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Argentina: La lucha continúa

Una tarde de paro con los trabajadores del subterraneo


x Sebastian Hacher - La Haine -
Una tarde de huelga con los trabajdores de Subterraneo, que reclaman aumentos de salario y mejores condiciones de trabajo.





Son las 14:33 hs, y en el fondo del andén de la estación de subterraneo Constitución, de la línea C, hay cinco personas que no esperan ningún tren. Algunos están sentados, y otros dan vueltas en circulos, como si estuvieran en la sala de espera de un quirófano. Cada tanto, algunos de las personas allí reunidas reciben una llamada y consultan el reloj, como si el parto que esperan tuviese horario fijo.

A las 14:58, los que se juntaron allí ya son más de quince, y las caminatas en círculo se multiplican aritmétricametne. Algunos están con el uniforme de trabajo de Metrovias, y llevan linternas colgadas en el cinturón. "Este es el último que sale", dice uno de ellos. Un grupo se acerca a arreglar los detalles con el conductor. "Llegá hasta Retiro –le dicen- y no te hagas problema si te quieren apretar, porque allá hay compañeros esperando".

Cuando son exactamente las 15:00 hs, el paro de toda las lineas del subterraneo ya comenzó, pero en la estación Constitución quedan todavía cincuenta pasajeros esperando en el andén, como si la rutina siguiera. Los trabajadores discuten sobre la suerte de esos candidatos al naufragio. Alguien se apura para decirles que no hay mas trenes, pero otros trabajadores lo frenan. "No se los puede dejar ahí tirados" dice uno. "Esta bien - contesta otro- sacamos un coche más, pero es el último", malhumorado por el retrasar unos minutos el comienzo de la medida de fuerza. Luego de la desición, un grupo de trabajadores se organiza para ir a hablar con los pasajeros, y de paso atender a los medios que ya se agolpan contra los molinetes, que de ahora en mas serán una frontera custodiada por policias y guardias de seguridad.

Cuando ese último tren se va, exactamente dos minutos después de comenzado el paro, nadie pone de fondo una de esas canciones melancólicas que suelen acompañar tales partidas. Apenas se escucha un "ya paramos todo", anunciado a viva voz un delegado que recibe las novedades por teléfono, y luego un silencio abrumador. El rugir a veces chillón de los trenes, el murmullo de los pasajeros, los anuncios de los altoparlantes y las propagandas de los televisores se callan de repente.

La huelga comenzó, y hasta las 19:00 horas, cualquier ruido que no sea nuestra propia voz generará un sobresalto.





-Metegol, mentiras y dinero

Lo que normalmente es la sala donde los trabajadores descansan, hoy es el lugar donde la mayoría de los trabajadores cumple la huelga. Acomodados a la mesa o en los bancos, saltando del asiento cada vez que la televisón los nombra, una treintena de hombres y mujeres garantizan lo contrario a lo que hacen todos los dias: que nada se mueva en el subterraneo.

El comedor tiene aire acondicionado, y cerámicas nuevas en las paredes. "Esto lo arreglaron cuando pusieron azulejos en todos los baños –explica un trabajador- y por eso le cobraron 500.000 pesos al estado". En una de las esquinas hay un metegol recién estrenado, que la empresa colocó el mismo día que fracasaron las negociaciones por aumento de salario. "No sabemos –dice el mismo trabajador- si es una provocación o una cargada. Además, cuando los trajeron decían que estaban en rojo, y al mismo tiempo sacaron solicitadas contra nosotros en todos los diarios. Solamente en Clarín se gastaron 20.000 pesos ".

Todo parece ser así en Metrovias. Nos sorprendemos por esos detalles que borden con el ridículo empresarial, pero el interlocutor dice que esperemos, que todavía hay cosas peores, porque quiere mostrarnos un resumen de los balances de la empresa, que los trabajadores publicaron en un afiche.

