VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Medio Oriente

7 de agosto del 2002

Irak y el nuevo gran juego

Raúl Mahajan
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

En el período previo a la Guerra del Golfo, funcionarios gubernamentales presentaron una desconcertante colección de razones para la guerra, culminando con la fatua afirmación del Secretario de Estado Baker de que "se trata de puestos de trabajo".
En la guerra por venir, tal vez la antes y más consistentemente anunciada desde los reiterados llamados de Catón el Viejo a la destrucción de Cartago, reina una confusión similar. La misma tan reservada y secreta administración que no quería revelar con qué compañías y durante cuánto tiempo se reunía al preparar su política energética, ha divulgado por lo menos cuatro planes diferentes para lograr "el cambio de régimen" –acciones "clandestinas" ampliamente anunciadas, la "estrategia afgana," "la Guerra del Golfo liviana," y la "opción de entrada y salida de Bagdad". También ha publicado numerosos informes de generales, estrategas militares, y de otras personas de confianza que se oponen a la guerra, hasta el punto que la gente se pregunta seriamente qué es lo que pasa.
Esta confusión ha llegado a una dimensión tal que muchos están comenzando a llamar lo que sucede la guerra de "La Cortina de Humo [Wag the Dog]," un intento de evitar un desastre republicano en las elecciones de noviembre. Aunque la fecha exacta puede ser afectada por consideraciones internas, la afirmación de que constituyen el motivo para la guerra misma es poco plausible si se considera que se ha hablado de la guerra contra Irak desde el 11-S, en una época en la que el mundo era como la ostra de Bush. En realidad, la guerra es simplemente una continuación de la política de "cambio de régimen" de hace más de diez años –con la excepción que en el mundo posterior al 11-S el gobierno cree que se puede salir con suya en cualquier cosa si invoca el terrorismo como amenaza.
¿Qué sucede en realidad?
Comencemos con lo que no constituyen razones para la guerra. Todas las que han sido invocadas por la administración Bush hacen agua por todos lados.
Poco después del 11-S, hubo un intento de relacionar a Irak con los ataques. La afirmación original de que Mohammed Atta, uno de los secuestradores, se reunió con la inteligencia iraquí en Praga antes el mismo año, se derrumbó rápidamente, al comenzar una colección de retractaciones y re-retractaciones de los funcionarios checos con. También hubo aserciones, recientemente resucitadas, de que Irak tenía un campo de entrenamiento en Salman Pak, donde entrenaron a fundamentalistas islámicos sobre cómo secuestrar aviones. Es difícil argumentar contra alguna parte de este argumento, porque hay tan poco al respecto, en realidad, la administración dejó durante meses de pretender alguna conexión, lo que sería impensable si hubiera alguna evidencia concreta. El mejor argumento actual sobre esta conexión es el dictamen de Donald Rumsfeld de que "la ausencia de evidencia no es la evidencia de ausencia".
La razón principal dada para la guerra, desde luego, es la amenaza de las armas de destrucción masiva de Irak.
Scott Ritter, previamente uno de los inspectores de armas de la ONU en Irak más agresivos, ha declarado repetidamente que Irak está "cualitativamente desarmado," que aunque no hay manera de saber de cada tuerca y tornillo o galón de medio de cultivo biológico en el país, no poseía (en diciembre de 1998) una capacidad funcional para desarrollar armas biológicas, químicas, o nucleares. El contra-argumento usual es que Irak podría adquirirlas y que mientras más esperemos mayores serán las posibilidades.
Considerando la amplia aceptación crédula de este argumento, no sirve para nada que incluso el extremadamente parcial panel a favor de la guerra del primer día de las audiencias del Comité de Relaciones Exteriores del Senado sobre Irak no haya podido producir ninguna razón por la que Saddam fuera a poner en peligro su posición, planeando un ataque que seguramente provocaría una retribución masiva. En realidad, aunque ha utilizado antes armas de destrucción masiva, sobre todo contra los kurdos (oportunidad en la que fue apoyado y favorecido por Estados Unidos), el escenario más plausible es que las utilizaría nuevamente si se ve amenazado por un ataque estadounidense.
Además, sucesivas administraciones de EE.UU. han hecho todo lo que podían por sabotear el control de armamentos en Irak y en todo el mundo.
Primero, en diciembre de 1998, el Presidente Clinton retiró a los inspectores de armas como preparación para la campaña de bombardeo del "Zorro del Desierto" –aunque sabía que hacerlo significaba el fin de las inspecciones de armas. Esto es calificado normalmente en la prensa como la "expulsión" de los inspectores de armas.
