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Medio Oriente

8 de julio del 2002

Alrededor de un 26% de las personas muertas por disparos del ejército israelí en la franja de Gaza son niños, comparados con un 15% en Cisjordania

De cómo Abd A-Samed se convirtió en el 116º niño muerto en Gaza
Amira Hass
Ha'aretz
Traducido para Rebelión por L.B.

GAZA - Lo que más le gustaba era bajar a la playa, nadar y hacer volar la cometa que se había construido él mismo. Pero el viernes por la mañana, día 21 de junio, Abd a- Samed Shamalekh, de 10 años de edad, en lugar de ir a la playa se dirigió a la heredad familiar a recoger berenjenas y pepinos.
Así solían pasar sus vacaciones veraniegas Abd a-Samed y su hermano Mohammed, de 12 años: bien en la playa o bien trabajando en el campo y vendiendo hortalizas. La familia posee 4,5 dunams de tierra y de la cosecha de hortalizas que les procura obtienen su sustento 15 personas.
La familia Shamalekh vive en el barrio de Sheikh Ajlin, al sur de la ciudad de Gaza. Se trata de un lugar superpoblado con casas de dos pisos construidas durante las dos últimas décadas por gente cuya principal fuente de ingresos proviene del cultivo de la tierra. El barrio se extiende sobre la colina arenosa que emerge de la playa. Rojas buganvillas brotan de la arena y trepan por los portones de hierro ascendiendo hasta las paredes de cemento de las casas. Una estrecha carretera en forma de cuello de botella separa el hogar de la familia Shamalekh del mar. Para acceder a su finca, situada a un kilómetro y medio de distancia hacia el sur, se desplazan montados en una carreta tirada por un burro.
Como en la mayor parte de Sheikh Ajlin, en otros tiempos su tierra estaba plantada con viñas, pero la familia Shamalekh se pasó al cultivo de hortalizas. Un viñedo produce uvas una vez al año, mientras que las hortalizas proporcionan trabajo e ingresos a lo largo de todo el año.
A primeras horas de la mañana del 21 de junio se escucharon disparos. Serían las 5 o tal vez las 6 de la madrugada. Es difícil recordar con exactitud, dice la familia. Cuando miraron fuera, vieron que el tráfico que se dirigía al sur estaba detenido y supieron que una vez más les iba a resultar imposible llegar a su huerto. Hacia las 8 u 8:30, los coches comenzaron a moverse de nuevo y la familia comprendió que la situación se había calmado. Tiroteo, tráfico retenido, más tiros y finalmente la calma –es una rutina habitual en el barrio.
La colonia judía de Netzarim se halla situada a 2 kilómetros al sudeste, custodiada por "la mitad del ejército israelí", como dicen en Gaza. La mayoría de las tierras cultivables en las dunas de arena que circundan Netzarim han sido destruidas durante los últimos 22 meses. Campos e invernaderos han sido aplastados, rasgados y devastados, las viñas desarraigadas o cortadas. Plantas resecas de tomate y restos de viñas se encuentran dispersos a ambos lados de la carretera. Sin embargo, algunos parches de verdor han sobrevivido a ambos lados de la carretera costera y siguen siendo trabajados por sus dueños y arrendatarios.
La carretera de asfalto que lleva a Netzarim por el Este está cerrada al tráfico palestino y es utilizada solamente por tanques y jeeps. Un único edificio, perteneciente a la familia Abu Husa, permanece erguido y solitario en medio de la tierra calcinada. El ejército israelí ha tomado posiciones en esta casa durante más de un año y desde allí ha vigilado de cerca a los campesinos que regresan a sus campos por la carretera en automóviles y carretas.
Un reguero de sangre.
Aquel viernes por la mañana Abd a-Samed y Mohammad salieron al campo para ver qué estaba pasando –la curiosidad infantil. En la ciudad corrían rumores de que un bulldozer israelí había comenzado a destruir y arrasar los labrantíos de la zona. También querían recoger algunos kilos de hortalizas y traérselos en carreta a su padre para que los pudiera vender en el mercado. Después podrían regresar a la playa y jugar con la cometa, el viento y las olas.
Justo después de las 9 en punto de la mañana, cerca de media hora después de que los niños salieran de casa, llegó hasta los padres el rumor de que Mohammed estaba herido. Más tarde les dijeron que el herido era Abd a-Samed y que lo habían llevado al hospital. Los padres encontraron su cadáver en el hospital con un balazo en la cabeza. Ese viernes por la mañana activistas palestinos habían disparado una improvisada granada anticarro contra una posición próxima al asentamiento judío de Netzarim. Un soldado de la Givati había resultado herido de gravedad.
Fuentes del ejército israelí dijeron a Ha'aretz que estos sucesos habían tenido lugar a las seis o siete de la mañana y que el ejército israelí "identificó el origen de los disparos y devolvió el fuego". Más tarde, el ejército israelí destruyó un puesto próximo de la policía naval palestina. Según el portavoz del ejército israelí, la granada había sido disparada desde esa base naval. ¿Dispararon también los palestinos contra un puesto del ejército israelí a las 9 a.m.? El portavoz del ejército informó a Ha'aretz que es razonable suponer que se produjo un ataque y que el ejército israelí devolvió el fuego. Varios periodistas que se desplazaron al lugar, un investigador del Centro Palestino de Derechos Humanos y residentes locales declararon que el lugar había vuelto a la calma para las 8:30 y que no se produjo ningún intercambio de disparos. De hecho, lo que ocurrió fue que el tráfico comenzó a fluir otra vez, los granjeros comenzaron a acudir presurosos a sus campos para comprobar los daños y algunos fotógrafos llegaron para tomar fotografías del bulldozer que avanzaba y retrocedía sobre el terreno espachurrando más plantas. Súbitamente, el silencio fue roto por un intenso tiroteo.
