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Argentina: La lucha continúa

El progresismo desconcertado

Darío Olivera

Tras el catastrófico fracaso de la Alianza, y sobre todo, de la defección del Frente Grande y de su principal figura, Chacho Alvarez, el progresismo argentino entró en un estado de desconcierto del que aún no ha logrado salir.
Apenas un espasmódico gesto en la segunda vuelta electoral para la elección a presidente donde, frente al peligro de un retorno del menemismo, tuvo la intuición de apostar fuertemente por lo que consideraban el mal menor, generando una corriente de apoyo a Kirchner que empujó a Menem a retirarse de la contienda.
Sin estridencias, sin mayores entusiasmos, casi con pocas esperanzas, ayudaron a alumbrar el nuevo gobierno.


A diez meses de estos hechos y frente a una acción de gobierno que por cierto tiene numerosas limitaciones, pero que, sin duda, hubiera llenado de satisfacción a los simpatizantes y votantes de la Alianza, el progresismo argentino no logra reaccionar frente a la nueva situación planteada.
Depuración de la Corte Suprema, profundos cambios en las cúpulas militares y policiales, abandono de la política de alineamiento "carnal" con los EE.UU y avance en la construcción de una posición latinoamericanista junto a los gobiernos de Chavez,
Lula y Cuba, pequeños aumentos en sueldos y jubilaciones mínimas, impulso a la anulación de las leyes de punto final y obediencia debida, cambio rotundo en la forma de relacionarse con los organismos multilaterales de crédito y con los acreedores externos, son medidas que no parecen ser suficientes para despertar el entusiasmo de un aletargado progresismo.
Es cierto que si consultáramos a cada uno de los que simpatizaron con algunas de las variantes electorales que ha presentado el progresismo en la Argentina, los resultados favorecerían largamente el apoyo a las posiciones adoptadas por el gobierno, pero aún no ha sobrepasado el límite de ser sólo una opinión, que no logra traducirse en acción política, en organización, en participación activa que ayude a modificar la relación de fuerzas necesaria para avanzar hacia cambios mas profundos y estructurales.
Indudablemente, las desilusiones sufridas no han sido en vano. El progresismo nacional aplaude, pero desde las tribunas. A esto debe agregarse un elemento que resulta crucial a la hora de decidirse a un apoyo mas activo: la presencia de muchos de los destinatarios del "Que se vayan todos" que siguen firmes ocupando espacios importantes de poder.
La presencia sustancial del Duhaldismo en la construcción de Kirchner, sumado a las alianzas realizadas en la construcción de poder, llámense èstos Insfran en Formosa, De la Sota en Córdoba y por cierto Busti en Entre Ríos, no generan un ápice de confianza en estos sectores que aún lamen las heridas producidas por la Alianza.
LA TRANSVERSALIDAD : ¿ ES LA SOLUCION?
Mucho se ha hablado y se seguirá hablando sobre la necesidad de una construcción política transversal que logre agrupar a sectores pertenecientes a distintos partidos políticos y sectores sociales tras de una política orientada desde el gobierno nacional.
La idea no es nueva. Partiendo de la base de que las estructuras políticas existentes han ido perdiendo rápidamente su razón de existir: el justicialismo como Partido ya no es la representación de la Justicia Social, ni el radicalismo un paradigma de la Democracia, surge enseguida la concepción de construir una nueva fuerza política que exprese las necesidades actuales de la sociedad argentina. Y allí comienzan los problemas.
Algunos sostienen que es necesario construir la pata no peronista del Kirchnerismo. Esto conlleva una concepción peligrosa. Si una construcción política es la pata de algo, se supone que hay otras patas y si esas otras patas son, precisamente, las expresiones más retrógradas del PJ, esta situación no genera mayores entusiasmos en esa masa informe que constituye el progresismo.
Si nos atenemos a lo que fue la convocatoria de Parque Norte, fácil fue ver a la Biblia junto al calefón, en momentos en que, precisamente, lo que se requiere es algún tipo de precisión política-ideológica que dé señales claras del rumbo a tomar.
Pero también es necesario decir que la incertidumbre, la falta de certezas, no es motivo para la parálisis y la desmovilización.
Si realmente creemos que el rumbo adoptado por el gobierno es el mejor en la actual correlación de fuerzas de la sociedad, debemos debatir sin prejuicios cual es la mejor forma de participar de este proceso.
Es imprescindible reconocer que el actual gobierno no ha avanzado mucho en aspectos sustanciales, tales como una redistribución progresista de los ingresos y una profunda reforma política que tienda a desarmar los bolsones de feudalismo autoritario que aún anida en la mayoría de las provincias argentinas, pero también es imprescindible reconocer que el gobierno de Kirchner avanza sobre aspectos que ni siquiera son una demanda insoslayable de la sociedad, es decir que se coloca por encima del nivel de conciencia promedio de una sociedad que recién ahora comienza a salir del anestesiamiento menemista.
Lo sucedido en torno a la conmemoración de un nuevo 24 de marzo, el acto en la ESMA y posteriormente el Congreso del PJ, son datos que no pueden ser soslayados a la hora de plantearse la necesidad de modificar la relaciòn de fuerza existente. No significa inmiscuirse en la interna del PJ, sino ubicarse considerando a la totalidad de la sociedad en el lado de la balanza que permita avanzar hacia los cambios que se requieren.
No puede obviarse que los sectores del establishment y la derecha estàn allì, acechando. Basta con ver como se montaron en el justo reclamo de mayor seguridad para ver como la reacciòn no descansa mientras el progresismo duda.
QUE HACER?
Conclusión de esto es que sigue ausente la construcción de una corriente política que exprese con claridad las posiciones políticas mas genéricas del progresismo. No un ala izquierda del PJ, no la pata no peronista del Kirchnerismo, sino un movimiento absolutamente autónomo de otras fuerzas políticas que se ubique en apoyo de aquellas medidas que son consideradas de avance de un proceso y que apunte a consolidar una nueva relación de fuerzas en la sociedad que permita abordar los temas aún pendientes, como los señalados en párrafos anteriores, sin entrar en la confusión que nos propone Carrió, de ubicarse al igual que el resto del progresismo en la tribuna, pero para criticar.
Abandonar el inmovilismo, generar ámbitos de organización y debate, participar activamente del proceso abierto, son los desafíos planteados a los sectores progresistas de la sociedad.
Darío Olivera