El 17 de marzo de 2004 el joven Axel Blumberg fue secuestrado en la localidad de
Martínez. Seis días más tarde, su cadáver apareció en un descampado de La Reja
(Moreno), en el oeste del Gran Buenos Aires. Axel era egresado del Goethe
School y cursaba en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). Con 23
años de edad, estaba por recibirse de Ingeniero Industrial y planeaba hacer un
Master en Massachussets (Estados Unidos). Era hijo único y vivía con sus padres.
La "pureza" de ese joven apuesto, estudioso y de familia acomodada, que
practicaba atletismo, tocaba piano e iba todos los domingos a misa, conmovió a
buena parte de la sociedad en el momento de su secuestro, cuya noticia –no por
casualidad– ocupó enormes espacios en los medios de (des)información. Desde que
apareció asesinado, su padre Juan Carlos Blumberg comenzó a presentarse en
público cuestionando los errores en la investigación, criticando a la dirigencia
política por no endurecer las leyes penales y proponiendo medidas para afrontar
el problema de la "inseguridad".
Pronto ese hombre indiferente y desinformado se convirtió en un líder social
emergente, encabezando un heterogéneo y ciertamente indefinido reclamo de
"seguridad" que recogió la adhesión de millones de personas a un petitorio y
movilizó a varias decenas de miles en tres marchas. La primera, encabezada por
el ingeniero y consultor de empresas textiles Juan Carlos Blumberg, secundado
por familiares y amigos de su hijo, se realizó a ocho días del hallazgo del
cadáver. Se dirigió a la Plaza de los Dos Congresos (Capital Federal) y tuvo la
participación de unas 140 mil personas. Menos de tres semanas después, logró
convocar a una segunda marcha (22 de abril) que se dirigió a los Tribunales
federales y reunió unas 70 mil personas. Ambas fueron promovidas y transmitidas
"en cadena" por los principales medios privados de información.
El grueso de los asistentes pertenecían a la clase media-alta, y se registró una
escasa participación juvenil. José Pablo Feinmann ha sintetizado con precisión
esta situación: "Blumberg no es Blumberg, es el miedo de la clase media". Por su
parte, Hugo Presman comentó críticamente: "Muchos se movilizaron por primera
vez, manifestando su orgullo por su indiferencia política. En los años más
brutales de la Argentina, donde se perpetraron atrocidades inenarrables y luego
se remató el patrimonio nacional, muchos avizoraron la realidad pasivamente,
haciendo zapping y sacándole músculos al pulgar".
La tercera movilización de Blumberg fue recién el 26 de agosto. En el lapso
entre una y otra movilización, tuvo una polémica intervención mediática que pudo
haber contribuido a su temporal llamado a silencio: el 18 de mayo viajó a
Mendoza y, entre otras actividades, se reunió con la hermana del ex comisario
Hugo Trentini, uno de los policías condenados por el crimen del joven Sebastián
Bordón. Luego, al ser consultado públicamente sobre ese caso, retomó lo que en
definitiva era la versión de los implicados.
La irrupción del liderazgo del ingeniero Blumberg y de un reclamo por
"seguridad" que convoca a decenas de miles de personas, constituye un fenómeno
social nuevo que requiere ser estudiado. Distintos motivos (la pertenencia
generacional de Axel Blumberg y de Sebastián Bordón; las propuestas sobre la
imputabilidad de los menores) hacen que las conceptuaciones sobre los jóvenes
constituyan un área fundamental para analizar en el discurso de Blumberg.
Blumberg y la crisis de hegemonía
No es posible comprender ese discurso sin un previo entendimiento del reclamo de
la seguridad que hizo emerger a Blumberg como figura pública, y del contexto en
que apareció y se propagó su discurso.
Especialmente desde las últimas dos décadas del siglo XX han ido surgiendo y
cobrando visibilidad pública nuevos agrupamientos colectivos que canalizaron sus
reglamos por vías distintas a las de la institucionalidad política tradicional.
