Argentina: La lucha contin�a
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Las Asambleas hoy
�Viven!
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Ya no parecen constituir un sujeto pol�tico de transformaci�n, ese agente
barrial de la revoluci�n que muchos creyeron fogonear. Lejos de Parque
Centenario y las grandes consignas, hoy las asambleas existen y profundizan su
trabajo con el barrio, desde el espacio tomado o la esquina.
A partir de los sucesos pol�ticos de diciembre de 2001 comienza a aparecer un
nuevo movimiento social que irrumpe abruptamente en la escena pol�tica: las
asambleas barriales y populares, constituidas por vecinos que impugnan el
sistema pol�tico y econ�mico impuesto por la dictadura militar y profundizado en
democracia.
Mabel Bellucci y Gabriela Mittidieri, especialistas en Estudios Culturales e
integrantes de la Asamblea del Cid Campeador, realizaron conjuntamente un
trabajo de an�lisis acerca de las asambleas durante el apogeo de la protesta
social. Ellas definen a las asambleas como "un espacio pol�tico, en el cual se
procesan transformaciones fluctuantes entre vertiginosidad y el reflujo, propio
de los �mbitos fugaces y de inmediatez."
El gobierno de Eduardo Duhalde despert� mucha oposici�n por parte de la clase
media y los piqueteros, y se comenz� a estimular la consigna "piquete y
cacerola, la lucha es una sola", que tuvo un impacto creciente en la protesta
pol�tica contra el gobierno. En ese momento, las asambleas se plantearon un
dilema: c�mo traducir las consignas que se esgrim�an en Parque Centenario en
hechos concretos.
La primera respuesta a este dilema fue la toma de diversos locales que estaban
desocupados, como los edificios del Banco Mayo. Muchas asambleas decidieron
tomar estos locales, mientras que otras, mantener sus lugares de reuni�n en las
esquinas y en las plazas o parques.
Reflujo o resistencia
En la actualidad las asambleas est�n atravesando momentos de replanteo y de
"aguante" frente a un escenario en el cual todos se quedaron y la participaci�n
disminuy� en comparaci�n a la movilizaci�n popular que se desarroll� en el 2002.
La asunci�n de Kirchner como presidente fue el detonante de muchos replanteos:
por un lado, la esperanza de una posible reactivaci�n econ�mica y, por otro, el
resurgimiento de un clima progresista parecido al que desat� la Alianza en su
momento (pero esta vez apoyado por sectores populares), indujeron a las
asambleas a pensar acerca de su rol actual.
La mayor�a de las asambleas se mantienen funcionando, pero la din�mica de las
discusiones no es la misma que en sus comienzos. Las reivindicaciones barriales
y los microemprendimientos sustituyeron las demandas m�s radicalizadas que
circulaban en los encuentros de los domingos en la interbarrial de Parque
Centenario.
Distintos proyectos son los que mantienen la motivaci�n de los asamble�stas: las
reivindicaciones barriales, el fortalecimiento de la identidad vecinal, la
experiencia de la discusi�n y el trabajo colectivo, o las actividades
culturales. La Asamblea de Villa Urquiza (que tom� el espacio de la ex pizzer�a
La Ideal), por ejemplo, est� en este momento luchando para lograr la
parquizaci�n de terrenos que anta�o eran p�blicos y en la actualidad despiertan
intereses inmobiliarios. En los 90 estos terrenos cayeron en manos del ONABE, y
hoy son parte de negociados entre los rematadores y el propio ONABE. Ambos son
los principales obst�culos de las asambleas para mantener los terrenos y locales
tomados.
Las asambleas se�alan que hoy lo convocante para la participaci�n tiene su base
en dos ejes, uno m�s pol�tico y otro m�s afectivo. Por un lado, la construcci�n
pol�tica que realizaron las asambleas fue una construcci�n colectiva que hoy es
de resistencia, aunque no se descarta la posibilidad de construir una estrategia
de largo alcance. La toma de locales por parte de algunas asambleas fue un
intento de construir ese espacio propio, de poner la estrategia por delante de
la t�ctica. Por otro lado, los lazos sociales que se generaron en las asambleas
fueron muy importantes para los barrios. De un d�a para el otro, vecinos que no
se conoc�an, que eran seres an�nimos, ten�an una identidad. Para Evangelina
Margiolaris, docente de Teor�a y Pr�ctica de la Comunicaci�n II, de la Facultad
de Ciencias Sociales, que realiza un seguimiento de las asambleas, "la asamblea
promueve lazos, se construye como lugar de pertenencia, es un espacio de
construcci�n colectiva".