Luego, en una acción que sorprendió y enfadó a la comunidad internacional, George W. Bush destruyó el mecanismo propuesto para la ejecución y verificación de la Convención de Armas Biológicas y Tóxicas –en diciembre de 2001, después que la amenaza de ataques con bioarmas se había hecho particularmente clara.
Aprobada en 1972, la convención ha sido firmada por más de 100 países, incluyendo a Irak y EE.UU. Por falta de un mecanismo de ejecución, los países podían violarla, como lo hicieron Irak y EE.UU.- ambos han tratado de convertir el ántrax en un arma, por ejemplo, como se vio cuando ántrax `desarrollado en EE.UU.` mató a seis estadounidenses en el otoño de 2001.
En 1995, los firmantes comenzaron negociaciones para asegurar la ejecución a través de inspecciones mutuas, intrusivas. Durante seis años, el gobierno de EE.UU. pudo constantemente obstáculos, terminando finalmente con las negociaciones. ¿El motivo? Las inspecciones de armas biológicas en EE.UU. podrían poner en peligro los beneficios de las compañías de biotecnología. Desde luego, si se hubiera aprobado el mecanismo de ejecución, podría haber sido utilizado para presionar para que se realizaran las inspecciones en Irak.
Lo que es aún peor, en marzo de 2002, EE.UU. sacó a José Bustani, jefe de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas de su puesto. Según George Monbiot de The Guardian, fue por los esfuerzos de Bustani por incluir a Irak en la Convención de Armas Químicas (sometiéndolo así a las inspecciones de armas químicas) lo que privaría a EE.UU. de un casus belli.
Existe consenso entre los expertos en el control de armamentos de que las inspecciones de armas en Irak fueron extraordinariamente efectivas en la localización y el desmantelamiento de armas de destrucción masiva. Claramente, la administración no está realmente preocupada por esta amenaza.
A pesar de las constantes afirmaciones contrarias en las audiencias del Senado y en otros sitios, la administración tampoco se preocupa por la democracia en Irak.
Consideremos la reacción de EE.UU. a la insurrección iraquí, el levantamiento masivo de iraquíes después de la Guerra del Golfo, en reacción a un llamado de George Bush, padre al pueblo iraquí para que derrocara a Saddam. En febrero y marzo de 1991, cuando culminó la rebelión el régimen de Saddam corrió serio peligro.
Para salvar el régimen de Saddam, los militares de EE.UU. suspendieron deliberadamente la zona existente de no vuelo, permitiendo que Saddam utilizara sus helicópteros artillados contra los rebeldes; capturaron depósitos de armas para que los rebeldes no pudieran armarse, incluso permitieron el libre paso de los Guardias Republicanos a través de sus filas para que reprimieran el alzamiento.
En esa época, Richard Haas, del Departamento de Estado, explicó, "Lo que queremos es el régimen de Saddam sin Saddam." En 1996, en ABC, Brent Scowcroft entró en detalles al respecto diciendo que Estados Unidos no deseaba un movimiento popular democrático que derribara a Saddam –quería una revolución de palacio.
Cuando se desinflan todas las justificaciones oficiales, lo que queda es la misma horrible palabra de ocho letras que siempre ha estado al centro de la política de EE.UU. en el Oriente Próximo –petróleo. Es importante aclarar, sin embargo, que la política de EE.UU. tampoco trata simplemente de acceso al petróleo que, según los comentaristas de los medios convencionales, no es totalmente dictada por las compañías petroleras, como argumentan algunos en la izquierda.
El acceso al petróleo puede ser obtenido pagando, como lo hacen otros países. EE.UU. tiene una actitud diferente porque es un imperio, no sólo una nación. En todo momento, las tropas de EE.UU. están en 140 países en todo el mundo, con bases permanentes en más de la mitad de ellos. Después de dos décadas de ajuste estructural y una de "libre comercio," Estados Unidos tiene más control sobre las políticas internas de otros países que los gobiernos elegidos de esos países. Aunque la "globalización" ha sido recientemente la cara más visible de esa expansión imperial, ésta ha tenido siempre un fundamento militar –y actualmente domina el aspecto militar.
Este imperio está basado, como imperios del pasado, en el control político para tener el control de la economía y de la extracción de recursos y de la plusvalía. El petróleo es el recurso más importante del mundo, y el control del flujo y de los precios del petróleo es una fuente poderosa de poder político, así como una fuente importante de beneficios. Las compañías petroleras, las compañías de armamentos, y el EE.UU. corporativo en general, están todos íntimamente afectados por la política hacia el Oriente Próximo de EE.UU.
Irak nacionalizó su petróleo en 1972, tomando el control total de sus propias ventas y de la política de precios del petróleo y del uso de los ingresos del petróleo. La invasión de Kuwait por Irak puso fin a esa situación.
