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Medio Oriente

26 de julio del 2002

Afganistán: Siembra de odio en campo de incógnitas

Miguel Urbano Rodrigues

Una siembra de odio contra los EEUU crece en los altiplanos y valles de Afganistán. Pero no solamente en esa cuna de grandes civilizaciones de la Antiguedad. La irracionalidad de la estrategia de dominación planetaria del sistema de poder norteamericano y la agresividad que la acompaña generan cada nuevo mes, casi cada semana, sentimientos de rechazo e indignación en todo el Tercer Mundo.
En este inicio del siglo XXI dramática actualidad asume la advertencia del Che al considerar el imperialismo estadounidense el gran enemigo de la humanidad.
AFGANISTÁN: ANARQUIA Y VIOLENCIA
De Afganistán se habla cada vez menos. Los grandes media han concluído que el tema se hizo incómodo.
Hasta el muy prudente The Washington Post reconoce en editorial (9 de julio p.p.) que la anarquía se disemina en ese país, el comercio del opio prospera, la violencia tiende a aumentar y el orden político post-taliban es muy frágil. Mientras los generales en el Pentágono se interrogan sobre la posible ubicación de dos personajes transformados en figuras míticas --Osama Ben Laden y el mullah Omar– las bombas y los misiles norteamericanos continúan explotando en áreas remotas de las montañas, matando. De acuerdo con los comunicados oficiales, los blancos serían grupos de taliban o gente de Al Qaeda. Pero con frecuencia las víctimas son pacíficos vecinos de las tribus de la frontera o soldados y oficiales de países aliados que participan de la ocupación del país. Eso ya ocurrió con tropas canadienses y británicas, lo que provocó en Otawa y Londres una ola de indignación. El más reciente equívoco motivó incluso un pedido de excusas presentado por el secretario de defensa, Donald Rumsfeld: un piloto de la USAF tomó una boda por concentración subversiva y procedió a una matanza colectiva. Los novios,parentela e invitados fueron despedazados por la metralla que bajó del cielo.
Naturalmente, en los EEUU, asociaciones de beneficencia y defensa de valores morales siguen proclamando que el pueblo afgano tiene motivos para agradecer la cruzada estadounidense que llevó al país la paz, la educación, la democracia y la libertad.
Asistí hace días a la proyección de un video original: la señora Laura Bush, dirigiéndose a mujeres afganas en programa especial, les anunciaba con convicción y emoción que Afganistán, gracias a la solidaridad de los EEUU, se encuentra en el umbral de una era de felicidad.
En lo que concierne a la democracia, el cuadro de la Pax Americana es bastante oscuro. La Loya Jirgah, la gran asamblea tradicional, convocada para decidir el futuro político del país, aprobó todo lo que le fue exigido. La factura presentada por los jefes tribales tuvo un monto de muchos millones de dólares. Pero no todos aceptaron el oro americano. Algunas centenares abandonaron el plenario –instalado en una gigantesca tienda para ofrecer el color local a la prensa extranjera- y denunciaron la gran farsa.
El presidente Hamid Karzai, que fuera funcionario subalterno de una empresa petrolera estadounidense, se comporta como un criado de los EEUU. El asesinato de su vice, Qadir, confirmó que el protectorado impuesto por el imperio incentivó en vez de atenuar las luchas endémicas entre pachtunes y tadjiques.
Los ataques cada vez más frecuentes a instalaciones militares de los EEUU, esos van proseguir. Washington los atribuye a bandas de Al Qaeda, pero el alto mando estadounidense está consciente de que tales ataques anuncian una guerra de larga duración. Afganistán no es Kosovo. Las espigas de la siembra de odio contra los EEUU germinan en aquella tierra de culturas milenarias.
Cuatro visitas al país en los años 80 me han permitido estudiar con la profundidad posible la historia de sus pueblos1). Conocí allí hombres y mujeres que me han inspirado gran admiración por la lucidez, firmeza y coraje con que defendían su revolución democrática y nacional. Ellos son el otro lado, el invisible, de una sociedad arcaica cuya extraordinaria complejidad desmiente el simplismo de los que casi desconocían su existencia antes de empezar a bombardearla bajo el pretexto de ser el país de los talibanes, refugio de Osama Ben Laden.
