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Argentina: La lucha continúa

Conversacion con el historiador Horacio Tarcus

La izquierda argentina en el banquillo

Pablo Scatizza
www.8300.com.ar
La izquierda

La izquierda argentina ha tenido siempre un protagonismo social muy importante en la historia del país, desde la Semana Trágica en los talleres Vasena hasta la caída de De la Rúa en diciembre del 2001. Sin embargo, nunca tuvo la capacidad de traducir esa participación en términos políticos de poder. ¿A qué se debe eso?

Bueno, esa es la gran pregunta para pensar: los alcances y límites de la izquierda argentina. Yo creo que parte de la explicación la podemos encontrar es que la izquierda argentina fue en gran medida tributaria de una concepción instrumental de la política. No siempre, ni todas las vertientes de la izquierda, pero yo diría crecientemente, y a medida que nos aproximamos a los años 70, gana terreno esta concepción instrumental de la política, que le pone un freno a su inserción social y, por lo tanto, a su crecimiento, y por lo tanto a producir políticamente algo productivo.

¿A qué te referís cuando decís "concepción instrumental"?

Yo creo que hay una concepción instrumental de la política cuando se produce una disociación entre medios y fines, y cuando se considera que para hacer política ya no es necesario como creían, por ejemplo, las organizaciones anarquistas y sus grupos de afinidad, es decir las corrientes más libertarias de la izquierda, que era necesario construir vínculos sociales, políticos culturales, gremiales, que de algún modo anticipasen el orden social nuevo que se quería fundar, sino que para enfrentar a un Estado jerárquico autoritario, centralizado, es necesario construir un contraestado que, de algún modo, y para poder ser eficaz en esa confrontación y en esa lucha, reproduzca especularmente, aunque con valores opuestos o una ideología opuesta, éstas características centralizadoras, jerárquicas y militarizadas del Estado que se quería combatir. Entonces yo creo que, digamos, una izquierda inficionada de esta concepción instrumental, que cada vez se parece más a ese contraestado y que está cada vez más inficionada de esa concepción de poder, como contrapoder o como contracara, como imagen especular de lo que quiere combatir; se parece cada vez más y se inficiona cada vez más de los valores de lo que quiere combatir.

¿Y en qué medida esto afecta a la izquierda?

Y esta concepción instrumental tiene que ver con la incapacidad de crecimiento de la izquierda desde el siguiente punto de vista: la izquierda, en sus distinta vertientes, tiende a considerar al espacio social no como un espacio a construir, al mismo tiempo que lucha por la hegemonía en ese proceso de construcción de un orden social nuevo, sino que tiene una concepción de copar y de controlar. Tiene una concepción dirigista, llámese el centro de estudiantes, la asamblea o el movimiento piquetero. En ese sentido, esta lógica de dominar, de controlar o de romper con un grupo, de controlar el movimiento social, lleva a una fragmentación en lugar de construir a la unidad o a la articulación de las diferencias dentro del orden social, y lleva a asfixiar al movimiento, en lugar de aportar oxígeno, en lugar de aportar una cultura política, en lugar de aportar reflexión. Y yo creo que esta lógica de copamiento asfixia la dinámica del movimiento social y lo debilita. El caso de las asambleas barriales típicas de la ciudad de Buenos Aires a lo largo del año 2000 es un ejemplo casi paradigmático de esto, y yo creo que esta concepción instrumental atraviesa el conjunto de la izquierda partidaria. No estoy hablando de la izquierda social, que tiene un carácter mucho más molecular y abierto, sino de la izquierda partidaria. Entonces qué sucede, se da una especie de crecimiento, un crecimiento cuantitativo, una especie de engorde, ahora en la medida en que las organizaciones de izquierda, en lugar de pensar cómo construir ese movimiento están pensando cómo controlarlo y cómo devorarlo, digamos que mata a la gallina de los huevos de oro. Se montan sobre es movimiento, y lo asfixian y provocan el reflujo de los sectores independientes más autonomistas, que empiezan a presenciar las luchas internas como luchas de aparatos, y donde la izquierda pierde perspectivas, o sea que parece que más importante que dirimir la lucha social es ganar la interna de la izquierda al interior de estos movimientos. Entonces nos encontramos con una izquierda que captura, que piensa la relación entre lo político y lo social en términos de pura exterioridad, en términos de control, de captación y en términos de dirimir una interna.

