Argentina: La lucha continúa
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El oro perdido de Belén:
...Llegaron tucumanos y salteños a fijar domicilio. El oro brillaba en los
ojos. Se realizó el Festival de la Minería; duró tres o cuatro años, hasta que
Belén descubrió que el oro brillaba demasiado lejos de su necesidad...
Por Sergio Carreras
La Voz del Interior
Antes de que la primera carga de dinamita arrojara una porción de montaña
hacia las nubes, el gobernador de Catamarca Arnoldo Castillo estalló en lágrimas
e interrumpió su discurso, emocionado. El y la multitud que aquel 31 de octubre
de 1997 ascendieron trabajosamente a 2.600 metros de altura en pleno desierto
precordillerano, creían estar asistiendo al nacimiento de algo gordo; miraban
hacia los costados tratando de detectar por dónde haría su entrada la carroza
dorada del progreso, ¡por fin una buena para el olímpicamente olvidado noroeste
argentino! Mientras los explosivos agujereaban el telón celeste, abajo en el
valle, en las cocinas y en los dormitorios de Belén, los vecinos daban rienda
suelta al comercio de sueños: veían los miles de puestos de trabajo, los nuevos
barrios con jardines prolijos, las rutas de pavimento fulgurante, los puentes y
las escuelas, todo lo que la mina de oro y cobre más grande del país derramaría
sobre la región.
Belenlandia: Belén es una ciudad serrana pequeña y apacible, sobre
la que se proyectan escenas de armonía disneylandiana, con puertas que
permanecen sin llave por las noches y bicicletas que pasan días estacionadas en
las veredas sin que sus propietarios estén asomándose cada cinco minutos para
comprobar si todavía no se las robaron. Los 13 mil belichos –así se llaman–
caminan sobre el principal valle productor de nueces de la Argentina y
duermen vigilados por una virgen de cemento blanca y gigante que por las noches,
iluminada, flota cual espectro en la punta de un cerro invisible. Hoy como ayer
Belén no tiene rutas pavimentadas para lucir, tiene 600 familias que sobreviven
del gotero estatal del plan de ayuda Jefas y Jefes; Belén no tiene barrios
flamantes con jardines donde leen el diario los nuevos burgueses, tiene un 26
por ciento de hogares que no cubren sus necesidades básicas, y escuelas antiguas
con aulas resquebrajadas y alumnos apretujados. Belén no tiene, en fin, todo lo
que le prometieron que tendría. Belén guarda, bajo el poncho de lana, una lista
enorme de cosas que no se cansa de esperar. En la última fiesta del Día del Niño
que organizó el municipio, el intendente Daniel Ríos le confesó a un
colaborador, frente a siete mil cabezas que se agitaban: "¿Qué futuro les vamos
a ofrecer cuando tengan 20 años?".
A sólo 110 kilómetros de Belén despliega su boca la mina La Alumbrera, un
gigantesco hueco a cielo abierto en el que caben docenas de catedrales.
Solamente ponerlo a producir habría costado 1.200 millones de dólares. Es el
emprendimiento más importante de la minería argentina y su especialidad es
ofrecer títulos altisonantes para los suplementos económicos: la mayor inversión
extranjera, el mayor consumidor de energía eléctrica del país, el más grande
productor de oro de Sudamérica y el noveno del mundo. La Alumbrera hará saltar
por los aires más de 1.500 millones de toneladas de roca a la búsqueda del oro y
el cobre, que salen propulsados por un tubo subterráneo con destino al puerto de
Rosario primero, y a países desarrollados después, donde tiene lugar el
procesado final que no se hace en Argentina.
Gomas calientes: Entre la juguetería tecnológica con la que abruma
La Alumbrera, se destaca una cuarentena de camionazos Caterpillar que se
desplazan sobre seis neumáticos Bridgestone de casi cuatro metros de altura.
Como cada goma de esas vale 18 mil dólares, ponerle los zapatitos a uno solo de
los camiones cuesta 108 mil dólares, una cifra comparable a la recaudación total
anual de la ciudad de Belén, de sólo 112 mil de la misma moneda. Dicho
directamente, sólo las gomas de los camiones, que apenas son un grano de uva en
el viñedo de la mina, representan más de 40 veces la capacidad contributiva que
durante un año posee la totalidad de la población de Belén. Claro que esto
es apenas un dato. Pero botones como este recalientan la sangre belicha.
El río de Belén permanece seco la mayor parte del año. Las tierras son ideales
para la siembra de numerosas especies, pero que se dan después de setiembre,
último mes en que el río lleva agua, entonces no se pueden sembrar. El año
pasado llovieron 159 milímetros, apenas un rocío. La mina La Alumbrera
utiliza más de 51 millones de litros de agua por día, que obtiene de seis pozos
perforados en una reserva acuífera subterránea. Belén no tiene un solo pozo ni
menos un dique que permita los sembradíos. En la Intendencia de Riego, Juan
Reyes Yapura señala que sólo existe un embalse, de 20 centímetros de
profundidad, construido hace 25 años y que sólo se usa para alimentar la planta
de agua potable.
En las alturas, además de las buenas condiciones de alojamiento que ofrece a su
personal, La Alumbrera construyó canchas de tenis, de paddle, una cancha techada
de fútbol 7 con césped sintético, otra para fútbol 5, una de básquet, un
gimnasio con aparatología de primera calidad y música funcional, y una sala de
recreación enorme que, entre otras cosas, tiene 12 mesas de pool. La ciudad de
Belén no cuenta con esa calidad de infraestructura deportiva ni con la mitad de
mesas para ensayar carambolas.