Los reporteros y los residentes locales dijeron que los disparos procedían de posiciones en Netzarim o de un tanque que acababa de cruzar la carretera. Docenas de personas, en su mayoría mujeres y niños, se echaron al suelo presas del pánico, enterrando su rostro en la arena y la tierra. Mohammed y su hermano Abd a-Samed casi habían llegado ya al huerto familiar cuando se desató el tiroteo. Como todos los demás, se echaron cuerpo a tierra --o al menos eso es lo que pensó Mohammed.
Al cabo de varios minutos Mohammed le dijo a su hermano que parecía que la balacera había acabado y que podían seguir adelante. Abd a-Samed no le contestó y cuando Mohammed se volvió para mirarle, vio un reguero de sangre. Gritó pidiendo auxilio, pero no había ambulancias en la zona. Alguien arrastró a Abd a-Samed hasta una carreta enganchada a un burro que alguien había acercado al lugar. Transportaron al niño en la carreta sin saber si estaba vivo o muerto hasta que dieron con una ambulancia.
"Ya estaba muerto cuando lo trajeron aquí", explica el padre. "¿Qué hizo para que le dispararan? Ni siquiera había tirado piedras. Los soldados tienen de todo –cámaras, prismáticos—, siempre están alardeando de que pueden verlo todo. Así pues, sabían perfectamente que este niño no les había disparado. Podían ver con toda claridad que eran niños y que no tenían armas. Todo ocurrió a plena luz del día, no en la oscuridad."
Más tarde, el bulldozer también arrasó la huerta de hortalizas de la familia Shamalekh. Todos los pepinos, berenjenas y tomates quedaron reventados. Su fuente de ingresos para los meses de verano y para el otoño quedó arruinada en cuestión de minutos. Los israelíes destruyeron también tres bombas de agua que servían para extraer agua del pozo. "Hemos trabajado esta tierra desde tiempos de los turcos", dijo el padre. "Ahora tendremos que marcharnos y vender altramuces en las calles", añadió su mujer con una amarga risotada.
Su hijo Mohammed aporta una magra ayuda a la familia: ayuda a su tío en la construcción y todos los días regresa a casa con las manos ennegrecidas y cubiertas de ampollas. A la familia le queda todavía otro medio dunam de tierra donde cultiva tomates. Pero como ahora es imposible exportar tomates desde Gaza a Cisjordania o a Israel, se ha acumulado tal stock de tomates que el irrisorio precio que alcanzan en el mercado de Gaza ni siquiera permite cubrir los gastos de explotación. El precio de una caja de 17 kilos de tomates es solamente de tres shekels [105 pts. N. d. T.].
Matando a los niños de Gaza
Abd a-Samed Shamalekh, que debía comenzar su cuarto curso de primaria después de las vacaciones de verano, es el 116º niño palestino muerto por el ejército israelí en la franja de Gaza desde el 28 de septiembre del 2000. Según cifras recopiladas por el Centro Palestino de Derechos Humanos, 450 palestinos han muerto a manos del ejército israelí desde el inicio de la Intifada hasta ayer [1 de julio del 2002. N.d.T.] Estas cifras no incluyen a los palestinos muertos en el curso de ataques realizados contra posiciones del ejército israelí o contra asentamientos judíos. Las cifras sí incluyen a los civiles palestinos armados o al personal de seguridad palestino muerto cuando respondía a ataques del ejército israelí contra barrios residenciales en la franja de Gaza.
Según este estricto criterio, 1.398 personas han muerto por disparos del ejército israelí en Cisjordania y la franja de Gaza desde el comienzo de la Intifada hasta el 18 de junio. (Desde esa fecha, 8 personas más han resultado muertas en Gaza y al menos 15 en Cisjordania).
De estas 1.398 bajas, 253 han sido niños. Esta cifra no incluye a Shamalekh, un muchacho de 17 años de Rafah, ni a siete niños muertos por fuego israelí durante los últimos días en Cisjordania, ni a otro niño que murió al derrumbarse su casa después de que el ejército israelí demoliera el edificio vecino.
Entre los muertos palestinos se cuentan 77 mujeres, incluidas 18 de la franja de Gaza. Desde que estos datos fueron recopilados el 18 de junio, otra mujer ha sido muerta por el ejército israelí en Dir al-Balah.
La proporción de niños entre las víctimas mortales de Gaza es mucho más elevada que en Cisjordania –25% de las víctimas mortales en Gaza son niños frente a un 15% en Cisjordania. El centro Palestino de Derechos Humanos atribuye este hecho a la mayor densidad de población de la franja de Gaza, a que los niños constituyen el 50% de esta populosa región y a la proximidad de las bases del ejército israelí con respecto a las poblaciones palestinas. Pero los analistas del Centro creen que el elevado número de bajas infantiles revela sobre todo que el ejército israelí ha abierto fuego a menudo contra civiles y áreas residenciales sin utilizar los medios de que dispone para verificar que sus disparos apuntan efectivamente "a las fuentes del fuego [palestino]".
Según el Centro, este elevado índice de niños muertos refleja la circunstancia de que a veces el ejército israelí responde a los ataques palestinos horas después de producirse éstos y no en el contexto de un intercambio de disparos. Así fue como perdió la vida Abd a-Samed Shamalekh.
2 de julio del 2002