Tensiones y divisiones
En la formaci�n y consolidaci�n de las asambleas muchos militantes de partidos
pol�ticos, principalmente de izquierda, intentaron imponer sus posiciones; en
algunos casos consigui�ndolo y en otros no. La intromisi�n de aquellas pr�cticas
partidarias, objeto de debate y fuerte critica por los integrantes de la
naciente din�mica asamblearia impact�, en muchos casos, negativamente en su
desarrollo. La posibilidad de ser "aparateadas" por alg�n sector de la izquierda
se convirti� en un eje de discusi�n a partir de estas intervenciones
partidarias. En la Asamblea de la Plaza Rodr�guez Pe�a, por ejemplo, conflu�an
distintos representantes partidarios que se disputaban la hegemon�a. En la
asamblea de San Telmo-Plaza Dorrego, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA)
logr� recrear un consenso a partir de sus programas.
En un principio, las asambleas tend�an a votar todos los programas: en una
semana se aprobaban los puntos del Frenapo y en otra las consignas de Izquierda
Unida o del Partido Obrero. Estas pr�cticas generaron confusiones en la lectura
que los partidos realizaron de las asambleas y eran la principal causa de las
tensiones que se produc�an entre ellos.
La divisi�n no se hizo esperar cuando se instal� la representaci�n delegativa en
la asamblea de Parque Centenario. Fue el principio del fin de este espacio que
tanta repercusi�n hab�a suscitado en los que participaron as� como tambi�n, en
algunos medios extranjeros. En algunos casos, las peleas en torno a los
militantes provocaron la deserci�n de los vecinos, la ruptura de alg�n sector o
la disoluci�n de la asamblea del barrio. Otro de los factores de deserci�n fue
la imposibilidad de fijar objetivos comunes que pudieran satisfacer a todos lo
sectores de la amplia gama participativa del fen�meno.
La toma como objetivo
Medina, Gorb�n y Battistini sostienen, en su texto "Asambleas: cuando el
barrio resignifica la pol�tica", que "desde los or�genes del fen�meno se hab�a
instalado una tensi�n entre, por un lado, la presi�n permanente de los partidos
de izquierda por llevar a los asamble�stas al plano de las grandes
manifestaciones dirigidas contra el Estado y, por el otro, la necesidad de ver
plasmada en hechos concretos la interacci�n que se hab�a dado en los vecinos".
El desgaste de la confrontaci�n permanente y la falta de resultados detonaron el
comienzo de las divergencias. Las posturas de la izquierda quedaban aisladas,
tanto por la disminuci�n de la participaci�n como por el impulso que cobraban
las posturas de aquellos que propon�an proyectos barriales y asistencialistas,
ya que ten�an continuidad y aparec�an como las �nicas acciones concretas que las
asambleas podr�an realizar.
Dentro de este marco de respuestas barriales, las tomas de locales fueron las
acciones que se destacaron. La toma fue concebida en la mayor�a de las asambleas
que la realizaron como un acto de provocaci�n y como la recuperaci�n de un lugar
perdido. Si antes, el local estaba abandonado y representaba la crisis del
modelo neoliberal y el desastre causado sobre la econom�a y sobre la identidad
del barrio, ahora la toma era un acto de recuperaci�n de la dignidad del espacio
comunitario.
Llegado este punto, se proyectaba otro problema: la finalidad. Las asambleas que
pudieron mantener la toma fueron aquellas que consiguieron dotarla de contenido,
algunos mediante alg�n microemprendidimiento y otras con actividades culturales
o asistenciales que reafirmaban la identidad del barrio.
Las asambleas de Nu�ez y Saavedra representan casos donde, m�s all� de tomar o
no un lugar, se lograron cristalizar los resultados de la organizaci�n
asamblearia frente a la crisis. Como resultado de las experiencias realizadas
por cada una de ellas, llegaron a la formaci�n de una cooperativa que
comercializa productos provenientes de otras cooperativas, fabricas recuperadas
y emprendimientos familiares, bas�ndose en el concepto de econom�a solidaria.
