Argentina: La lucha continúa
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A la mafia policial y sus instigadores
La paramos los trabajadores y el pueblo o no la para nadie
Ruth Werner y Facundo Aguirre
El último 26 de junio se cumplieron dos años del asesinato de Maximiliano
Kostequi y Darío Santillán y más de 30.000 personas participamos de la
movilización a Plaza de Mayo. La noche anterior, en la Boca, un sicario, Juan
Carlos Duarte -dealer de la droga relacionado con la Comisaría 24- fusilaba al
dirigente de la FTV-CTA, el "Oso" Martín Cisneros. En respuesta, militantes de
la FTV, coparon la comisaría exigiendo el castigo a los culpables y denunciando
la connivencia de los asesinos con la mafia político-policial. Este es un claro
crimen político contra una organización social. Por otro lado, en Isidro
Casanova, corazón de La Matanza, días antes, Diego Lucena –miembro del FTC- fue
salvajemente asesinado a la salida de un boliche por matones de la bonaerense,
lo que provocó la reacción indignada de sus vecinos y compañeros quienes
destruyeron la discoteca y quemaron un patrullero.
Este último hecho junto al asesinato de un pibe en Palermo -que terminó con la
quema de una comisaría- y el ataque de una manifestación a la policía de Tres
Arroyos, indican que una serie de revueltas locales contra el gatillo fácil
irrumpe en escena. Así como hace un tiempo se manifestó un sector de las clases
medias tras las banderas de la derecha y la "mano dura" encarnada por Blumberg,
una suerte de manifestaciones populares de sentido contrario, un "anti Blumberg",
está polarizando la realidad política.
Esta negativa de los oprimidos a seguir ofreciendo "la otra mejilla" a la
brutalidad policial, y la persistencia de la organización de los desocupados
–aunque en una fase defensiva- molesta a los capitalistas, al poder político y a
la mafia peronista y está siendo tomada por los medios de comunicación, para
azuzar la campaña antipiquetera y el pedido de represión lanzado en las últimas
semanas. Los analistas señalan el resurgir de la "violencia política" en la
Argentina y piden frenarla golpeando aún más contra los piqueteros y los
movimientos de lucha. El agente de los gusanos, Roger Noriega –encargado de
Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado norteamericano- acaba de
sumarse con sus declaraciones a esta campaña reaccionaria (tanto que hasta el
canciller Bielsa tuvo que contestarle diciendo que "estaba harto" de la
intromisión de Noriega).
La nueva andanada derechista tiene su punto de origen en la molestia de los
capitalistas ante los "escraches" a Repsol-YPF y las ocupaciones de los Mac
Donald’s. Pero lo que verdaderamente los sacó de quicio fue la reunión de Parque
Norte, donde estuvieron Tomada, Alicia Kirchner y Oscar Parrilli. Como dice el
reaccionario Morales Solá "una cosa era la estrategia de dividirlos y amansarlos
(a los piqueteros NdeR), a la que D’Elía sirvió notablemente, y otra es
convertirlos en una estructura política presidencial para desafiar al duhaldismo"
(La Nación, 30/06/04). Lo que intentan hacer desde el establishment y el aparato
duhaldista –con el aval del imperialismo- es impedir que afloren "tentaciones
populistas" en el gobierno e imprimirle un giro mayor a la derecha.
Extraña "violencia política" la que condenan los voceros de la burguesía que
hasta ahora se cobró la vida de militantes mientras que las fuerzas del orden y
los asesinos a sueldo no tienen una sola víctima. La violencia de hoy es la del
gatillo fácil, las víctimas son los hijos del pueblo pobre, hambreados y
apaleados. Pero también la violencia de la explotación patronal. La tragedia de
Río Turbio, donde los mineros fueron llevados al muere por los burócratas
estatales y la desidia empresarial, es su clara expresión. En fin, la violencia
del sistema contra los explotados. Frente a este orden de cosas, los explotados
deben afirmar su derecho inalienable a la rebelión.
Desde el PTS llamamos al conjunto de los trabajadores y el pueblo a repudiar y
movilizarse contra los ataques reaccionarios, a luchar por imponer una Comisión
Investigadora Independiente y el juicio y castigo a los responsables materiales
y políticos del asesinato de Martín Cisneros y todos los compañeros caídos,
producto de la violencia policial. A los asesinos hay que buscarlos en la
Federal y la Bonaerense, en la SIDE, entre los punteros y dirigentes del PJ y en
los empresarios que junto a la vieja política claman contra la "anarquía"
alentando que se reprima a mansalva. Hay que luchar por la disolución de las
policías y de todo el aparato represivo.