Belén fue la cuna de Vicente Saadi, caudillo de una dinastía familiar que
hizo famosa a la provincia a nivel internacional. Su casa natal, un rancho de
adobe con el techo brotado de yuyos, se mantiene erguido en la zona céntrica.
También acá nació Luis Franco, escritor socialista y poeta elevado hasta las
cumbres por opiniones como las de Roberto Arlt, Leopoldo Lugones, Juana de
Ibarbourou y Armando Tejada Gómez. Uno de los nietos del escritor, Guillermo
Valdés Franco, es el enemigo número uno que La Alumbrera se ganó en Belén.
Changacha, como lo conocen todos, es un desocupado de 36 años que mantiene a su
familia vendiendo nueces y amasando pan casero y bizcochos que luego reparte en
bicicleta. Organizó más de 30 cortes de ruta para impedir el paso de los
camiones de la mina y en 2000 pasó siete días encadenado frente al banco
provincial de Catamarca para denunciar que el Gobierno había malversado el
dinero que, por regalías mineras, le correspondía al departamento Belén. Le
dijeron que no era cierto pero, hace dos meses, esto fue reconocido por el nuevo
gobernador Eduardo Brizuela del Moral. Changacha grita que "La Alumbrera
infectó no sólo el medio ambiente sino también el sistema político y social de
la región. ¿Dónde están los 20 mil puestos de trabajo que traería? ¿Dónde está
el desarrollo? ¡Es una estafa! Sólo reparte limosnas a iglesias y municipios.
Cualquier escuela que necesita algo, ya no hace rifas, directamente pide a la
mina. ¿Qué ejemplo le dejamos a los niños? ¿Vamos a perder así la dignidad? ¿No
vamos a defender nuestros recursos? La Alumbrera tiene que ser una mala palabra
en las escuelas de Catamarca".
Espejitos: Rubén Lasa es presidente de la Cámara Económica de Belén,
que agrupa a unos 300 comercios pequeños, ya que en la zona no hay empresas
importantes, excepto, claro, la suiza Xstrata, propietaria de la mina, que el
año pasado sacó del bolsillo 2.950 millones de dólares para comprar al grupo
australiano MIM Holdings Limited, el anterior dueño. Pero, volviendo a las
proporciones locales, Lasa recalca que La Alumbrera apenas araña los 200
empleados catamarqueños, de los miles que esperaba meter la provincia, y que no
tiene en cuenta a la región ni siquiera como potencial proveedora de alimentos
para los trabajadores de la mina. "Ni la comida compran acá, nos subestiman
absolutamente. La llegada de la empresa no ha representado nada de lo que se
esperaba ni de lo que se prometió. Es un emprendimiento enorme rodeado de una
pobreza atroz, que sólo provee dádivas y aportes mínimos a instituciones
locales. ¿Qué genera La Alumbrera para la zona? Nos siguen vendiendo espejitos
de colores".
La vicedirectora de la escuela Fray Mamerto Esquiú, la más antigua de Belén,
Miriam de Luna, cuenta que la mina les provee, cuando lo piden, material
didáctico para los chicos, cucharones para la cocina, cortinas y hasta dinero
para pagar las gaseosas y el sonido de las fiestas de fin de curso. "Nos dan
esas cositas, aunque ahora tenemos roto un edificio construido hace apenas cinco
años, 200 alumnos cursando en otro lugar y necesitamos ocho aulas nuevas.
Creíamos que con la mina llegaban los Reyes Magos, pero seguimos igual que
siempre".
Armando Iturriza es el director del Colegio Polimodal 19, donde 450 chicos, más
de la mitad del total de alumnos, estudian las tecnicaturas de minería o de
electromecánica, soñando con cobrar alguna vez los sueldos que paga La
Alumbrera, todos por arriba de los dos mil pesos. La mina es el mecenas de la
escuela y le provee desde tornos hasta pasantías. Cada año salen a la calle 100
egresados en esas dos especialidades, pero la mina hoy sólo tiene 80 egresados
entre su personal, no pocos de ellos, según fuentes del municipio, trabajando
como empleados del comedor. "La gente ve a La Alumbrera con enojo pero porque el
Estado no hizo obras. Acá estamos agradecidos y queremos que la empresa nunca se
vaya", dice Iturriza. Este fin de año, los egresados del colegio cenarán y se
colgarán medallas pagadas con el dinero de la mina.
Sentado bajo una gigantesca fotografía de La Alumbrera de dos metros de largo,
el presidente del Concejo Deliberante de Belén a cargo de la intendencia,
Claudio Reales, dice que no está "tan disconforme" con la mina. "Todo lo que a
ellos les sobra, maderas, pedazos de alfombra, cemento, lo donan a
instituciones. En todo Belén no debe haber una casa que no tenga un cable o un
caño salido de la mina. Sin La Alumbrera, estaríamos peor".
El oeste catamarqueño produce el 80 por ciento del PBI pero es la zona más
pobre de la provincia. Cuando comenzó a construirse la mina en 1995 Belén vio
regresar a habitantes que hacía años se habían ido a trabajar a las petroleras
de Caleta Olivia, en la Patagonia. Llegaron tucumanos y salteños a fijar
domicilio. El oro brillaba en los ojos. Se realizó el Festival de la Minería;
duró tres o cuatro años, hasta que Belén descubrió que el oro brillaba demasiado
lejos de su necesidad.