VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Medio Oriente

18 de marzo del 2002

Palestina, como en Argelia

Emilio J. Corbière
buenosairesoculta

La ocupación militar de los territorios palestinos, el bombardeo a la población civil, planes absurdos para deportaciones en masa, deja al descubierto una situación de violencia entre árabes e israelíes que parecen no tener fin. La respuesta de la ONU que ha proclamado el derecho palestino a constituir su estado, no se compadece con la situación real de la región, donde se acumulan los cadáveres en una muestra pavorosa de una guerra colonial.
La situación se parece mucho a la Argelia de los años cincuenta y, aunque la historia no se repite y los actores son distintos, las imágenes de prisioneros ejecutados con un tiro en la nuca, las bombas sembrando el terror entre civiles israelíes, la tortura legalizada, el avance aplastante de los tanques y aviones hebreos contra la población árabe, indefensa y pauperizada, es muy similar a la tragedia argelino-francesa.
Para que Palestina se transforme en un Estado, Israel debe retirarse a las fronteras anteriores a 1967 a fin de que el territorio sustente el desarrollo de la nación árabe. Resulta absurdo plantearse un Estado palestino como cuatro cantones de la franja occidental: Uno Jericó. Dos, el Cantón sur que se extendería hasta Abu Dis (el nuevo Jerusalén árabe). Tres, un cantón norte que incluiría las ciudades palestinas de Nablus, Jenin y Tulkarem. Cuatro, un cantón central que incluiría Ramallah. Estos cantones estarían completamente cercados por territorios que se anexaría Israel.
La franja de Gaza, que sería un quinto cantón, es incierta. Israel debería renunciar a ella, o podría intentar mantener la región costera sur y otra saliente que dividiría virtualmente la franja debajo de la ciudad de Gaza. Todo lo descripto niega en la realidad un Estado palestino soberano y libre.
Trasfondo del conflicto
A esta altura muchos se preguntan sobre el porqué de esta cruenta guerra a ocho años de iniciarse las tratativas de paz con los acuerdos de Oslo. Se mezclan ideologías, intereses económicos, políticos, sociales y religiosos. Algunos hablan de "ciclos de violencia" otros, desde Tel Aviv, dicen que el problema es de "causa-efecto".
En este último caso, la represión israelí no es un mero efecto por la acción de los comandos islámicos. Ariel Sharon es un asesino partidario del terror de Estado. Eso está claro y mientras él esté a cargo del gobierno de Israel no podrán reiniciarse las tratativas de paz. El gobierno de George W. Bush ha profundizado el conflicto con su política errática en el Cercano Oriente y su "antiterrorismo" que oculta el belicismo real del "complejo militar-industrial" norteamericano.
Esto lo entiende claramente la mayor parte de los legisladores laboristas que reclaman a las autoridades de Avoda, la ruptura de la coalición gubernamental. Mientras tanto la destrucción y la muerte no cesan.
Dilema palestino-israelí
Si los Estados de Israel y Palestina vivieran coexistiendo en paz, otra sería la vida en la región. Dos Estados que podrían complementarse económica y socialmente. Israel aportaría tecnología; Palestina posee una enorme mano de obra calificada. Los palestinos, a diferencia de otros árabes o musulmanes, son seculares, laicos, aun profesando la religión de Mahoma.
Israel nació pionera, con los kibuts cooperativistas, donde los esquenazi europeos implantaron algunas ideas socialistas milenaristas: Ber Borojov ("La cuestión nacional" y "Nuestra Plataforma"), Berl Katenelson, la Joven Guardia. Pero hoy campea allí el fundamentalismo religioso, el capitalismo salvaje, el sionismo de una orientación fascista, la del Jeruth y su impulsor Jabotinski, matriz de Menahen Beguin y el extremista Ariel Sharon.
Se ha cumplido así la profecía del Bund proletario judío, nacido en las entrañas de la Rusia zarista y la Polonia oprimida. El destino del pueblo judío no era el de crear un Estado sionista, sino defender su autonomía nacional-cultural y luchar junto a las clases oprimidas del mundo para lograr una nueva sociedad, como lo explicó Vladimir Medem, en 1921, en su obra "La leyenda del movimiento obrero judío". En el Israel actual, que vive bajo el terror, externo e interno, hay poco lugar para hablar de paz y conciliación.
El Cercano Oriente es quizá el conflicto sin resolver más encarnizado y el centro de una compleja red de intereses geoestratégicos, religiosos, políticos y simbólicos. La proclamación del Estado de Israel en 1948 para compensar al pueblo de la Shoa, creó otro de descomunales dimensiones.
Al desaparecer la Palestina árabe su territorio fue repartido entre Israel, Jordania (Judea y Samaria) y Egipto (Gaza). Unos 800.000 fueron obligados a exiliarse, mientras que otros miles de personas se quedaron en territorio ocupado, confinados en campamentos.
Intifadas y matanzas
Hubo cuatro conflictos sangrientos: 1948-1949, primera guerra árabe-israelí; 1956, segunda guerra árabe-ísraelí o crisis del Canal de Suez; 1967, la Guerra de los Seis Días; 1973, cuarto conflicto árabe-israelí o Guerra del Yom Kipur, seguidos por la Guerra del Libano (1982-1983) y el levantamiento popular palestino denominado intifada que actualmente se ha renovado.
La sangre, la muerte, la violencia, ha sido el trasfondo de las negociaciones de paz: Acuerdos de Camp David (1978), la Conferencia de Paz de Madrid, los Acuerdos de Oslo de 1993 (I), los de la Autonomía de Gaza y Jericó (1994), los de la transferencia de poderes y responsabilidades (1995): los de Oslo de 1995 (II), los del alto al fuego entre Israel y Líbano de 1996, los del Protocolo para el repliegue de Hebrón de 1997, el Acuerdo de Wye Plantation (1998), el memorándum de Sharm el-Sheikh (1999), los de la retirada israelí del sur del Líbano (2000), los de la Cumbre de Camp David, el Plan Clinton (2000) y ahora, el plan de paz de Abdul al-saud ben Abdelaziz.
Los actores del drama son seis millones de judíos y tres millones y medio de palestinos, en donde la tasa de fecundidad juega favorablemente a favor de los palestinos: seis hijos por mujer contra dos de los israelíes. Ambas naciones, según las estadísticas, prácticamente no tienen analfabestismo (es sólo del 5%) y sus economías son complementarias aunque difieren en cuanto al PBI y crecimiento, a favor de Israel, en razón de que Palestina es un estado en formación. Desde luego Palestina es económicamente dependiente de Israel. Si esos pueblos decidieran coexistir y desarrollarse juntos, tendrían una lucha común: la conquista de recursos hídricos.
Pero la realidad de estos días es la de motines y levantamientos palestinos, populares y juveniles, desde 1987, que les a costado la vida a más de un millar de árabes a los que se suman casi cien israelíes. Las intifadas tuvieron dos orígenes, la ocupación militar israelí de la Cisjordania y Gaza en 1967 y la de Al Aqsa, en setiembre del 2000, por la provocativa visita del derechista Sharon a la Explanada de las Mezquitas, detonante de la tragedia actual. El panorama es desolador y lo peor de todo es que el futuro inmediato es sangriento como incierto.