Es como que intervienen en esos movimientos con una marcada intención de conducirlos, colocándose en una especie de vanguardia, y con una mirada peyorativa hacia los integrantes que conforman ese movimiento ¿No?, como si esas personas necesitaran una conducción, una vanguardia definida de antemano...

Consideran que las organizaciones que ocupan necesitan un programa, que esos movimientos no tendrían. Y ellos quieren imponer el suyo. El problema es que muchas veces el programa de los movimientos tiene que ver con su propia práctica, con su propia dinámica. Por ejemplo el ideal autonomista de la asamblea recupera un tipo de práctica política donde el vínculo es horizontal, deliberativo, reflexivo: es programático. Y defender eso es defender la propia lógica social de la asamblea. Atentar contra eso, atentar contra ese espíritu reticular, horizontal, es violentar la dinámica de la asamblea por imponerle una dirección política. Porque un programa no es una ristra de consignas; este modo de funcionar es un modo programático, y por ello atentar contra esto es atentar contra la lógica y contra la dinámica de este movimiento. Y esto sin hacer una idealización del movimiento asambleario, o del movimiento piquetero o del movimiento gremial, porque estos movimientos tienen una serie de exenciones, de contradicciones o de problemas y no es mi intención pintarlos como algo homogéneo. Pero yo creo que la izquierda fracasa, en definitiva, ante esto que crece, como parecía en diciembre del 2001. Y hoy vemos ante el gobierno de Kirchner como pierde iniciativa política y como el movimiento se fragmenta y muchas veces languidece, según la lógica de división de los movimientos de izquierda.

La secta

Lo que es importante recalcar es que la izquierda funciona según la lógica de la secta, sociológicamente hablando, como grupo cerrado que vive de acuerdo a su microclima, que se rige por un código casi secreto, que tiene su santo y seña conocido sólo por los que forman parte de la organización, que tienen un saber esotérico y un saber exotérico -para los iniciados y para los no iniciados-, y la relación de una secta con la sociedad es una relación de exterioridad: el resto que no forma parte de la secta son lo otros que deben ser conquistados y controlados uno por uno. Entonces, la lógica, esta lógica casi paranoica de control, en la que todo debe ser controlado y dirigido por quienes tiene el programa correcto y el saber adecuado porque saben cuándo va a ser la revolución, como si el día de la revolución fuera algo que se pudiera calcular científicamente. Y esto atenta absolutamente la subjetividad y los modos de hacer política propios de estos movimientos, como el caso de los movimientos nuevos: ellos intentan subordinarlos a esta lógica de la secta. Hay una frase de Marx acerca de esto que me parece genial. Cuando habla de una secta política de su época, dice "esta secta, que podría haberse diluido dentro del movimiento social y contribuido a su crecimiento, prefirió preservar su integridad de secta, defenderse según todo aquello que la distinguía del conjunto del movimiento obrero, y en lugar de integrarse y ser parte del movimiento obrero, prefirió mantener su propio movimiento obrero". Pareciera que esta hablando de la Argentina de principios de siglo XXI, las agrupaciones políticas que, en lugar de contribuir a la dinámica del movimiento obrero, quieren tener su propio movimiento piquetero, su propia asamblea.

Escuchando esto que contabas recién, cómo la izquierda intenta copar determinadas organizaciones para imponerle su propia dinámica, lo cual, indudablemente, provoca resistencia dentro de esas organizaciones, ¿No sería ese un móvil suficiente para que surja una nueva izquierda -alguna vez mencionaste ese proceso- que se diferencie de la izquierda tradicional? Me refiero a hombres y mujeres, con ideales de izquierda, con prácticas de izquierda que, ante la imposición de éstas líneas partidarias, de éstos programas, y con las cuales no quieren saber nada, deciden hacer actividades distintas, trabajar de manera distinta, aún dentro del campo de la izquierda, pero separadas de lo que se denomina la izquierda tradicional.

