la voz de Wanzo que lo animaba a
avanzar. Tejada también escuchó voces de aliento desde atrás del humo. "Sabía
que iba a morir pero igual avancé con las rodillas que se me doblaban hasta que
alguien me agarró del brazo. ¿Sabe que todo esto pudo evitarse?", cierra Tejada.
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Gaitán, Tejada y 120 mineros inhalaron demasiado humo y deben hacerse estudios
periódicos en el hospital para saber si tienen secuelas. Con 62 años y 31 en la
mina, Tejada, riojano, gana mil pesos.
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Tres de los muertos eran chilenos -la mina está a pocos kilómetros de la
frontera-, y por ahora sus familiares son los únicos, según el abogado Zaffrani,
que piensan constituirse en querellantes.
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Turbia como el río que da nombre a la mina, intrincada como su red de galerías,
así se presenta la búsqueda de la verdad y de los verdaderos responsables en
este olvidado rincón del Sur.