Argentina: La lucha continúa
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Stajanovismo Académico en Argentina
Eduardo R. Saguier
La Investigadora Sonia Araujo, de la Universidad Nacional del Centro, nos
acaba de sorprender gratamente con un trabajo titulado "Universidad,
investigación e incentivos. La cara oscura" (Página 12, martes 8-VI-2004, p.14),
donde afanosamente escudriña las corrupciones generadas en la docencia superior
argentina por la legislación universitaria incubada durante el régimen Menemista
y perfeccionada durante el Aliancismo Delarruista.
Araujo descubre como el Régimen de Incentivos vino a provocar en las filas
docentes una rivalidad canibalesca, una creciente burocratización, y la
"potenciación de prácticas autoritarias en la vida académica". Más aún, la
investigación llevada a cabo por Araujo, sobre la base de un cuestionario
realizado a más de un centenar de investigadores de diferentes disciplinas,
prueba que la burocratización generada con el señuelo de poder alcanzar una
categorización o recategorización --mediante la cual se obtendrían mayores
ingresos bajo el eufemismo stajanovista de incentivos-- redundó en la pérdida
del sentido de la actividad de investigación, la pérdida de originalidad y la
gradual contaminación del cuerpo docente, que devino luego en vicios y
patologías sin precedentes en la Universidad argentina (autoplagios, inflación
curricular, autoría ñoquis, y toda suerte de amiguismos, compadrazgos,
nepotismos y favoritismos).
Cuando el aliciente a la labor investigativa debía haber residido en el sólo
reconocimiento simbólico de los pares, mediante la publicación de la obra
respectiva, o la consagración con el consabido premio académico, el Menemismo y
sus aliados del Pacto de Olivos, pergeñaron un laberíntico mecanismo mediante el
cual la porfiada actividad del espíritu debía ser incentivada sólo
materialmente, y con escalonadas retribuciones dinerarias. No puede extrañar
entónces que los resultados hallados por la Investigadora Araujo sean los
opuestos a lo supuestamente soñado por la autoritaria burocracia de turno.
Pero lo que la Investigadora Araujo no ha podido aún establecer, es cuánto dicho
Régimen de Incentivos ha corrompido otras esferas institucionales de la vida
académica universitaria. A sólo título de ejemplo, la Investigadora Araujo no
alcanzó a medir cuánto las patologías del Régimen de Incentivos se han
proyectado sobre el Régimen de Concursos de oposición y antecedentes, y sobre la
formación de los Jurados respectivos.
En ese preciso sentido, cabe entónces formular una batería de interrogantes
específicos:
¿Cuánto y en que medida los integrantes de las Comisiones Evaluadoras del
Régimen de Incentivos integran también los Consejos Directivos y las Juntas
Departamentales que a su vez eligen los Jurados de los concursos de cátedra?,
¿cuánto integran los referatos de las revistas científicas, los coordinadores de
los congresos científicos, y las comisiones asesoras y los bancos de expertos de
organismos científicos (CONICET, Fundaciones, Agencias, Academias, etc.)?
Es decir, frente a la necesidad de rendir anualmente cuentas sobre la actividad
científica desplegada por el docente-investigador ¿deben estas rendiciones de
cuentas formularse ante una amplia y transparente red de Jurados, referees,
expertos y coordinadores de congresos científicos, de identidad múltiple y
diversa, o, por el contrario, esta red está crecientemente concentrada en los
mismos protagonistas, repetidos ad nauseam como jueces y partes simultáneamente
interesadas? Para mayor denigración ¿los directores de tesis e investigaciones y
los jurados de los concursos de cátedra tienen alguna vinculación con la
creciente proliferación de los denominados autores ñoquis o fantasmas?
Finalmente, una investigación preliminar al respecto, habría llevado a la
Investigadora Araujo a conclusiones aún más sorprendentes. Se habría podido así
comprobar palmaria y fehacientemente con cuánta ponderación se correlacionan los
Evaluadores de la Comisión de Incentivos, los Jurados de Concurso, los
integrantes de referatos y bancos de expertos de revistas y organismos
científicos, y los coordinadores oficiales de los congresos científicos, y por
ende se podría haber estimado cuantitativamente cuán perversamente oligopolizada
se encuentra la docencia superior y el sistema científico-cultural y cuánto esta
oligopolización ha posibilitado la existencia de prácticas autoritarias en la
actividad académica, que tiene a la creatividad científica, letalmente postrada
e imposibilitada de generar rupturas epistemológicas y de producir un
achicamiento de la brecha tecnológica, y por consiguiente capaz de engendrar un
proceso de creciente emancipación respecto de la hegemonía científica de las
metrópolis imperiales.
Eduardo R. Saguier