Son datos que explican sus reclamos, diciendo resumidamente que:

-El ingreso por venta de boletos, proyectado para el 2004, es de $ 166.978.113, sin incluir publicidad y otros rubros.
-El estado brinda subsidios por 60 millones de pesos al año. Toda la renovación de las vias, señales y comunicaciones, las instalación de escaleras mecánicas, la adquisición de coches y remodelación de talleres, se hace con dinero estatal.
-Los sueldos mensuales del directorio suman $480.000, de los cuales $ 40.000 cobra el vicepresidente, y $ 20.000 su vocero. De conjunto, esos sueldos equivalen al 13% del subsidio estatal, y alcanzaría para contratar 405 nuevos trabajadores.
-Entre 1993 y el 2004, la cantidad de trabajadores bajó de 3500 a 1800. En el mismo periodo, la facturación subió casi el doble, y cantidad de pasajeros de cuadruplicó.
-El aumento salarial que piden los trabajadores representa el 2, 5% del ingreso por boletos y subsidios de Metrovias. Ambos rubros reportan a la empresa $126.099 por trabajador al año.





-Insalubridad subterranea

"Yo ahora trabajo seis horas –me dice un guarda- y doy ocho vueltas por día. Cuando recién llegó privatización, nos hacian dar hasta 15 vueltas seguidas. Después se dieron cuenta de que nos ibamos a morir si seguíamos así, y nos hicieron dar 12 seguidas. Salías destruído, porque el nuestro es trabajo insalubre".

El mayor cambio al respecto, vino con el paro de Semana Santa, cuando conquistaron la jornada de 6 horas.

¿Y por qué consideran a su trabajo insalubre?. La respuesta es muy gráfica: un guarda saca un par de guantes ennegrecidos, los pone sobre la mesa y explica : "Esto es el grafito que respiramos aca abajo. Se forma por la descarga eléctrica de los trenes, y estás expuesto todo el tiempo. A eso sumale el ruido, que te obliga a usar tapones y la luz artificial con la que estás todo el día. Llega un punto en el que no sabés donde estás parado, y con los años, ya no servís para nada".

Pero hay algo, todavía, que es mas dificil medir, y que no se cura con ningún remedio ni descanso: los nervios. Son las anécdotas cotidianas, que van girando al ritmo de la rueda del mate. A un chofer lo dejaron fuera de combate por dos meses, a puro golpe, cuando un tren se quedó en la mitad del recorrido. Y mas de una vez, cuando hay accidentes o se corta el servicio, los boleteros, guardas y conductores sufren el embate del público, y quedan encerrados mientras gente intenta lincharlos para calmar su bronca. "A mi me tiraron tachos de basura contra la boletería. Aquella vuelta rompieron todos los vidrios– recuerda un trabajador- y decidí devolver la plata de los pasajes, por más que la empresa me había dicho que no lo haga. Los supervisores se la tuvieron que comer, porque era mas importante la vida de los cinco que estabamos ahí adentro que unos pesos que se recuperan enseguida"

Además de la furia de los usuarios contra la empresa, pero descargada contra los trabajadores, la responsabilidad de llevar miles de personas durante todo el día pesa. Y mucho.

"Los trenes que usamos en la línea C –cuenta un conductor- son del año 1934. El sistema de puertas que tiene es eléctrico. Si falla el circuito, quedan todas las puertas flojas, se abren de nada, y puede ser una masacre. Además, como es tan viejo, los trenes pueden arrancar con las puertas abiertas. Fijate que a veces hay gente que va trabando la puerta, sobre todo en las horas pico. Si matás a alguien, por más que vos no tengas las culpa ¿quién te va a borrar eso?".

Es un punto sensible, que preocupa a cada uno de los trabajadores . "Es igual que todo en la Argentina –agrega otro- hasta que no haya una desgracia grande, nadie se va a interesar en serio por como viaja la gente".




-El usuario

"Los trabajadores están muy cerca del teléfono, esperando alguna propuesta", dice un comentarista desde la patanlla del televisor instalado en el comedor.

Aquí, mientras tanto, van llegando delegaciones de los ferroviarios, del Hotel Bauen, de partidos de izquierda, y algún que otro periodista, que logró esquivar al guardia de seguridad con cara de Charles Bronson que flanquea la entrada.

Y allá arriba, en la superficie, la ciudad recuerda repentinamente que existen los trabajadores de subte. Los colectivos transportan una promiscuidad anómima, protagonizada por pasajeros apretados y mas o menos desesperados por llegar a alguna parte. Los taxis se hacen el día, y en todo el centro de la ciudad es imposible conseguir uno si no es mediante algún indicente con señoras apuradas por subirse al primero que pare. Muchos oficinistas y profesionales circulan en una caravana de autos aletargados por el embotellamiento, convirtiendo a la urbe en una proseción sin destino cierto.

