Argentina: La lucha continúa
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Puerto natales y la tragedia de rio turbio
Ramón Arraigada
SUEÑOS DE CARBÓN
Un entendido en cuestiones mineras señalaba en la prensa de Punta Arenas que el
incendio que se declaró en el pique carbonífero de Río Turbio durará por muchos
días más. Para esa ciudad minera de la Patagonia Argentina, significa un duro
golpe en su supervivencia. Hace unos días atrás la había visitado el presidente
de la nación Néstor Kirchner; llevado en andas por sus habitantes al estrado del
gimnasio, entre gritos de "Olé, Olé, Olé, … Lupo, Lupo" había comprometido una
fuerte inversión. Se construiría allí una gran planta termoeléctrica alimentada
con el carbón que sacarían los rioturbienses.
Ese fatídico lunes 14 llegaba hasta el fondo del pique minero el tercer turno
integrado por 80 operarios. Aún resonaba en sus oídos las arengas de "Lupo" que
los invitaba a ser protagonistas de un gran futuro para esa cuenca carbonífera.
Ellos confiaban en su Presidente, quien desde la Gobernación de la provincia
había defendido ante Menem la supervivencia del mineral. Hablar del refugiado ex
mandatario en Río Turbio provoca manifestaciones de rechazo. Menem quiso cerrar
el mineral (reconvertirlo como dicen los economistas) y nada mejor que
entregárselo en concesión a esos amigos facinerosos que a él le sobraban. Estos
desmantelaron y vendieron todo lo vendible en los piques y superficie. Kirchner
siendo gobernador de Santa Cruz los denunció, pese a ser peronistas, y entregó
mucho dinero en inversiones para ir al rescate del Turbio sin terminar con las
labores extractivas.
Por eso el Presidente argentino, cuando llegó a Río Turbio, para estar presente
por dos horas en el velatorio de cinco de los quince mineros, que hasta ese
momento habían sido sacados del fondo del socavón, trasuntaba una profunda
tristeza. Kirchner se quebró cuando llegó al féretro de un minero chileno
muerto. Conversó con los ojos enrojecidos por la emoción con los dolientes,
quienes después partirían rumbo a Puerto Natales para sepultar a José Hernández.
El Presidente sabía que en la mina de la cual se sacaría el carbón para su
flamante usina, las condiciones de seguridad eran mínimas. Todo se había
desmantelado. Las correas transportadoras que ardieron ese día lunes al quedar
trancadas, sufrían de fatiga de material como toda la quejumbrosa estructura del
mineral saqueado por los compadres de Menem.
Nuestro lejano Puerto Natales, está a tan sólo treinta kilómetros del yacimiento
carbonífero argentino. Tres de los mineros muertos en la tragedia vivían en esa
ciudad chilena. Después del terremoto del 60, muchos chilotes marcharon hacia la
Patagonia. No diferenciaron fronteras. Su bandera y patria estaba en el
territorio que primero les ofreciera un futuro para ellos y su familia. En Río
Turbio en los años setenta trabajaron cerca de 2.500 chilenos en las labores
extractivas del carbón. Muchos de ellos tenían como dormitorio Puerto Natales.
Eran los tiempos que la Patagonia era un territorio de hombres solos. Ovejeros,
pescadores y mineros buscaban compañía en los "quilombitos" natalinos entre
efluvios de vino y ginebra.
La ciudad fronteriza chilena se desarrolló gracias a los sueldos de los mineros
de Río Turbio. Para desgracia de los gobiernos chilenos todo terminó a raíz de
las beligerancias fronterizas del año 1978. Por razones de seguridad los
militares argentinos ahuyentaron a los mineros chilenos y trajeron otros pobres.
Estos provenían de las provincias norteñas de Entre Ríos y el Chaco. Hoy sólo
quedan no más de 200 mineros chilenos en el mineral del Turbio. Todos ellos en
edad de jubilar con 30 años de servicio.
Los natalinos han visto en estos días cómo se habla de ellos y su relación con
el mineral de Río Turbio. Las noticias han llenado las primeras páginas de los
diarios y noticieros televisivos. En Natales ochocientos mineros jubilados
acompañaron con sus lámparas y buzos a los compañeros caídos. Ellos sobreviven
en Chile con pensiones miserables por el problema del cambio de moneda. Para
tener una atención médica decente deben viajar al otro lado de la frontera. En
Chile no tienen acceso a ninguna previsión, son parias.
Si hay algo que ha llamado la atención en estos días es el silencio de las
autoridades chilenas. A nivel central el mutismo da a entender que desde el
centralismo nadie quiere hablar, porque nadie sabe lo que pasa en el sur. O
bien, es la vergüenza cómplice de los gobernantes en Chile, que jamás entenderán
qué se puede hacer en territorios vacíos. Al menos queda la satisfacción que Río
Turbio no está en Chile, puesto que si así fuera, los interventores de turno ya
lo habrían sepultado como a Lota.