Si, yo creo que, si bien hay antecedentes de carácter experimental por un lado, y más intelectual por otro en la década del 90, diciembre del 2001 es un momento de eclosión de una cultura política, contestataria de izquierda, distinta de esta lógica instrumental y de secta de la izquierda tradicional. Yo creo que es el gran momento de irrupción de esta cultura donde circulan otro tipo de saberes, otro tipo de valores, que tienen que ver con la horizontalidad, con una estructura más reticular, con una lógica más deliberativa en cuanto a la toma de decisiones; es una cultura política más libertaria, mucho más renuente a aceptar liderazgos permanentes y estructuras jerárquicas, adonde están circulando otros autores. Donde se leen autores como John Holloway, Tony Negri y Michael Hardt; que recepcionan todo el movimiento crítico de la globalización a nivel internacional, que está además en sintonía con estos movimientos que emergen en distintos puntos del planeta. Me parece que es una izquierda que tiene una tradición internacionalista de las luchas, que es crítica de la globalización capitalista pero al mismo tiempo es una izquierda globalizada en el sentido crítico del término, que apunta a otro tipo de globalización, que es conciente que es necesario articular las luchas a nivel nacional pero también a nivel internacional, y que tiene que ver en parte también con un corte generacional; es una generación de jóvenes, una generación de Internet, es una generación que recurre a otros medios de comunicación y entrelazamiento y de debate que tiene poco que ver con la vieja cultura política, más leninista y más verticalista de otras generaciones.

Emergencia o cooptación

Con estas políticas que está llevando adelante el gobierno de Kirchner, principalmente en relación a los Derechos Humanos y a determinadas políticas que apuntan a lo social, que son seductores para gran parte de la izquierda ¿Crees -y sin ánimo de hacer futurismo- que puede llegar a producirse una reactivación de esta nueva izquierda emergente, un mayor impulso hacia estas nuevas formas de acción de la izquierda o, por el contrario, una cooptación de estos sectores por parte del gobierno nacional que, en definitiva, y por más matices sociales y populares que tenga, forma parte de un sistema capitalista burgués?


Es muy concreta la preocupación. Yo creo que todo depende de cómo se posicionen los movimientos sociales y cómo se posicione la izquierda. Yo creo que le puede ir muy bien o muy mal, y creo que a la izquierda tradicional sí le va a ir muy mal en el sentido que esto le roba espacio político y le roba bandera. Es muy claro, por ejemplo, lo que sucedió en el recinto de diputados cuando se discutió la derogación de las leyes de punto final y obediencia debida, donde, por ejemplo, alguien como Luis Zamora, quien durante muchos años estuvo a la cabeza por la derogación de estas leyes, se ausentó del recinto cuando finalmente se votó. Entonces no fue la izquierda, quien le puso el cuerpo a todas las marchas y a todas las luchas por la derogación de estas leyes la que lo capitaliza políticamente, sino que quien lo capitaliza políticamente es Kirchner. Ahora, yo creo que éste no es un problema de Kirchner, sino que es un problema de la izquierda que no capitaliza sus propias luchas. Y con esto vuelvo a la pregunta que me hacías al principio: esto es ceguera e incapacidad política de la izquierda. Y a esto no lo logró la izquierda y lo logró Kirchner y digo bueno, en buena hora que lo logró Kirchner. En parte no es que lo logró Kirchner, sino que lo que él hace es dar satisfacción a una demanda que instaló la izquierda y la sostuvo durante quince años. En definitiva, la izquierda lo instala, lo moviliza, y finalmente lo capitaliza un sector del peronismo.

Es una historia conocida...

