Argentina: La lucha continúa
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El regreso de la intolerancia
Prof. Juan Carlos Sánchez
Los ecos provocados por la muestra del artista plástico León Ferrari en el
Centro Cultural Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires, han vuelto a repetirse
en la conferencia que brindara la Dra. Rebecca Gomperts, invitada por
Autodeterminación y Libertad, sobre el aborto y sus causales como también sobre
la actividad de su ONG Mujeres sobre las Olas, la cual pretende avanzar hacia
una educación sexual y hacia prácticas médicas que le permitan disponer de su
propio cuerpo a aquella mujer ante un embarazo no deseado o forzado.
El viernes, al igual que el 8 de diciembre, volvieron a repetirse las escenas,
tal vez con una violencia inusitada, del accionar de la ultraderecha católica a
manos del PPR (Partido Popular de la Reconstrucción), brazo político de los
Seineldín, y de numerosos antiabortistas; en su gran mayoría, mujeres, que
trataron de impedir un debate serio sobre la problemática del aborto mediante la
obstrucción del acceso a la Sala C del mencionado Centro Cultural, con el fin de
impedir el ingreso a quienes simplemente pretendían conocer, de primera mano,
las ideas rectoras de la posición abortista.
Empujones, zamarreos y otros menesteres fueron provocados por 20 o 30 personas,
y acompañados por casi 100 personas en el hall de dicha sala, que se dedicaron a
protestar con el fin de provocar el fracaso estrepitoso de esta conferencia
destinada a instalar las problemáticas derivadas del aborto en la agenda pública
y para conocimiento de todos aquellos ciudadanos comprometidos con los derechos
de género.
Pese a los numerosos rosarios, y gracias a la oportuna barrera interpuesta por
la policía, pudo desarrollarse esta actividad informativa y académica que
permitió conocer las consecuencias indeseables del aborto clandestino y del
derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
Como testigo de estos hechos, que incluyeron la cobertura mediática de los
incidentes más que del contenido de dicha actividad académica, no puedo dejar de
señalar que la intolerancia ha vuelto para hacerse notar.
No es novedad que los sectores católicos y de la ultraderecha argentina vienen
incrementando su actividad en los últimos meses. Desde Blumberg a la actualidad,
siguen arrogándose el derecho a decidir sobre que se puede decir o hacer cuando
han sido los grandes cómplices de la dictadura militar de 1976 y su política
económica y social que continúa, hoy día, de la mano del Presidente Kirchner.
También siguen pregonando la mano dura y el endurecimiento de las leyes penales,
con el fin indubitado de criminalizar la pobreza mediante la represión
indiscriminada y solapada que, como sabemos, ha provocado el encarcelamiento de
numerosos luchadores sociales y, hace pocos días, hasta ha provocado un aborto
en Santa Cruz, en forma paradójica.
Sin embargo, cabe hacer una reflexión sobre este tipo de reacciones que indican
una inmadurez significativa en un sector de la sociedad argentina que todavía no
entendió, ni va a entender según parece, lo que significa vivir en democracia
aunque ella sea formal.
Bien sabemos que la intolerancia reside en nuestra sociedad, desde hace mucho
tiempo, ocasionando innumerables males que repercuten en el diario vivir de los
argentinos, sobre todo de aquellos como las personas con discapacidad, los
pueblos originarios y los inmigrantes latinoamericanos que pueblan nuestras
tierras.
Este mal anula toda posibilidad de debate sobre aquellas cuestiones inherentes a
lo económico y social, provocando la perpetuación de aquellas problemáticas
acuciantes que necesitan imperiosamente de una solución basada en políticas de
Estado y plasmadas en una legislación acorde con los tiempos actuales.
Parece mentira que todavía nuestra sociedad siga sosteniendo este tipo de
conductas en pleno siglo XXI, pero solamente nuestra participación como
ciudadanos mediante el repudio de este tipo de actos y la realización de
actividades destinadas a la búsqueda de soluciones de dichas problemáticas, al
igual que el establecimiento de bases sólidas para el debate, basadas en la
tolerancia hacia las ideas ajenas, podrá ponerles coto y así, podremos
solucionar muchos males argentinos tales como la pobreza, el desempleo, la
desnutrición infantil, la discapacidad creciente y el aborto clandestino...