El estudio de los "movimientos sociales" suele englobar a los nuevos actores,
demandas y formas de participación que plantean una alternatividad, oposición o
resistencia a la estructura social vigente. Concebir al reclamo de la
"seguridad" –que cobija planteos discriminatorios, autoritarios, reaccionarios–
en términos de "movimiento social" es una afirmación provocativa. Llama la
atención acerca de cómo en tiempos recientes la recuperación del espacio público
y la movilización por fuera de la institucionalidad política clásica también
puede surgir de las capas medias-altas y favorecer propuestas políticas de
derecha. En ese sentido, puede pensarse que así como el movimiento piquetero
(por dar un ejemplo) surgió dando respuestas a problemas y sujetos que la
izquierda tradicional (partidos políticos y sindicatos) no había tenido en
cuenta; también emergen en la sociedad civil otros movimientos que tenderán a
ocupar el espectro político de derecha, dada la actual crisis de representación
o de hegemonía de los partidos políticos "tradicionales".
En su libro Sistema político y modelo de acumulación en la Argentina,
Eduardo Basualdo (2001) realizó una notable caracterización de las estructuras
económicas, políticas y sociales en Argentina, recurriendo al concepto
gramsciano de "transformismo" para explicar la etapa iniciada en 1976 y
claramente en crisis desde 2001.
El patrón de acumulación basado en la "valorización financiera", que genera
altísimos niveles de exclusión, fue posible gracias a la instalación del
"terror" como clave del disciplinamiento social; primero con la modalidad de la
represión (genocidio), luego con la forma explícita de "terror de mercado" y
finalmente en el marco de la hiper-recesión y el desempleo.
Hacia 2001 se reinstala un escenario de crisis por el agotamiento de modelo
rentístico tal como estaba definido, que rompe con la coincidencia de intereses
entre dos fracciones de los sectores dominantes que constituían el grupo de
"capitales privilegiados". Además, se diluye el consenso en los sectores
subalternos y crecen las múltiples expresiones de resistencia y protesta social,
que nunca habían desaparecido plenamente.
La fractura del establishment se expresa con intensidad desde 2001,
profundizando la crisis de representación del sistema político. Muchos procesos
posteriores –el reclamo por "que se vayan todos", la división del Partido
Justicialista en las elecciones de 2003, etcétera– se vinculan a esa pérdida de
legitimidad de la institucionalidad política.
Los sectores dominantes han procurado recuperar su hegemonía en crisis, mediante
la aceptación de ciertas reivindicaciones populares y, simultáneamente, la
recreación de liderazgos políticos (por la cooptación de cuadros ajenos o el
surgimiento de propios) y la búsqueda de nuevos modos de disciplinamiento
social. La centralización de la atención pública en aparentes "olas de
inseguridad" apunta a recrear un miedo disciplinante, que constituiría un cuarto
tipo de temor, posterior a los miedos generados por la represión ilegal, la
hiperinflación y la hiperdesocupación.
La mexicana Rossana Reguillo investiga desde hace tiempo lo que denomina
culturas del miedo. Afirma que actualmente el miedo se instaura como: 1)
condición de época, 2) atmósfera cultural, y 3) proyecto político; instalando
dos certezas fundamentales: que "nadie está a salvo" y que "todos somos
sospechosos". Reguillo define al miedo como una fuerza o una experiencia
individualmente experimentada, socialmente construida y culturalmente
compartida.
El uso del miedo como proyecto político es, por ejemplo, lo que sucedió en
Estados Unidos "a raíz del 11 de septiembre de 2001 y de la guerras preventivas
contra el terrorismo". Reguillo retoma de Norbert Lechner la idea de "la
apropiación autoritaria de los miedos", de la que la política exterior
norteamericana no es el único ejemplo. Muchos de los discursos y propuestas
amparados en el reclamo de "seguridad" están relacionados a una
apropiación/aprovechamiento del miedo colectivo para legitimar propuestas
autoritarias. La identificación de grupos de otros como enemigos sociales
(relatos expiatorios), evidenciada en el discurso de Blumberg, es una
característica de las culturas del miedo.