Llamamos a la unidad de las organizaciones obreras combativas, los movimientos
piqueteros, los organismos de derechos humanos, el movimiento estudiantil y la
izquierda para pararle la mano y defender a nuestros compañeros y compañeras de
la furia revanchista de la clase dominante. Está planteado el más amplio frente
único que –desde nuestro punto de vista- debería ser encabezado por los
sindicatos, en primer lugar por la CTA, convocando a movilizar a toda la clase
trabajadora, la única que puede ir hasta el final en esta lucha. El paro
nacional del 2 de julio no puede ser un acto simbólico. Es necesario ganar las
calles para pararle la mano a la ofensiva reaccionaria y defender
irrestrictamente la libre organización y manifestación de los desocupados. Son
las organizaciones obreras y de derechos humanos las que además pueden llamar a
la población a ejercer el derecho a la autodefensa como un medio legítimo frente
a la violencia estatal y de las mafias políticas.
El trasfondo de los hechos
Una crisis nacional irresuelta
La teoría del complot
D‘Elía, Hebe de Bonafini, los "transversales" y todos los piqueteros
oficialistas, explican los últimos hechos como parte de un complot duhaldista
contra Kirchner. No hay que descartar de plano esta visión. En todo régimen
político en decadencia la disputa de camarillas puede tomar un carácter
conspirativo. Pero este "ala izquierda" del kirchnerismo se equivoca al pensar
que el gobierno va a llevar adelante una lucha consecuente contra las mafias
peronistas y la policía. Kirchner hasta ahora ha privilegiado sus compromisos
con el PJ y con los capitalistas que son su principal sostén, y con el "Plan de
Seguridad" que lanzó junto a Solá fortaleció el poder de la maldita policía.
Adherir –como hicieron los dirigentes sociales antes mencionados- al discurso
"progresista" de K sirve para darle legitimidad al operativo de encubrimiento
con que el oficialismo intenta maquillar su verdadera orientación, cuando acaba
de enviar tropas a Haití y señalar su buena voluntad para con los acreedores
externos y el FMI. Pasivización y mano dura
El gobierno dice negarse a reprimir. Responde así a lo que podríamos llamar el
síndrome del 26 de junio. Esto es, el temor a que una dura represión cambie el
humor social y acabe con su enorme consenso obligándolo a retirarse
anticipadamente del poder, tal como le sucedió a Duhalde en el 2002. Por eso, la
vía elegida por K es la de atomizar, dividir y corromper a los movimientos de
lucha, además de judicializar la protesta social.
El kirchnerismo ha sido hasta ahora el agente de la pasivización que intenta
desarticular –y en gran medida lo logró con las clases medias- al movimiento
popular que se puso en acción después del levantamiento de diciembre de 2001. La
razón de ser de Kirchner y por la cual el aparato del PJ bonaerense lo sostuvo
(y aún lo sostiene) es que sus gestos progresistas son una herramienta útil para
generar ilusiones en las grandes masas de un cambio gestado desde arriba,
mientras se sigue subordinando al país al imperialismo y garantizando las
superganancias de los capitalistas tras la devaluación. El gobierno tuvo éxito
en terminar de dividir a las clases medias de los trabajadores y desocupados,
mientras que por otro lado Blumberg y su pedido de mano dura le dio una base
ideológica de masas a las voces de la derecha.
La autodefinida "pata social" del kirchnerismo refuerza la posición oficialista,
pues colaboran en la desmovilización general e incluso –en el caso de D’Elía-
fueron cómplices en la demonización de los movimientos de lucha. Tanto es así,
que frente al crimen de Cisneros, apuntan contra el duhaldismo como la mano
negra que conspira contra el gobierno (aunque ahora el kirchnerismo ordenó bajar
los decibeles), liberando de responsabilidad a Kirchner que con su política
antipiquetera sentó las bases para legitimar la acción criminal. Atacando como
"funcionales" a la derecha a la oposición obrera y popular, despejaron el camino
a la ofensiva reaccionaria. Se equivocan cuando dicen que los ataques de la
"vieja política" son un producto del rumbo "progresista" del oficialismo. Son
más bien una consecuencia del éxito de la desmovilización y la pasivización
reinantes.
Profundamente, son las relaciones de fuerzas entre las clases que abrieron las
jornadas revolucionarias de diciembre del 2001, lo que subyace detrás de los
movimientos en la escena política. Siempre que una gran crisis hizo emerger un
enfrentamiento profundo entre las clases, sin que venciera ninguno de los bandos
en pugna, actúan las fuerzas conservadoras para restaurar los elementos de
orden. Por eso, el PJ bonaerense y el establishment plantean una solución "dura"
que termine por desorganizar a los movimientos de lucha y desalentar cualquier
intento de resistencia o rebelión futura en la juventud y la clase trabajadora.
El kirchnerismo, por su parte, lejos de ser un ala progresista como lo presentan
sus aliados "sociales", utiliza el consenso logrado en la opinión pública para
recomponer la legitimidad del estado burgués y sus instituciones, dándole tiempo
de sobrevida a la vieja política.
