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Medio Oriente

El líder palestino, sitiado por los tanques israelíes que bombardearon su cuartel general

Inminente guerra total

Medio Oriente quedó ayer al borde de la guerra total: el líder palestino, Yasser Arafat, fue virtualmente sitiado por el Ejército israelí, que invadió su cuartel general en Ramalá a sangre y fuego y puso en riesgo la vida misma de la máxima autoridad de la ANP.

JERUSALEN, ANSA, LA REPUBLICA

Israel concretó ayer la declamada intención de la víspera, cuando anunció que lanzaría una ofensiva a gran escala contra Arafat, a quien responsabiliza por los últimos ataques kamikazes de fundamentalistas y a quien pretende desterrar de Ramalá, donde está prácticamente cautivo desde hace cuatro meses.
Las tropas de Israel, que ya cercaban el cuartel de Arafat desde diciembre pasado, ingresaron ayer en el derruido complejo de edificios --que simbólicamente sigue siendo la sede de la Autoridad Nacional Palestina-- después de un intenso bombardeo, para detener a 70 personas, entre otras a colaboradores inmediatos del propio presidente palestino.
Las tropas israelíes cortaron la luz y el agua, dejando al presidente Arafat aislado en una oficina sin ventanas del segundo piso, donde apenas dispone de varios teléfonos celulares para pedir ayuda internacional y una ametralladora Uzi con la que podría cumplir su promesa de morir como mártir, según anunció en su último contacto con el periodismo. Arafat utilizó los teléfonos celulares para lanzar una directa acusación contra Estados Unidos: "Los tanques israelíes no se habrían movido si Washington no hubiera querido", dijo a la televisión qatarí Al Jazeera.
Arafat aseguró que los bombardeos provocaron ya siete muertos y 40 heridos, e incluso afirmó que su propio dormitorio estaba en llamas.
En sus dramáticas declaraciones --que sonaron cual un testamento político-- Arafat afirmó: "Los israelíes quieren hacerme prisionero, pero yo ruego a Dios que haga de mí un mártir. No soy mejor que cualquier joven palestino muerto por nuestra causa".
La vida de Arafat está en manos de Israel como nunca en la azarosa militancia del líder palestino, que los servicios de inteligencia de Tel Aviv intentaron eliminar en décadas pasadas durante sus exilios en El Líbano, Chipre o Túnez, cuando se tramaron atentados en su contra.
Una foto distribuida por el servicio de prensa de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) poco después del inicio del ataque de Israel ha sido un testimonio patético de su indefensión: sentado junto a una mesa de madera, acompañado de uno de sus colaboradores y un guardia personal, sin luz, ni agua.
Sin embargo la TV rusa ORT ubica a Arafat en un sitio más seguro aunque en un escenario igual de comprometido para su supervivencia: un búnker subterráneo al que sólo llega escasa energía eléctrica mediante un generador portátil.
También a través de los teléfonos celulares que aparecen como su última vía de escape del martirologio, Arafat se comunicó con el mediador norteamericano Anthony Zinni, los presidentes Emile Lahud, de El Líbano; Hosni Murabak, de Egipto; el presidente de turno de la Unión Europea, José María Aznar y con el canciller alemán Joschka Fischer, entre otros líderes internacionales.
El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, en declaraciones desde Washington, aseguró que el premier Ariel Sharon le prometió que Israel no se propone "hacerle daño a Arafat" y confirmó que el mediador Zinni y el presidente palestino mantuvieron una conversación telefónica en las últimas horas. No obstante, el propio Sharon, en una conferencia de prensa que ofreció simultáneamente al inicio de los ataques, definió a Arafat como "un enemigo que debe ser aislado" y pronosticó que la violenta ofensiva militar "durará semanas".
Powell admitió que Israel "está en su derecho de responder al terrorismo" pero le pidió al premier Sharon que "cuidadosamente mida las consecuencias de sus acciones".
La escalada de violencia que comenzó el miércoles con un atentado suicida de un palestino en un restaurante donde decenas de judíos celebraban la pascua de ese credo, escribió ayer un nuevo capítulo: una joven palestina de apenas 18 años detonó la carga explosiva que disimulaba entre sus ropas en un supermercado de Jerusalén, con lo que provocó la muerte de tres personas, además de la propia.
La kamikaze se llamaba Aayat Mohammed al-Akhras y procedía de un campo de refugiados de Belén, según las Brigadas Mártires de Al-Aqsa, un grupo radical palestino que reivindicó el ataque. Según la reconstrucción del atentado, la joven pasó un primer control de seguridad en virtud de su aspecto occidental, pero unos pasos más adelante, cuando otros policías privados le bloquearon el paso, activó la carga explosiva que portaba atada a su cintura.
En esos momentos el supermercado se encontraba abarrotado de clientes, ya que había reabierto luego de las fiestas religiosas y cerraría nuevamente por la tarde, al iniciarse el tradicional reposo del "Shabbat" judío. Mientras llegaban las primeras ambulancias para trasladar a los heridos, militantes del grupo de extrema derecha Kahane Hai (una organización nacida de una escisión del movimiento racista antiárabe "Kach", fundado por el rabino Meir Kahane y declarada ilegal por Israel) se concentraron frente al supermercado, para gritar "muerte a los árabes".
Pese al crítico escenario, el mediador norteamericano Zinni permanecería en la región, tratando de tender un puente entre israelitas y palestinos, empresa en la que ha fracasado decenas de veces. Aun así, un vocero de la Embajada estadounidense aseguró que el mediador "no abandonó las esperanzas" y sigue bregando por una tregua entre israelíes y palestinos. *