¿Acaso sabrá Bush que en el actual territorio de Afganistán florecieron culturas maravillosas y nacieron genios de la humanidad como Al Biruni, Sanaí y Firdusi? ¿Tendrá conocimiento de lo que significó para la historia la civilización kuchana? ¿Le habrán hablado de la existencia de ruinas de espléndidas ciudades greco-bactrianas fundadas al norte y sur del Hindu Kush por veteranos de Alejandro Magno?
No me parece probable dada su estructura mental.
LOS PROTECTORADOS DE ASIA CENTRAL
En el Pentágono se acumulan informes sobre el desarrollo previsible de la oposición de los pueblos de la región a la situación creada por la presencia de los EEUU en Asia Central.
Las opiniones de los analistas no coinciden. Los norteamericanos llegaron para quedarse. Los atentados del 11 de septiembre han permitido desarrollar una estrategia de penetración y control de la región concebida con mucha antelación. Pero la ambición de esa estrategia y la rapidez con que es aplicada aumentan dialécticamente su vulnerabilidad.
La agresión al pueblo de Afganistán (nunca antes un imperio había declarado la guerra a un hombre (Osama) y no a un estado) fue solamente el prólogo de una implantación fulminante de los EEUU en el espacio centro-asiático.
En la República de Kirguizistán ha sido ya construída una gigantesca base aérea. Una guarnición de 3 000 hombres se ha instalado en esa área estratégica, cercana a las fronteras occidentales de China. En Turkmenistán, Kazaquistán y Azerbaidján dirigentes y técnicos de grandes compañías petroleras se mueven como se estuvieran en Texas. Pero en Uzbekistán tienen que ser más cautelosos. En ese país, patria del turco chagatai Tamerlan -uno de los mayores conquistadores de la historia- una guerrilla islamita con 2 000 hombres actúa en las montañas, inquietando con su simple presencia a las tropas norteamericanas, el puño de hierro que precedió la llegada de los hombres del capital.
El ruso Vladimir Putin no protesta. En su sumisión hace más concesiones que Yeltsin, lo que no parecía posible. Simula no ver lo que es transparente. Un cinturón de bases militares estadounidenses-nada menos de 17 – tomó forma en poco meses desde la región transcaspiana hasta las estribaciones de las cordilleras del Tien Chan y el Pamir.
China se inquieta. No le faltan motivos.
EL BIG BROTHER DE ORWELL
El profesor David Held, de la London School of Economics and Political Sciences, definió el 11 de septiembre como el punto de inflexión de la era contemporánea en que el proyecto de globalización neoliberal se encontró con el proyecto del terrorismo masivo. La fórmula, por su ambiguedad, suscita confusión, porque para aquel académico británico el segundo sería una iniciativa del «terrorismo radical mundial». Comete un error. Los dos proyectos son comandados por los EEUU. El estado que funciona como palanca y motor de la globalización neoliberal utiliza su inmenso poder para desencadenar, directa o indirectamente, el terrorismo colectivo más brutal contra gobiernos y pueblos en los cuales identifica obstáculos al desarrollo de su estrategia de dominación planetaria. Para esa política de escalada cuenta en la convulsionada zona del Medio Oriente con un aliado como Israel, cuyos métodos reactualizan los de la Alemania nazi.
La irracionalidad de los dos proyectos –el económico y el político-militar- que tienden a fusionarse, empieza, sin embargo, a asustar a los socios de EEUU en el G-7, que coparticipan de las ganancias de la sobrexplotación del Tercer Mundo y han actuado como cómplices en las criminales agresiones contra los pueblos de Irak, Somalia, Yugoslavia y Afganistán.
En junio p.p, el Weatherhead for International Affairs de la Universidad de Harvard auspició, en el Lago de Annecy, una idílica estación turística de Francia, un seminario sobre «El futuro de la política exterior de los EEUU».
