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Argentina: La lucha contin�a

El discurso sobre la juventud en Juan Carlos Blumberg.

"Menores que matan a nuestros hijos"

Desde abril asistimos a la emergencia de la figura de Juan Carlos Blumberg, convertido en el l�der del reclamo por la "seguridad" de los sectores medios-altos de la sociedad. En el marco de una crisis de hegemon�a del sistema pol�tico y el modelo de acumulaci�n, su discurso evidencia una apropiaci�n autoritaria de miedos socialmente construidos. El autor de este ensayo, un periodista de 22 a�os, cree que la visi�n de Blumberg sobre la juventud es un aspecto central para indagar. Axel, Bord�n y los menores delincuentes ser�an los prototipos de los tres modelos de j�venes que subyacen en su discurso.

Daniel Badenes
dani@data54.com
La Fogata

El 17 de marzo de 2004 el joven Axel Blumberg fue secuestrado en la localidad de Mart�nez. Seis d�as m�s tarde, su cad�ver apareci� en un descampado de La Reja (Moreno), en el oeste del Gran Buenos Aires. Axel era egresado del Goethe School y cursaba en el Instituto Tecnol�gico de Buenos Aires (ITBA). Con 23 a�os de edad, estaba por recibirse de Ingeniero Industrial y planeaba hacer un Master en Massachussets (Estados Unidos). Era hijo �nico y viv�a con sus padres.
La "pureza" de ese joven apuesto, estudioso y de familia acomodada, que practicaba atletismo, tocaba piano e iba todos los domingos a misa, conmovi� a buena parte de la sociedad en el momento de su secuestro, cuya noticia �no por casualidad� ocup� enormes espacios en los medios de (des)informaci�n. Desde que apareci� asesinado, su padre Juan Carlos Blumberg comenz� a presentarse en p�blico cuestionando los errores en la investigaci�n, criticando a la dirigencia pol�tica por no endurecer las leyes penales y proponiendo medidas para afrontar el problema de la "inseguridad".
Pronto ese hombre indiferente y desinformado se convirti� en un l�der social emergente, encabezando un heterog�neo y ciertamente indefinido reclamo de "seguridad" que recogi� la adhesi�n de millones de personas a un petitorio y moviliz� a varias decenas de miles en tres marchas. La primera, encabezada por el ingeniero y consultor de empresas textiles Juan Carlos Blumberg, secundado por familiares y amigos de su hijo, se realiz� a ocho d�as del hallazgo del cad�ver. Se dirigi� a la Plaza de los Dos Congresos (Capital Federal) y tuvo la participaci�n de unas 140 mil personas. Menos de tres semanas despu�s, logr� convocar a una segunda marcha (22 de abril) que se dirigi� a los Tribunales federales y reuni� unas 70 mil personas. Ambas fueron promovidas y transmitidas "en cadena" por los principales medios privados de informaci�n.
El grueso de los asistentes pertenec�an a la clase media-alta, y se registr� una escasa participaci�n juvenil. Jos� Pablo Feinmann ha sintetizado con precisi�n esta situaci�n: "Blumberg no es Blumberg, es el miedo de la clase media". Por su parte, Hugo Presman coment� cr�ticamente: "Muchos se movilizaron por primera vez, manifestando su orgullo por su indiferencia pol�tica. En los a�os m�s brutales de la Argentina, donde se perpetraron atrocidades inenarrables y luego se remat� el patrimonio nacional, muchos avizoraron la realidad pasivamente, haciendo zapping y sac�ndole m�sculos al pulgar".
La tercera movilizaci�n de Blumberg fue reci�n el 26 de agosto. En el lapso entre una y otra movilizaci�n, tuvo una pol�mica intervenci�n medi�tica que pudo haber contribuido a su temporal llamado a silencio: el 18 de mayo viaj� a Mendoza y, entre otras actividades, se reuni� con la hermana del ex comisario Hugo Trentini, uno de los polic�as condenados por el crimen del joven Sebasti�n Bord�n. Luego, al ser consultado p�blicamente sobre ese caso, retom� lo que en definitiva era la versi�n de los implicados.
La irrupci�n del liderazgo del ingeniero Blumberg y de un reclamo por "seguridad" que convoca a decenas de miles de personas, constituye un fen�meno social nuevo que requiere ser estudiado. Distintos motivos (la pertenencia generacional de Axel Blumberg y de Sebasti�n Bord�n; las propuestas sobre la imputabilidad de los menores) hacen que las conceptuaciones sobre los j�venes constituyan un �rea fundamental para analizar en el discurso de Blumberg.

