Argentina: La lucha continúa
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Las cárceles para militares tienen pocos barrotes
Victoria Ginzberg
Página 12
En menos de veinte días, doce represores detenidos por los crímenes cometidos
durante la última dictadura en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército
salieron en total, 31 veces de sus lugares de arresto, es decir, de sus
domicilios particulares. Entre las escapadas autorizadas por la Justicia hay
salidas para ir al médico, pero también figuran muchas visitas al Círculo
Militar.
Funcionarios judiciales aseguran que se trata de medidas ordenadas por
cuestiones de salud y que el juez que se hizo cargo de la causa hace dos meses,
está evaluando caso por caso la necesidad de las mismas. "La verdad es que
tienen condiciones de privilegio. No es sólo que salen al médico, salen a hacer
gimnasia, cuando la podrían hacer en su casa, como mucha gente. Es un carnaval
de salidas", afirmó Graciela Daleo, de la Asociación de Ex Detenidos
Desaparecidos.
En la lista a la que accedió Página/12 figuran las salidas realizadas en el mes
de noviembre –hasta el día 19– de doce represores que tienen prisión
domiciliaria en la causa del Primer Cuerpo de Ejército. El documento está
firmado por el coronel auditor Ricardo Gilberto Ferrario, del departamento de
Asuntos Humanitarios del Ejército.
De acuerdo con esa nómina, por ejemplo, el coronel retirado Ataliva Félix
Fernando Devoto, ex jefe del área de la Capital Federal, tuvo permiso para
ausentarse de su hogar durante el lapso mencionado en cuatro oportunidades. Una
de ellas fue para ir al Círculo Militar del Palacio Retiro, frente a la Plaza
San Martín. Las otras tres para ir a la sede de Olivos del Círculo Militar.
Este último sitio es uno de los preferidos por los represores del Ejército. Tal
vez por la pileta olímpica, por las nueve canchas de tenis, por la de básquet,
las dos de padle o la pista de patinaje. Por lo que sea, el coronel retirado
Fabio Carlos Iriart –que fue el jefe de la represión en La Pampa– fue allí
cuatro veces en los primeros veinte días de noviembre. El general retirado
Héctor Humberto Gamen lo visitó dos veces. Sus otras dos salidas fueron al
Sanatorio San Angelus y al Hospital Militar Central.
"Esta es la situación que encontró el juez (Daniel Rafecas) cuando se hizo cargo
de la causa. Todas las salidas son ordenadas por los médicos y actualmente
estamos convocando a los médicos forenses para que justifiquen personalmente la
necesidad de las mismas, cosa que ya habían hecho por escrito", señaló uno de
los investigadores del caso. Otros funcionarios que trabajan en el expediente
aseguraron que si los médicos argumentan que es indispensable que los acusados
salgan a hacer ejercicio, el juez no debe negarse. Agregaron, además, que fueron
rechazados reclamos de los militares para asistir a reuniones sociales como el
casamiento de un familiar.
Ante esta situación, varios organismos de derechos humanos se quejan de que los
militares tienen privilegios que les son negados a otros presos y se preguntan
cuánto difiere la vida de estos señores de la que tendrían si no estuvieran
detenidos. "Nosotros no pretendemos que sean sometidos ni a la décima parte de
las condiciones en las que estuvimos nosotros. No queremos para ellos la
horrenda cárcel de Mendoza. Queremos que las cárceles sean dignas para todos los
presos y que las condiciones de los criminales que cometieron delitos de lesa
humanidad sean tan estrictas como para el resto de los presos, que cometieron
delitos menos graves", señaló Daleo a este diario. La mujer, que estuvo detenida
en la ESMA, agregó que "los represores pueden hacer gimnasia dentro de su
domicilio, como hace mucha gente" y que con este escenario los militares no
están teniendo tratamiento penitenciario. "Lo que tienen es un chofer que los
lleva y los trae al Círculo Militar", agregó.
"Más allá de lo tolerable"
Para los organismos de derechos humanos las salidas de los represores de más de
setenta años no es el único problema relacionado con las condiciones de
detención de los militares. Los que tienen menos de esa edad y por lo tanto no
cuentan con la posibilidad de estar arrestados en sus casas, están alojados en
regimientos de las Fuerzas Armadas o de seguridad.
Hace un mes y medio la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, la Liga
Argentina por los Derechos del Hombre, el Movimiento Ecuménico por los Derechos
Humanos, Jorge Watts –como querellante en la causa del Primer Cuerpo– y siete
abogados dejaron una carta en la Casa Rosada en la que se quejaban por esa
situación y pedían que los represores fueran llevados a unidades carcelarias.
En el escrito se informó que en "diversas ocasiones tanto el Ejército Argentino,
como la Policía Federal, la Prefectura Naval y la Gendarmería Nacional
informaron a los jueces de ejecución y al procurador penitenciario de la Nación
que no cuentan con lugares adecuados para alojar a imputados en causas
criminales (los informes se produjeron en causas comunes), ya que carecen de los
medios necesarios para llevar a cabo imprescindibles y mínimas medidas de
seguridad, no cuentan con personal idóneo para ejercer la custodia ni para
controlar el ingreso de visitas, alimentos u otros objetos".
Aunque algunos magistrados argumentan que los represores no pueden estar en
cárceles comunes por cuestiones de seguridad, algunos de ellos están en
prisiones sin mayores problemas. Juan Antonio Del Cerro (alias Colores) está en
el Hospital Penitenciario de Devoto. El juez Jorge Ballestero rechazó un pedido
para llevarlo a un sanatorio extramuros. Su compañero, Julio Simón (El Turco
Julián) está en la cárcel de Marcos Paz junto con Carlos Guillermo Suárez Mason,
quien está "castigado" por haber salido sin permiso de su domicilio.
En La Plata, el juez Arnaldo Corazza ordenó un exhaustivo examen médico y
psicológico para el comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz. Las conclusiones de
los expertos fueron que el represor condenado por la apropiación de una menor
estaba en "condiciones de cumplir la pena impuesta en una unidad carcelaria que
cuente con hospital penitenciario a los fines de su control clínico y bajo
condición de que se le suministre la medicación que se le ha indicado para sus
diversas patologías".
En el escrito con el que negó a Etchecolatz el beneficio de cumplir la condena
en su casa, Corazza señaló que la prisión domiciliaria para los mayores de 70
años no es una prerrogativa automática sino que su otorgamiento debe ser
evaluado por el juez.
"Estamos frente a un individuo que ha cometido los más aberrantes crímenes, ha
demostrado un evidente desprecio hacia gran parte de la sociedad, intentando hoy
al amparo de su estado de salud acceder al beneficio solicitado", señaló Corazza
en su resolución. El magistrado concluyó: "Va más allá de lo tolerable que
Etchecolatz purgue una condena dentro de la comodidad de un hogar. Esto
constituiría un evidente e insoportable privilegio respecto de otros condenados
de unos pocos años menos de edad, que habiendo cometidos delitos de menor
gravedad y padeciendo una salud quebrantada sin llegar a un estado terminal, se
ven impedidos de acceder al beneficio".