Argentina: La lucha continúa
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Argentina: la reproducción ampliada del poder mafioso.
La segunda etapa del gobierno de Kirchner
Jorge Beinstein
jorgebeinstein@yahoo.com
Gradualmente el gobierno argentino se va desprendiendo de la máscara progresista
y comienza a mostrar su verdadero rostro mafioso. Una sucesión de
acontecimientos aparentemente sin vinculación entre si señalan el despegue de la
nueva etapa oficial. Las denuncias póstumas del ex ministro de interior Gustavo
Beliz daban pistas muy claras sobre los vínculos entre el Poder Ejecutivo y
funcionarios de la SIDE (Secretaría de Informaciones del Estado) cuya trama se
remonta a la última dictadura militar. Luego se precipitaron hechos como la
acusación de Arslanián (ministro de seguridad de la Porvincia de Buenos Aires)
acerca del apoyo presidencial al brote neofascista encabezado por el emepresario
Blumberg o la impunidad judicial establecida en el caso AMIA (difícil de ser
concretada sin algún tipo de guiño desde el poder). Y luego una seguidilla
represiva sincronizada con una abrumadora campaña mediática digitada desde la
Casa Rosada.
Esto forma parte de una realidad más amplia que incluye el fracaso de la
operación transversal que pretendía dotar a Kirchner de un movimiento
político propio, y su consecuencia lógica: la recomposición de la alianza con
las camarillas políticas tradicionales. Pero principalmente el fin de la endeble
recuperación de la economía atravesada por la lógica depredadora del
sistema que exige nuevas transferencias de ingresos hacia arriba lo que requiere
en primer lugar la eliminación de las protestas sociales y su radicalización
política. La descalificación mediática de los piqueteros y la movilización
fascista de las clases altas son dos componentes imprescindibles de la
estrategia represiva en curso.
Es un momento decisivo para el gobierno que deberá enfrentar a una oposición de
izquierda cuya onda ascendente puede ser muy grande a mediano plazo si la
situamos en un contexto socioeconómico marcado por la extensión de la miseria.
La profundización de este modelo de ajuste perpetuo obliga al régimen a arrojar
lastre progresista, el preservativo rosado ya cumplió su cometido principal, fue
muy útil para el restablecimiento de la gobernabilidad, ha llegado la hora de
arrojarlo al basurero (el presidente preferiría hacerlo en cómodas cuotas).
En síntesis; Kirchner con un juego propio cada vez más restringido debe
cogobernar con camarillas políticas repudiadas por el grueso de la población. Y
articuladas con tramas mafiosas que se extienden al conjunto del sistema bajo el
monitoreo del FMI.
La nueva Argentina
Este cambio de imagen de la era k no es más que un instante en la larga
marcha de la decadencia nacional, de la que emergen mutaciones, algunas de
difícil visualización, que van conformando una nueva realidad social imponiendo
su presencia más allá de la dinámica confusa de los interminables embrollos en
la superficie del tembladeral.
Un observador perspicaz hubiera percibido a comienzos de la década de 1940 que
en nuestro país se estaban produciendo transformaciones destinadas a repercutir
tarde o temprano en el escenario político. Una abanico de grupos sociales nuevos
asociados a la industrialización irrumpían desbordando a la vieja sociedad
oligárquica: obreros y burgueses industriales, capas medias urbanas ascendentes,
se superponían, desplazaban o se combinaban con un conjunto no menos complejo
proveniente del anterior ascenso económico de signo agroexportador. Se trataba
de un proceso de integración al capitalismo local en crecimiento. Ahora nos
encontramos ante un fenómeno de signo opuesto iniciado hace cerca de medio siglo
con la Revolución Libertadora (1955), acelerado desde 1976 y dando un
salto decisivo en el colapso de 2001.
Lo ocurrido aquí en los años 40 empalmó con (terminó formando parte de) un
gigantesco movimiento de regeneración y expansión de la economía mundial que se
prolongó durante varias décadas. Uno de cuyos rasgos distintivos fue el
liderazgo estatal, tanto en Occidente que devino keynesiano como en la mayor
parte de la periferia; desde el estatismo nacionalista burgués de Perón o Nasser
hasta el socialismo de estado de la URSS, Europa del Este o China. El
mundo actual es otro, luego de casi treinta años de ascenso del parasitismo
financiero y desaceleración productiva global, con numerosos estados periféricos
colapsados, la desaparición de la Unión Soviética, la exclusión creciente de
poblaciones en las áreas subdesarrolladas. Atravesado por el fracaso ideológico
del neoliberalismo y la irrupción de formas embrionarias de re-autonomización
periférica.