Sin duda. Es un lugar que la izquierda deja vacante porque, evidentemente, Zamora no quiere quedar pegado votando conjuntamente con el bloque kirchnerista y busca diferenciarse, busca preservar la identidad de secta por encima del interés social. Es un ejemplo clarísimo, paradigmático de lo estaba diciendo hace un rato de esta lógica de secta. Como esa frase de Marx: que busca "ese punto de honor que los distinga"; ese "narcisismo de las pequeñas diferencias" como decía Freud. Y yo creo que no es un problema votar con el bloque de Kirchner cuando la consigna es justa y se ha luchado. Yo creo que se dan frentes de hecho. Para responderte un poco más globalmente a tu pregunta, yo creo que se abren perspectivas políticas muy interesantes para la izquierda, si la izquierda logra ponerse a la altura de la circunstancias. Porque Kirchner, en la medida que lleva adelante demandas sociales, judiciales, políticas, como lo es por ejemplo el saneamiento del Estado, digamos una persecución judicial a todos aquellos comprometidos con la corrupción o en el terrorismo de Estado. Lo impulsa, los implementa, yo creo que esto tiene un carácter progresista, que es absolutamente apoyable, pero que esta siendo, como vos decías, lo que debe hacer un gobierno burgués. Está separando la instancia política de la instancia judicial, enjuiciando a los que se debería haber enjuiciado en su momento y no se los enjuició. O sea, en la medida en que el Estado burgués funcione como tal, y el capitalismo argentino funcione como tal, o sea que exista un presidente de un Estado burgués que pueda pulsear con el FMI y no pagar donde no se pueda pagar pero sin romper del todo -porque Kirchner evidentemente no busca salir de los marcos del sistema capitalista-, yo creo que le permitiría a la izquierda hacer una política de izquierda. Hasta este momento la izquierda tenía que pensar cómo solucionar los temas del Estado burgués. Y yo creo que en la medida en que exista un gobierno burgués que lleva adelante un programa para la burguesía Argentina, para el capitalismo argentino, deja el campo libre para que la izquierda piense realmente qué modelo alternativo de sociedad la izquierda postula, qué alternativa frente al Estado burgués y al capitalismo. Y ahí creo que hay un vacío de ideas, y ahí es donde se muestra realmente los límites de la izquierda, lo limites programáticos y estratégicos de una izquierda que no ha puesto al día sus herramientas teóricas, que no ha hecho un balance de los fracasos del pasado, que no tiene en estos momentos un modelo alternativo de sociedad que proponer. Y ahí, yo digo, se ve blanco sobre negro. ¿Cómo plantea algún tipo de transición hacia otra cosa, hacia un tipo de orden poscapitalista o post burgués? Yo creo que estamos muy lejos de obtener algún tipo de solución para este problema.

La crítica

Esto último que decías recién me parece que tiene que ver con ese prejuicio que ha tenido la izquierda frente al revisionismo histórico. Creo que esa necesidad de generar nuevas ideas, nuevas propuestas, nuevas formas de hacer política tiene que ver también con una necesidad de revisar críticamente las ideas y propuestas de teóricos y pensadores que se han transformado en íconos, como Marx, Lenin, el Che Guevara y otros referentes ideológicos, cuyas propuestas se siguen tomando al pie de la letra, sin tener en cuenta que ellos vivieron en una época y en un espacio muy diferente al nuestro...

Si, si, yo estoy de acuerdo con eso. Creo que la referencia a las luchas del pasado, y a los textos clásicos del pensamiento socialista es muy importante. No lo voy a negar justamente yo que forma parte de mi trabajo, y en parte la idea del CeDInCI fue recuperar esos textos, preservarlos, mantenerlos en circulación. Ahora, tampoco me interesa a mi convertir una biblioteca en un museo, sino que la biblioteca sea una biblioteca viva, ni tampoco me interesa convertir a estas figuras en íconos. Yo creo que cuanto más el Che Guevara está en el póster o está en una camiseta o se convierte en ícono de los medios, más difícil es pensar críticamente...

Y se hace más funcional al sistema...

Absolutamente. Porque cuanto más ícono es, menos lo pensás políticamente, menos lo pensás históricamente, y yo creo que un síntoma de la crisis de la izquierda argentina lo podrías encontrar muy fácilmente preguntándole a un izquierdista de cualquier organización política qué crítica le plantearía a Marx o qué crítica le plantearía al Che. En el sentido de qué límite histórico le podría uno encontrar, en qué sentido uno podría decir que hay una vigencia en un plano ético político conceptual, y en qué punto pertenecen a períodos históricos que son completamente distintos al nuestro, que no hay una continuidad histórica, ni siquiera con la Latinoamérica de la década del 60 que al Che le tocó vivir. No estamos actualmente en el ciclo abierto por la revolución cubana. Yo creo que más allá de esta sobrevida que Cuba ha logrado, el ciclo histórico de la revolución cubana y su irradiación hacia América Latina se cerró. Creo que fracasó, creo que Cuba no es un modelo de revolución para exportar hacia América Latina como se creyó en la década del 60; ese proceso de exportación de la revolución fracasó, sería largo analizarlo pero fracasó, y creo que es un ciclo cerrado. Cómo sobrevive Cuba dignamente dentro de esta situación, de bloqueo y hostigamiento, y con todos sus problemas internos es otra cuestión. Pero es un ciclo cerrado. Y yo creo que parte de la revitalización de la nueva izquierda va a tener que ver con discutir porqué fracasó ese ciclo, porqué fracasó el proyecto del Che. Y creo que está directamente vinculado con discutir Cuba hoy, el callejón sin salida del modelo cubano, por ejemplo de partido único, y del control estatal de los medios de comunicación y de la aplicación de la pena de muerte. Es muy difícil hablar de esto porque Cuba es objeto de un cerco capitalista imperialista que le impone un bloqueo, pero yo creo que una nueva izquierda crítica tiene que salir de esa suerte de chantaje, y de estas dos posturas, entre el discurso oficial cubano, que creo que tiene razones para argumentar como argumenta, pero que es el discurso de un Estado que está asediado y que lucha por sobrevivir obstinadamente de acuerdo con un modelo que me parece inviable. Y esto tampoco implica adherir en lo más mínimo a la perspectiva precapitalista, que está deseando un derrumbe ignominioso del régimen cubano. Uno quisiera una transición democrática hacia un sistema pluralista en el cual se mantengan las conquistas de la revolución y se avance hacia un modelo de socialismo posible. Pero creo que estamos muy lejos de imaginar cómo sería una transición, qué sujetos la llevarían adelante y según qué modelo eso se podría institucionalizar.