Son mas de 650.000 personas las que viajan en subte todos los dias, desde las primeras horas de la mañana y hasta casi las últimas de la noche.

A la hora de reclamar, para los trabajadores, la cuestión del trato con los usuarios es uno de los aspectos más delicados. "Pensamos –me explican- en abrir los molinetes y dejar pasar gratis a todo el mundo, pero iba a ser un lio bárbaro, porque la empresa pone a sus matones de seguridad o a la infantería, y para garantizar que pase la gente, ibamos a tener que agarrarnos a las trompadas todo el tiempo".

Una de las estrategias que delinearon los trabajadores, es tener un diálgo constante con los pasajeros. Cada volante, afiche o comunicado de prensa contiene un mensaje para ellos, mostrándoles que la situación no puede seguir como está, y que mejores condiciones laborales significan mejor servicio para el usuario.

Hay muchas anécdotas que acreditan los frutos de ese esfuerzo: desde señoras de rulero que hoy mismo vivaron a los huelguistas, hasta grupos espontaneos que preguntaban donde había un directivo para increparlo. Y, quizás como caso extremo, algún que otros pasajero que se puso a difundir el conflicto. "El otro día –cuenta un trabajador - estaba pegando afiches en un coche. Me quedé sin cinta, y vino un pasajero a ofrecerme ayuda. El tenía cinta de enmascarar, y me fue ayudando a pegar hasta el final del recorrido".


-Otra vez en la vía

Hay un campeonato de Metegol, con una discusión ideológica incluída: si está bien usarlo o no. Los que no quieren son minoría, así que el campeonato se dispara enseguida. Los gritos de gol, las cargadas y los equipos que esperan su turno ganan el centro de la escena. Si la empresa quería hacer una broma irónica instalando ese juego, ahora la situación se dio vuelta, porque los huelguistas lo usan para distender los nervios durante las horas muertas.

Sólo cuando faltan treinta minutos para que termine el paro, los gritos del metegol se apagan, y de a poco los trabajadores se acomodan cerca del primer vagón del tren que está detenido en la plataforma. Todos preveen una posible movida patronal, porque esta mañana, durante el primer turno del paro, la empresa había querido sacar trenes 10 minutos antes de que termine la medida de fuerza.

Si lo hicieron para montar una provocación, o por pura brutalidad, es algo que nadie puede explicarse, pero lo cierto que es los trabajadores impidieron la salida parándose sobre las vias. El paro del turno mañana terminaba a las 10, y hasta las 10 en punto no podía salir ningún tren, y mucho menos manejado por supervisores. Eso mismo es lo que se quiere garantizar ahora: hasta las 19 en punto, pase lo que pase, no se mueve nada en toda la linea.

Pareciera que la exatitud, que es una compañera cotidiana de los trabajadores del subterraneo, se extiende también a la jornada de huelga. Las pocas y claras palabras de la asamblea, la paciencia de la espera, la puntualidad a la hora de empezar y terminar con la medida de fuerza, es sólo comparable al maravilloso acto de que pase un tren cada tres minutos sin que ninguno choque con el que viene atrás o adelante..

Y, tal vez por ese mérito de la coordinación humana, un trabajador bastante mayor se enerva diciendo que bajo ningún punto de vista él, como conductor, va a dejar que un supervisor maneje un tren que tiene a cargo. "Si quieren mover mi tren, yo los saco a patadas, y si no puedo hacelo les levanto un acta, y le digo a todos los pasajeros que están viajando en un tren con un conductor que no sabe manejar. Hay que hacer las cosas bien, viejo, y que estos tipos anden manejando trenes es una irresponsabilidad".

Pocos minutos después, sin que medie ningún incidente con la patronal, se da por finalizada la medida y se abren las boleterias. A las 19 en punto, desde los molinetes viene un grupo de trabajadores y estudiantes que estuvo haciendo el aguante. Hay abrazos, saludos, despedidas y felicitaciones.

A las 19:05, la estación está llena de pasajeros, que bajan las escaleras en tropel, indiferentes y atolondrados.
Sólo cuando el pitido anuncie los últimos diez segundos antes de la salida del primer tren, se apurarán, atropellando a quién se le ponga adelante.

Cuando el primer servicio parta, quedarán algunos rezagados, que viajarán en el servicio que sale exactamente tres minutos después, conducido por trabajadores dignos.

Sebastian Hacher
Buenos Aires, 09 de Diciembre del 2004
sebastian@riseup.net