Blumberg y la crisis de hegemon�a
No es posible comprender ese discurso sin un previo entendimiento del reclamo de la seguridad que hizo emerger a Blumberg como figura p�blica, y del contexto en que apareci� y se propag� su discurso.
Especialmente desde las �ltimas dos d�cadas del siglo XX han ido surgiendo y cobrando visibilidad p�blica nuevos agrupamientos colectivos que canalizaron sus reglamos por v�as distintas a las de la institucionalidad pol�tica tradicional. El estudio de los "movimientos sociales" suele englobar a los nuevos actores, demandas y formas de participaci�n que plantean una alternatividad, oposici�n o resistencia a la estructura social vigente. Concebir al reclamo de la "seguridad" �que cobija planteos discriminatorios, autoritarios, reaccionarios� en t�rminos de "movimiento social" es una afirmaci�n provocativa. Llama la atenci�n acerca de c�mo en tiempos recientes la recuperaci�n del espacio p�blico y la movilizaci�n por fuera de la institucionalidad pol�tica cl�sica tambi�n puede surgir de las capas medias-altas y favorecer propuestas pol�ticas de derecha. En ese sentido, puede pensarse que as� como el movimiento piquetero (por dar un ejemplo) surgi� dando respuestas a problemas y sujetos que la izquierda tradicional (partidos pol�ticos y sindicatos) no hab�a tenido en cuenta; tambi�n emergen en la sociedad civil otros movimientos que tender�n a ocupar el espectro pol�tico de derecha, dada la actual crisis de representaci�n o de hegemon�a de los partidos pol�ticos "tradicionales".
En su libro Sistema pol�tico y modelo de acumulaci�n en la Argentina, Eduardo Basualdo (2001) realiz� una notable caracterizaci�n de las estructuras econ�micas, pol�ticas y sociales en Argentina, recurriendo al concepto gramsciano de "transformismo" para explicar la etapa iniciada en 1976 y claramente en crisis desde 2001.
El patr�n de acumulaci�n basado en la "valorizaci�n financiera", que genera alt�simos niveles de exclusi�n, fue posible gracias a la instalaci�n del "terror" como clave del disciplinamiento social; primero con la modalidad de la represi�n (genocidio), luego con la forma expl�cita de "terror de mercado" y finalmente en el marco de la hiper-recesi�n y el desempleo.
Hacia 2001 se reinstala un escenario de crisis por el agotamiento de modelo rent�stico tal como estaba definido, que rompe con la coincidencia de intereses entre dos fracciones de los sectores dominantes que constitu�an el grupo de "capitales privilegiados". Adem�s, se diluye el consenso en los sectores subalternos y crecen las m�ltiples expresiones de resistencia y protesta social, que nunca hab�an desaparecido plenamente.
La fractura del establishment se expresa con intensidad desde 2001, profundizando la crisis de representaci�n del sistema pol�tico. Muchos procesos posteriores �el reclamo por "que se vayan todos", la divisi�n del Partido Justicialista en las elecciones de 2003, etc�tera� se vinculan a esa p�rdida de legitimidad de la institucionalidad pol�tica.
Los sectores dominantes han procurado recuperar su hegemon�a en crisis, mediante la aceptaci�n de ciertas reivindicaciones populares y, simult�neamente, la recreaci�n de liderazgos pol�ticos (por la cooptaci�n de cuadros ajenos o el surgimiento de propios) y la b�squeda de nuevos modos de disciplinamiento social. La centralizaci�n de la atenci�n p�blica en aparentes "olas de inseguridad" apunta a recrear un miedo disciplinante, que constituir�a un cuarto tipo de temor, posterior a los miedos generados por la represi�n ilegal, la hiperinflaci�n y la hiperdesocupaci�n.
La mexicana Rossana Reguillo investiga desde hace tiempo lo que denomina culturas del miedo. Afirma que actualmente el miedo se instaura como: 1) condici�n de �poca, 2) atm�sfera cultural, y 3) proyecto pol�tico; instalando dos certezas fundamentales: que "nadie est� a salvo" y que "todos somos sospechosos". Reguillo define al miedo como una fuerza o una experiencia individualmente experimentada, socialmente construida y culturalmente compartida.
El uso del miedo como proyecto pol�tico es, por ejemplo, lo que sucedi� en Estados Unidos "a ra�z del 11 de septiembre de 2001 y de la guerras preventivas contra el terrorismo". Reguillo retoma de Norbert Lechner la idea de "la apropiaci�n autoritaria de los miedos", de la que la pol�tica exterior norteamericana no es el �nico ejemplo. Muchos de los discursos y propuestas amparados en el reclamo de "seguridad" est�n relacionados a una apropiaci�n/aprovechamiento del miedo colectivo para legitimar propuestas autoritarias. La identificaci�n de grupos de otros como enemigos sociales (relatos expiatorios), evidenciada en el discurso de Blumberg, es una caracter�stica de las culturas del miedo.