Por lo que estás diciendo, falta en una verdadera crítica osada -en términos positivos de osadía-, como la tuvo José Pablo Feinmann cuando en La Sangre Derramada, con mucho pesar y hasta con mucha tristeza diría, reconoce en el Che a uno de los culpables de las grandes masacres de Latinoamérica, en referencia al postulado de Guevara de que en América Latina hacían falta "uno, dos, tres, muchos Vietnam". Sabemos que así hoy no se puede lograr e cambio social verdadero. El Che mismo, hoy, aunque sea un contrafactual, diría "pensemos otra forma de hacer la revolución". Y lo peor es que las personas que se animan a realizar este tipo de críticas son generalmente apuntados y cuestionado por la "osadía de criticar de esa manera a un hombre como el Che".

Y si, hay temas que son particularmente espinosos, como lo son el tema cubano, el balance de los años 60 y 70. Yo creo que hay un riesgo muy grande en la recuperación acrítica de la experiencia militante de los años 60 y 70. Yo no comparto ni la visión demonizadora dominante en la década del 80, pleno auge de la teoría de los dos demonios, ni tampoco comparto una suerte de revival folclórico de recuperación acrítica de la experiencia, como si esa experiencia no hubiese fracasado y hoy pudiera continuar linealmente. A veces, en el movimiento de Derechos Humanos, veo que predomina esta visión acrítica, a veces lo veo y me duele que aparezca en HIJOS, una recuperación acrítica como la que estoy describiendo. Pero al mismo tiempo tenemos que comprender lo difícil que debe resultar para los hijos hacer un balance crítico de la historia de sus padres. Sin embargo, los historiadores, los intelectuales, los periodistas, que acompañamos este proceso, tenemos que discutir fraternalmente y contribuir a un pensamiento crítico del espacio del movimiento de derechos humanos de la izquierda.

No podemos pedir que la autocrítica provenga de ellos, ese es el rol del intelectual...

Creo que él movimiento de Derechos Humanos tiene todavía mucho para dar y para crecer, y en ese sentido me parece que desde la historiografía, desde la investigación, comprometida con lo procesos sociales, hay mucho para aportar desde una memoria crítica. Creo que el historiador no tiene que ser el ilustrador del movimiento social.

Tiene que actuar un poco, como decía Hobsbawn hace algunos años, como aguafiestas. Tiene que recordarle a la sociedad aquello que la sociedad no tiene ganas de recordar. Por ejemplo, recordarle a las clases medias su consenso con el golpe militar y con los años iniciales del proceso, o señalarle al movimiento popular cómo a veces es devorado por sus propios mitos, es también tarea del historiador.

Hay un colectivo italiano crítico de la globalización que se llama Wu Ming, un colectivo de pensamiento e intervención política, que se preguntan qué hacer como investigadores, comprometidos en el proceso social, ¿qué tipo de historia debemos escribir? Dicen: hay una necesidad de devolverle a la sociedad historias, pero historias no mitificadas, historias que de algún modo devuelvan a los sujeto sociales el protagonismo popular, pero que al mismo tiempo pongan en cuestión ciertos relatos populares mitificantes, con sus héroes, con sus mártires, con sus santos. Esta visión es necesario deconstruirla. La visión del Che, por ejemplo, esta imagen del mártir de la revolución es necesario, primero, darse cuenta que existe, que opera bajo esta forma de mito, y que estos mitos no son mitos movilizadores, sino que mucha veces se vuelven paralizantes, se vuelven en contra del pensamiento crítico y de la acción emancipatoria.

