Argentina: La lucha continúa
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¿Por qué no se habla de Gatic?
Gatic: una empresa recuperada o una estafa
más al pueblo y al estado
El 12 de agosto un operativo brutal a cargo de 200 policías bonaerenses,
comandados por el comisario Julio Ducid y ordenado por el juez comercial Miguel
Gutiérrez Cabello, desalojó a 100 obreros de la planta de la empresa Gatic en la
localidad de Pigüé, al sur de la provincia de Buenos Aires.
Andrés Ruggeri
Las instalaciones de Gatic, una empresa vaciada y quebrada fraudulentamente
por el empresario Bakchelián, estaban ocupadas desde hacía meses por sus
trabajadores, que luchan por la recuperación de la empresa bajo la autogestión,
con el apoyo del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) y la
comunidad de Pigüé (incluidos su intendente y cuerpo de concejales). Los
policías fueron desplazados desde otros puntos de la provincia, de los que
partieron tres días antes y entraron a la planta a fuerza de gases, palos y
balas de goma, en una operación que, desde ya, estaba planificada con
anterioridad a la orden de desalojo. No es un hecho menor: se trata de la
primera represión seria al movimiento popular desde que Néstor Kirchner se hizo
cargo de la presidencia del país.
Sin embargo, son contados los medios de comunicación que dieron cuenta de esta
noticia. Mientras los piqueteros son seguidos por decenas de cámaras hasta en
sus movimientos más nimios, a la búsqueda del gesto estigmatizable que
contribuya a su criminalización, el accionar criminal del Estado a partir de por
lo menos dos de sus poderes (el Ejecutivo y el Judicial) fue ignorado en forma
flagrante por casi todos los canales, radios y diarios. Cuando los dirigentes
del MNER lograron convocar a TN y Crónica, estos dieron marcha atrás, pasando
por escasos minutos el desalojo cuando habían estado anunciándolo con mucha
anticipación. En la prensa escrita, sólo Página/12 dio cuenta con cierta
amplitud del episodio, en una crónica de ese día y en la columna de Horacio
Verbitsky del domingo 15.
En lugar de recoger los hechos, la mayoría de los medios de prensa eligió dar
una versión que pr esenta el caso Gatic como una muestra más de la imparable
recuperación de la economía. En el noticiero matutino diario de Canal 7, se
habló días antes de "una gran noticia", la reapertura de la empresa mediante un
acuerdo entre empresarios, trabajadores y gobierno, lo cual permitiría "la
recuperación de 2800 puestos de trabajo". Esto reflejaba el acuerdo entre el
Gobierno de la provincia de Buenos Aires, el Ministerio de Trabajo, el
Ministerio de Planificación, el sindicato del caucho y el empresario Guillermo
Gotelli (ex presidente de Alpargatas, a la que endeudó en 700 millones de pesos)
para la reapertura de la fábrica. Lo que no se mencionaba, es que esta empresa
que fuera la poseedora de la licencia de Adidas y otras marcas de calzado
deportivo durante más de 30 años, quebrada en forma fraudulenta por sus dueños,
ocupaba 5000 trabajadores en sus nueve plantas distribuidas por todo el país, de
los cuales 1800 se encontraban en ese momento en una dura lucha por la puesta en
funcionamiento de algunas de estas plantas como una empresa recuperada y
autogestionada por sus trabajadores. Algunas, como la planta de Gatic en San
Martín, ya habían formado su cooperativa y llevaban ya varios meses en
producción, con sus propias marcas y recomponiendo una red de proveedores y
clientes, sin necesidad de ningún inversor y sin ninguna ayuda del Estado.
Meses antes, el 8 de octubre de 2003, La Nación señalaba que el Gobierno (al
que, como es público, considera un nido de izquierdistas) estaba por tomar con
Gatic una resolución "inteligente", consistente en ir al rescate de la empresa
de la familia Bakchelián con fondos para capital de trabajo, un acuerdo con el
gremio y un "management independiente", que finalmente apareció ahora en manos
de la empresa Indular Manufacturas, de Gotelli. Algunos días antes del desalojo,
otro diario encolumnado con la derecha más recalcitrante, La Nueva Provincia de
Bahía Blanca, anticipaba que la recuperación de la empresa por la cooperativa de
trabajadores no tenía futuro, gracias a la aparición de una importante oferta
que el juez interviniente estaba considerando "muy seriamente". Finalmente,
mientras una multitud de trabajadores de empresas recuperadas manifestaba en La
Plata, los obreros de Gatic en Pigüé fueron violentamente desalojados.