La construcci�n de un nosotros
Un punto reiterativo en el discurso de Blumberg, que lo emparenta con las postulaciones hist�ricas de la derecha autoritaria, es la cr�tica a los "derechos humanos" universales y a las posturas denominadas garantistas (es decir, aquellas que respetan las garant�as constitucionales):

� "Tenemos jueces que est�n mucho m�s cerca de los delincuentes y de los asesinos que de nosotros, la sociedad" (JCB primera marcha, 1/4/04)
� "Un amigo que es un ex magistrado me dijo que la Justicia se fue degradando, aparecieron jueces garantistas con ideas terriblemente equivocadas que priorizan la libertad de los delincuentes" (JCB al diario La Naci�n, 3/4/04)
� "Los derechos humanos son para los delincuentes y no para los ciudadanos comunes como ustedes. A m� nadie me vino a ver de los (organismos de) derechos humanos cuando mataron a Axel" (JCB, discurso en la tercera marcha)

La cr�tica al "garantismo" y a los defensores de los derechos humanos se basa en una identificaci�n de los derechos humanos con un "terrible" o "nocivo" instrumento de defensa de los delincuentes. Pero a su vez, en otras ocasiones, ese discurso no rechaza los derechos humanos, sino que trata de apropiarse del concepto, al vedar "los derechos humanos para los delincuentes" y reivindicar "los derechos humanos para la gente decente".
A prop�sito de esto, una variable clave a la hora de analizar discursos pol�ticos es la referencia al nosotros que construyen. En el caso del discurso de Juan Carlos Blumberg, la construcci�n de un nosotros se basa en una dicotom�a que separa "la gente decente" (nosotros) de "los delincuentes" (los otros).
Contracara de la gente (honesta, decente), el delincuente es lo que queda afuera del nosotros: es m�s, estar�a �como se observa en la primera cita� fuera de la sociedad. Para Blumberg, la delincuencia no es parte y producto de las relaciones sociales, sino algo externo que confronta y ataca a lo social: la distinci�n entre delincuentes y ciudadanos "de bien" se proyecta hacia una separaci�n entre delincuencia y sociedad.
Es evidente, adem�s, que la noci�n de delincuente no es inocente ni se aplica con igualdad seg�n una definici�n rigurosa. Como remarc� Andres M�ndez en Argenpress, "si uno se gu�a por el Diccionario de la Real Academia, 'delincuente' es aquel que comete delitos. Pero, significativamente, hay una gran cantidad de personas que cometen delitos y a quienes no se llama delincuentes (salvo que se haga con el deliberado prop�sito de denigrarlos). Un empresario que viola las leyes que regulan el comercio exterior comete el delito de contrabando; sin embargo, en ning�n medio de difusi�n lo llamar�n 'el delincuente'...".
Una regularidad del discurso de la derecha argentina es la asociaci�n del adversario pol�tico con una figura delincuencial (el ejemplo m�s evidente es la �ltima dictadura, cuando se dec�a combatir "delincuentes subversivos"), como forma de facilitar su persecuci�n. Tambi�n es central la tendencia a negar al sujeto-delincuente la condici�n de ciudadano con derechos.