Mientras nuestra (lumpen)burguesía local sobrevive como mafia, es posible
detectar algunos fenómenos que pueden ayudarnos a construir un cuadro de
situación medianamente racional del país, entre ellos me parece importante
señalar cinco:
Primero: agonía del peronismo
Convertido en el principal sostén político del sistema, completamente vaciado de
su vieja mística, reducido a su raíz burguesa en el peor sentido del
término. Refugio de camarillas cada vez más alejadas del pueblo. Diciembre de
2001 las incluyó en el lapidario que-se-vayan-todos, Kirchner intentó
torpemente superar el problema fabricando desde arriba una suerte de
renovación transversal (más allá del Partido Justicialista que lo engendró)
con náufragos de la segunda línea del sistema político. Fracasó porque los
desechos humanos reclutados, sin base social significativa y aplicando la
estrategia del FMI, se limitaron a entonar melodías setentistas y reproducir las
prácticas mafiosas de sus viejos jefes. Que concluida la modesta aventura del
presidente volvieron al estrado; Duhalde dando su visto bueno a la represión
antipiquetera y Alfonsín, como de costumbre, denunciando un futuro golpe de
estado de derecha contra un gobierno también de derecha.
Los politicólogos suelen llamar a esto crisis de representatividad , pero
es mucho más que eso, se trata de la desintegración de la política burguesa en
un proceso de largo plazo, con idas y venidas, renovaciones frustradas, grandes
vacíos duraderos (fenómeno institucional profundo vinculado a la declinación del
estado).
Segundo: ilegitimidad del poder
Que incluye al fenómeno anterior extendiéndose al conjunto del régimen (jueces,
policías, medios de comunicación, grandes empresarios...); el sistema de poder
es visto por los de abajo como un conjunto de bandas de ladrones.
Se trata de la agudización de lo ocurrido luego de 1955 cuando fue impuesto un
esquema político restringido (proscripción del peronismo), que generó formas
extra institucionales de oposición popular (entre ellas la lucha armada contra
dictaduras militares y gobiernos civiles de escaza representatividad). La brecha
fue aparentemente cerrada en 1983, pero la democracia elitista que se
instauró formó parte del proceso de concentración de ingresos, degradación del
estado y del tejido productivo, desnacionalización económica y desintegración
social. Lo que desató a comienzos de la década actual el repudio masivo de los
mecanismos institucionales en su forma colonial concreta, degradada.
La breve era progre del gobierno de K no consiguió mejorar la situación,
por el contrario su fracaso y sinceramiento mafioso profundiza la ilegitimidad
del Poder, su separación respecto del grueso de la población, al mismo tiempo
que relegitima las más diversas formas de oposición, en especial las que se
colocan fuera del sistema.
Tercero: debilidad cultural de las clases altas
Luego del fin del triunfalismo neoliberal (privatista, individualista,
pronorteamericano), la elitización social no encuentra un discurso ideológico
que la justifique. El neoliberalismo de los años 90 prometía prosperidad para
todos aunque con sacrificios iniciales ineludibles (Menem: "estamos mal pero
vamos bien"), el sistema actual donde se acelera la desigualdad y la miseria
de millones de personas carece de ilusiones. Solo le queda el exabrupto
neofascista, el manotazo defensivo de los privilegios fundado en la cultura del
apartheid. Los medios de comunicación pueden producir golpes de efecto
eficaces, pero al poco tiempo pierden influencia bajo el peso de la realidad. El
caso Blumberg es ilustrativo, la campaña mediática exigiendo mano dura contra el
delito amalgamándolo con la delincuencia social y desde allí con la rebeldía de
los pobres, terminó por chocar contra hechos evidentes como la asociación entre
crimen organizado y mafia policial-judicial o la trama delictiva
de políticos y empresarios exitosos. Además las clases altas movilizadas
(incluído Blumberg) no pueden evitar sus exaltaciones reaccionarias ahuyentando
a numerosos seguidores, finalmente la cruzada apareció como le que
realmente era: un ensayo de consenso social para el disciplinamiento represivo
de los de abajo.
La instauración de una cultura de apartheid, de segregación
policial-judicial de los excluidos, que eventualmente podría reemplazar al
neoliberalismo como discurso legitimador del sistema, enfrenta problemas de
difícil solución. El principal de ellos es la crisis desarticuladora de la vieja
integración social cuya dinámica no se ha detenido empujando a crecientes
sectores medios y bajos hacia la oposición al régimen. Otro escollo no menos
importante es la podredumbre del estado a la que es necesario agregar el caos
gangsteril de las élites económicas. Distinta ha sido la situación en Europa
occidental luego de la crisis de los años 1970 donde un amplio espectro de
clases privilegiadas relativamente estables constituyeron la base del
neofascismo de apartheid contra trabajadores provenientes de la periferia y
otros grupos reprimidos.