La noticia de este acuerdo, entonces, debe leerse de otra manera: el Gobierno
decidió darle la espalda, a pesar de la palabra empeñada por el propio
presidente Kirchner, a este esfuerzo de los trabajadores y acordar con los
empresarios estafadores, dejando, además, en la calle a la mitad de ellos, sin
reconocerles ni antigüedad ni indemnizaciones. Y, además, fue por lo menos
cómplice del desalojo de quienes intentaban, a pesar de todo, seguir trabajando
en la planta de Pigüé. Es decir, los trabajadores de Gatic sufrieron en carne
propia lo que el discurso oficial afirma que no va a hacer: reprimir y
criminalizar la protesta social. Sucede que Pigüé está lejo s y las cámaras de
TV no llegan. Y si llegan, un telefonazo del ministro De Vido alcanza para
silenciarlas.
La lucha de los trabajadores de GATIC:
El Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas difundió, antes del desalojo, una
solicitada en que se planteaba claramente la opción: Gatic puede ser emblema de
los cambios o de la continuidad del modelo de los 90. Los hechos parecen
demostrar que la elección fue esto último. La empresa tiene una deuda de 500
millones de pesos, de los cuales 400 son al Estado (AFIP; Banco Nación, Banco
Provincia) y 70 a los trabajadores. Dinero suficiente como para emprender sin
problemas legales, si hubiera decisión política, la recuperación de la empresa
por los trabajadores con apoyo del Estado, en base a la discusión de propuestas
como la que éstos, que ya están haciendo el esfuerzo de la vuelta a la
producción en solitario, han ido elaborando a partir de su experiencia y la de
miles de trabajadores que ya han recuperado empresas en todo el país.
El gobierno, en cambio, prefirió hacer un acuerdo con el empresario menemista
Gotelli, vaciador de Alpargatas, socio de Bakchellian (qu e endeudó a Gatic por
900 millones, originalmente dólares, convertidos a 500 millones de pesos tras la
pesificación y una quita del 30 % que la generosidad del estado duhaldista le
permitió) y socio del más que sospechoso fondo buitre Leucadia, como denunció
José Abelli, del MNER. Una acción que borra con el codo lo escrito y dicho por
el presidente en cuanto discurso pronunció acerca de la finalización del modelo
neoliberal. O el gobierno cree que Gotelli se convirtió en un burgués nacional,
o guiña con el ojo izquierdo pero pone la bala con el derecho.
Gatic está cerrada desde hace más de un año y entró en concurso de acreedores en
octubre de 2001. La quiebra no se decretó aun, y el juez Gutiérrez Cabello, el
mismo que ordenó el desalojo del planta, admitió ante los dirigentes del MNER
que había grandes presiones políticas y sindicales para no hacerlo. De
decretarse, los trabajadores podrían acogerse al artículo 190 de la ley de
Quiebras, de continuidad laboral, (que aun así es francamente desfavorable a los
intereses de los obreros) y poner en funcionamiento todas las plantas de la
empresa con sus 5000 trabajadores a través de la formación de cooperativas de
trabajo, como las ya formadas en Pigüé y San Martín, con una propuesta que
contempla "la integración vertical de la producción para su comercialización" y
el reparto de los excedentes entre los salarios de los trabajadores y el Estado,
en concepto de la deuda que dejó Bakchelián. Esto no lo garantiza el acuerdo con
Gotelli, quien sólo se compromete a comprar las prendas en el Banco Provincia
(de un valor de 54 millones de pesos) en sólo 8 millones, a pagar en bonos de la
deuda que cotizan a sólo el 20 % de su valor. Algo debe tener que ver en esta
oferta la sociedad de Gotelli con el fondo buitre Leucadia, que operó en varias
de las privatizaciones y maniobras fraudulentas de los 90. En otras palabras,
una estafa al Estado, a los trabajadores y al pueblo argentino.