Se reunieron allí eminentes especialistas en problemas internacionales. Por la documentación a que tuve acceso percibí que los participantes europeos y asiáticos, personalidades predominantemente conservadoras, regresaron a sus países en estado de choque. Lo que los asustó fue la convergencia de sus colegas norteamericanos en la aprobación del «unilateralismo» de los EEUU, o sea, de su derecho autoproclamado de actuar por cuenta propia, ignorando las Naciones Unidas y a sus propios aliados.
En lo que concierne al modo de actuar, los académicos norteamericanos se han dividido. Para unos, defensores de la tendencia imperialista, los EEUU deben intervenir directamente en cualquier lugar del mundo donde identifiquen una amenaza a sus intereses. Según la otra tendencia, la aislacionista, los EEUU deberán abstenerse de intervenciones directas, excepto en casos excepcionales, optando por lanzar una contra la otra las potencias regionales cuya política les parezca incómoda. Ejemplos: Irán contra Irak, Pakistán contra India, China contra Rusia o, eventualmente, Japón.
Diego Hidalgo, presidente de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, estuvo presente en Annecy. En momento alguno -subraya- los panelistas estadounidenses, casi siempre arrogantes, han hablado de temas como la paz, la solidaridad, la ayuda a pueblos que enfrentan hambruna, miseria, enfermedades endémicas.
El presidente George W. Bush es, desde luego, el primer adepto del «unilateralismo». Para él, quien debe gobernar el mundo son los EEUU como nación predestinada.
En su discurso de West Point, dirigiéndose a los futuros oficiales de la US Army y al mundo, dió un paso más adelante en la escalada neo-nazi al hacer la apología de las guerras preventivas. Le parece negativo esperar por la concreción de lo que llama las amenazas terroristas. Según él, los EEUU, al presentir tales amenazas, deben atacar sin pérdidas de tiempo. Las referencias que hizo a Cuba son, por sí solas, definidoras del recorte paranoico de esa arenga bushiana.
El presidente de la gran república tiene dificultad en comprender la ingratitud de la mayoría de la humanidad. Le duele mucho que miles de millones de hombres y mujeres no demuestren admiración por el funcionamiento de la democracia norteamericana y por el esfuerzo por ella desarrollado para llevar hasta los confines del orbe la libertad, el progreso, la cultura y la paz...
El rechazo de Washington a someter las tropas norteamericanas en misiones de la ONU a la jurisdición del Tribunal Penal Internacional expresa bien la tendencia de la Administración Bush de colocarse por encima del Derecho Internacional. El resultado ha sido un compromiso con significado de capitulación del Consejo de seguridad de la ONU para evitar la salida de Bosnia de los intocables militares de los EEUU.
A la fuerza del derecho Bush contrapone el derecho de los fuertes. Sin saberlo casi repite sentencias que constan en discursos de Hitler y Goering. En el plano interno, la ley antiterrorismo, desde luego aprobada todavía durante la Administración Clinton, golpea duramente derechos y garantías constitucionales. Hasta el viejo instituto del habeas corpus, pancarta de las libertades norteamericanas, está amenazado de suspensión.
La política de los EEUU en Medio Oriente, en especial el apoyo al genocidio en Palestina y la exigencia de renuncia de Yasser Arafat, la amplitud de la implantación militar en Asia Central y sus inconfesables objetivos, las repetidas amenazas a Corea Popular, Irán, y Libia, la naturalidad con que el presidente Bush anuncia una nueva guerra destinada a eliminar Irak y las revelaciones sobre planes oficiales para asesinar jefes de estado extranjeros definidos como enemigos –resumiendo, la intervención global del sistema de poder imperial en los asuntos internacionales y el gigantesco crecimiento del presupuesto militar son la expresión de una peligrosa irracionalidad.
Las preocupaciones de la humanidad aumentan en la medida en que esa estrategia de locura encuentra como vocero de proyectos guerreros alucinatorios a un hombre con enormes poderes, cuyo primarismo, incultura y escasa inteligencia suscitan consenso universal.
