Argentina: La lucha continúa
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Entre memorias y olvidos
Mabel Bellucci*
La memoria entendida como un hecho político no remite a la inmediatez sino
que aborda todos aquellos acontecimientos no inminentes y aprovechables. Vale
decir: la memoria se configura por las marcas que están y que operan como
testimoniantes de que un hecho existió. Así, de una manera u otra, las personas
vivimos con esas fisuras, con esas marcas, pero intentamos permanentemente
volcarnos al olvido. Por ello, es de significativa importancia la construcción
de una memoria colectiva como mecanismo disparador que nos indica de dónde
venimos para anticipar hacia donde vamos. Ello llevaría a proponer que somos lo
que somos en relación con que hemos sido lo que hemos sido.
La tendencia de los momentos que corren nos induce a pensar que todo no está
saldado, y que, de alguna manera, estos mecanismos de procesamiento de nuestro
pasado, más que reconciliarnos con él, nos ponen en un estado de constante
tensión entre la duda y la obturación. Por lo tanto, reflexionar sobre el armado
de un pasado común constituye un desafío. En ese sentido, el ensayista Héctor
Schmucler habla de lograr que la memoria sea actuante.
Al hacerlo, se permite debatir sobre las posibilidades de resignificación por
parte de la sociedad civil de instituciones, edificios, monumentos, nombres de
calles y plazas que remiten a masacres, represiones y violaciones a los derechos
humanos, buscando construir otro destino dedicado al sostén de la recuperación
colectiva de la memoria. Si de ello se reflexiona, vale la pena abocarse en
torno al sentido que se le está otorgando a la cárcel de Ushuaia y presidio
militar, en la capital de Tierra del Fuego.
A contramano de las tendencias que surgieron desde los movimientos sociales para
definir y apropiarse con nuevos contenidos de aquellos espacios identificados
con la represión, tortura y exterminio, dicho presidio se erigió en museo
histórico dentro del Museo Marítimo. Un detalle que no se puede soslayar.
Ahora bien, esa prisión no ha sido una más dentro del sistema carcelario
argentino del siglo XX. Todo lo contrario, el escritor David Viñas considera que
ingresar a ella era una sanción o castigo, pero al mismo tiempo suponía un
desquite. Especializada en presos políticos o contumaces, se la conocía como "La
Siberia" por la total imposibilidad de huída debido a las inclemencias de la
temperatura y a su ubicación en un territorio casi olvidado.
Como algunos señalan que el mayor crimen consiste en que un evento violento
carezca de testigos y eso tiende a lograr naturalizarlo e incorporarlo a la
cotidianeidad de los acontecimientos Algo parecido sucede con el presidio de
Ushuaia y con su historia, la cual que está totalmente emparentada con la
historia de dicha capital.
En el presente, la cárcel integra el itinerario del circuito turístico como un
paseo más: desde el recorrido de la misma, donde entregan una folletería
políticamente incorrecta - un contenido de cuño militarista y con un tufillo muy
cercano que evoca las prédicas de Blumberg- hasta el tren del Fin del Mundo.
Este medio de transporte se creó en 1910, con el fin de trasladar a los reclusos
a 25 kilómetros de la ciudad para hachar en los bosques, y así proveer de leña a
los habitantes fueguinos. Por supuesto que el tren actual en nada se parece a su
antecesor ya que el mismo carecía de vagones confortables. Eran unas simples
tablas al aire libre utilizadas para amontonar como bulto humano a los presos,
sin ningún tipo de consideración mínima a su persona, bajo la celosa mirada del
centinela apoyando un dedo en el gatillo del máuser. Es de presumir que el
sistema carcelario ejercía sobre ellos un régimen de trabajo forzado que, a la
vez, contribuía al mejoramiento de la calidad de vida de los lugareños.
Entonces, resulta inaudito que el turismo sea recibido por personal ferroviario
disfrazado con ropas a rayas como las que usaban los antiguos presos. En tanto
que en la misma estación, se muestran documentales que testimonian el horror, el
sufrimiento y la explotación a la que fueron doblegados durante cuarenta años.
Pero este exhibicionismo pintoresco no termina allí: muchas chocolaterías y
restaurantes exponen un seriado de fotografías de la época que exhiben los
pormenores cotidianos del sometimiento obligatorio de los penados para
desarrollar actividades que servían a beneficio exclusivo de los fueguinos. Tal
es el caso -entre ridículo y siniestro- de la creación de una orquesta de música
con los propios confinados manteniendo su indumentaria clásica. Los
acontecimientos mencionados llevaría a interrogarnos sobre si Ushuaia con todo
esto manifiesta una disposición al olvido o a la memoria de haber tenido una
cárcel tan temeraria. ¿Por qué hacerla funcionar como un shopping? ¿Qué
sucedería si a la ESMA se la incorporara dentro de las visitas guiadas llevadas
a cabo por los tours para extranjeros?
Sería interesante que autoridades públicas, figuras políticas, de la cultura o
vecinos se encontraran con el documental uruguayo Ácratas. El mismo
narra, con tono épico, las luchas sociales del movimiento anarquista. Basado en
un excelente archivo fílmico y fotográfico, este documental hace foco sobre las
condiciones inhumanas en las que se desarrollaba la vida en el presidio de
Ushuaia. La proyección del film sería una buena oportunidad para develar la
cuestión de si la comunidad fueguina intenta recordar demasiado o demasiado
poco.
* Agradezco la mirada atenta de Martín De Grazia y de July Chaneton.