La cultura

Hace un rato vos veías con cierto optimismo este momento de la historia argentina, justamente para que la izquierda vaya tomando nuevos rumbos. Qué opinás de otro papel que cumplió siempre la izquierda, muy importante también, que fue el papel cultural. Puede la izquierda llegar a redefinirse y adquirir un papel relevante, del estilo que tuvo con el rescate de las bibliotecas populares, o en un sindicalismo que puede llegar a formar sus cuadros militantes que tuvo a lo largo del siglo XX?.

Yo creo un papel que tuvo la izquierda argentina, y destacada del resto de Latinoamérica fue su capacidad para producir ideas, difundir ideas, fundar bibliotecas, revistas, crear proyectos cooperativos, bibliotecas populares, escuelas, proyectos de educación alternativos, permeó con sus ideas críticas los movimientos profesionales, fundó teatros independientes, cine clubes, realmente la tradición es extraordinaria. Creo que habría que conocerla para poder, precisamente reconocerla y ver qué se puede recuperar de esa tradición, porque no se la puede imitar. Obviamente en tiempos de Internet el viejo modelo de las bibliotecas populares, tal como fueron concebidas a fin de siglo XIX obviamente está caduco, pero no podemos hablar del fin de las bibliotecas. Tenemos que redefinirla, pensar qué sería hoy una biblioteca moderna, un centro de documentación a la altura de las nuevas tecnologías, de las nuevas demandas y de lo nuevos sujetos. En un sentido más profundo creo que todo momento de fulgor político fue precedido por una sociedad permeada de nuevas ideas. El pasaje de la izquierda cultural de los años 60 a la izquierda política de los años 70 es casi paradigmático, por ejemplo. Yo creo que hay en este momento una gestación muy emergente de una nueva cultura de izquierda, donde aparecen nuevos autores, nuevos valores, nuevos libros que empiezan a reemplazar a los antiguos. Pero este proceso es apenas emergente. Yo creo que hay una cultura política que no termina de morir, y que hay una cultura política emergente que todavía no tiene sus manuales, no tiene su Marta Harnecker o su Politzer con su introducción a esta nueva forma de hacer política, como tampoco tiene su cine como sí lo tenia en la década del 70. Pero evidentemente hay una nueva generación que está haciendo cine, que está haciendo teatro, que está escribiendo poesía y narrativa, y yo creo que los procesos de gestación de una cultura política son procesos lentos, y creo que fue muy importante el 2001 y el 2002.

Reforma o revolución

¿No crees que hay algunos sectores de la izquierda que, dicho groseramente, están esperando la oportunidad de hacer la revolución para tomar el poder, y se niegan a ocupar espacios concretos de poder y de gestión desde donde se pueden hacer cambios concretos?. Aunque suene reformista, y sabiendo el peligro concreto de ser cooptados por el sistema democrático burgués, ¿no crees que es necesario que mujeres y hombres de la izquierda empiecen a ocupar determinados espacios de gestión dentro de este sistema, para poder desde allí hacer cambios necesarios que, si esperamos a que lleguen la revolución, no vamos a ver nunca?

Creo que el viejo paradigma reforma o revolución está agotado, y que hay que pensar la política en otros términos que no son excluyentes. Hoy tenemos una visión mucho más compleja del poder de la que tenía la vieja izquierda, que focalizaba el poder en el Estado, que confundía el Estado con el aparato de Estado....

Y hoy la vemos más desde el punto de vista foucaultiano...