La construcción de un nosotros
Un punto reiterativo en el discurso de Blumberg, que lo emparenta con las
postulaciones históricas de la derecha autoritaria, es la crítica a los
"derechos humanos" universales y a las posturas denominadas garantistas
(es decir, aquellas que respetan las garantías constitucionales):
– "Tenemos jueces que están mucho más cerca de los delincuentes y de los
asesinos que de nosotros, la sociedad" (JCB primera marcha, 1/4/04)
– "Un amigo que es un ex magistrado me dijo que la Justicia se fue degradando,
aparecieron jueces garantistas con ideas terriblemente equivocadas que priorizan
la libertad de los delincuentes" (JCB al diario La Nación, 3/4/04)
– "Los derechos humanos son para los delincuentes y no para los ciudadanos
comunes como ustedes. A mí nadie me vino a ver de los (organismos de) derechos
humanos cuando mataron a Axel" (JCB, discurso en la tercera marcha)
La crítica al "garantismo" y a los defensores de los derechos humanos se basa en
una identificación de los derechos humanos con un "terrible" o "nocivo"
instrumento de defensa de los delincuentes. Pero a su vez, en otras
ocasiones, ese discurso no rechaza los derechos humanos, sino que trata de
apropiarse del concepto, al vedar "los derechos humanos para los delincuentes" y
reivindicar "los derechos humanos para la gente decente".
A propósito de esto, una variable clave a la hora de analizar discursos
políticos es la referencia al nosotros que construyen. En el caso del
discurso de Juan Carlos Blumberg, la construcción de un nosotros se basa
en una dicotomía que separa "la gente decente" (nosotros) de "los
delincuentes" (los otros).
Contracara de la gente (honesta, decente), el delincuente es lo que queda
afuera del nosotros: es más, estaría –como se observa en la primera cita– fuera
de la sociedad. Para Blumberg, la delincuencia no es parte y producto de
las relaciones sociales, sino algo externo que confronta y ataca a lo social: la
distinción entre delincuentes y ciudadanos "de bien" se proyecta hacia una
separación entre delincuencia y sociedad.
Es evidente, además, que la noción de delincuente no es inocente ni se
aplica con igualdad según una definición rigurosa. Como remarcó Andres Méndez en
Argenpress, "si uno se guía por el Diccionario de la Real Academia,
'delincuente' es aquel que comete delitos. Pero, significativamente, hay una
gran cantidad de personas que cometen delitos y a quienes no se llama
delincuentes (salvo que se haga con el deliberado propósito de denigrarlos). Un
empresario que viola las leyes que regulan el comercio exterior comete el delito
de contrabando; sin embargo, en ningún medio de difusión lo llamarán 'el
delincuente'...".
Una regularidad del discurso de la derecha argentina es la asociación del
adversario político con una figura delincuencial (el ejemplo más evidente es la
última dictadura, cuando se decía combatir "delincuentes subversivos"), como
forma de facilitar su persecución. También es central la tendencia a negar al
sujeto-delincuente la condición de ciudadano con derechos.
Mecanismos de justificación
En términos generales, es posible hallar dos recursos relacionados que legitiman
las concepciones de Blumberg: la referencia al apolitismo y la apelación al
dolor.
Pese a que la simple propuesta de combatir ciertos delitos y promover reformas
en leyes, es hacer política, Blumberg ha acudido a una constante negación de esa
condición. Declaró a la revista Poder: "Yo no voy a ser político. Ahora
no estoy haciendo política. Si yo pido que se elimine la lista sábana es porque
hay ONG que reclamaron eso y porque en la calle la gente me lo pide". El nuevo
líder niega que su accionar y su discurso sean políticos, en tanto revindica el
apolitismo (que es, en definitiva, una postura ideológica) que caracteriza a la
base social en que se sustenta. Como señala Sebastián Hacher, "en la Argentina
actual, la mejor forma de ser un político exitoso es no parecer uno de ellos.
Desde el 20 de Diciembre del 2001, es casi un lugar común el presentarse como
´apolítico´ o nuevo para hacer política".
El documento de presentación de la "Cruzada Axel" que recolectaría unos cuatro
millones de firmas, ya dejaba en claro esa condición de analfabetismo
político: "No somos de Izquierda o Derecha, no tenemos Color político o
partidario, porque somos la Mayoría Silenciosa de los Argentinos que quiere una
Argentina distinta".