Mecanismos de justificaci�n
En t�rminos generales, es posible hallar dos recursos relacionados que legitiman las concepciones de Blumberg: la referencia al apolitismo y la apelaci�n al dolor.
Pese a que la simple propuesta de combatir ciertos delitos y promover reformas en leyes, es hacer pol�tica, Blumberg ha acudido a una constante negaci�n de esa condici�n. Declar� a la revista Poder: "Yo no voy a ser pol�tico. Ahora no estoy haciendo pol�tica. Si yo pido que se elimine la lista s�bana es porque hay ONG que reclamaron eso y porque en la calle la gente me lo pide". El nuevo l�der niega que su accionar y su discurso sean pol�ticos, en tanto revindica el apolitismo (que es, en definitiva, una postura ideol�gica) que caracteriza a la base social en que se sustenta. Como se�ala Sebasti�n Hacher, "en la Argentina actual, la mejor forma de ser un pol�tico exitoso es no parecer uno de ellos. Desde el 20 de Diciembre del 2001, es casi un lugar com�n el presentarse como �apol�tico� o nuevo para hacer pol�tica".
El documento de presentaci�n de la "Cruzada Axel" que recolectar�a unos cuatro millones de firmas, ya dejaba en claro esa condici�n de analfabetismo pol�tico: "No somos de Izquierda o Derecha, no tenemos Color pol�tico o partidario, porque somos la Mayor�a Silenciosa de los Argentinos que quiere una Argentina distinta".
Particularmente durante la d�cada de noventa, las propuestas "de derecha" �en especial en el �mbito de la pol�tica econ�mica� fueron sustentadas mediante apelaciones a saberes t�cnicos. La tendencia a transferir decisiones pol�ticas a supuestos "t�cnicos neutrales" recibe el nombre de tecnocracia.
En el caso del discurso de Blumberg, si bien hay referencias al asesoramiento de "especialistas", junto a sus apelaciones al sentido com�n, el principal mecanismo de legitimaci�n de lo dicho pasa a ser el dolor. Podr�a pensarse que la crisis de hegemon�a del modelo pol�tico y el sistema de acumulaci�n en Argentina no s�lo se expresa en la p�rdida de credibilidad y poder de representaci�n de las instituciones pol�ticas cl�sicas, sino tambi�n en cierta crisis de la tecnocracia como modo de justificaci�n. Lo que est� claro es que en el liderazgo emergente de Blumberg, el dolor se convierte en un argumento pol�tico. Hay un paso de la tecnocracia a lo que podr�a denominarse dolorcracia. Esta establece que no se lo puede cuestionar, por que �l perdi� un hijo.
Eduardo De la Serna escribi� al respecto que "este padre pareci� entender mal. Era graduado en dolor y se crey� licenciado en �seguridad�, �legislaci�n� y experto en funcionamiento de los poderes de la Rep�blica", y que "si los padres de las v�ctimas hicieran las leyes (...) las leyes de la rep�blica se transformar�an en una ley de la jungla donde -como siempre- ganar�an los fuertes, los impunes, los poderosos".
Por su parte, Mart�n Caparr�s remarc� que si bien el modelo "dolor legitima intervenci�n p�blica" proviene de las Madres de Plaza de Mayo y lamentablemente sigui� primando durante los ochenta y los noventa, "lo curioso, ahora, es la inversi�n: si algo caracterizaba al modelo doloroso es que reivindicaba a las v�ctimas del Estado: que peleaba contra los abusos del poder. En cambio el se�or Blumberg lo dio vuelta: ahora el modelo doloroso se usa contra los que quedaron afuera, los que est�n m�s al margen �y sus v�ctimas son las personas de bien, la tan famosa gente..."
La referencia al dolor como argumento no admite respuestas. As� fue que inicialmente Blumberg no recib�a cr�ticas por ser un padre que perdi� a su hijo. Luego, cuando las hubo, parec�a una obligaci�n comenzar cada objeci�n aclarando: "yo respeto su dolor, pero...". A su vez, en discurso oral de Blumberg hay una muletilla sumamente reiterativa: "�me entiende?". Es en definitiva un recurso ret�rico, que opera en el mismo sentido: la obturaci�n de las objeciones. Como observ� en su momento Sandra Russo, el l�der del reclamo de "seguridad" pregunta a su interlocutor (sea �ste individual o colectivo) si entiende, y no si est� de acuerdo.

