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Argentina: La lucha continúa

El problema de fondo, la cuestión del modelo, las razones de la campaña mediática y el rol de la militancia

Tiempo de definiciones

Las trabas para el crecimiento. Rentistas, agroexportadores, productivos. Kirchner y Lavagna. El Partido Justicialista. El campo popular. Los derechos humanos. La inseguridad. El coraje cívico. Los maricones. El apuntalamiento. La acción y la reflexión. Para leer serenamente, lejos del ruido televisivo y radial.

Gabriel Fernández

El país va ingresando en una etapa de definiciones. El superávit comercial y la favorable recaudación impositiva están mostrando la perspectiva de un crecimiento sostenido. Pero ese despliegue sólo podrá concretarse si se canaliza una parte de los recursos hacia la producción y el consumo: la posibilidad de concretar semejante operatoria, sencilla en la exposición pero muy compleja en la práctica, posee algunas trabas cuya persistencia puede obstaculizar el avance kirchnerista hacia la configuración de una Argentina más grande y equitativa.
¿Porqué persisten esas trabas? En buena medida, circularmente, debido al éxito parcial de un modelo basado en el esquema impositivo regresivo y en la agroexportación: los beneficiarios de esta situación son lo suficientemente poderosos como para frenar una redistribución razonable de recursos según las necesidades estratégicas nacionales. Y el Estado argentino, en el área controlada desde el Ministerio de Economía, coopera con la continuidad de ese planteo, ostensiblemente contrastante con el discurso y el futuro políticos del presidente Néstor Kirchner.
En las próximas semanas la cartera que orienta Roberto Lavagna puede admitir el alza de varios servicios públicos y elementos de primera necesidad. Hasta ahora la inflación ha sido escueta, pero como la caída salarial previa fue letal, incidió sobre los bolsillos de vastos sectores de la población. Desde otras zonas oficiales se responde con larvados anuncios de incrementos en los sueldos: si los mismos se ponen en práctica -muchos, desde el Ministerio de Trabajo, hablan de 200 pesos para todos- las perspectivas de dinamizar el mercado dando los primeros pininos hacia la instauración de un modelo productivo, se beneficiarán.
En medio del debate, surge la cuestión ideológica de fondo. Quienes se inclinan a favor de la continuidad del esquema agrexportador evalúan que el ahorro nacional puede medirse por la capacidad acumulativa de bancos y empresas, que terminan enviando sus excedentes al exterior. Quienes saben cómo funciona una economía productiva piensan que no hay mejor ahorro que el dinero en manos del comprador, pues así se pone en marcha el motor de la economía plena. Suena bien, pero implica un cambio tan profundo después de 28 años de machacona propaganda liberal, que removería cimientos muy profundos de nuestra sociedad y convocaría a un rechazo agudo de una nueva coalición entre los segmentos más parasitarios, financieros y rentísticos, con las compañías que dominan la agroexportación.


Cuando Kirchner mete mano con energía en la interna del Partido Justicialista empieza a desarmar esa alianza retrógrada: muy básicamente, podemos señalar que busca desplazar a los representantes del proyecto menemista (rentismo, desnacionalización, apertura) en beneficio de un acuerdo entre sus acólitos (que encarnan el esbozo de un nuevo país productivo) y el duhaldismo (donde se sitúan los sostenedores del actual camino descripto). Esa es la pugna, y si bien los compañeros de ruta del presidente no son los mejores, su opción política es razonable a la luz de las vertientes realmente existentes.
A pesar de la insistencia privada del mandatario sobre los sectores populares que avalan parte de su rumbo, la desorganización y la división de estas franjas persiste. Un archipiélago de corrientes sociales combativas, grupos nacional populares enfáticos y espacios de izquierda con vinculación en las bases, da cuenta de la continuidad del consenso favorable para los cambios progresivos manados de las luchas que emergieron el 19 y 20 de diciembre del 2001, pero no logra condensarse en una fuerza que emita claras señales de constituírse en el firme tirón que necesita la política nacional para marchar hacia ese modelo productivo del cual venimos hablando.
La acción del Poder Ejecutivo en esa dirección no puede objetarse: de hecho les brindó el amparo político cultural que necesitaban al imponer el tema derechos humanos como prioridad. Les ofreció una cobertura general para que, al amparo de coincidencias éticas, se vincularan hacia la constitución de un acuerdo nacional popular que opere como factor progresivo genuino en el mapa político nacional. Sin tener que insertarse en la enojosa pelea interna del justicialismo, sin tener que lidiar con gobernadores anclados en la búsqueda del ayer para sostener los privilegios de hoy.
Pero Miguel Bonasso hizo la Gran Zamora y se desprendió de todos los que intentan la construcción de una Gran Corriente. Y el resto de los núcleos, atravesados por magnificas intenciones, insisten en luchitas horizontales para colocar, no ya la bandera delante de la columna, sino la bandera detrás del orador, por si a alguien se le ocurre sacar una foto. Pero nadie saca fotos, porque los medios grandes pretenden ocultar las actividades -nutridas, intensas-del campo popular en beneficio de la reinstalación del neoliberalismo en la agenda pública. En tanto, las fajas más radicalizadas de la izquierda cuasi anarquista siguen estimando que todo es lo mismo y que las elucubraciones políticas, económicas y sociales planteadas aquí, no son determinantes para el futuro de la Nación sino un ejercicio burgués preelectoral.