Particularmente durante la década de noventa, las propuestas "de derecha" –en
especial en el ámbito de la política económica– fueron sustentadas mediante
apelaciones a saberes técnicos. La tendencia a transferir decisiones políticas a
supuestos "técnicos neutrales" recibe el nombre de tecnocracia.
En el caso del discurso de Blumberg, si bien hay referencias al asesoramiento de
"especialistas", junto a sus apelaciones al sentido común, el principal
mecanismo de legitimación de lo dicho pasa a ser el dolor. Podría pensarse que
la crisis de hegemonía del modelo político y el sistema de acumulación en
Argentina no sólo se expresa en la pérdida de credibilidad y poder de
representación de las instituciones políticas clásicas, sino también en cierta
crisis de la tecnocracia como modo de justificación. Lo que está claro es que en
el liderazgo emergente de Blumberg, el dolor se convierte en un argumento
político. Hay un paso de la tecnocracia a lo que podría denominarse
dolorcracia. Esta establece que no se lo puede cuestionar, por que él
perdió un hijo.
Eduardo De la Serna escribió al respecto que "este padre pareció entender mal.
Era graduado en dolor y se creyó licenciado en ´seguridad´, ´legislación´ y
experto en funcionamiento de los poderes de la República", y que "si los padres
de las víctimas hicieran las leyes (...) las leyes de la república se
transformarían en una ley de la jungla donde -como siempre- ganarían los
fuertes, los impunes, los poderosos".
Por su parte, Martín Caparrós remarcó que si bien el modelo "dolor legitima
intervención pública" proviene de las Madres de Plaza de Mayo y
lamentablemente siguió primando durante los ochenta y los noventa, "lo curioso,
ahora, es la inversión: si algo caracterizaba al modelo doloroso es que
reivindicaba a las víctimas del Estado: que peleaba contra los abusos del poder.
En cambio el señor Blumberg lo dio vuelta: ahora el modelo doloroso se usa
contra los que quedaron afuera, los que están más al margen –y sus víctimas son
las personas de bien, la tan famosa gente..."
La referencia al dolor como argumento no admite respuestas. Así fue que
inicialmente Blumberg no recibía críticas por ser un padre que perdió a su
hijo. Luego, cuando las hubo, parecía una obligación comenzar cada objeción
aclarando: "yo respeto su dolor, pero...". A su vez, en discurso oral de
Blumberg hay una muletilla sumamente reiterativa: "¿me entiende?". Es en
definitiva un recurso retórico, que opera en el mismo sentido: la obturación de
las objeciones. Como observó en su momento Sandra Russo, el líder del reclamo de
"seguridad" pregunta a su interlocutor (sea éste individual o colectivo) si
entiende, y no si está de acuerdo.
Jóvenes y jóvenes en el discurso de Blumberg
Divisiones sociales como la que establece entre "gente decente" y "delincuentes"
atraviesan también la mirada de Blumberg sobre los jóvenes. En consecuencia, no
existe una visión sobre la juventud, sino sobre diferentes grupos de
jóvenes. O, mejor dicho, su visión sobre la juventud se asienta en la
discriminación de tipos de jóvenes.
Esa tipología se basa en dos cortes clasificatorios: la dicotomía entre víctimas
y victimarios, y la que se establece entre "buenos" y "malos", o "decentes" e
"indecentes".
Jóvenes
"Buenos" / "Decentes"
"Malos" / "Indecentes"
Víctimas
Grupo A
Nuestros hijos
Grupo B
Chicos drogadictos, mal-educados, etc.
Victimarios
Grupo C
––
Grupo D
Menores delincuentes
De los cuatro grupos que resultarían de la combinación, uno (C) es inconcebible:
no hay victimarios buenos. De modo que quedan establecidos tres grupos a los que
Blumberg se refiere –explícitamente o no– en distintas ocasiones: las víctimas
decentes (Grupo A), las víctimas indecentes (Grupo B) y los victimarios,
necesariamente malos/indecentes (Grupo D). El grupo B constituye claramente la
zona de mayores contradicciones y dubitaciones por parte de Blumberg, debido a
las críticas recibidas incluso de sectores que inicialmente lo apoyaron. También
ha recibido refutaciones respecto a sus concepciones sobre el grupo D, en cuya
definición como "delincuentes" los niega como sujetos de derechos.