J�venes y j�venes en el discurso de Blumberg
Divisiones sociales como la que establece entre "gente decente" y "delincuentes" atraviesan tambi�n la mirada de Blumberg sobre los j�venes. En consecuencia, no existe una visi�n sobre la juventud, sino sobre diferentes grupos de j�venes. O, mejor dicho, su visi�n sobre la juventud se asienta en la discriminaci�n de tipos de j�venes.
Esa tipolog�a se basa en dos cortes clasificatorios: la dicotom�a entre v�ctimas y victimarios, y la que se establece entre "buenos" y "malos", o "decentes" e "indecentes".

J�venes

"Buenos" / "Decentes"

"Malos" / "Indecentes"

V�ctimas

Grupo A
Nuestros hijos

Grupo B
Chicos drogadictos, mal-educados, etc.

Victimarios

Grupo C
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Grupo D
Menores delincuentes


De los cuatro grupos que resultar�an de la combinaci�n, uno (C) es inconcebible: no hay victimarios buenos. De modo que quedan establecidos tres grupos a los que Blumberg se refiere �expl�citamente o no� en distintas ocasiones: las v�ctimas decentes (Grupo A), las v�ctimas indecentes (Grupo B) y los victimarios, necesariamente malos/indecentes (Grupo D). El grupo B constituye claramente la zona de mayores contradicciones y dubitaciones por parte de Blumberg, debido a las cr�ticas recibidas incluso de sectores que inicialmente lo apoyaron. Tambi�n ha recibido refutaciones respecto a sus concepciones sobre el grupo D, en cuya definici�n como "delincuentes" los niega como sujetos de derechos.
En t�rminos concretos, las construcciones discursivas de Blumberg sobre el grupo B remiten a su pol�mica revisi�n del caso Bord�n; en tanto las referidas al grupo D se vinculan a la pretendida baja de la edad de imputabilidad, y m�s globalmente a la confrontaci�n directa con la noci�n de "derechos humanos" y los organismos que la respaldan. El grupo A es sin duda el menos debatido y cuestionado.
Veamos m�s en detalle de qu� se trata cada uno, reconstruyendo la visi�n de Blumberg.