Los medios no sacan fotos. Están en otra cosa: han utilizado parte de la táctica antes citada para canalizar el probable malestar económico de importantes sectores populares partiendo de "su" bandera ética: la seguridad. Precisamente porque comprendieron que se avecinan momentos de definiciones en el rubro central de las preocupaciones sociales. Armaron una interesante movida para quebrar el debate público hegemonizado por el pensamiento proclive a un cambio en dirección productiva y prepararon una agenda asentada en demagógicas trivialidades acerca del combate al delito.
Si la acción mediática -construída concretamente con los empresarios que coadyuvan al desequilibrio del presidente Hugo Chávez en Venezuela, e impulsada por los segmentos rentísticos y agroexportadores que se niegan a aceptar la coalición progresiva que ofrece Kirchner-tiene importancia, sus fundamentos son muy estrechos y débiles. Brindar mayor poder a los protagonistas del 70 por ciento de los casos de secuestros extorsivos en la provincia de Buenos Aires es una tontería que congrega tontos. Pero los tontos hacen bulto.
Pues para desarrollar la campaña utilizaron, como lo han hecho históricamente, al espacio más atrasado de la vida nacional. Ese sector de las capas medias que simplemente odia pues considera que la diferenciación con las clases humildes le otorga el prestigio que su propia frustración le impide poseer. Ese sector que aplaude al comisario que le vende drogas a sus hijos, mientras dice "ese es todo un hombre. Un hombre honrado". Soluciones simples para asuntos complicados. Radio Diez y Pepe Eliaschev. Gente y Clarín. Canal 26 pero también Todo Noticias.
Sin embargo, la trivialidad demagógica antipopular tuvo un efecto colateral interesante: los militantes populares relacionados con las capas medias, los periodistas de varios medios alternativos, los docentes que dialogan con estudiantes de condición económica levemente superior, se retrajeron. Lejos del coraje cívico, han salido a "comprender" una campaña que sólo puede derivar en más y peor inseguridad pues se potencian las herramientas de los delincuentes en verdad peligrosos.
La ausencia de valentía en estas zonas militantes se enlaza con su escaso raciocinio y con una críptica desconfianza hacia el pueblo argentino: "la gente está de acuerdo con Hadad" dicen, mientras los más sinceros añaden: "la gente es fascista". De ese modo pueden esconderse sin culpas y se liberan de una batalla cultural dura y tenaz. Elogian por lo bajo a quienes arremetemos sin culpas -gracias, gracias-pero se acurrucan cobardemente en taxis y claustros, en comercios y en oficinas, con el vulgar argumento de no contrastar con la opinión pública (del sector más atrasado, inmundo e inferior de las capas medias).
No faltan, claro, los inteligentes: sostienen que es preciso dar un debate respetuoso con estas franjas sin observar que las mismas odian el respeto, la tolerancia y el debate de ideas, pues consideran maricones a todos los que fomentan el análisis profundo de la realidad. Se remiten a los errores del primer peronismo con respecto a la clase media, sin entender que, precisamente, el error se repite en el dilema político anterior: la falta de articulación de las corrientes combativas de los sectores medios con los movimientos sociales hacia la elaboración de una opción política que acompañe los mejores pasos del kirchnerismo.


Lo que aquí está en juego es el futuro económico de la Nación. Y cuando hablamos de eso nos referimos al despliegue social, a la constitución de una Patria Justa, Libre y Soberana. Con todo lo que ello implica en cada rubro. El problema que afronta el presidente es la limitación de su poder para gatillar el crecimiento mediante una redistribución del ingreso que promueva un nuevo modelo integral. Por tanto, el apuntalamiento de Kirchner es trascendente aún para aquellos que desean elaborar una alternativa superadora de su política. En los próximos meses, movilizados nos sentiremos mejor. Sin dejar de reflexionar, en serio, sobre las cosas que pasan.

GF/
6 de abril de 2004