En términos concretos, las construcciones discursivas de Blumberg sobre el grupo
B remiten a su polémica revisión del caso Bordón; en tanto las referidas al
grupo D se vinculan a la pretendida baja de la edad de imputabilidad, y más
globalmente a la confrontación directa con la noción de "derechos humanos" y los
organismos que la respaldan. El grupo A es sin duda el menos debatido y
cuestionado.
Veamos más en detalle de qué se trata cada uno, reconstruyendo la visión de
Blumberg.
Grupo Axel.
Víctimas (concretas o potenciales) de la "delincuencia", son jóvenes
caracterizados por su bondad y su decencia. Provienen de "buenas
familias", que le han dado una educación adecuada. Son completamente inocentes:
no merecen bajo ningún punto de vista la violencia que los atormenta.
Corresponden al Modelo Axel, es decir, al joven-modelo. Se alude a ellos
como "nuestros hijos", lo que implica una relación de integración (pertenecen al
nosotros) y familiaridad (son hijos).
La referencia a la condición de hijo para aludir a este grupo es
sumamente recurrente:
– "Me han destrozado, me han arruinado, no tengo más hijos"
(declaraciones JCB posteriores a la muerte de Axel)
– "Vinimos a donde están los representantes nuestros a pedir cosas chiquitas,
simples, para que nuestros hijos puedan trabajar, estudiar, y que no sean
asesinados. Hoy Axel es el hijo de todos" (JCB primera marcha, 1/4/04)
– "Hoy, Axel es el hijo de todos ustedes, ustedes se lo merecen. Ahora
les pido de todo corazón a todos a que hagan minuto de silencio por el alma de
él y en nombre de todos estos chicos que también tuvieron esa desgracia en la
sociedad argentina" (JCB primera marcha, 1/4)
– "No me siento presionado ni me dejo presionar. Yo me comprometí ante la tumba
de mi hijo que iba a luchar por sus compañeros, para que otros chicos no
tengan que vivir una experiencia tan terrible; para que otros hijos de otros
padres no sean asesinados..." (declaraciones posteriores a la primera
marcha)
Sin duda, en el ideario subyacente en Blumberg la figura prototípica de víctima
se caracteriza por su juventud. En la primera marcha afirma que "a los
cementerios los están llenando de jóvenes"; aunque no se trata de cualquier
joven. Como se verá, no todos los jóvenes son víctimas, ni todas las víctimas
son como Axel.
Los jóvenes del grupo A –nuestros hijos– son caracterizados y valorados
por ser sanos y puros. Resultan así más inocentes que otras víctimas,
porque no lo merecen bajo ningún punto de vista. Su padre insiste en recordar
que Axel era un excelente estudiante y deportista; no se drogaba, ni fumaba, ¡ni
siquiera tomaba alcohol!.
– "Mi hijo era un gran deportista, y nunca probó ni alcohol ni cigarrillo.
Nosotros como padres, como familia, debemos orientar a nuestros hijos a que
participen en todo lo que es el deporte" (JCB, declaración a la prensa)
– "A Axel lo querían de verdad. Le encantaba el deporte. Nunca tocó un
cigarrillo. Hacía atletismo y entrenaba dos o tres horas por día. Representó a
su colegio y al municipio de San Isidro en distintos lugares del país y del
mundo". (JCB en revista Semana)
– "Vivió todo plenamente, siempre alegre, con muchas ideas. Tenía alegría de
vivir, todo el tiempo. El otro día, en el sepelio, un grupo de padres me contó
cómo le decían en el colegio... Le decían 'El pibe diez'. Porque era un ejemplo
para los amigos y compañeros" (JCB en revista Semana)
Los jóvenes del grupo A son ejemplares y maravillosos. En el entierro de su
hijo, Blumberg dijo que los secuestradores "no tienen derecho a vivir" porque
"le quitaron la ilusión a un joven ejemplar". Tiempo más tarde generalizaría
ante TXT: "Estamos perdiendo en Argentina chicos maravillosos, que estos
asesinos nos están sacando".
Grupo Bordón.