Grupo Axel.
V�ctimas (concretas o potenciales) de la "delincuencia", son j�venes caracterizados por su bondad y su decencia. Provienen de "buenas familias", que le han dado una educaci�n adecuada. Son completamente inocentes: no merecen bajo ning�n punto de vista la violencia que los atormenta. Corresponden al Modelo Axel, es decir, al joven-modelo. Se alude a ellos como "nuestros hijos", lo que implica una relaci�n de integraci�n (pertenecen al nosotros) y familiaridad (son hijos).
La referencia a la condici�n de hijo para aludir a este grupo es sumamente recurrente:

� "Me han destrozado, me han arruinado, no tengo m�s hijos" (declaraciones JCB posteriores a la muerte de Axel)
� "Vinimos a donde est�n los representantes nuestros a pedir cosas chiquitas, simples, para que nuestros hijos puedan trabajar, estudiar, y que no sean asesinados. Hoy Axel es el hijo de todos" (JCB primera marcha, 1/4/04)
� "Hoy, Axel es el hijo de todos ustedes, ustedes se lo merecen. Ahora les pido de todo coraz�n a todos a que hagan minuto de silencio por el alma de �l y en nombre de todos estos chicos que tambi�n tuvieron esa desgracia en la sociedad argentina" (JCB primera marcha, 1/4)
� "No me siento presionado ni me dejo presionar. Yo me compromet� ante la tumba de mi hijo que iba a luchar por sus compa�eros, para que otros chicos no tengan que vivir una experiencia tan terrible; para que otros hijos de otros padres no sean asesinados..." (declaraciones posteriores a la primera marcha)

Sin duda, en el ideario subyacente en Blumberg la figura protot�pica de v�ctima se caracteriza por su juventud. En la primera marcha afirma que "a los cementerios los est�n llenando de j�venes"; aunque no se trata de cualquier joven. Como se ver�, no todos los j�venes son v�ctimas, ni todas las v�ctimas son como Axel.
Los j�venes del grupo A �nuestros hijos� son caracterizados y valorados por ser sanos y puros. Resultan as� m�s inocentes que otras v�ctimas, porque no lo merecen bajo ning�n punto de vista. Su padre insiste en recordar que Axel era un excelente estudiante y deportista; no se drogaba, ni fumaba, �ni siquiera tomaba alcohol!.

� "Mi hijo era un gran deportista, y nunca prob� ni alcohol ni cigarrillo. Nosotros como padres, como familia, debemos orientar a nuestros hijos a que participen en todo lo que es el deporte" (JCB, declaraci�n a la prensa)
� "A Axel lo quer�an de verdad. Le encantaba el deporte. Nunca toc� un cigarrillo. Hac�a atletismo y entrenaba dos o tres horas por d�a. Represent� a su colegio y al municipio de San Isidro en distintos lugares del pa�s y del mundo". (JCB en revista Semana)
� "Vivi� todo plenamente, siempre alegre, con muchas ideas. Ten�a alegr�a de vivir, todo el tiempo. El otro d�a, en el sepelio, un grupo de padres me cont� c�mo le dec�an en el colegio... Le dec�an 'El pibe diez'. Porque era un ejemplo para los amigos y compa�eros" (JCB en revista Semana)

Los j�venes del grupo A son ejemplares y maravillosos. En el entierro de su hijo, Blumberg dijo que los secuestradores "no tienen derecho a vivir" porque "le quitaron la ilusi�n a un joven ejemplar". Tiempo m�s tarde generalizar�a ante TXT: "Estamos perdiendo en Argentina chicos maravillosos, que estos asesinos nos est�n sacando".


Grupo Bord�n.
Estos j�venes fueron v�ctimas de cierta violencia, pero por su condici�n de no-decencia se les adjudica una responsabilidad sobre esa desgracia. As� queda cuestionada su esencia de v�ctima. Los discursos relacionados a estas v�ctimas recuperan el razonamiento del por algo ser�. Se trata de chicos (ya no prioritariamente hijos) mal-educados, vagos, drogadictos, alcoh�licos; en todos o la mayor�a de los casos, pobres. En este grupo estar�a incluido el joven asesinado en Mendoza, Sebasti�n Bord�n.