La interna peronista
La crisis de representación política es otro elemento que recorre la situación
actual. La misma terminó con la UCR y el Frepaso y golpeó duramente al PJ, que
subsiste aunque sumido en grandes divisiones internas. Al no haberse movilizado
la clase obrera ocupada durante el auge del 2002, la burocracia sindical y el
gobierno de Duhalde contuvieron el ascenso social. Pero esto fue a costa de
provocar grandes heridas en el seno del PJ. El menemismo está maltrecho y sin
líder. El duhaldismo carece de legitimidad para ejercer el poder. El
kirchnerismo –que no era más que una facción pequeñoburguesa marginal- es el
gobierno "posible" que ejerce el poder al servicio de la reconstrucción del
capitalismo "nacional". Sin embargo, adolece de fuerza propia y de la plena
confianza de los capitalistas. Kirchner llegó al poder por gracia de otros, sus
gestos lo muestran como un virtuoso frente a los impresentables de la mafia
peronista.
Constantemente busca forzar esta situación para liberarse de la tutela de los
bonaerenses. Así amenaza con la transversalidad y coquetea con los piqueteros
afines, mientras negocia con los gobernadores y forcejea con Duhalde la
composición de las listas electorales para el próximo año. Este último quiere
mantener su poder –tras bambalinas- como el hombre fuerte de la política
argentina.
En este cuadro, la posición del ala "izquierda" kirchnerista lleva a un sector
de los movimientos sociales a ser utilizados como base de maniobra de la
política burguesa y del peronismo.
Romper con el PJ y todos los partidos de los explotadores
Presenciamos un giro en la situación política en unas semanas cargadas de
contenido simbólico. Se cumplen junto al aniversario de la masacre del Puente
Pueyrredon, 30 años del fallecimiento del General Perón (1º de julio) y 29 años
del inicio de las jornadas de lucha contra el Rodrigazo. Aniversarios llenos de
significados. La muerte de Perón aceleró la experiencia de la clase obrera en
los ’70 con su partido histórico. Las huelgas generales de 1975 plantearon la
necesidad de que los trabajadores rompieran con el peronismo tomando un rumbo
independiente. Esta formidable acción obrera dio lugar al surgimiento de las
coordinadoras interfabriles, verdaderos embriones de un doble poder fabril y de
una organización obrera independiente que hizo tambalear a la burocracia
sindical. Este movimiento desbandó al lopezrreguismo, que impulsaba las Tres A.
A su vez llevó a la burguesía argentina y al imperialismo yanqui a decidirse por
la opción golpista. En aquel entonces, la clase obrera no pudo traducir en una
estrategia victoriosa el ascenso de masas iniciado tras el Cordobazo. El golpe
genocida fue el precio que los trabajadores pagaron por haberse rebelado contra
el orden capitalista sin terminar de poner en pie organizaciones democráticas de
masas para la lucha por el poder y, subjetivamente, por carecer de independencia
política con respecto a la burguesía y no contar con un partido revolucionario a
su frente.
El peronismo actual fue el que en los ’90, bajo Menem y Duhalde, entregó el país
al imperialismo y arrasó con las conquistas obreras generando un mar de miseria
y desempleo. La devaluación del 2002 –bajo el gobierno del caudillo bonaerense-
hundió a más de la mitad de la población en la pobreza. El kirchnerismo se
presenta como la renovación, y así lo ensalza el ala transversal, pero no es más
que el costado izquierdo de las fuerzas conservadoras de la vieja política, que
atrae detrás de sí a los sectores más de derecha de las "fuerzas progresistas"
con el fin de mantener la subordinación de la clase obrera y el pueblo pobre
tras una política patronal y eventualmente del PJ.
La clase trabajadora ocupada empieza a protagonizar diversas luchas
reivindicativas, mostrando su vitalidad. Las organizaciones piqueteras siguen
siendo un factor de oposición social aunque en una fase de resistencia. La
negativa de sus principales corrientes a formar un Movimiento Unico de
Trabajadores Desocupados, con libertad de tendencias políticas que permita
terminar con el clientelismo, lo inhibe de tener una estrategia de independencia
plena frente al estado. Gran parte de la izquierda que se reclama clasista se
niega a levantar una política que permita reconstruir la unidad de clase y una
nueva alianza obrera y popular. Es necesario romper con todas las trampas de la
burguesía y su estado y plantear con más fuerza que nunca la independencia
política con respecto al peronismo y todas las variantes patronales –y de los
carreristas- que se quieren presentar como progresistas (ARI, "transversales",
etc.), y de todas las alianzas de colaboración de clases (como Izquierda Unida).
Dirigentes ceramistas de Neuquén plantean ya hace tiempo la lucha por una
herramienta política de los trabajadores. Desde el PTS hemos apoyado su llamado.
La unidad de las organizaciones obreras combativas, los movimientos piqueteros y
la izquierda clasista, para impulsar la lucha de clases y pelear por
reconquistar los sindicatos y comisiones internas para transformarlos en
poderosas organizaciones militantes de los trabajadores, debe ser acompañada por
el objetivo de disputar la base obrera y del pueblo pobre cautiva aún del PJ, la
burocracia sindical y el punterismo clientelar, levantando la constitución de
esta fuerza política propia de la clase trabajadora.