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Medio Oriente

21 de marzo del 2002

Un ataque contra Irak acercaría el holocausto nuclear

Tarik Ali
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Están urdiendo una nueva guerra contra Irak y, aunque la mayor parte de Europa está nerviosa, el boy scout en [Downing Street] Nº 10 está una vez más dispuesto a todo.
Los generales, almirantes y mariscales del aire saben que no queda mucho por destruir. En agosto de 1999, el New York Times informó: «los aviones de guerra estadounidenses han estado atacando Irak metódicamente -sin que haya habido virtualmente discusión pública alguna.»
En los últimos ocho meses de 2001, los pilotos de EE.UU. y Gran Bretaña han disparado 1.000 misiles contra 359 objetivos en Irak. En octubre de 1999 los funcionarios estadounidenses declararon al Wall Street Journal que pronto se les acabarían los objetivos.
«Ya vamos por el último excusado exterior,» admitieron. Hacia fines de año, las fuerzas aéreas anglo-estadounidenses habían realizado más de 6.000 misiones de combate, y lanzado 1.800 bombas contra Irak.
A principios de 2001, los bombardeos de Irak habían durado más que la invasión de EE.UU. en Vietnam. Y a pesar de ello hablan de que van a continuar porque posee «armas de destrucción masiva». Aunque las tuviera, serían inútiles porque no puede hacerlas llegar a destino.
Las sanciones económicas han llevado a la población a la miseria. Antes de 1990 el país tenía un PNB per capita de más de 3.000 dólares. En la actualidad está por debajo de 500 dólares, convirtiendo a Irak en uno de los países más pobres.
¿Qué justificación ofrecen para todo esto? Que el regimen de Sadam está almacenando armas de destrucción masiva. Y por ello el mundo civilizado -léase Israel- no podrá descansar hasta que se haya matado a Sadam.
El argumento es falso. La amenaza mortal de las armas iraquíes nunca fue un problema mientras el régimen en Bagdad era considerado amigo de Washington y Londres.
Cuando Irak aplastó a los comunistas en el país y combatió a los ulemas en el exterior, se expresaron pocas aprensiones por sus armas. Una vez que el régimen iraquí se opuso a los intereses occidentales en el Golfo, evidentemente, la posibilidad de que obtuviera armas nucleares se convirtió de repente en un peligro apocalíptico.
Pero este punto de vista ha perdido su validez. En la actualidad el monopolio nuclear de las grandes potencias se ha derrumbado con la obtención de esas armas por India y Pakistán. Y el propio programa nuclear de Irak ha sido exhaustivamente erradicado. Incluso el super halcón Scott Ritter, el inspector de UNSCOM, dice ahora que no hay posibilidades de que sea reconstituido. Dice que el bloqueo debería terminar y que una nueva guerra sería un desastre.
Nadie puede dudar que el régimen del Ba'ath es un tiranía. Pero que sea único en sus crueldades es una ficción abyecta. Turquía, donde no se permite el idioma kurdo en las escuelas, ha desplazado a dos millones de kurdos de su tierra natal.
Hay sitios muchos peores que Irak, donde -a pesar de los otros crímenes de Sadam- nunca se ha intentado este tipo de aniquilación. Y a pesar de todo, como un apreciado miembro de la OTAN y como candidato a la UE, Turquía no sufre ni de la más ligera medida en su contra.
Y el reino saudita ni siquiera pretende que respete los derechos humanos. Y no hay otro estado del mundo árabe que sea más celebrado en Washington. En sus asesinatos y torturas, Sadam nunca pudo compararse con el presidente Suharto, cuyas masacres en Indonesia superaron de lejos las de Irak. Pero ningún régimen del Tercer Mundo fue más apreciado por Occidente.
Ninguna parte de los argumentos a favor de la guerra son válidos. ¿Y qué? He oído decir. El hombre preferido de Blair para la política extranjera, el ex diplomático Robert Cooper, ha dicho: «Tenemos que acostumbrarnos a la doble moral.»
La máxima tras este punto de vista es que castigaremos los crímenes de nuestros enemigos y recompensaremos los crímenes de nuestros amigos. Semejante cheque en blanco moral aumentará el terrorismo.
Si se ataca a Irak, la inestabilidad en la región será acompañada por el deseo de castigar a EE.UU. y sus aliados. Podría convertirse en realidad la peor de todas las posibilidades, una explosión nuclear en EE.UU. Y por ello se necesita una solución política- Una guerra podría terminar mal para todos.
Tarik Ali escribe frecuentemente en Counterpunch Su libro más reciente The Clash of Fundamentalism, es publicado por Verso.