� "Todas las cosas siempre hay que investigarlas a fondo, c�mo fue y c�mo no fue (...) En ese caso, el chico (por Bord�n) se drogaba, hizo una mala actuaci�n, agredi� a un polic�a. Despu�s, bueno, la polic�a actu� mal, hizo cosas que no deb�a. Pero, �entiende?, tenemos que poner todo en su justa causa." (JCB, declaraciones a la prensa en Mendoza)

Esta fue la declaraci�n que desat� la pol�mica por la que Blumberg termin� retract�ndose. Pero antes de que eso sucediera, a la tarde de ese mismo d�a, volvi� a hablar del crimen de Bord�n, y afirm� que ten�a entendido que

� "...ese chico se drogaba e inclusive en ese tiempo en que estaba (en El Nihuil), tomaba alcohol" (JCB, en Mendoza)

M�s all� de la falsedad de los datos manejados (en verdad, en la autopsia del cuerpo de Bord�n no se hallaron restos de droga), lo que importa es el tipo de razonamiento, que eval�a la calidad de la v�ctima, para "poner todo en su justa causa". El ser drogadicto, y/o el haber actuado mal, otorga un principio de justificaci�n a la violencia. Para Blumberg, el joven Sebasti�n Bord�n fue v�ctima, pero no una v�ctima decente/inocente. Eso ubica al caso en un lugar oscilante, movedizo, contradictorio. Blumberg trastabilla y acusa. Si no justifica el crimen, al menos lo aten�a: no nombrarlo es un mecanismo discursivo que opera en ese sentido. "La polic�a actu� mal", dice, sin hablar de asesinato ni apelar a adjetivos relativos a la crueldad o brutalidad ni nombrar la experiencia terrible. Con la afirmaci�n acerca de que la polic�a "hizo cosas que no deb�a", dar�a igual si cruz� un sem�foro en rojo, pidi� una coima, se fi� una pizza o mat� a un pibe.
No obstante, se trata de una zona de contradicciones y oscilaci�n en su discurso. Acosado por las cr�ticas, Blumberg reformul� sus opiniones y, priorizando la condici�n de v�ctima de Bord�n, lo acerc� al "grupo Axel" al considerarlo como hijo, parte integrante del grupo de nuestros hijos:

� "Es grav�simo que la Polic�a mate a un chico. Tenemos que luchar para que no nos maten nuestros hijos. Yo tengo el mayor respeto por su hijo" (JCB a Miriam y Luis Bord�n)
� "Nos une el dolor por la p�rdida de nuestros hijos y la b�squeda de un s�lo objetivo: justicia" (JCB a Miriam y Luis Bord�n)


Grupo Delincuencial.
Las denominaciones m�s frecuentes sobre este tipo de j�venes refieren a t�rminos judiciales que tienden a criminalizar su condici�n. No son hijos: son menores. Lo que los define es su categor�a procesal (delincuentes juveniles, menores o chicos delincuentes, etc�tera), que al no ser vista como circunstancial, deja en segundo plano la identidad generacional y niega la ciudadan�a. Por haber sido definidos ante todo desde su condici�n de delincuentes, debe tenerse en cuenta la concepci�n general de Blumberg sobre esos sujetos, a los que se niega como sujetos de derecho.
As� como la figura protot�pica de la v�ctima es un joven, su discurso tambi�n pone �nfasis en la delincuencia juvenil. Por eso insiste con su propuesta de reducci�n de la edad de impotabilidad, m�s la implementaci�n de centros de reclusi�n y disciplinamiento, para combatir la delincuencia de esos "menores":

� "...No s� por qu� los organismos de derechos humanos lo toman como si fuera un drama. Hay que entender que esos chicos son los que asesinan a nuestros hijos, a los ciudadanos. Entonces hay que separarlos de la sociedad". (JCB, segunda marcha)
� "Hay muchos j�venes que matan a chicos y a gente inocente, y por eso hay que sacarlos de la sociedad transitoriamente y llevarlos a institutos de menores" (JCB, tercera marcha)
� "No se puede permitir que haya j�venes y menores que sigan matando a inocentes" (JCB, tercera marcha)
� "Ac� hay un problema terrible de delincuencia, de chicos j�venes que est�n matando a ciudadanos inocentes, y es un tema que no se quiere tratar. A esos chicos tenemos que separarlos de la sociedad, pero primero hay que hacer institutos adecuados que tengan ayuda psicol�gica y espiritual, que los hagan trabajar y estudiar" (declaraciones de JCB posteriores a la tercera marcha)
� "�C�mo usted hace para que se detenga ese chico si el mata a alguien? �Usted sabe que dentro de los asesinos de mi hijo hay un menor?" (declaraciones de JCB posteriores a la tercera marcha, defendiendo la baja de la edad de imputabilidad)

