Argentina: La lucha continúa
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Arremeten contra la muestra del artista leon ferrari
Otra vez sopa
Prof. Juan Carlos Sánchez
Argenpress
No bastó la misa de 'desagravio' frente a la Iglesia del Pilar, ni las públicas
expresiones de Monseñor Jorge Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, al igual que
de otros miembros del Episcopado argentino, para arremeter contra la muestra del
artista plástico León Ferrari.
Tal como he señalado en mis artículos anteriores, parece que la intolerancia
goza de excelente salud en la Argentina y ahora, gracias a una presentación
judicial de un grupo ultracatólico, la Justicia ha legalizado el cierre de la
exposición en el Centro Cultural Recoleta en un acto que pretende decidir lo que
se puede ver o no, lo que puede ser expuesto o no en aras de una supuesta moral
que no es tal, teniendo en cuenta las complicidades entre la Iglesia Católica,
los Dueños de la Argentina y los mentores y ejecutores de la dictadura militar
que asoló a nuestro país entre 1976 y 1983.
Dicha resolución judicial puede ser calificado de un artero acto de censura por
el cual, una vez más, se ve ensombrecida la imagen de la Justicia, cuando ella
se encuentra cuestionada desde diversos sectores de la sociedad argentina. Nada
puede justificar este cierre para regocijo de quienes tendrían que rendir
cuentas por su responsabilidad en el pasado reciente y que nuevamente pretenden
imponer, más que debatir, sus ideas acerca de lo moral.
El arte en sí mismo no es bueno, ni malo porque simplemente es eso: arte...
Quien asiste a una exposición pictórica o escultórica lo hace porque sabe
apreciar las bondades del pintor o escultor que expone sus obras a los ojos de
todos aquellos que, entendidos o no, buscan solazarse ante una imagen o una
piedra labrada buscando la belleza y el mensaje del autor.
Por ende, cerrar una muestra por el simple hecho de una supuesta lesión a las
creencias de una parte del conjunto de los fieles que profesan alguno de los
cultos reconocidos por el Estado argentino es, cuando menos, una expresión de
supina ignorancia acerca de la significación de lo artístico y de lo cultural.
Más aún, cuando quienes asisten a este tipo de eventos culturales tienen
conciencia e inteligencia para discernir sobre cuales son sus preferencias y en
consecuencia, eligen en base a ellas.
En realidad, si estos grupos de ultraderecha o aquellos a los cuales les molesta
este tipo de exposiciones tienen todo el derecho del mundo a no concurrir, pero
jamás pueden imponer su punto de vista para cercenar el derecho de quienes
desean participar del espectáculo brindado por cualquier expositor que, con sus
obras, nos brinda su visión particular acerca del mundo y sus circunstancias.
Solamente la apología del delito puede justificar una medida judicial, como la
tomada por la Justicia porteña, con el fin de preservar el orden público pues
ello permite la convivencia en sociedad.
En consecuencia, censurar una exposición por el simple hecho de querer imponer
una moral cuando estos inquisidores son los culpables, por acción o por omisión,
de una situación política, económica y social que ha llevado a más del 50 % de
la población argentina a la pobreza y a la indigencia; cuando ellos, en su
momento, han ocultado las barbaridades cometidas por los genocidas del Proceso e
inclusive, las han apoyado, constituye un acto de barbarie que los argentinos no
nos merecemos.
Los argentinos ya somos grandes y tenemos derecho a decidir que podemos ver o
escuchar, que podemos leer o escribir, y si verdaderamente estamos en
democracia, comencemos a comprender al otro, a tolerarlo y a debatir sin ningún
tipo de prejuicios porque ello contribuirá a construir una sociedad distinta y
más justa; en suma, al reinado de una tolerancia que, hoy día, es más necesaria
que nunca...