Todo este esquema de nego ciados se cerró la semana pasada sobre los
trabajadores de Pigüé. Lejos de Buenos Aires, los obreros fueron expulsados de
la planta en un operativo que no se había visto hasta el momento en este
gobierno, al que no pareció preocuparle la quiebra de una de sus declaraciones
de fe progresista. Ante los intentos del MNER de lograr un cambio de postura de
los organismos del Ejecutivo, sólo recibieron como respuesta el lobby del
ministro De Vido, quien personalmente llamó a los medios de comunicación para
impedir, con gran éxito, que las imágenes de televisión de la represión salieran
al aire. Pues un gobierno que basa su accionar en el consenso de la opinión
pública, no se puede permitir llevar adelante maniobras de este tipo si salen a
la luz. Mientras Aníbal Fernández manda a los piqueteros a laburar, Solá, Tomada
y De Vido expulsan a obreros de los puestos de trabajo que estaban recuperando a
pesar de todos los obstáculos que puso el Estado mismo y sus cómplices
empresarios. Solá, i ncluso, extorsiona a los trabajadores del Movimiento de
Empresas Recuperadas vetando las leyes de expropiación de otras empresas que,
evidentemente, no le interesan tanto como esta, la mayor textil del país.
Mientras tales sucesos se desarrollan, quienes tenemos un compromiso con los
trabajadores y las causas populares no podemos seguir siendo cómplices del
ocultamiento de una lucha que puede marcar una bisagra en este momento
histórico. La información sobre el drama de Gatic no circula ni siquiera en las
cadenas alternativas de información, o por lo menos no lo hace con la
profundidad y masividad que merece. Los partidos de izquierda, siempre tan
atentos a las luchas obreras, no parecen haber tomado nota de lo que pasa. ¿O
será que solamente le interesan las luchas donde hay implicados militantes de
sus organizaciones? La militancia popular que en los últimos tiempos se ha
volcado a favor de Néstor Kirchner, tendría también que darse cuenta que no
beneficia en nada a un gobierno que consideran popular si deja que se impongan
maniobras como estas. Al contrario, deben contribuir a la movilización para que
cambien el rumbo equivocado en casos como este donde, sin discusión, se está
poniendo la proa en el sentido contrario al declamado.
Si no rompemos el cerco, la experiencia de Gatic corre el riesgo de convertirse
en norma. El mismo día del desalojo de la planta de Pigüé, un hotel recuperado
de la provincia de San Juan, el Nogaró, fue desalojado por la policía provincial
y sus trabajadores encarcelados. Zanón enfrenta en Neuquén una posibilidad
cierta de desalojo, luego de más de dos años de autogestión exitosa pese a estar
en una provincia gobernada por uno de los caudillos provinciales más
reaccionarios. En Santa Fe, son varias las empresas recuperadas que fueron
rematadas por la negativa del poder político provincial a expropiarlas a favor
de los trabajadores, como consiguieron decenas de empresas en Capital y
provincia de Buenos Aires. Las expropia ciones temporales, en estos casos, están
comenzando a cumplir sus plazos bianuales, y la composición actual de la
legislatura porteña, repleta de derechistas y oportunistas, junto con el
sistemático veto de Solá en la provincia, no dan seguridades para su renovación.
Una marcha numerosa de trabajadores de empresas recuperadas recorría los
organismos públicos de La Plata el mismo día del desalojo de Gatic. Corrieron su
misma suerte en la consideración mediática, incluyendo la mayoría de los
alternativos. Situación que, o la revertimos, o vamos a ver como un fenómeno
político, social y económico de enorme importancia, el de las empresas
recuperadas por sus trabajadores, pasa a ser blanco privilegiado de la ofensiva
del poder económico, aquel que gobierna este país en los hechos desde el 24 de
marzo de 1976. Algo que no habían podido hacer públicamente hasta el momento
contra un movimiento que apunta al corazón de la propiedad privada.
Andrés Ruggeri
(Programa Facultad Abierta - Facultad de Filosofía y Letras -UBA)