Estos jóvenes fueron víctimas de cierta violencia, pero por su condición de
no-decencia se les adjudica una responsabilidad sobre esa desgracia. Así queda
cuestionada su esencia de víctima. Los discursos relacionados a estas víctimas
recuperan el razonamiento del por algo será. Se trata de chicos (ya no
prioritariamente hijos) mal-educados, vagos, drogadictos, alcohólicos; en
todos o la mayoría de los casos, pobres. En este grupo estaría incluido el joven
asesinado en Mendoza, Sebastián Bordón.
– "Todas las cosas siempre hay que investigarlas a fondo, cómo fue y cómo no fue
(...) En ese caso, el chico (por Bordón) se drogaba, hizo una mala actuación,
agredió a un policía. Después, bueno, la policía actuó mal, hizo cosas que no
debía. Pero, ¿entiende?, tenemos que poner todo en su justa causa." (JCB,
declaraciones a la prensa en Mendoza)
Esta fue la declaración que desató la polémica por la que Blumberg terminó
retractándose. Pero antes de que eso sucediera, a la tarde de ese mismo día,
volvió a hablar del crimen de Bordón, y afirmó que tenía entendido que
– "...ese chico se drogaba e inclusive en ese tiempo en que estaba (en El Nihuil),
tomaba alcohol" (JCB, en Mendoza)
Más allá de la falsedad de los datos manejados (en verdad, en la autopsia del
cuerpo de Bordón no se hallaron restos de droga), lo que importa es el tipo de
razonamiento, que evalúa la calidad de la víctima, para "poner todo en su justa
causa". El ser drogadicto, y/o el haber actuado mal, otorga un principio de
justificación a la violencia. Para Blumberg, el joven Sebastián Bordón fue
víctima, pero no una víctima decente/inocente. Eso ubica al caso en un lugar
oscilante, movedizo, contradictorio. Blumberg trastabilla y acusa. Si no
justifica el crimen, al menos lo atenúa: no nombrarlo es un mecanismo discursivo
que opera en ese sentido. "La policía actuó mal", dice, sin hablar de
asesinato ni apelar a adjetivos relativos a la crueldad o
brutalidad ni nombrar la experiencia terrible. Con la afirmación
acerca de que la policía "hizo cosas que no debía", daría igual si cruzó un
semáforo en rojo, pidió una coima, se fió una pizza o mató a un pibe.
No obstante, se trata de una zona de contradicciones y oscilación en su
discurso. Acosado por las críticas, Blumberg reformuló sus opiniones y,
priorizando la condición de víctima de Bordón, lo acercó al "grupo Axel" al
considerarlo como hijo, parte integrante del grupo de nuestros hijos:
– "Es gravísimo que la Policía mate a un chico. Tenemos que luchar para que no
nos maten nuestros hijos. Yo tengo el mayor respeto por su hijo" (JCB
a Miriam y Luis Bordón)
– "Nos une el dolor por la pérdida de nuestros hijos y la búsqueda de un
sólo objetivo: justicia" (JCB a Miriam y Luis Bordón)
Grupo Delincuencial.
Las denominaciones más frecuentes sobre este tipo de jóvenes refieren a términos
judiciales que tienden a criminalizar su condición. No son hijos: son
menores. Lo que los define es su categoría procesal (delincuentes
juveniles, menores o chicos delincuentes, etcétera), que al no ser vista
como circunstancial, deja en segundo plano la identidad generacional y niega la
ciudadanía. Por haber sido definidos ante todo desde su condición de
delincuentes, debe tenerse en cuenta la concepción general de Blumberg sobre
esos sujetos, a los que se niega como sujetos de derecho.