Claro. Si bien podríamos decir que los exponentes más lúcidos del pensamiento socialista y marxista tuvieron una concepción no instrumental y mucho más inteligente y perspicaz del poder que muchas otras versiones instrumentales, dominó la visión instrumental. Entonces la crítica de Foucault a la concepción de poder en el marxismo, si bien es injusta porque no engloba todos los marxismos, sin duda fue dominante en las prácticas políticas de los marxistas. Entonces, yo creo que esa estrategia de "asalto al Palacio de Invierno" que no veía toda la red de poder atravesando el conjunto de la sociedad, que no veía que el poder no sólo reprimía sino también producía, en términos de Foucault, que no estaba atada estrictamente a la explotación económica sino que había distintas formas de dominación que estaban articuladas con la explotación económica, toda esta concepción hoy está fuertemente cuestionada, y creo que esta nuevo emergente de una cultura de izquierda tiene una visión más perspicaz y sutil del poder. En ese sentido, construir espacios de contrapoder, adquirir experiencia colectiva y construir poder popular en ciertos espacios de gestión me parece que pueden ser formas de avance emancipatorios muy importantes, sabiendo además la lección de los reformismos del siglo XX que también fracasaron. Es cierto también que siempre está el riesgo de cooptación por parte del poder dominante, por parte del Estado y del orden establecido. Ahora, yo creo que no hay un camino garantizado. El camino de las puras reformas que intentó la socialdemocracia en el siglo XX fracasó estrepitosamente, la concepción leninista más instrumental de la política también fracasó; intentar cambiar la sociedad asaltando el poder cambándola desde arriba hacia abajo fracasó. Por eso yo creo que hay que deconstruir el viejo paradigma reforma o revolución, creo que hay que avanzar en espacios de gestión, no de individuos aislados sino de manera colectiva. No hay caminos asegurados, creo que es necesario hacer ensayo y error, avanzar, retroceder, discutir...

La derecha

En esta coyuntura de crisis del neoliberalismo, es posible que personajes como Sobisch, Bussi, Pati, lleguen a la presidencia de este país. Es posible que lleguen a tener un poder político real que les permita llegar a gobernar al país?.

Me resulta difícil responder esa pregunta, porque es una preocupación compartida. Tiendo a creer que no, la Argentina es un país nos ha hecho desmentir muchas veces los pronósticos hechos, y por eso trato de ser cuidados con la respuesta. Pero tiendo a creer que no, que hay un techo en el consenso que estas personas pueden llegar a cosechar. Me parece que hay un cierre, como vos decís, del ciclo del neoliberalismo, que empezó con la dictadura militar y continuó con la transición democrática, y que si bien las políticas de fondo aún no se han cambiado, las expectativas populares con respecto a las economías de libre marcado decayeron en América Latina y en el mundo, y hay una búsqueda de otros horizontes y otros paradigmas que yo creo que se manifiesta más en el agotamiento del consenso que en la puesta en práctica de un nuevo modelo en todas sus dimensiones. Yo creo que, como te diría, que ni el consenso internacional toleraría regímenes viciados de legitimidad, con personajes impresentables o impredecibles políticamente, ni tampoco me parece que logren alcanzar un consenso social más allá del techo que tienen. Aunque es cierto que el tema de la seguridad no encuentra respuesta por parte del gobierno, y que la izquierda, los sectores progresistas y los movimientos de derechos humanos no tienen una respuesta clara al frente del problema de la seguridad. Es un tema que evidentemente concita mucho consenso, y que si lo toma la derecha...

Y si algo tiene la derecha, hay que reconocerlo aunque no acordemos con su propuesta, es una repuesta clara al respecto...

Si, y si nosotros damos una respuesta vergonzosa, la cosa se pone complicada y ahí la derecha logra un consenso importante. Pero yo creo que igualmente tienen un techo.

Vos hablás de sectores o personajes viciados de legitimidad, pero no podemos desconocer que Sobisch ganó en la provincia por más del 50 por ciento de los votos. Y más allá de que sabemos como funcionan las elecciones dentro de este sistema democrático burgués, en base al clientelismo que, en esta provincia es un paradigma y eje de los gobiernos provinciales, ¿cómo es posible que una persona identificada claramente con la derecha neoliberal, en un a provincia reconocida nacionalmente por la defensa de los Derechos Humanos, donde se "inventaron" los piquetes, donde hay un movimiento social constante, siga ganando la elecciones?. Parece que volvemos a la primer pregunta: no hay un reflejo del movimiento social en el campo electoral...

Para mi es más un enigma que otra cosa. Igualmente hay un fenómeno curioso: los sectores progresistas ganan la batalla intelectual, pero no ganan la batalla política. Se gana la batalla en la prensa, en los medios intelectuales, en la universidad, pero cuando eso se quiere traducir en votos, pierde. Y ni hablar la batalla en el terreno económico. Entonces hay una serie de paradojas de cómo se desarticulan los distintos niveles de consenso en el país. Pero todo esto es más la enunciación de un enigma que una respuesta a tu pregunta.­-

Mayo de 2004
* Cabe agradecer al equipo de investigación "Imaginario social y representación", de la Facultad de Humanidades de la UNCo, coordinado por el profesor Flavio Gigli, que organizó la venida de Horacio Tarcus a Neuquén.