Las sanciones impuestas posteriormente y mantenidas hasta ahora han tenido muchos efectos. Fuera de causar la muerte de más de 500.000 niños bajo la edad de cinco años (según un estudio de la UNICEF), las sanciones han destruido parcialmente el control de Irak sobre el petróleo iraquí. Habiendo comenzado con una prohibición total de las ventas de petróleo, fueron gradualmente modificadas de manera que actualmente no hay restricciones sobre las ventas. Irak no puede hacer sus propias decisiones sobre la exploración y las inversiones en el petróleo, ni hasta hace poco sobre la reparación de las instalaciones de producción de petróleo existentes. Lo que es más importante, los ingresos por ventas de petróleo son depositados en una cuenta bancaria en Nueva York administrada por el Consejo de Seguridad. El dinero es desembolsado de esa cuenta, sólo con el permiso de Estados Unidos, y casi exclusivamente a corporaciones extranjeras.
Las sanciones han volcado permanentemente al régimen iraquí contra Estados Unidos. Si fueran levantadas, el gobierno haría convenios de exploración del petróleo con compañías francesas y rusas, no estadounidenses. La continuación de las sanciones es una carga política constante para Estados Unidos. La administración Bush quiere una guerra para desenmarañarse del punto muerto, reemplazando a Saddam por un dictador que haga contratos con compañías estadounidenses y siga los dictados de EE.UU.
La guerra de Afganistán fue la apertura de un gambito que tiene amplias repercusiones potenciales. No se trataba particularmente de combatir el terrorismo –fue planeado antes del 11-S, e incluso funcionarios del gobierno de EE.UU. han llegado a la conclusión (en un artículo del New York Times del 16 de junio) que puede haber hecho más, no menos, difícil, acabar con al-Qaeda a causa de la dispersión geográfica causada por la guerra.. No se trataba sólo de un oleoducto a través de Afganistán, aunque esos planes parecen estar siendo realizados. También llevó a los militares de EE.UU. a todos los siete "estanes," incluyendo a los potencialmente ricos en petróleo y en gas Kazajstán y Turkmenistán.
Si Bush consigue su guerra de Irak, y en vista del acercamiento de Rusia a la OTAN, habrá también un cerco militar total de Irán, la otra parte del "eje del mal" (Corea del Norte fue agregada como lastre). En ese momento, Irán encontrará cada vez más dificultades para no acceder a los deseos de EE.UU.
ExxonMobil, Shell, y otras compañías están negociando con Arabia Saudita para realizar la exploración de gas natural. Aunque los saudíes dicen que jamás permitirán a corporaciones extranjeras que pongan sus manos sobre el petróleo crudo, es un comienzo importante.
Según "La nueva guerra del petróleo," un artículo en la edición de marzo/abril de 2002 de Foreign Affairs, los países de la OPEC no han aumentado su capacidad de bombeo en más de veinte años. Es la consecuencia natural, aunque el artículo no lo dice, de la política ambivalente de EE.UU. de apoyar a elites feudales corruptas que utilizan los ingresos de las ventas de petróleo para invertir en corporaciones estadounidenses y europeas en lugar de invertir en sus propias economías, y de "contención" (es decir, de apuntar para destruirlos) de los pocos países, como Irak e Irán, que tratan de desarrollar sus economías internas. Durante los próximos veinte años, se espera que los requerimientos mundiales de petróleo del Oriente Próximo se van a duplicar.
Estados Unidos busca nada menos que el establecimiento del control total sobre todas las fuentes importantes de petróleo, especialmente del Oriente Próximo, que posee aproximadamente dos tercios de las reservas verificadas en el mundo. Los requerimientos aparejados del control imperial de EE.UU. y de la alimentación constante de un sistema industrial basado en niveles en aumento constante de combustibles fósiles se ensamblan con los intentos sistemáticos de EE.UU. de impedir que los países del Oriente Próximo desarrollen economías independientes, para preparar el terreno para una recolonización en gran escala, mediante la guerra, la acción "clandestina," y la coerción económica.
En esta guerra no se trata de querellas internas menores entre demócratas y republicanos, sino de un Nuevo Orden Mundial extremadamente repugnante, en el que inocentes en el Oriente Medio, en Asia Central, y en Estados Unidos, pagan por los sueños imperiales de una elite estadounidense cada vez más desconectada.
Rahul Mahajan es miembro del Nowar Collective y candidato del Partido Verde a gobernador de Texas. Su libro,"The New Crusade: America's War on Terrorism," (Monthly Review Press, April 2002) ha sido descrito como "una lectura obligatoria para todo el que quiera encontrarle el truco a la guerra contra el terrorismo". Actualmente está escribiendo un libro con el título ""Axis of Lies: Myths and Reality about the U.S. War on Iraq."
5 de agosto de 2002