Cuarto: presencia de la izquierda
Aparece desafiante, por primera vez luego de un largo ostracismo, con cada vez
más extendida inserción en los sectores sumergidos (hasta hace poco coto cerrado
del peronismo) y también creciendo en ciertos segmentos las capas medias
empobrecidas. La irrupción piquetera ha sido hasta ahora su expresión más
destacada ganando la calle y en el centro de los conflictos sociales, relegando
a las burocracias sindicales. En un primer momento el fenómeno fue subestimado,
sobre todo por la dirigencia peronista que había congelado la vieja imagen de la
izquierda marginal implantada en la pequeña burguesía. Pero también fue mal
interpretado por el progresismo que compartía los prejuicios peronistas a
los que agregaba teorizaciones perversas acerca de la inevitable fascistización
del conjunto de las clases medias arruinadas y otras predicciones derrotistas
por el estilo. Para sorpresa del establishment la izquierda protagoniza el
descontento popular pasando a constituir un autentico hecho maldito: no
se institucionaliza como lo desearían los manipuladores del sistema, volcando
toda su energía en una interminable carrera desde el llano hasta su banalización
burguesa. Carece de capacidad para institucionalizarse porque emerge como
un movimiento de rechazo al capitalismo subdesarrollado, realmente existente, y
no como la pretensión históricamente imposible de integración al mismo. Es
inepta para competir en el terreno de la politiquería del régimen pero
(recientemente) demostró su habilidad para echar raíces entre los de abajo a
través de una multiplicación incesante de organizaciones, tendencias y facciones
de todo tamaño y de muy variadas orientaciones teóricas. Es su forma específica,
plural, de crecer y consolidarse. Detrás de esa apariencia caótica se van
gestando de manera irregular embriones de articulación estratégica. Los
políticos tradicionales deberían recordar la definición de Hipólito Irigoyen:"todo
taller de forja se parece a un mundo que se derrumba".
Quinto: extrema fragilidad económica
Componente esencial del sistema, superendeudado, dependiente de superávits
comerciales inciertos basados en el aplastamiento de las importaciones (es decir
del mercado interno) y de la obtención de grandes superávits fiscales gracias a
fuertes presiones tributarias directas o indirectas contra las clases medias y
bajas, devaluaciones, y sobre todo salarios superbajos y masas crecientes de
excluidos. Con un contexto regional turbulento y formando parte de un imperio
acosado por sus fracasos militares y económicos.
Con ese horizonte a la vista no es posible estabilizar el esquema de
superexplotación impuesto desde 2002, los pagos de deuda externa y los
superbeneficios de las empresas privatizadas, los bancos y los grandes
exportadores reducen a cero la perspectiva de un crecimiento durable y por
consiguiente de bloqueo o reversión de la desintegración social. Ello torna
ilusorios los proyectos de gobernabilidad en el largo plazo incluidos los de
carácter elitista-autoritario porque todos ellos carecen entre otras cosas de
una retaguardia económica minimamente estable, lo que anticipa la reproducción
al infinito de peleas salvajes por el reparto del botín al interior de las
clases dominantes y el rebrote inevitable de rebeldías en las masas sumergidas.
La historia continua
En última instancia el futuro de la decadencia (es decir de la continuidad del
régimen) depende del desarrollo del antisistema, de la izquierda pensada
como desarrollo insurgente, como catalizador de una posible avalancha de los
pobres. Esa eventualidad le quita el sueño al poder, que oscila entre la
disuasión más o menos legal (judicialización y aislamiento mediático de
las organizaciones populares) y la represión salvaje. Sabiendo que la ruptura
cultural de diciembre de 2001 esta viva, se reproduce (misteriosamente) y
aguarda una nueva oportunidad para expresarse.
Esto lleva a la reflexión sobre los caminos de la revolución necesaria, de la
liquidación de un régimen que no admite reformas, cuyo nivel de podredumbre hace
descartar cualquier ilusión de cambio desde el interior de la institucionalidad
colonial.
Por ahora el gobierno se dedica a hacer buena letra represiva y a garantizar la
rapiña, aunque tratando de reducir al máximo el costo político de sus
decisiones. Kirchner sabe (o debería saber) que su margen de maniobra se va
agotando, si no endurece su política tal como lo exigen el FMI, los grandes
grupos económicos, la derecha caníbal; será descartado por la mafia que lo
engendró, aunque si lo hace desatará la bronca del pueblo, lo que a su vez lo
convertirá en un objeto inservible en el juego de las clases dominantes que no
dudará ni un instante en arrojarlo a las fieras (su amigo Alfonsin le puede
contar experiencias muy esclarecedoras). Un verdadero círculo vicioso.