Era inevitable que las contradicciones entre los intereses de los aliados europeos de los EEUU y las peligrosas y agresivas metas de una estrategia que amenaza la propia continuidad de la vida en nuestro planeta sean hoy transparentes. Pero la cobardía de los gobiernos de la Unión Europea –una Santa Alianza asociada en la repartición de los recursos mundiales- y las fuerzas y mecanismos de poder que los controlan, impiden que el aumento de tensiones internas en el Club de los Ricos pueda contribuir a la contención de la escalada norteamericana que empuja la Tierra hacia una tragedia.
¿COMO ES POSIBLE?
Siguiendo la tendencia norteamericana de privilegiar lo secundario en detrimento de lo fundamental, un número creciente de intelectales liberales formula en grandes universidades de los EEUU la pregunta: «¿Cómo fue posible?», buscando una explicación a la presencia de George W. Bush en la Casa Blanca.
La respuesta a la cuestión parece preocupar más a esos brillantes intelectales que el combate al sistema en cuyo vértice se encuentra este presidente incapaz y peligroso. Tampoco los motiva procurar una explicación a la elevada popularidad que él conserva y el apoyo que la mayoría de la sociedad dispensa a su política irresponsable.
El periódico mexicano El Norte llamaba hace días (17 de julio p.p) la atención a una realidad que perturba los cerebros del sistema de poder de los EEUU: la caída del socialismo real en la URSS no condujo al triunfo del capitalismo como lo habían previsto los epígonos de la globalización nedoliberal.
El capitalismo globalizado, de figurín imperial, se encuentra, al contrario, bien enfermo. Y los síntomas, alarmantes, generan el temor de que la enfermedad sea incurable.
La súbita ola de escándalos financieros en los EEUU, llevando pánico a las Bolsas, acabó sorpresivamente por involucrar la propia persona del presidente, trayendo a la memoria otros escándalos que han golpeado el prestigio de anteriores jefes de la Casa Blanca.
Las fraudes que hicieron tambalear gigantes como la Enron, la Andersen y la World Com han permitido que millones de norteamericanos –60% de las familias juegan en la bolsa- descubriesen de un día a otro que transnacionales que les inspiraban gran respeto eran dirigidas por empresarios que se comportaban como gangsters.
Pero, súbitamente, otros negocios sucios, en empresas menores, han revelado que el presidente de los EEUU tiene también un turbio pasado financiero. «La red de corrupción en torno a la familia Bush -cito otra vez El Norte –y la petrolera Haliburton, más la forma como todo se conjuga para conseguir poder político, provoca asombro, pero también asco e indignación». Sabemos ahora que en un sistema que pretende atribuir la ascensión política al mérito personal, una empresa de la que el vice presidente Dick Cheeney fue director, la Haliburton, fue beneficiada por contratos del Pentágono después de iniciada la guerra contra el terrorismo. El mismo presidente, George Bush, escapó de milagro en el 91 de la Securities Exchange Comission. Entonces él había cometido en la empresa Harken el tipo de fraudes financieros que hoy censura en gigantes como la Worl Com, ahora en quiebra.
Tuve la oportunidad de acompañar por la televisión, no sin malestar, algunos discursos de este presidente del cual debería avergonzarse el pueblo de Jefferson y Lincoln.
Siendo obviamente muy diferente, este vástago de la dinastía Bush me hace recordar, por la petulancia, autosuficiencia, agresividad y poca inteligencia, al Kaiser Guillermo II cuando era el jefe del poderoso Imperio alemán, cuyo ejército era el terror de Europa. George hijo no puede, lo reconozco, proclamar como lo hacía el Hohenzollern que su poder tiene origen divino. Sin embargo, no hace muchos meses, anunció con solemnidad que su cruzada contra el pueblo de Afganistán contaba con la aprobación de Dios.
¿Hacia que moderna tragedia nos está empujando la neo barbarie norte americana cuyo símbolo es el personaje grotesco de George W.Bush?
(*) Escritor y periodista portugues. El original en portugues de este articulo se encuentra en http://resistir.info. Traducción de Marla Muñoz (1) Miguel Urbano Rodrigues, Nomadas e sedentários en Ásia Central, 435 pgs, Editorial Campo das Letras, Porto, Portugal, 1999.