La toma fue una experiencia de construcci�n diferente en cada asamblea, pero
Mabel Bellucci y Gabriela Mittidieri se�alan una constante que se produjo en el
debate acerca de �stas: "Sostener una toma conlleva constantemente enfrentarse a
un clima de adversidad e intimidaciones, que en algunos casos genera encierro y
a la vez provoca una perdida de sentido como �mbito p�blico, abierto y
descentralizado".
La esquina como construcci�n de identidad
La asamblea de Angel Gallardo y Corrientes, en Almagro, logr� una fuerte
identificaci�n con la esquina y con las pintadas en la pared del Banco Franc�s.
Con el tiempo, desarrollaron un alto grado de discusi�n dentro de la asamblea
para proponerse objetivos claros y mantener un dinamismo que evitara caer en la
desmovilizacion pol�tica.
Con respecto a las tomas comentan: "En el momento de mayor efervescencia
respecto a las tomas de espacios por las asambleas (mediados del 2002) hubo un
impulso de tomar nosotros tambi�n, pero ante la voluntad se presentaron tres
grandes interrogantes que ten�an que ver con no terminar de golpe con la
construcci�n que ven�amos realizando previamente por el hecho de tener un lugar.
Primero: �c�mo har�amos para sostener un lugar sin abandonar la calle? Esto era
una premisa esencial ya que el trabajo en la calle venia siendo muy fuerte y
tem�amos ir desapareciendo por el hecho de meternos para adentro (como
finalmente paso con muchas asambleas). Segundo: �con cu�nta gente cont�bamos
para sostener la toma? Esta pregunta es recurrente cada vez que proponemos una
actividad, creo que tiene que ver con el hecho de ser consecuente entre lo que
se dice y lo que se hace. Y tercero, �para qu� quisi�ramos el lugar?, esto
viendo que muchas asambleas tomaron sin una propuesta clara e incluso muchas
veces por la presi�n de los partidos". El no tomar un espacio trajo sus
limitaciones en cuanto a las actividades a realizar: "Nos vimos ante la
necesidad real de tener un espacio f�sico para llevar adelante nuestro proyecto
productivo y otras actividades, pero ni nos da la fuerza a nosotros para tomar,
ni la coyuntura lo permite al haber aumentado la cantidad de desalojos".
El comedor de la asamblea se realiza todos los viernes en la esquina, y la idea
fue transformar el conflicto entre el asistencialismo y la participaci�n en un
espacio de resistencia del barrio. Para esta asamblea, no fue necesario tomar un
espacio para "devenir el asistencialismo en un espacio de participaci�n,
contenci�n y resistencia". Trabajo que pod�an realizar mejor en la esquina que
en un local. Encontraron un lugar donde, como ellos mismos dicen, se sienten
"c�modos, donde sabemos como movernos y como construir un discurso
contra-hegemonico", para relacionarse con el barrio, donde pueden generar un
espacio de discusi�n abierto desde su esquina.
La construcci�n del espacio contrahegem�nico en el barrio ten�a mucha
importancia en las tomas de locales, pero siempre estaba latente la posibilidad
de perder visibilidad en el barrio, o que el espacio fuera considerado como
privado y propio de la asamblea y no p�blico, del barrio y de los vecinos. Este
es el caso de la Asamblea de Villa Crespo que, al ocupar un local en Scalabrini
Ortiz y Padilla, nunca logr� recuperar el espacio propio de la Asamblea, m�s
all� de las actividades que la toma permit�a realizar. Adem�s vivi�, hasta su
desalojo el a�o pasado, en permanente tensi�n con la Polic�a. Esa p�rdida de
visibilidad y la imposibilidad de pensarse m�s all� del espacio tomado,
provocaron entre otros factores, que una vez concretado el desalojo,
desapareciera.
Para Evangelina Margiolaris no se abandonaron las consignas expresadas en las
jornadas del 19 y 20 de diciembre, sino que "lo que aparece es la idea de seguir
organiz�ndose, de preparase para un nuevo 19 y 20 de diciembre", que seguramente
ser� distinto y adquirir� otras formas.
Para Mabel Bellucci y Gabriela Mittidieri "la acumulaci�n de lo aprendido
hasta ahora nos atraves� de alguna manera, tampoco somos lo que imaginariamente
cre�amos ser, somos lo que hacemos, pero, a veces, las ideas y las pr�cticas no
van en una misma direcci�n".