Esta �ltima cita deja en claro la distinci�n entre j�venes-v�ctimas y j�venes-victimarios: unos son hijos, los otros son menores. En la mayor�a de los discursos de Blumberg no cabe la posibilidad de que "los delincuentes menores" sean hijos. Y en todo caso, cuando son reconocidos como tales, no son nuestros, sino "hijos de padres degenerados, por lo que deben ser separados de la sociedad". (discurso del 22/4/04).
Blumberg asocia directamente su tipolog�a juvenil a las formas de educaci�n. As� es que los padres de j�venes del grupo Axel son "los que nos preocupamos por la crianza de nuestros hijos". Se sostiene una visi�n lineal, conductista, sobre los "efectos" de la educaci�n. Como �l es honesto y trabajador, Axel tambi�n lo fue. De la misma forma, los hijos de "padres degenerados" y delincuentes ser�n necesariamente delincuentes: "Tiene que haber organizaciones que eduquen porque si los chicos tienen padre delincuentes lo �nico que van a aprender es a delinquir" (declaraciones radiales luego de la primera marcha, 1/4/04)
Tambi�n puede pensarse que cada tipo de joven es v�ctima de un tipo distinto de violencia. El Grupo A sufre una violencia catalogada como injusta, repudiable. Es lo que usualmente se llama "inseguridad" (en un sentido estrecho del t�rmino). El Grupo B, en tanto, padece una violencia disciplinante, al igual que el Grupo C, que es objeto de una violencia considerada justa (a la que no pueden oponerse porque los derechos humanos no son para los delincuentes). Esa violencia es lo que usualmente se llama "represi�n del delito".
En tanto se observa su maldad o indecencia, los j�venes (los j�venes pobres) son otredades que pueden ser vistas como enemigos del orden social. Como se�al� Reguillo en una entrevista publicada por P�gina/12 el 6 de septiembre pasado, "las j�venes han sido convertidos en relato expiatorio (no s�lo en la Argentina) y en el �enemigo� del orden social. Los medios, tanto los electr�nicos como la prensa, en t�rminos generales, han venido satanizando a los j�venes, pero no a los j�venes como categor�a universal (que no existe), sino a ciertos j�venes, a los j�venes pobres en concreto. Abunda la documentaci�n emp�rica sobre estos procesos de estigmatizaci�n que han convertido en sin�nimo �j�venes y peligrosidad o amenaza�. Pero no se trata s�lo del discurso de los medios de comunicaci�n, hay que observar anal�ticamente tambi�n la obsesi�n legislativa de numerosos congresos en distintos pa�ses para la reducci�n de la edad penal y la creaci�n de la figura jur�dica del �delincuente juvenil�..."
Queda evidenciado que en el discurso de Blumberg subyacen rasgos discriminatorios, que se expresan en forma clara en sus miradas sobre la juventud. A su vez, considerando sus propuestas para "separar de la sociedad" a los menores delincuentes, y sus severos modelos de educaci�n, tambi�n pueden encontrarse elementos autoritarios.
La revisi�n del discurso de Blumberg sobre la juventud contribuye a conocer una parte de un fen�meno social emergente que cobr� notoria visibilidad p�blica desde abril de 2001. Sin duda, se trata de conclusiones parciales y de alcance reducido. La comprensi�n de estos procesos, captando la densidad y la complejidad de sus sentidos, requiere otros an�lisis y desde enfoques complementarios.
El debate queda abierto. Y es necesario.

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