Argentina: La lucha continúa
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Argentina: Sobre la operación mediática antipiquetera
León Rozitchner
Que los grandes asesinos hayan invertido la percepción de lo que nos pasa
hasta hacer aparecer la violencia y la muerte del lado de los que la viven y la
sufren es una proeza del ¨espíritu¨ y del ¨alma¨ de la antes culta Perla del
Plata. Pasan del trazo grueso: ¨Hay que matarlos a todos (los piqueteros)¨, al
trazo fino y delicado: ¨Me parece una total falta de respeto (de los piqueteros)
hacia la gente¨. Asesinos respetuosos los argentinos.
¿Se dio vuelta el mundo? Los criminales, los cómplices impunes de los crímenes
del pasado, ponen nuevamente la muerte en los hambreados que luchan, sobre cuyas
huellas asentaron su poderío: quieren que se imponga la ley y se reprima a
sangre y fuego para gozar sin estridencias de los bienes del despojo. No quieren
que los gritos cundan. Porque si hay gente que se muere de hambre, no quieren ni
pensar que lo que gozan y dicen suyo es producto de haberlos despojado. Todos, e
increíblemente hasta la pobre gente, se aliaron de pronto con la recua de los
post genocidas: coinciden en que deben limitarse las quejas sonoras y audibles,
los obstáculos por medio de los cuales la protesta puede expresarse. Quieren una
protesta sin ruido, una acción sin presencia, una existencia sin huella: una
protesta que no exista como protesta.
Quieren que los despojados y condenados a la lenta pena capital del hambre, la
enfermedad y la muerte jueguen al oficio mudo: sin hablar y sin reír, como
juegan los niños. Que no ejerzan una presencia que disturbe ese sueño sin
pesadillas de los justos. Que pueda permitirles a las almas limpias la
indiferencia y el soslayo: un bello espectáculo de mimos de una murga que
representa el espectáculo de los pobres. La clase media, esa bella miseria
humana expandida y multitudinaria de sueños tontos en miradas sin brillo que el
vacío de la muerte ahueca, podría aplaudirlos. Y si osan sobresalir para ser
notados, deben ser otra vez asesinados, para que aprendan que su destino es ser
el sobrante de sus dignos ciudadanos ahítos.
En verdad, la representación de la realidad ha sido dada vuelta. La imagen lisa,
televisiva, y la prensa, han destruido el pensamiento, la capacidad de ligar lo
inmediato a las causas de su existencia. Sólo una sociedad llevada por el terror
hasta el extremo de la estupidez y la chatura, despojada de afectos, de
imaginación, de sensibilidad, empavorecida, puede haber despojado de
significación a lo que ven y perciben acobardados por sus ojos diariamente, pero
que la inteligencia no anima.
Todos los poderes que el terrorismo de Estado había implementado durante el
genocidio se han unido para aparecer simultáneamente conformando una imagen
invertida de sus complicidades. La prensa, la televisión y la radio vuelven a
traernos la imagen de apoyos que hicieron posible el genocidio. Son los mismos
que amenazan con lo mismo, y aceptarían que el exterminio directo volviera a
repetirse, mientras se callan ante este genocidio lento donde se consume la vida
de la mayoría de los argentinos. Trabajan con el imaginario del terror militar:
miran con los ojos de los asesinos. Como son sus cómplices, critican a los
piqueteros desde los voceros del Proceso genocida. Para uno de ellos ya ni
siquiera hay dos demonios, hay uno solo: el de los piqueteros convertidos en
guerrilleros.