Argentina: La lucha continúa
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La inseguridad como elemento de presión
Mario Raúl Bordón (*)
A un año de haber asumido, el gobierno nacional que encabeza Néstor Kirchner se
encuentra sometido a una feroz contraofensiva de los sectores del gran capital
local e internacional que fueron desplazados de la Casa Rosada el 19 y 20 de
Diciembre de 2001 -después de haber dominado la política argentina durante los
diez años de Carlos Menem y el fugaz gobierno de Fernando De la Rúa- y que han
encontrado en el horrendo asesinato del adolescente Axel Blumberg el disparador
adecuado para impulsar una campaña desestabilizadora demandando mayor seguridad
y menos "inclinaciones izquierdistas".
FALACIA HISTÓRICA. En verdad Kirchner no es un personaje al que se lo pueda
encuadrar dentro de lo que, genéricamente, se denomina izquierda. Todo lo
contrario. En sus tres mandatos consecutivos como gobernador de Santa Cruz
aplicó las mismas recetas neoliberales que inundaban el país y el planeta.
Kirchner es un hombre de la burguesía y solo se diferencia de sus antecesores en
que se encuentra sostenido por los sectores devaluacionistas de la clase
dominante, que tienen un fuerte anclaje en la Unión Europea y que desde el
interinato de Eduardo Duhalde han obtenido un mejor posicionamiento en la lucha
interburguesa. Se puede afirmar que Kirchner es distinto porque le toca
gobernar, ahora, en una etapa histórica distinta del sistema capitalista en
Argentina y en el mundo.
Por eso tampoco se justificaba la indisimulada euforia inicial de los llamados
peronistas de izquierda, que treinta años después reprodujeron su falacia
histórica pretendiendo reeditar la lucha por el "socialismo nacional" adoptada
con Cámpora en 1973 en aras a recomponer el "capitalismo nacional" con Kirchner
en 2003. Aquello nunca había tenido lógica política, esto no podía tener
viabilidad política.
RESQUICIO POLÍTICO Y MEDIÁTICO. Los actos del 24 de Marzo último realizados en
el Colegio Militar y en la ESMA, la depuración de las estructuras militares y
policiales, el rechazo a los aumentos de tarifas exigidos por las empresas
privatizadas, la remoción de los jueces de la Corte Suprema más comprometidos
con el menemismo y la negativa para avanzar hacia el ALCA intentando, por el
contrario, alinearse en un bloque continental con Chávez y Lula son medidas que
no pueden ser consideradas, seriamente, como un avance hacia la abolición del
capitalismo en Argentina. Pero es mucho más de lo que el imperialismo y sus
socios vernáculos pueden tolerar.
La ruptura entre las distintas fracciones de la burguesía se expresó el pasado
26 de Marzo en el frustrado Congreso Nacional del justicialismo en Parque Norte
donde el partido gobernante no pudo elegir su conducción orgánica. Allí, la
esposa de Kirchner fue insultada y los sectores que responden a Duhalde
conformaron una conducción que se desgranó en menos de 24 horas porque casi
todos los nominados -entre ellos Jorge Busti- desertaron ante la posibilidad de
quedar definitivamente enfrentados con el primer mandatario.
Y a partir del 1º de Abril el caso Blumberg fue el resquicio político y
mediático por donde la derecha introdujo una cuña que le resulta estrictamente
funcional: la falta de seguridad.
IMPONER EL AJUSTE. Es evidente que la problemática de la inseguridad ha sido
instalada con el objetivo político de ser utilizada como la gran causa de
justificación del ajuste que, inexorablemente, necesita imponerle el gran
capital al gobierno de Kirchner. Resulta obvio que no podrían registrarse los
actuales niveles de inseguridad sin la complicidad expresa de importantes
sectores del poder político. La táctica no carece de lógica desde la óptica de
la derecha. Descartada la posibilidad de que nuevas medidas de ajuste puedan ser
exhibidas como un logro, tal como ocurrió en gobiernos anteriores ("honrar la
deuda" pontificaba Domingo Cavallo, "relaciones carnales" inmortalizó Guido Di
Tella), una importante y sostenida movilización social en demanda de mayor
seguridad podría convertirse en la excusa ideal para recortar aún mas la ya
reducida calidad de vida de los argentinos. Y con un agravante: eso sería
tolerado con beneplácito por la clase media, que es la franja social mas
afectada por la inseguridad y que, paradójicamente, constituye el principal
soporte político del gobierno de Kirchner dado que los sectores mas pauperizados
de la sociedad, que históricamente reportaron al peronismo, están cautivos del
clientelismo del aparato de Duhalde en territorio bonaerense y de los jefes
provinciales del PJ en sus respectivos distritos.
LA POLICIALIZACIÓN DE LA JUSTICIA. Por lo pronto la deliberada movida en torno
al fenómeno de la inseguridad ha producido dos consecuencias preocupantes. La
primera es el cambio del eje de debate en el que, embrionariamente, venía
involucrándose la sociedad argentina. Antes, las cuestiones socioeconómicas eran
prioritarias. Ahora, en un sentido u otro, la seguridad ha ocupado el centro de
la escena. El otro aspecto está dado por la policialización de la Justicia.
Fiscales y jueces de todo el país se muestran proclives a comprar, en forma
acrítica, el paquete armado por la policía ante cada hecho presuntamente
delictivo. Así, el sumario de prevención policial en vez de ser considerado el
primer indicio sobre la posible comisión de un delito se ha convertido en el
elemento fundamental de todo proceso penal. Ello constituye una faceta mas de la
policialización de la política que se ha producido en Argentina en los últimos
tiempos debido a la gigantesca falta de representación política real que exhiben
tanto los partidos políticos como los funcionarios públicos y que los lleva,
invariablemente, a correr detrás de los acontecimientos ante la ausencia de un
proyecto estratégico.
FUERZA POLÍTICA DE MASAS. Mas allá de sus buenas o malas intenciones, el
gobierno de Kirchner no se sostendrá si no define un programa de acción contra
un enemigo que ya apunta a su cabeza. La remanida transversalidad no podrá ser
la solución porque no resuelve la indispensable ecuación entre ideología,
política y fuerzas sociales en juego. Por el contrario, puede afirmarse que solo
de la articulación de una fuerza política de masas, con epicentro en los
trabajadores (con o sin empleo) y -sobre todo- en el proletariado industrial,
que sirva de soporte político pero que no se convierta ni sea utilizada como una
nueva tropa cautiva, depende que en el futuro inmediato no le impongan un
colosal ajuste en nombre de la seguridad y en lo que sería el principio del fin
de su gestión.
(*) Abogado de la ciudad de Concordia.
Este artículo de opinión fue publicado en el matutino "El Diario" de la ciudad
de Paraná (Provincia de Entre Ríos) en su edición correspondiente al día lunes
24 de Mayo de 2.004 (primera sección - página 6).-