Así como la figura prototípica de la víctima es un joven, su discurso también
pone énfasis en la delincuencia juvenil. Por eso insiste con su propuesta de
reducción de la edad de impotabilidad, más la implementación de centros de
reclusión y disciplinamiento, para combatir la delincuencia de esos "menores":
– "...No sé por qué los organismos de derechos humanos lo toman como si fuera un
drama. Hay que entender que esos chicos son los que asesinan a nuestros hijos, a
los ciudadanos. Entonces hay que separarlos de la sociedad". (JCB,
segunda marcha)
– "Hay muchos jóvenes que matan a chicos y a gente inocente, y por eso hay que
sacarlos de la sociedad transitoriamente y llevarlos a institutos de menores" (JCB,
tercera marcha)
– "No se puede permitir que haya jóvenes y menores que sigan matando a
inocentes" (JCB, tercera marcha)
– "Acá hay un problema terrible de delincuencia, de chicos jóvenes que están
matando a ciudadanos inocentes, y es un tema que no se quiere tratar. A esos
chicos tenemos que separarlos de la sociedad, pero primero hay que hacer
institutos adecuados que tengan ayuda psicológica y espiritual, que los
hagan trabajar y estudiar" (declaraciones de JCB posteriores a la tercera
marcha)
– "¿Cómo usted hace para que se detenga ese chico si el mata a alguien? ¿Usted
sabe que dentro de los asesinos de mi hijo hay un menor?"
(declaraciones de JCB posteriores a la tercera marcha, defendiendo la baja de la
edad de imputabilidad)
Esta última cita deja en claro la distinción entre jóvenes-víctimas y
jóvenes-victimarios: unos son hijos, los otros son menores. En la
mayoría de los discursos de Blumberg no cabe la posibilidad de que "los
delincuentes menores" sean hijos. Y en todo caso, cuando son reconocidos como
tales, no son nuestros, sino "hijos de padres degenerados, por lo
que deben ser separados de la sociedad". (discurso del 22/4/04).
Blumberg asocia directamente su tipología juvenil a las formas de educación. Así
es que los padres de jóvenes del grupo Axel son "los que nos preocupamos
por la crianza de nuestros hijos". Se sostiene una visión lineal,
conductista, sobre los "efectos" de la educación. Como él es honesto y
trabajador, Axel también lo fue. De la misma forma, los hijos de "padres
degenerados" y delincuentes serán necesariamente delincuentes: "Tiene que
haber organizaciones que eduquen porque si los chicos tienen padre delincuentes
lo único que van a aprender es a delinquir" (declaraciones radiales luego de la
primera marcha, 1/4/04)
También puede pensarse que cada tipo de joven es víctima de un tipo distinto de
violencia. El Grupo A sufre una violencia catalogada como injusta,
repudiable. Es lo que usualmente se llama "inseguridad" (en un sentido estrecho
del término). El Grupo B, en tanto, padece una violencia disciplinante,
al igual que el Grupo C, que es objeto de una violencia considerada justa
(a la que no pueden oponerse porque los derechos humanos no son para los
delincuentes). Esa violencia es lo que usualmente se llama "represión del
delito".
En tanto se observa su maldad o indecencia, los jóvenes (los jóvenes pobres) son
otredades que pueden ser vistas como enemigos del orden social. Como
señaló Reguillo en una entrevista publicada por Página/12 el 6 de
septiembre pasado, "las jóvenes han sido convertidos en relato expiatorio (no
sólo en la Argentina) y en el ´enemigo´ del orden social. Los medios, tanto los
electrónicos como la prensa, en términos generales, han venido satanizando a los
jóvenes, pero no a los jóvenes como categoría universal (que no existe), sino a
ciertos jóvenes, a los jóvenes pobres en concreto. Abunda la documentación
empírica sobre estos procesos de estigmatización que han convertido en sinónimo
´jóvenes y peligrosidad o amenaza´. Pero no se trata sólo del discurso de los
medios de comunicación, hay que observar analíticamente también la obsesión
legislativa de numerosos congresos en distintos países para la reducción de la
edad penal y la creación de la figura jurídica del ´delincuente juvenil´..."
Queda evidenciado que en el discurso de Blumberg subyacen rasgos
discriminatorios, que se expresan en forma clara en sus miradas sobre la
juventud. A su vez, considerando sus propuestas para "separar de la sociedad" a
los menores delincuentes, y sus severos modelos de educación, también pueden
encontrarse elementos autoritarios.
La revisión del discurso de Blumberg sobre la juventud contribuye a conocer una
parte de un fenómeno social emergente que cobró notoria visibilidad pública
desde abril de 2001. Sin duda, se trata de conclusiones parciales y de alcance
reducido. La comprensión de estos procesos, captando la densidad y la
complejidad de sus sentidos, requiere otros análisis y desde enfoques
complementarios.
El debate queda abierto. Y es necesario.